InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

1.07.25

No, el “verdadero milagro” no fue el “compartir”

Soy católico y, como tal, ofrezco gustosamente mi respeto, obediencia y cariño al Papa y, en general, a todos los pastores de la Iglesia. Dios mismo, en un gesto de amor y ternura por nosotros, dispuso que en la Iglesia hubiera pastores que hicieran presente a Cristo Buen Pastor. Es algo estupendo, por lo que doy muchas gracias al cielo.

No hay que olvidar, sin embargo, que, como no estamos en una secta, ese respeto, obediencia y cariño a los pastores se fundamentan en la roca firme de la Verdad. Por eso mismo, conllevan rechazar cuanto se aparte de la fe de la Iglesia, incluso aunque esté en boca de un pastor. Si algo nos enseñó el pontificado anterior es que no podemos callarnos cuando un pastor dice algo contrario a la doctrina católica. La triste experiencia nos ha mostrado que eso solo lleva a que se multipliquen los errores y la confusión causada por ellos.

En ese sentido y cuando creía que se habían acabado ya los sobresaltos, me veo en el penoso deber de señalar lo que parece un importante error que se ha colado en el mensaje enviado anteayer por León XIV a los participantes en la Conferencia de la FAO (es decir, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). La mayor parte del mensaje se refiere a temas prudenciales y, por lo tanto, discutibles y que no afectan directamente a la fe. Hay, sin embargo, un párrafo que no veo cómo puede ser aceptado por un católico:

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27.06.25

Si hay que elegir, las feas

Ayer leí que la diócesis de Amberes va a cerrar inmediatamente siete iglesias. No son las primeras ni serán las últimas, porque se trata de la diócesis del tristemente famoso Mons. Bonny, defensor del divorcio, los anticonceptivos, el reconocimiento eclesial de la bondad de las parejas del mismo sexo, la inexistencia de actos intrínsecamente malos, la fecundación in vitro y la fornicación y, en general, partidario a ultranza de adaptar el Evangelio a los gustos y disgustos del mundo agnóstico moderno.

No por esperado es menos triste que se secularicen iglesias, especialmente cuando los edificios se conservan para dedicarse a otros usos profanos, como signo evidente y público de la derrota de la Iglesia y de la fe. Estas iglesias, en particular, se van a convertir en templos protestantes, un teatro, un estudio de arquitectos y un gimnasio. Irónicamente, este último se llamará el Gimnasio Apolo, un símbolo aún más claro de lo que hay detrás del modernismo actual: la revancha contra la antigua victoria de la Iglesia sobre Apolo y los demás dioses del paganismo.

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16.06.25

¿Ha pasado el tiempo de la parroquia territorial?

Desde hace tiempo, en los países occidentales el modelo parroquial ha cambiado sustancialmente. Quizá no en cuanto a la normativa, pero indudablemente en la práctica.

Antiguamente, lo habitual era que cada persona acudiera principalmente a la parroquia que le correspondía y en ella transcurriese el grueso de su vida cristiana. Si se mudaba a otro domicilio, cambiaba su parroquia territorial y a partir de entonces esa era su parroquia a todos los efectos, aunque pudiese asistir puntualmente a otros lugares de culto. La definición teórica y también práctica de la parroquia era territorial.

Ahora, en cambio, al menos en las ciudades, pero cada vez más fuera de ellas, a efectos prácticos la parroquia ha dejado ser territorial. Tu parroquia es donde vayas habitualmente y no la que corresponda territorialmente a tu casa. Cada uno elige dónde quiere asistir por criterios muy variados.

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6.06.25

Algunas ideas para no sobredimensionar el papado

Quizá uno de los mayores logros del pontificado del Papa Francisco haya sido demostrar sin lugar a dudas y de forma algo traumática que, en los últimos dos siglos, se ha producido un sobredimensionamiento práctico del papado, hasta adquirir en ocasiones tintes casi idolátricos. A veces parece incluso que el Papa sea la Iglesia, como si no hubiera nada más en ella o no se necesitase otra cosa.

Me pide un lector que escriba sobre lo que se podría hacer para evitar caer en ese error práctico (porque, desde el punto de vista de los principios, la doctrina sobre el papado del Concilio Vaticano I está muy clara). Me gustaría atender su petición, pero, como la cuestión es espinosa y mis luces intelectuales son más escasas aún que mi atractivo físico, en lugar de dar mi opinión me ha parecido más oportuno traer al blog el sermón que pronunció hace varios siglos sobre este mismo problema el ilustre predicador Fray Eusebio de Rocatajante, en presencia del papa de la época, Narciso IV.

Fray Eusebio, además de ser un santo varón y maestro de la oratoria, tenía la laudable costumbre de dedicar sus sermones a lo que necesitaban escuchar sus oyentes y no a lo que les gustaría escuchar, lo que le granjeó problemas sin cuento y un par de visitas amistosas de la Santa Inquisición. Dicen los historiadores que al papa Narciso no le agradó mucho este sermón en concreto, pero nuestro predicador consiguió salir con bien de su atrevimiento gracias a que, por oscuras razones genealógicas, era a la vez sobrino y tío del papa.

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12.05.25

Aquí paz y después gloria

Varios lectores me han pedido, y casi me han exigido, que escribiera sobre el nuevo Papa. Entiendo perfectamente su curiosidad, ya que tenemos un Papa recién estrenado y, sobre todo, porque los últimos años nos han malacostumbrado a hablar del Papa a todas horas.

Eso no puede ser sano. Es, más bien, un desorden de la vida cristiana. ¿Acaso saben los lectores quién es mi obispo o mi párroco? Si los menciono, será una vez de Pascuas a Ramos, generalmente porque algo que hayan dicho o hecho me haga pensar en un tema interesante. ¿Por qué debería estar hablando del Papa constantemente?

Si el Papa hace bien su trabajo, lo normal es que apenas se hable de ello. Según el viejo dicho periodístico, un perro que muerde a un hombre no es noticia, pero que un hombre muerda a un perro sí lo es. Del mismo modo, que un Papa recuerde la fe y la moral católicas, celebre adecuadamente la liturgia o nombre a buenos obispos no debería ser noticia, sino su trabajo habitual.

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