De perritos y bicicletas

Conversando con el médico veterinario Vilma Vargas, quien me ayudó recientemente con la intoxicación que puso fin a la vida de Bruno, el perrito collie que recogí de la calle tiempo atrás, llegamos a la conclusión de que la gran mayoría de personas que adoptamos perros lo hacemos sin tomar en consideración aspectos muy importantes tanto para que el animal tenga una vida de calidad sino para la propia calidad de vida del propietario, de su familia y sus vecinos.

El aspecto que discutíamos era el que las personas adquirimos perritos como si fueran objetos, es decir, asumimos que tener una mascota es como tener una bicicleta.

Quien desea tener la experiencia de salir los fines de semana a pedalear por lo regular no lo piensa mucho a la hora iniciarse en su pasatiempo; eventualmente, según su interés, su destreza y la satisfacción que adquiere, podría pasar de aficionado a verdadero experto, pero eso no sucede de la noche a la mañana ni a todas las personas que tienen aprecio por el pedaleo. Esta misma situación se presenta ante las mascotas.

Muchos de nosotros, con los perritos, nos dejamos llevar por el corazón por lo que no consideramos que introducir su presencia en nuestro entorno, muchas veces y sin darnos cuenta, se puede convertir en un grave contratiempo que afectará nuestra vida y la de otras personas; por lo mismo, es necesario que, antes de hacerlo, respondamos a la siguiente pregunta:

¿Tengo claro lo que implica a corto, mediano y largo plazo la adquisición o adopción del perrito que estoy introduciendo a mi familia y al vecindario como un nuevo miembro?

Sepan de antemano que aún respondiendo la pregunta cabalmente, no existe garantía que el nuevo miembro sea la elección perfecta. Consideren que ese “ser adorable” los colocará, bajo diversas circunstancias, en un dilema moral y que habrá el desgaste emocional que, de sentido común, trae tener entre manos la vida de otra criatura a la que se aprecia.

El panorama no lo he pintado fácil porque es real.

Lo presento de esta forma para que no terminen tristes o desesperados tirando a sus mascotas a la calle, regalándole el “problema” a otra persona o, sencillamente, sacrificándolos, como quien tira su bicicleta al tacho de la basura; ya que estoy segura en que coincidirán conmigo: todo esto es cruel por cualquier lado que se lo mire.

Dios confió los animales a la administración del que fue creado por él a su imagen (cf Gn 2, 19-20; 9, 1-4)” (Cat. 2417) Ser “administrador” implica planificación, organización, dirección y control de todo lo relacionado con la vida del animalito.

Es claro, no solo se trata de adoptar una mascota se trata a la vez de adoptar el papel de “administrador” de la Creación. Lo cual, no se a ustedes, pero a mi me suena como cosa seria.

Y lo es, no solo en tanto que -como administradores- es “legítimo domesticar a los animales para que nos ayuden en nuestros trabajos y ocios” (Cat. 2417) sino que implica estar claros que “Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas” (Cat. 2418)

Esto último es lo que, antes que cualquier cosa, tendría que conocer un católico que desee tener un perrito; luego, solo le restaría informarse concienzudamente a través de tantos medios como hay disponibles acerca de aspectos específicos tal como su capacidad de relacionarse con el ser humano y otros animales, su salud, su cuidado e higiene, alimentación, etc.

He querido ofrecerles estas instrucciones que nacen de mi experiencia considerando que en esta Navidad algunos estén pensando regalar un perrito a sus seres queridos.

Se las ofrezco, no más para que me ayuden, como a tantos otros que al igual o mejor que yo lo hacen, a cuidar de perritos sin hogar que terminan muertos de tantas formas crueles como existen.

No más que para que participen conmigo como administradores en honrar a Dios y darle toda la gloria en su Creación.


Nota: la perrita de la fotografía se llama Chuleta, es una de las más recientes adopciones, alguna vez les contaré su historia.

2 comentarios

  
Lorca León Cayasso
Me gusta chuleta y su nombre! ;)

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Su diminutivo es "Chuli", que no se te olvide.
:)
21/12/11 5:56 AM
  
Gaby
Decía mi abuela que hay que "casarse con los ojos bien abiertos, y después de casada hay que cerrar uno". Creo que la frase se aplica a todas aquéllas relaciones de largo plazo que llevamos en la vida, desde el trabajo hasta las mascotas y también con algunos objetos, como las casas y los carros.

Uno puede (y debe) saber bien a qué se mete cuando se casa y cuando tiene un perro, y también estar consciente que "el hombre pone y Dios dispone", que nunca se sabe cómo va a salir el marido y la bicicleta.

Yo he tenido muchos gatos en mi vida -todavía no más de uno a la vez, pero quizás cuando llegue a vieja- y jamás he conocido a dos iguales. Pero he aprendido que los cuidados básicos para el gato y el marido son muy parecidos: que tenga comida y un lugar caliente para dormir y estar dispuesta a salir corriendo cualquier día de estos al doctor cuando el animalito amanece de malas pulgas. Lo demás, sólo Dios sabe.

Me parece del error de muchos es que creen que el marido y el perro siempre serán mansos y encantadores cachorritos, o que pueden convertir un chihuahua en un poodle a fuerza de peinarlo. No. Ni el marido ni la bicicleta vienen con manual de instrucciones -la bici sí, pero igual no lo leemos-, y no nos queda más que tocar de oído. Si no estamos dispuestas a eso, más vale no casarse, ni tener ninguna otra clase de mascota.

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Ah, pues resulta que ese es el secreto para los maridos, digo, para los gatos?
Lo he venido considerando recientemente en esto de que siempre observo el comportamiento animal: mejor que ni nos hagamos idea de que los hemos dejado atrás, seguimos tan próximos como siempre, jaja.
21/12/11 11:16 AM

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