Los trapos y la casa apestan

Ay, a mí que no me vengan con “Nuevas Evangelizaciones” sacerdotes que se enamoran pero que son tan inmaduros, indiscretos e imprudentes que se lo cuentan a sus “amigos” que luego van y se lo cuentan a Raimundo y a todo el mundo.

Que tampoco me vengan a dar lecciones sobre conocer a Jesucristo sacerdotes que a altas horas de la noche reciben en su casa a personas homosexuales.

Que ni se atrevan a mencionar delante de mí la palabra “Jesucristo” cuando todo el mundo sabe que tienen mujer así como hijos desperdigados por aquí y allá.

Menos que me lo digan si, encima de esto, son capaces de burlarse de que los laicos invirtamos tiempo en aprender lo básico de la doctrina y la teología para amar mejor al prójimo en Cristo, a su Iglesia y a su Vicario.

Que no me lo digan tampoco sacerdotes que fueron capaces de tener tanto celular como novia durante el seminario y hasta poco antes de su ordenación.

Ni aquellos que ni siquiera son capaces de revestirse con la casulla pero prefieren dejarse la gorra deportiva en misa.

Que ni siquiera lo piensen aquellos que arman circos arquidiocesanos con la juventud para luego des-calificar de “pre-conciliares” a aquellos de esos jóvenes que les manifiestan amar la tradición litúrgica de la Iglesia.

Ni que hagan mucho alarde los que dirigen medios de comunicación eclesiales y son capaces de afirmar que el “punto negro” del pontificado de Benedicto XVI ha sido la liberalización de la liturgia tridentina.

Y que, mejor consideren guardar silencio, cuando ni siquiera en sus propias vidas saben llamar al pecado por su nombre.

Que, de paso, sepan que tampoco me convencen en su “solidario activismo evangelizador” los laicos quienes, conociendo de primera mano el grave pecado en el que viven sacerdotes que conocen bien, se hacen de la vista gorda y ni siquiera son capaces de orar por ellos o llamarlos a corrección por amor a sus almas.

¡Que ni se atrevan!

Que ninguno de ellos me venga con “Evangelizaciones” por amor al Señor Crucificado.

Que demuestren primero arrepentimiento y enmienda, que luego salgan a celebrar dignamente misa diaria ya que ni para eso sirven, que visiten enfermos, que tengan horarios de confesión a lo largo de la semana y no solo una o dos horitas cuando les queda tiempo, que recen el rosario y la liturgia de las horas con el pueblo…

Que abandonen eso que “tanto hacen” porque si no les queda tiempo para hacer nada de esto, en verdad, no están haciendo nada ya que ni para dar testimonio cristiano sirven.

He dicho.

Porque la nueva evangelización “comienza con la credibilidad de nuestro vivir como creyentes y a partir de la convicción de que la gracia obra y se transforma hasta el punto de convertir el corazón…”. Arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización, en su intervención de apertura del congreso “Proclaim 2012” que se celebra en Chatswood, Australia.

Y, que no se atrevan mis comentaristas a decirme (como ya me ha dicho alguno en privado) que “los trapos sucios se lavan en casa”, ya que si nos vemos obligados a lavarlos fuera es porque tanto los trapos como la casa apestan.