Lo demás carece de importancia
El otro día, rezando el rosario en familia al caer la tarde, mientras la dorada luz vespertina se iba apagando y escuchaba a mis hijos dirigir los misterios, vislumbré cómo será el cielo y me di cuenta de lo bien que hace Dios las cosas. ¿También la epidemia y la cuarentena y el Papa que ha dicho no sé qué o el obispo que ha dicho no sé cuántos? También.
Todo sucede para bien de los que aman a Dios. Y ese todo incluye también los desastres naturales, las epidemias, el desempleo, las crisis económicas, las torpezas de unos y de otros e incluso los pecados que se sufren. A pesar de la histeria de los periodistas, hambrientos de basura y sensacionalismo, y de los aires de importancia de los políticos, las riendas de la historia sigue llevándolas Jesucristo. Se rebelan los reyes de la tierra, y, unidos, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías. El que habita en el cielo sonríe; el Señor se burla de ellos.
Quizá una de las cosas que más me han sorprendido de este tiempo de cuarentena es lo poco que se ha hablado del cielo entre los cristianos. Antiguamente, la Iglesia era muy consciente de que las muertes, catástrofes y epidemias eran una ocasión especial para volver la vista al cielo y recordar que la vida en este mundo es solo una noche en una mala posada, como decía Santa Teresa. Somos ciudadanos del cielo.
En cambio, parece que los cristianos de hoy tenemos en general una mirada chata y terrena. Apenas nos diferenciamos de los que no lo son. A juzgar por los medios sociales, lo que más nos interesa es darle vueltas con indignación a lo que hace bien o mal (generalmente mal) el gobierno, lo que hacen bien o mal (generalmente mal) los obispos o lo que hacen bien o mal (de todo hay) nuestros vecinos. Ciertamente, la crítica y el discernimiento son legítimos y en muchas ocasiones necesarios, pero no puedo evitar pensar que nuestras críticas serían muy diferentes, más tranquilas, acertadas y sobre todo esperanzadas, si tuviéramos la mirada puesta en el cielo, que es donde debe estar. Ojalá nuestros gobiernos, obispos y vecinos actúen bien o, al menos, con un mínimo de sensatez, pero si no lo hacen, no perderemos la paz de saber que tenemos un reino preparado para nosotros desde la fundación del mundo.
Algo similar podría decirse sobre los que hayan muerto o vayan a morir como consecuencia del virus, de la cuarentena o de cualquier otra cosa. Es bueno cuidarse y las autoridades tienen el deber de hacer lo posible por luchar contra las enfermedades, evitando la negligencia y la corrupción, pero lo crucial no es la salud del cuerpo, sino la del alma. ¿Qué más da morirse por coronavirus este año o el que viene por un infarto o un cáncer? Al lado de la eternidad del cielo, eso da igual. Lo fundamental es estar en gracia de Dios y preparado para la muerte, venga cuando venga. Si vivimos en manos de Dios, en medio de cualquier desastre o peligro podremos decir, con sosiego: si vivimos, vivimos para el Señor y, si morimos, morimos para el Señor. Ya vivamos, ya muramos, del Señor somos.
La mayoría de las preocupaciones terrenas pierden su urgencia cuando se tiene en cuenta que somos extranjeros y peregrinos sobre la tierra, como decía el Salmista. Si nos lo creemos de una vez, dejaremos de ser como los paganos y se cumplirá en nosotros la profecía de Isaías: tendrán gran paz tus hijos. Que es justo lo que le falta al mundo, mucho más que vacunas o bonanzas económicas: la verdadera paz que solo Dios puede dar. Al final, cuando llegue la hora de hacer cuentas y balances, lo que importará de este tiempo es si ha sido un tiempo de santidad o no. Lo demás carece de importancia.
45 comentarios
Gracias Bruno por tus palabras de luz y de verdad, que por ser tales, lo son también de consuelo, el más oportuno.
Era un diálogo entre la primavera y el invierno; en la que el invierno con todo su sustrato acumulado en una larga vida, sonreía. Donde cuando eres consciente que te queda poco tiempo (nadie tiene asegurado el día de mañana aunque hagamos planes de jubilación para 25 años) miras las maravillas que nos rodean con más provecho y agradecimiento.
Me cuesta creer que sin el confinamiento la adolescente le hubiera dedicado la tarde a su abuela.
