El debate de la pena de muerte y sus consecuencias para el edificio del Magisterio
El debate sobre la pena de muerte en el Magisterio católico reaparece con cierta asiduidad. Una cuestión que en Europa o Asia no provoca discusiones álgidas, bien porque la pena capital ya no existe en el primer caso, bien porque está tan asumida y el Magisterio de la Iglesia católica tiene una influencia tan marginal que ni se plantea el acabar con ella (según Amnistía Internacional fueron ejecutadas en el mundo el año pasado 1.032 personas, si bien “estas cifras no incluyen los miles de ejecuciones realizadas en China, donde los datos sobre el uso de la pena de muerte seguían estando clasificados como secreto de Estado. La mayoría de las ejecuciones tuvieron lugar en China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán, por este orden”). Como se constata, países todos ellos ajenos al cristianismo.
El debate alcanza cierta intensidad en los Estados Unidos al combinarse dos aspectos: un país en el que diversos estados la mantienen y en el que los católicos tienen un cierta influencia. Precisamente allí se acaba de publicar un libro que ha sacudido el debate sobre este tema: By Man Shall His Blood Be Shed, de los filósofos Edward Feser and Joseph Bessette(el título hace referencia a Génesis 9:6, donde se lee: “Si uno derrama sangre de hombre, otro hombre derramará su sangre; porque a imagen de Dios fue hecho el hombre.”)
Feser y Bessette repasan todos los argumentos que justifican la existencia de la pena de muerte, empezando por la concepción clásica del castigo que ellos resumen del siguiente modo: es parte del orden natural experimentar placer cuando hacemos el bien y dolor cuando hacemos el mal. El criminal quiebra esta conexión y encuentra placer al obrar el mal. “El castigo -escriben- es el modo de restaurar la conexión natural entre el dolor y el actuar contra los fines naturales”. Es lo que el Catecismo de la Iglesia Católica afirma en su punto 2266: “el castigo tiene el objetivo primario de restaurar el desorden introducido por la ofensa”. La pena tiene, ante todo, la finalidad de reparar el desorden introducido por la culpa.
Una vez sentada esta base, hay que analizar si el castigo de quitar la vida al criminal puede tener esa función de restaurar la justicia. Los autores revisan las objeciones y les van dando respuesta de manera equilibrada, a menudo aceptando parte de la objeción, pero resaltando que hay ciertos crímenes que, por su naturaleza, de no aplicarse la pena capital quiebran todo el edificio de proporcionalidad entre crimen y castigo y, en consecuencia, transforman en irremediablemente injusta la entera ley penal. También aparece, como no podía ser de otra manera, el paralelismo entre la legítima defensa personal y la legítima defensa que una sociedad, de modo colectivo, puede reclamar y ejercer, algo que así está explícitamente recogido por el Catecismo de la Iglesia Católica (punto 2263).
Se puede discutir mucho sobre este asunto, y matizar otro tanto, pero el interés del libro reside, en mi opinión, en el repaso riguroso que nos ofrece de lo que la Iglesia ha enseñado sobre este asunto a lo largo de la historia. Y la conclusión que uno extrae de este serio trabajo es que, si bien es lícito admitir numerosísimas restricciones a la pena capital, afirmar que ésta es ilegítima de modo absoluto, en todo lugar, tiempo y circunstancias, es separarse de lo que enseña la Iglesia.
Los autores rescatan un suceso notable y de profundas consecuencias. Cuando en 1210 el Papa Inocencio III ponía las condiciones para la plena reintegración de un grupo de herejes valdenses, estableció que estos tenían que hacer pública profesión de fe en una serie de cuestiones. Lo interesante del caso es que, junto a las obvias del Credo de Nicea, la creencia en la Santísima Trinidad o en los sacramentos, el Papa incluyó la adhesión a la afirmación de que “el poder secular puede sin caer en pecado mortal imponer un juicio de sangre”. O sea, que en el siglo XIII una de las condiciones para ser católico era admitir la pena de muerte. Quien no la admitía, por decisión del mismo Papa, quedaba fuera de la Iglesia.
No era ningún capricho de Inocencio III, sino que este Papa seguía la estela de numerosos papas, santos y doctores de la Iglesia que siempre enseñaron la legitimidad de la pena capital en determinadas circunstancias. Algunos de ellos sin especial entusiasmo. Citan los autores a San Ambrosio, quien a pesar de urgir al magistrado Studius a ser misericordioso, admitía que las Escrituras permitían la pena capital, citando por ejemplo Romanos 13:4 (“pero si obras el mal, teme, pues no en vano lleva la espada; porque está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal”). El repaso al Magisterio no deja duda, pasando por el Catecismo del Concilio de Trento y llegando hasta el mismo Pío XII… hasta el más reciente Catecismo, en el que se reafirma la enseñanza tradicional (“La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte”), si bien se añade que “si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana”. La edición de 1997 recoge el párrafo que aparece en el punto 56 de Evangelim Vitae: “Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy […] rara vez […], si es que ya en realidad se dan algunos»”.
