Nuestros "progres" analógicos y nostálgicos

Salvador Clarós (el primero de la izquierda) en una celebración de la Eucaristía de la JOBAC presidida por Mn. Josep Maria Fisa

En el año 2000, la Revista Catalana de Teología, publicación de la Facultat de Teologia de Catalunya, entonces maxidirigida por Salvador Pié, publicaba un artículo de su tocayo y protegido Salvador Clarós Ferret, uno de aquellos chicos de la JOBAC, propietario-titular de la Escola Voramar del barcelonés barrio de Pueblo Nuevo, miembro activo de la Asociación de Vecinos y Vecinas de ese barrio (Poblenou) , militante “ecosocialista”, es decir comunista de Iniciativa per Catalunya-Els Verds.

El título no podía ser más paradójico: “La JOBAC, una experiencia de creatividad pastoral entre modernidad y postmodernidad”. En este artículo se pone en evidencia entre otras cosas como la vanguardia militante de la Iglesia en Cataluña asumió el marxismo como ideología.

¿Cómo ocurrió eso? En primer lugar por la falta de una buena formación en antropología cristiana y en Doctrina Social de la Iglesia de la casi totalidad de sacerdotes consiliarios de los movimientos especializados. Ciertamente se podría decir que la ideología marxista, vista desde la distancia territorial (no en la realidad misma donde se aplicaba), tenía para ellos toda una serie de reclamos "mesiánicos" de salvación global, como por ejemplo la igualdad de clases, la absoluta justicia social, la dirección política en manos de las masas obreras, liquidación del capitalismo, etc, Esto es lo que atraía (más sentimentalmente que racionalmente) a tantos jóvenes y sacerdotes progres, sumergidos en los cantos de sirena de de los mesianismos conceptuales. Pero claro, no prestaban atención que todo ello estaba sustentado por una antropología radicalmente materialista y anticristiana, negando la existencia del alma espiritual y el concepto individual de "persona" como sujeto individual y racional, el desprecio de la metafísica y de la historia como desarrollo de acontecimientos derivados de la libertad y la voluntad de las miembros de la sociedad, suplido por el llamado materialismo científico o dialéctico, y un largo etcétera.

Faltaba también sustrato de buena formación filosófica. Dudamos que hubieran comprendido que ante la fractura entre ciencia, moral y religión que suponía el sello de la llamada “modernidad”, había una respuesta genuinamente católica. Dudo que hubieran comprendido lo que era la laicidad. Para ellos, era una opción política que implicaba renuncia de la posición que la Iglesia ocupaba en España con respecto al Estado. Todo ahí.

¿Que respuesta planteaban a las jóvenes generaciones, que tenían de manera privilegiada en las manos, sobre qué se puede conocer, qué se puede hacer, qué se puede esperar? Nada. No tenían capacitación gnoseológica, no tenían la valentía de hacer una auténtica propuesta de postmodernidad. Aceptaron que quebrada la unidad del saber entre fe y ciencia, se quebraba la relación entre esas preguntas. Cada una en manos de sí misma, sin esperanza de obtener una respuesta común con la otra. Su presunta fe evangélica, su propuesta cristiana era un replegar la fe a lo íntimo y privado, aunque con compromiso político en los partidos de izquierda, claro.

Por eso ante la llegada del huracán Wojtila, de Juan Pablo II, destacaban que se estaba pasando de una esperanza postconciliar al wojtilianismo, entendido como “ el estilo inmobilista y conservador de Juan Pablo II que no avanza en la línea progresista del CVII: laicado, ordenación de la mujer, asunción de la teología de la liberación, defensa radical del Evangelio..”

Ellos ante la apertura y la fuerte coloración apostólica y reevangelizadora de Juan Pablo II se quedaron no sólo con la televisión analógica, sino en blanco y negro, con sólo dos canales y sin mando a distancia. .

No plantearon la posibilidad de proponer al “mundo laico” la posibilidad de tratar de vivir y organizar la vida como “si Dios existiese”. Sin separaciones y divisiones entre su propio camino de aceptación, o no, de Dios, y la moralidad. Como lo propone Benedicto XVI al mundo.

No supieron hacer descubrir al mundo no creyente, al mundo laico, que el acontecimiento cristiano y la Persona de Cristo forman parte de su propia historia, de su propia identidad. Y que pues, en cuanto a los efectos sobre la vida individual y social, no debería haber diferencias entre el “dios laico” y el Dios cristiano. Y en eso no únicamente en Europa, sino en cualquier lugar donde el continente cristiano haya conquistado corazones y mentalidades. Todos deberíamos vivir como si fuéramos hombres de Dios.

En la época donde el hombre veía eclipsado el esplendor de ser imagen de Dios, época de agnosticismo, de relativismo, de desencanto, de presunción, que sigue siendo nuestro mundo, no fueron capaces de hacer una apuesta por la Iglesia, y con la Iglesia al mundo. Su solución fue la crítica sistemática a la Iglesia. Y aún dura…

Y sin reconocer sus errores, siguen siendo nostálgicos de aquello. Y nuestro Cardenal durante siete largísimo años ha colocado en sus manos, en las de ellos y sus cachorros, en las de los analógicos y nostálgicos, las riendas con los destinos de la diócesis. Y eso es lo que humanamente no tiene perdón. Con eso es con lo que hay que acabar cuando apenas aceptada la renuncia por edad del cardenal Sistach, este se jubile.

Cuando en la celebración de la Palabra del pasado jueves, en la plaza de Cibeles, dos jóvenes políglotas, presentaban al Papa la lista de los movimientos juveniles de evangelización allí presentes y adheridos, protagonistas en primera persona de las Jornadas y pues relevos de la antorcha de la Nueva Evangelización, me sentí avergonzado y triste. Camino Neocatecumenal, comenzaron, Schönstatt, Comunión y Liberación, Regnum Christi, fueron prosiguiendo, Cursillos de Cristiandad, Comunidad del Emmanuel, Comunidades Vicencianas, Congregaciones Marianas,etc…

Todos los nuevos movimientos a los que en Barcelona y en general en Cataluña, se les ha hecho el vacío, empezando por las más altas instancias del gobierno pastoral de las diócesis. Comenzando por Tortosa, acabando por Gerona, durante muchos años desde Vic hasta Tarragona, pasando por Solsona, Lérida y cómo no, Barcelona. Cosas de la Conferencia Episcopal Tarraconense. Los de las “Arrels cristianas de Catalunya”. Los de las raices quizás, pero los de los poquisimos frutos de santidad y vida cristiana.

Y cuando todo parecía cambiar, cuando se estaba pasando página, cuando el progresismo, aparentemente moribundo, empezaba a quedar en la cuneta de la vida eclesial de Barcelona, Sistach le dio alas.

Tristemente él pasará al sumidero de la historia con la carga moral de todo ello. Por todo ello y con todo ello. Embadurne o no, con almíbar al Santo Padre en sus saludos. También para él, como para Zapatero y sus nefastos gobiernos, caerán las hojas del almanaque y con ellas su nefasta estela de consabidos errores. Pasaran todos ellos, quedará la Iglesia eterna.

Prudentius de Bárcino