Efectivamente:"Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum"
Pero, al menos a mí, me viene la siguiente duda, no se si buena o mala, aún sabiendo que Dios es la perfecta Sabiduría y Justicia: ¿donde recalan la mayoría de los más de los 7000 millones de personas que hay en el planeta?. Y sin ir tan lejos, todos conocemos cientos de personas de nuestro entorno, que nunca les ha interesado por los motivos que sean, las cuestiones referentes a Dios, ni menos por la Iglesia y sus sacramentos, de perfil mediocre, superficiales en todo, rutinarios, de vida descolorida y aséptica, sin más ambiciones más allá de sus sencillas o no tan sencillas propiedades, sin preguntarse -ni les interesa-, por las cuestiones fundamentales de la existencia, etc... pero que en muchas cosas son buenas personas...
"Ya, pero "con los que lloran, llorad y con los que ríen, reid" decía san Pablo"
Je, je. Buen argumento, pero hay que tener en cuenta que San Pablo daba por supuesto que eso no incluye hacer lo que hacen los demás cuando eso no sea bueno. Obviamente, no se refería a reírse de groserías, por ejemplo.
Si discutimos como paganos, sin esperanza ni caridad ni paciencia ni magnanimidad, no usemos a San Pablo como excusa.
Y si discutimos como cristianos, con esperanza, caridad, paciencia y magnanimidad, no necesitamos excusa.
"¿Es pecado de impaciencia u ocasión próxima de pecado haber tenido momentos d e tristeza por desear que la cuarentena acabe cuanto antes y poder volver a salir un rato con la gente? Es decir, en general¿Es pecado sentir a veces tristeza por un bien temporal que ocurrirá más adelante pero que sabes que le queda un tiempo? Gracias".
Como tanto repetía Santa Maravillas de Jesús, sentir no es consentir. Sentir lo que sea nunca es pecado, porque el sentimiento es algo pasivo, algo que nos sucede, no algo que hacemos.
Otra cosa sería si dejáramos que ese sentimiento nos dominase y nos quitase la esperanza o la confianza en Dios. Eso sería un pecado de desesperanza.
"¿Desear que una película que te gusta hubiese salido ya cuando aún quedan meses o lo que sea para que salga?"
De nuevo: no. En principio, no hay ningún rastro de pecado en eso. Es más, es lo normal y para lo que Dios nos ha hecho: desear un bien (en este caso ver una película que te gusta).
Mientras no vulneremos un bien mayor movidos por ese deseo de un bien (como sucedería si, por ver una película, no fuéramos un domingo a Misa), no hay nada malo en ello.
Saludos.
"Pero, al menos a mí, me viene la siguiente duda, no se si buena o mala, aún sabiendo que Dios es la perfecta Sabiduría y Justicia: ¿donde recalan la mayoría de los más de los 7000 millones de personas que hay en el planeta?. Y sin ir tan lejos, todos conocemos cientos de personas de nuestro entorno, que nunca les ha interesado por los motivos que sean, las cuestiones referentes a Dios, ni menos por la Iglesia y sus sacramentos, de perfil mediocre, superficiales en todo, rutinarios, de vida descolorida y aséptica, sin más ambiciones más allá de sus sencillas o no tan sencillas propiedades, sin preguntarse -ni les interesa-, por las cuestiones fundamentales de la existencia, etc... pero que en muchas cosas son buenas personas.."
A mi entender, cuando intentamos comprender el plan de Dios sobre alguien, siempre terminamos perplejos. Esos planes siempre nos superan e inevitablemente no conocemos más que una mínima parte de ellos. Por eso nos resulta casi imposible, por ejemplo, entender el sufrimiento de un inocente. En cambio, cuando estemos si Dios quiere en el cielo, podremos ver sin tristeza los sufrimientos que Dios permitió, porque comprenderemos cómo encajan en su plan maravilloso. Algo similar se puede decir de cualquier aspecto de la historia de salvación de una persona. Dios sabe y nosotros no.
En cualquier caso, yo creo que el principio de solución de esa duda se puede encontrar en ese "en muchas cosas son buenas personas". Siendo Dios el Bien con mayúscula, esas cosas son precisamente las cosas en que esas personas aman a Dios y lo buscan (quizá sin conocerlo por su Nombre).
Eso, por un lado, nos muestra que lo que necesitan esas personas es precisamente más Dios en otras partes de su vida o, mejor aún, conocerlo personalmente y creer en Él. Por otro lado, muestra también que Dios se vale de cualquier grieta para entrar en la vida de los hombres a los que tanto ama, aunque sea de incógnito, igual que los tres "viajeros" aquellos que visitaron a Abraham.
