Viaje de Jerusalén (Francisco Guerrero)

Fue G.K. Chesterton quien dijo alguna vez “el asombro tiene un positivo elemento de alabanza” cuando, en su obra Ortodoxia, se refería al éxtasis que fue la aventura de su vida. Este mismo asombro ante la vida es el que encontramos en “Viaje a Jerusalén”, una entretenida, interesante y delicada obra literaria del Siglo de Oro.

Francisco Guerrero, músico y compositor, es el autor y quien describe su intención al publicar la crónica de su peregrinación a Tierra Santa “me han persuadido a que escribiese este tan santo viaje, para encender sus ánimos a procurar hacer el mismo camino y ser informados de lo que para ello es menester”.

Nacido en Sevilla el 4 de octubre de 1428 e instruido en la música desde joven por su hermano Pedro y el destacado maestro Cristóbal de Morales, nos ha dejado una obra encantadora en el sentido de que no solo ofrece a quienes con intención de hacer el mismo viaje requieren de cierta información sino porque en ella nos permite descubrir los diversos matices de la sensibilidad del autor.

Esta obra, como bien apunta el prólogo del editor, nos permite “escapar a versiones ideologizadas de la historia que, a menudo tienen poco o nada que ver con la realidad”; en este sentido nos atrevemos a decir que Francisco Guerrero deja plasmada en cada una de sus páginas no solo ese “asombro con su elemento de alabanza” ante la realidad que mencionaba Chesterton, sino la muy concreta belleza de su propia humanidad. Belleza que vamos descubriendo en la descripción que con esmero hace, por ejemplo, del paisaje que le conmueve, las estancias y lugares que visita y en los que como un niño se regocija, su gratitud ante la gentileza, generosidad y gracia con que es acogido como peregrino, la piedad y humilde devoción ante los lugares santos; son solo algunos aspectos de su persona que brotan a través de sus palabras y de los sucesos.

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