La verdad sobre el caso Germà Prats (y el exiguo número de misas en castellano)

Mossèn Germà Prats Gavaldà se ha hecho famoso la última semana por denunciar que muchos párrocos reciben presiones de los feligreses para que celebren las misas en castellano. Cualquiera que conozca la realidad eclesial catalana sabe que el argumento de este sacerdote es absolutamente falaz. Es más, a los pocos días de su salida a la palestra se ha publicado que en la diócesis de Gerona solo 10 de sus 404 parroquias ofrecen misas en castellano. 10 de 404. Un 2′5%. Un ridículo 2,5%, cuando los castellano hablantes de la diócesis alcanzan un 30%. Y que nadie piense que esta notoria desproporción se limita a un hecho local gerundense; idénticos porcentajes hallaríamos en Vic, Lérida, Urgel y Solsona. En Tarragona siempre ha existido un mayor respeto por la lengua castellana, aunque tampoco guarde consonancia con el número de fieles. En Barcelona, Terrassa y Sant Feliu de Llobregat se sigue una armonía más o menos ajustada, aunque depende mucho de cada parroquia y no existen directrices claras.

Entonces, ¿a qué vienen las cajas destempladas del sacerdote Germà Prats? Vistos los paupérrimos números que presenta la utilización del castellano en las diócesis catalanas, parece que las supuestas presiones se limitan a circunstancias concretas de este párroco.

¿Quién es Germà Prats? Se trata de un sacerdote nacido en 1950 en Horta de Sant Joan (Tarragona), de vocación tardía: se ordenó con 41 años, tras pasar treinta años alejado de la iglesia y trabajar su último período de seglar en una multinacional. Después de pasar sus primeros siete años ministeriales en Venezuela, llegó a Barcelona, recalando un breve tiempo en la parroquia de la Concepción con el Doctor Corts, siendo designado enseguida párroco de San Rafael en la Guineueta , para pasar el año 2004 a ser rector de Matadepera. La división de la diócesis le pilló en territorio egarense, pasando solo cuatro años en aquella parroquia, para ser trasladado en 2008 a la de Palau-Solità i Plegamans, de donde ha sido removido ahora a Vallromanes.

Como puede observarse un auténtico culo de mal asiento que no aguanta más de cinco años en el mismo sitio. En Palau de Plegamans no ha cumplido ni un trienio. Y es que entró de párroco como un elefante en una cacharrería. ¿contra quién? Curiosamente contra las misas en castellano. Desde hacía mucho tiempo había existido, en la parroquia de Sant Genis de Plegamans, una misa a las 9 de la mañana - que tampoco se trata de la hora del oficio mayor- que fue suprimida sólo entrar como párroco. Obviamente, las otras dos misas, que se celebraban a las 11 y a las 14 horas, quedaron en catalán. Incluso se llegó a crear un grupo, denominada "misa de nueve", que reclamó que se volviera a oficiar la temprana misa. Estos feligreses pretendieron entrevistarse con el obispo Saiz Meneses, sin conseguirlo, siendo remitidos al arcipreste de Caldes de Montbui, mossèn Joaquim Fluriach, del que solo obtuvieron buenas palabras, pero ninguna traducción fáctica.

Estas deben ser las enormes presiones que dice haber recibido el cura Germà Prats. Las de un grupo de fieles que reclaman una misa en castellano a las nueve de la mañana del domingo. Tremendas, dice. ¡Menudo sarcasmo!

Y así, como pasó con las reacciones a la inmersión lingüística, se crea un caldo de cultivo a modo: un rector denuncia presiones para oficiar en castellano. Cuando lo cierto es que las presiones son insignificantes y lo que sucedió fue que ese rector había suprimido la misa en castellano. Se trata de volver el argumento al revés, cuando lo cierto es que esas misas en la Cataluña interior no llegan al 3% del total. Titúlese, por añadidura, que el cura ha sido trasladado por oficiar en catalán (así lo dice la entrevista al diario El Punt) y que el propio mossèn Prats denuncia que se trata de personas "no integradas" y que debe predicarse en catalán, como se ha hecho en los últimos 400 años, excepto el período del franquismo. Cuando, en pleno franquismo, sobre todo a partir de los años 50, se predicó en catalán con plena normalidad, sino a qué fin venían las quejas del director de La Vanguardia , Luis de Galinsoga, nada menos que en el año 1959 contra una plática en catalán en la parroquia de San Ildefonso. El nacionalismo siempre parte de un mundo irreal.

Añádasele a ello que el obispo de ese párroco es el de Terrassa, verdadera bicha del nacional progresismo eclesial y se logra presentar a la opinión pública que el prelado egarense se somete a la presión de un grupo de fieles que no quieren que se den misas en catalán. Así se matan dos pájaros de un tiro. Sobre todo cuando los tiros se disparan desde las redes sociales que se propagan desde Avenida Gaudí 13 de Barcelona, mezclándose con otras sugerentes campañas como la piulada a favor del twitter en catalán y "el Joan petit quan piula". Son obsesivos. Y tergiversan la realidad que da gusto. Aunque sea utilizando al errático mossèn Prats. Que, obviamente, se ha dejado utilizar.

Oriolt