"nos hemos acostumbrado a una visión horizontal y hasta mundana, y más en los pastores que en el común de los fieles que se dejan guiar"
Si ya es triste un cristiano mundano, es verdaderamente terrible encontrarse con una persona que lo ha dejado todo para consagrarse a Cristo y, por alguna razón, termina viviendo como si Dios no existiera.
Tenemos que rezar mucho por los sacerdotes y obispos.
Sin duda, venciendo el mal a fuerza de bien, que también es de san Pablo.
Lo que tú planteas es bueno, es decir, confiar en Dios e incluso resignarse a su Providencia. El problema es que la forma de hacerlo que dices es inadecuada. La confianza en Dios o la resignación con su Providencia no se deben ejercitar en el ombliguismo de mi propia devoción sino en la solidaridad de sufrimiento o solidaridad de alegría con los otros, como sugiere san Pablo.
Y los primeros cristianos como modelo, pues no se dice de ellos que se mirasen a su ombligo de "electos y salvos" sino que tenían entre ellos "un mismo pensar y un mismo sentir".
Cuando uno construye hombres de paja para aporrearlos es que ya está muy falto de argumentos.
"El problema es que la forma de hacerlo que dices es inadecuada. La confianza en Dios o la resignación con su Providencia no se deben ejercitar en el ombliguismo de mi propia devoción sino en la solidaridad de sufrimiento o solidaridad de alegría con los otros, como sugiere san Pablo"
¿Dónde exactamente está el "ombliguismo" en lo que yo he dicho? ¿O que no haya que tener solidaridad con otros? ¿O que haya que mirarse al ombligo de electos y salvos?
Es pura invención de una imaginación descontrolada. Igualmente podría haber dicho que yo proponía el canibalismo, la acupuntura o la tortilla sin cebolla. Pura invención.
"le he oído hablar del Cielo a Jesús Silva Castignani. Y a Juan Manuel de Prada"
Claro. Y habrá muchos otros, gracias a Dios.
Lo raro es que no sea lo habitual, como lo habría sido en otras épocas, que todo el clero en pleno y la mayoría de los laicos vuelvan la mirada al cielo ante un acontecimiento como este.
Que el Espíritu Santo te siga iluminando, para nuestro crecimiento espiritual.
Pues da muchísimo, sr. Bruno M. Si vives alejado de Dios el morirse por coronavirus ahora puede suponerte la condenación eterna pero el morirte el año que viene puede darte un margen para convertirte. ¿O es que la preocupación por una "buena muerte" ha desaparecido entre los católicos llamados "tradicionales"? Ese jugar a conocer la mente de Dios, ese decir "la muerte no importa" (las molestias que se tomó Cristo para derrotarla indican que sí que importa y mucho) es una actitud muy peligrosa, casi más que la pura y simple impiedad. Porque la impiedad puede acabar hastiándote pero esta actitud puede llenarte de satisfacción y cegarte.
"¿O es que la preocupación por una "buena muerte" ha desaparecido entre los católicos llamados "tradicionales"?"
Todos los católicos son tradicionales. Sin serlo, no se puede ser católico.
De todas formas, no entiendo la objeción. He dicho literalmente en el artículo que lo fundamental es estar en gracia de Dios y preparado para la muerte, venga cuando venga. Esa es, literalmente, la preocupación por una buena muerte.
"Pues da muchísimo, sr. Bruno M. Si vives alejado de Dios el morirse por coronavirus ahora puede suponerte la condenación eterna pero el morirte el año que viene puede darte un margen para convertirte"
Eso no tiene sentido. Igualmente podríamos decir que el morirse de infarto el año que viene puede hacer que mientras tanto caigas en pecado mortal y te vayas al infierno mientras que ahora te morirías en gracia de coronavirus. Es igualmente posible que la posibilidad que usted menciona.
Es decir, que lo que importa es morir en gracia de Dios, ya sea por coronavirus ahora o el año que viene por infarto. Que es exactamente lo que he dicho en el artículo.
"Ese jugar a conocer la mente de Dios"
Hasta donde puedo ver, eso no se hace en ningún lugar del artículo.
"ese decir "la muerte no importa" (las molestias que se tomó Cristo para derrotarla indican que sí que importa y mucho) es una actitud muy peligrosa, casi más que la pura y simple impiedad. Porque la impiedad puede acabar hastiándote pero esta actitud puede llenarte de satisfacción y cegarte"
De nuevo hasta donde yo puedo ver, esto no tiene nada que ver con lo que yo he dicho. Lo que he dicho es que lo que importa es la vida eterna y eso es precisamente lo que Cristo se tomó "molestias" para conseguirnos. Tener esta vida como el summum de nuestras preocupaciones es absurdo, porque todos nos vamos a morir antes o después, así que lo que conviene es poner los ojos en la eterna.
