InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Pensamiento

26.01.19

Al Arzobispo de Canterbury no le importa que los anglicanos se hagan católicos

O pentecostales, luteranos u ortodoxos. Al menos eso ha dicho hoy Justin Welby, arzobispo anglicano de Cantérburyprimus inter pares del anglicanismo, en una entrevista publicada en The Spectator. Cuando le preguntaron sobre los anglocatólicos que habían vuelto a la Iglesia Católica a través de los ordinariatos creados por Benedicto XVI, respondió:

“¿A quién le importa? Todo eso me da igual. En particular si la gente se marcha a Roma [es decir, se hacen católicos], que es una fuente de inspiración. Recibí un correo electrónico de un viejo amigo, un sacerdote anglicano que ha decidido marcharse a Roma. Le respondí, diciendo: ¡Qué estupendo! Mientras sigas tu vocación, estarás siguiendo a Cristo. Es simplemente estupendo. Lo que necesitamos es que las personas sean discípulos de Jesucristo. No me importa si lo son en la Iglesia de Inglaterra, en Roma, con los ortodoxos, los pentecostales, los luteranos o los baptistas. Son discípulos fieles de Cristo”.

Quizá haya algunos a quienes esto les parezca muy bien, una muestra de apertura de mente. Incluso lo considerarán un indicio de que el arzobispo anglicano va más allá de las divisiones entre cristianos y se remonta a lo esencial. Los tiros, me temo, no van por ahí. Como dije hace tiempo (por desgracia, en referencia a un arzobispo católico), esto ya no es herejía, es el lugar donde las herejías van a morir.

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25.09.18

19.02.18

¿Incomparable? Esa palabra no significa lo que tú crees que significa

Una de las desventajas de tener un blog en el que se discuten multitud de temas es que uno se encuentra con una gran cantidad de sofismas, es decir, de argumentos que aparentemente son correctos, pero en realidad adolecen de un vicio oculto que los inutiliza y los lleva a conclusiones erróneas.

Algunos de estos sofismas son muy frecuentes, hasta tal punto de que uno se cansa de refutarlos una y otra vez. Cuando acabas de clarificarle por enésima vez a un comentarista por qué eso que dice es un sofisma típico, consistente en tales y cuales errores de la argumentación, llega otro comentarista que cae en el mismo sofisma y exige que le expliques de nuevo todo desde el principio, en una especie de perpetuo día de la marmota. Para evitar tener que repetir tantas veces lo mismo, voy a tratar de describir brevemente uno de los sofismas más comunes, el de la incomparabilidad. Y, para hacerlo más interesante, traeremos al blog a un invitado de prestigio, el cardenal Schönborn, que podrá ayudarnos a comprender mejor el tema.

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20.10.17

No hay edad demasiado temprana ni demasiado tardía

“No sea el joven remiso en buscar la sabiduría, ni el viejo se canse de hacerlo. Pues no hay edad demasiado temprana ni demasiado tardía para la salud del alma. Decir que aún no ha llegado el momento de estudiar la filosofía o que ya pasó y quedó atrás es como decir que aún no ha llegado la hora de ser feliz o que ese tiempo se ha acabado.

Busquen, pues, la sabiduría tanto el viejo como el joven. El primero, para que en su vejez rejuvenezca al contacto con el bien, recordando con agrado el pasado, y el segundo, para que en su juventud esté tranquilo, como un anciano que no tiene miedo a lo que ha de venir”.

Epicuro, Carta a Meneceo

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16.07.17

¿Conservadores o progresistas?

Tenía la intención de escribir algo en el blog sobre la pésima costumbre de hablar de “católicos progresistas” y “católicos conservadores”, utilizando conceptos políticos que no tienen nada que ver con la fe, en lugar de usar términos verdaderamente católicos, como tradicional y ortodoxo. Por no hablar de que progresismo y conservadurismo no son más que hermanos gemelos, que a menudo resulta difícil distinguir y que comparten el mismo código genético.

Para alivio de mis sufridos lectores, sin embargo, he preferido traducir parte de un artículo muy poco conocido sobre el tema de un verdadero sabio: G. K. Chesterton. Quizá si los católicos españoles leyéramos un poco más a Chesterton nos habríamos ahorrado las últimas décadas de suicidio político y creciente irrelevancia.

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