Y si eso es más peligroso que la pura y simple impiedad, las protestas a San Pablo, que fue el que dijo aquello de "quiero morir y estar con Cristo, que es con mucho lo mejor" y "para mí, vivir es Cristo y la muerte una ganancia" o a Santa Teresa y su "muero porque no muero" o a mil otros santos.
No es necesario llegar a tanto, pero sí es esencial para todo cristiano tener los ojos puestos en el cielo y saber que la muerte ya ha sido "vencida y absorbida en la victoria". Como enseña la Carta a los Hebreos, Cristo vino a "liberar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud". Si nuestra vida sigue rigiéndose por el miedo a la muerte, es que seguimos siendo esclavos.
Eso es. E incluso en el caso de estar dispuesto a pecar, el pecado sería ese estar dispuesto a pecar (que es algo activo, voluntario) y no el sentimiento de tristeza (que es algo pasivo, involuntario).
"El coronavirus no es un infarto, da tiempo a arrepentirse si se quiere"
Otra cosa curiosa es que, antiguamente, la liturgia tenía muchas oraciones para pedir al Señor que nos librara de la "muerte súbita", es decir, la muerte rápida, dormidos o sin darnos cuenta, porque morirse así no permite el arrepentimiento final.
Hoy, si se pide algo en ese sentido, suele ser exactamente lo contrario. Basta preguntar para ver que la mayoría de los cristianos desean morirse sin darse cuenta.
Da mucho que pensar.
Tienes razón en parte. A lo mejor no estaba contestando directamente a tu artículo sino a muchas otras cosas que he tenido que leer últimamente.
Pero lo que está claro es que tu artículo se queda corto en ese aspecto, sea por la razón que fuere.
Cada uno es diferente, unos son más escapistas y otros se agarran a la vida como a un clavo ardiendo.
Al pertenecer al primer grupo, procuro no hablar del cielo, no sea que me entre la obsesión de que tengo que ir ya. No hablo del cielo con los demás, pero con el Jefe y su madre si.
Si, Jesus es el rey el Universo, y todo lo que nos toca en este mundo es para nuestro bién, sobre la idea de la paz, se puede hablar mucho, pero me parece dificil ponerse de acuerdo, hay una paz del que está en gracia de Dios, en la que probablemente estariamos todos de acuerdo, esa paz está en el fondo de nuestro corazón, nos hace diferentes a los que no la tienen, es como una estructura que nos sostiene en los vaivenes de la vida, que nos cambia la mirada a las cosas de este mundo, pero que para mi sentir es insignificante comparada con la que ansía nuestro corazón, y que la mayoría de nosotros no la viviremos hasta llegar al cielo.
En medio de esta más que problemática peregrinación por este mundo, estar lleno de Dios, como lo estuvo el Hermano Rafael, parece una gracia sólo accesible a unos pocos elegidos. Pero también es cierto que hay momentos como los que describes en el post que parece que todo es fácil, pues el Señor se nos hace presente en las circunstancias más hostiles o complicadas. Yo también he tenido estos momentos a lo largo de mi vida, y también durante este confinamiento, mezclados con muchos otros nada santos o "demasiado humanos" que diría aquél.
Entiendo perfectamente la queja de Tulkas, pues en sus circunstancias personales como médico que ha estado (y supongo está) luchando en primera línea contra el coronavirus, y por tanto entregando su vida de manera ejemplar, le suene a blando y escapista misticismo tus palabras. Los que están en primera línea de actuación en los momentos más duros no se les puede pedir ecuanimidad. La actitud de Tulkas me ha recordado la reacción de aquel sabio y prudente sacerdote con respecto a la ponderación del santo místico.
"Pero lo que está claro es que tu artículo se queda corto en ese aspecto, sea por la razón que fuere"
Creo que la razón es muy sencilla. Por definición, cualquier artículo sobre la numismática visigoda se quedará corto en relación con el tema de los calamares malayos, porque son temas completamente diferentes.
Saludos.
"Pues al contrario, yo le pido a Dios me conceda la gracia de morir encomendando mi alma a la Misericordia de Dios y a la intercesión de la Santísima Virgen"
Bien dicho.
"Me cuesta creer que sin el confinamiento la adolescente le hubiera dedicado la tarde a su abuela"
Hay gente que se queja de tener a los niños en casa, pero es una auténtica bendición.
Tema hermoso, anhelo sublime, cánticos añejos que nos lo hacen recordar: "Un día yo iré al Cielo, patria mía; allí veré a María, oh sí yo la Veré. " hermoso! cuando estoy sola... lo canto. Para mí, creo que me sube y sube... las defensas!
Bello Tema del cual poco se oye ahora, y que tal vez poco se vive en las familias... la paz de cielo! Felicitaciones por tu hermosa familia!
Cuando me traen el Santísimo para Comulgar... es El Cielo en casa!
( Aprovecho para agradecerle al Vat II lo de las ministras Extraordinarias...) ya que uno no ve a los sacerdotes como los veía de niña... llevando el Santísimo con campanita, cirios y acólitos, por la calle de mi pueblo. ¡Bendito sea Dios!
En el siglo pasado, año 1956 llegó a Colombia la gripa llamada "el abrazo chino", y de 80 novicias, quedamos nueve sin contagiarnos.
Cada día a la hora del desayuno desfilaban... para pedir permiso de ir a acostarse nuevas víctimas...
Yo fui una de las nueve sin contagiarme, tenía 16 años... y en ¡plena juventud!
El trabajo de atención a las hermanas enfermas se multiplicó: lavar ropas, planchar, hacer aseos, llevar comidas, orar... era el diario vivir. ¡Con Alegría!
Y luego volvió la calma, el diario acontecer, la vida fraterna, la convivencia, la oración... los descansos luego de las comidas... los ensayos de los coros para las fiestas litúrgicas, que eran casi de dos horas... ¡Continuamos, sin ningún trauma y con grande alegría!...
Pero, a los treinta años... uno "descubre" que lo que le enseñaron no es lo que se vive, que el concilio Vat II llegó como fuego arrebatador... y demoledor; que no hay la "fuerza de la fe" que nos había enamorado... que hay triquiñuelas de las cuales uno sale mal sin quererlo... y al fin, puede decidir que "no vale la pena quedarse" y que también afuera del convento se puede seguir amando a Dios y al prójimo, (ya sin las temidas "cuñadas"...).
Siempre conservé el cariño respetuoso por quienes deciden quedarse en la Vida Religiosa. Desarrollé en el segundo tomo de mi vida la catequesis en el magisterio, y en la vida de familia. Y al hacer la síntesis de mi vida, y ver cómo ahora casi nadie piensa en la Vida Religiosa, creo más fuertemente que cada uno está llamado con el conocimiento que adquirió de Dios, convertirse en ese Templo de Dios. Hemos pasado la cuarentena del coronavirus con mi esposo, bien; sin desesperarnos, sin dejar de sentirnos más cerca de Dios, cumpliendo su divina Voluntad, utilizando cuantas maneras nos permite sentirnos cerca de Él. ¡Gracias a Dios nos cogió Confesados!
Mucho ha cambiado el mundo; mucho ha cambiado la Iglesia; y tal vez sea la hora de vivir lo que tantos y tantas generaciones desearon vivir.
La lectura de la S. Escritura, la vida de Iglesia doméstica que nos pedía el concilio, el trabajo de cada día ofrecido a Dios y el dedicar más la vida a ser que a tener, la vida sencilla de familia a ejemplo de Nazaret, junto con el haber tenido la oportunidad de conocer los Libros "Do Cielo" de la Venerable Sierva de Dios Luisa Piccarreta, que nos ofrecieron por Catholic.net en La Red el 7 de Febrero del 2012 nos mantiene en la Esperanza de los Hijos de Dios. Los estudios profesionales de Derecho, nos hacen en familia, buscar más La Verdad verdadera, que se encuentra en Dios! ¡Bendito sea Dios!
Sin duda tienes razón. Pero, por otra parte, llevas muchos años señalando los problemas de la Iglesia y del mundo para denunciarlos y buscarles solución a la luz de la Verdad. Para que la luz de Cristo siga iluminando es preciso que se conserve entre nosotros.
Que cada año sean asesinados unos sesenta millones de niños no nacidos.
Que sea legal la eutanasia en algunos países, que sea legal el divorcio o el “matrimonio homosexual”.
Que el adulterio pueda ser visto como un bien moral.
Que la casi totalidad de los obispos alemanes y otros varios tengan la intención de poner el catolicismo del revés.
Que se haya casi perdido el sacramento de la confesión decenios antes de la Covid-19 y el confinamiento.
Que haya desaparecido la noción de pecado por una pastoral errónea.
Que se predique que todos los hombres, creyentes o no, en gracia de Dios o en pecado, estamos ya justificados.
Que se diga que la Madre de Dios no nació santa.
Que las apostasías y las ignorancias culpables hagan que queden muy pocos católicos en España, en Francia y en otros países de una milenaria cultura cristiana.
La situación gravísima en que se encuentra la Iglesia, con muchos pastores traicionando a su Cabeza por su afán de novedad.
Que el hoyo en el que estamos se vaya haciendo más profundo.
Que cada día nos hayamos acostumbrado al mal y al error, a que sea normal rechazar la ley de Dios y a sustituirla por las modas políticamente correctas del momento, etcétera, etcétera.
Todo esto nos hunde en las tinieblas en cuanto Pueblo de Dios y no carece de importancia. Aunque lo más importante es Dios, como ya sabemos.
Yo también creo que esto del confinamiento tiene una finalidad puesta por Dios para hacernos volver la mirada hacia donde estábamos extraviando el camino.
Pero que duros y torpes para entender!
Haddock:
Quién estuviera contigo mirando por ese balcón!
"Pero, por otra parte, llevas muchos años señalando los problemas de la Iglesia y del mundo para denunciarlos y buscarles solución a la luz de la Verdad. Para que la luz de Cristo siga iluminando es preciso que se conserve entre nosotros"
Claro. Estás tocando el núcleo de la incapacidad humana para entender el misterio de la gracia. Nuestro torpe cerebro es incapaz de entender que Dios lo hace todo y, a la vez, eso no excluye nuestra propia acción, sino que, al contrario, la transfigura para que tenga un valor eterno. Tendemos a malexplicar y deformar ese misterio pensando que Dios hace "su parte" y nosotros "la nuestra". Nada más lejos de la realidad. Dios lo hace todo, pero sin dejarnos a nosotros sin nada que hacer.
Has planteado justo lo que intenta esbozar este artículo: lo único importante es el Misterio de Dios, pero, paradójicamente, eso no lleva a la aniquilación de todo lo demás, sino, de nuevo, a su transfiguración, como una asíntota que vuela al infinito, sin alcanzarlo nunca. Solo descubrimos lo que importa el hombre cuando lo único que nos importa es Dios. Solo tiene sentido el segundo mandamiento en que se resume la ley y los profetas cuando nos tomamos en serio el primero, que no admite rival. Solo es posible amar de verdad al prójimo (y a nosotros mismos) cuando amamos a Dios sobre todas las cosas e infinitamente más que a cualquier otra cosa. Solo es posible vivir plenamente esta vida terrena cuando tenemos puestos los ojos en otra que no se acaba.
Es la paradoja de Dios. Y en ella se encuentra el secreto de nuestra felicidad.
Me alegro de saludarte.
Desde luego, tú no has permanecido inactiva en la cuarentena. Incluso yo, que no tengo Twitter, no he podido evitar descubrir que prácticamente te has convertido en la Reina del Tuiterespacio, sembrando amor a la sabiduría por aquí y por allá.
Esa frase lleva a reflexiones muy profundas y complejas.
Por un lado se puede caer en un hedonismo desenfrenado, y de otra parte se puede terminar en un absurdo resignacionismo estoico.
Tan grave resulta el aferrarse tan irracionalmente a la vida que nos es dada en usufructo, como desmerecer ese maravilloso y sublime privilegio del Sumo Creador.
¿Vivimos para morir? como diría Heidegger, o acaso ¿ vivimos para vivir?
¿Existiría la eternidad del cielo, sin la circunstancialidad de la tierra? Es decir, ¿en verdad qué es el "ser" humano? ¿Qué es la vida? ¿Existe la muerte? ¿Cuándo comienza la eternidad, cuando se muere o cuando se nace?
En fin, son muchas las reflexiones por hacer y preguntas por responder?
Lo dice alguien con conocimiento de haberse sentido en algún momento cansado de vivir, no para terminar la vida, sino para asumirla en su mágica posibilidad hacia el devenir. Por eso este post me viene como anillo al dedo.
Y como los males parecen juntarse por concierto de los malos, ahora, además de cansado de vivir, también estoy censurado y echado como un paria, por donde y por quienes menos lo esperaba.Pero esa es otra pena y otra historia.
He extraviado mis deberes Infocatolicos!
Un saludo a la familia!
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