Un juicio prudencial que, por mucho que disguste a algunos, no cambia (no puede cambiarlo) el Magisterio secular sobre este asunto. Como expresó el Concilio Vaticano I, nadie puede interpretar la Sagrada Escritura “contra el parecer unánime de las Padres”, y en el caso de la licitud de la pena de muerte es difícil argumentar que no estamos ante este caso.
Lo que lleva a una situación que quizás no se daba tanto en el pasado pero que ahora es probable que sea mayoritaria: uno puede defender la pena de muerte en teoría pero oponerse a ella en la práctica. Es perfectamente legítimo defender el principio en que se funda la pena capital y, al mismo tiempo, defender su abolición en las circunstancias concretas existentes en un país determinado. El cardenal Joseph Ratzinger en 2004, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, señaló que la pena capital “podía aún ser permisible” y que los católicos podían disentir los unos de los otros sobre la conveniencia o no de aplicarla de un modo completamente diferente, por ejemplo, al de la eutanasia.
El P. Robert Sirico, presidente del Acton Institute y opositor a la pena de muerte, ha reconocido en un artículo haber quedado impresionado por el “efecto acumulativo” del libro de Feser y Bessette. Este efecto le ha llevado a aceptar que “bajo ciertas circunstancias la pena de muerte sería aceptable”, si bien añade: “no consigo ver su necesidad ahora y por tanto debería de ser prohibida”. Una posición legítima que preserva el principio y, en base a un juicio prudencial, rechaza su aplicación en las circunstancias actuales, como también es legítimo discrepar de ese juicio prudencial.
Sirico hace también un comentario interesante sobre la equiparación que algunos católicos, bienintencionados, hacen de la pena de muerte y el aborto, que Sirico considera una distorsión. Piensan que poniéndolos en el mismo saco y dado el rechazo generalizado hacia la pena de muerte prevalente en las sociedades occidentales, conseguirán extender ese rechazo hasta el rechazo también del aborto. Pero más allá de que esta táctica no haya dado ningún fruto reseñable, es errónea porque no es verdad, y nunca es legítimo usar la mentira aún para un buen fin. No es lo mismo arrebatar la vida a un criminal que a un inocente, incluso en el caso de que no se esté a favor de hacerlo en ninguno de los dos casos. Feser afirma al respecto que “ha habido una especie de efecto bola de nieve en el que los clérigos afirman cosas cada vez más extremas y doctrinalmente temerarias sobre esta materia, contradiciendo la Escritura, los Padres y Doctores de la Iglesia, la historia de las enseñanzas papales y la ley natural”.
Lo que nos lleva a un último punto a considerar y que los autores señalan de pasada en su libro: ¿cómo se podría tomar en serio a una iglesia que ahora reconociera que algo que ha enseñado con tanta autoridad y seguridad durante casi dos milenios estaba errado? ¿Se dan cuenta algunos de que si así fuera nada impediría pensar que el juicio presente también estaría equivocado? Feser advierte de que estamos jugando, a veces con una frívola y sentimental inconsciencia, con material altamente inflamable, pues “sus implicaciones para toda la estructura de las enseñanzas de la Iglesia son funestas”. Ojalá todos tomemos conciencia de ello.
103 comentarios
Los Estados tienen legítima autoridad para aplicar esos criterios que nonson de índole religiosa.
Para eso está la cárcel con sus más y sus menos. Pero por encima de sistemas penitenciarios y parámetros relacionados, la pena capital no se sostiene con la defensa a ultranza de la vida que nos destaca.
Ni aborto, ni pena de muerte ni eutanasia.
Pues igual que se tomaron en serio que después de poder disponer de esclavos desde tiempos apostólicos (San Pablo y San Pedro lo permiten), y después de que los reyes católicos de España, Portugal y Francia mandaran millones de africanos a las colonias americanas con la conciencia tranquila, a partir del s.XIX el comercio negrero se castigara con la excomunión.
Queda pendiente el asunto del magnicidio que también es problemático.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: "La enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legítima autoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte".
Para cualquier católico queda clara,cristalina, la posición de la Iglesia. Por lo tanto, cualquier objeción sobre el tema resulta innecesaria.
"“el castigo tiene el objetivo primario de restaurar el desorden introducido por la ofensa”."
entre otras cosas, se justificaba siempre la pena de muerte, debidamente aplicada, considerando toda la sociedad como un organismo al cual proteger.
No se trata de que un familiar de la víctima, por ejemplo, "perdone" al asesino. Es el Estado que tiene derecho y obligación de proteger la sociedad de los futuros males. También debe educar, y para esto sirve, en su medida que le corresponda, la pena de muerte.
Por lo tanto una cosa es que yo mate a quién mató a uno de mi familia y otra cosa es que lo haga el estado con las debidas garantías de defensa, presentación de pruebas, jueces, etc...
Las víctimas del terrorismo en España han cumplido escrupulosamente con ese mandamiento, pedirles que, además, renuncien a la justicia sería peor que emplear la venganza personal. La justicia colectiva es la que se encarga de eso, que no se encargue nadie sería nefasto.
La venganza es muy mala, la ausencia de justicia es todavía peor.
Saludos.
Creo que hay un beato o santo francés que fue un criminal, en la prisión se arrepintió y entró en la Iglesia, aceptó los sacramentos pero no pidió la revisión de la pena y fue ejecutado. Su conversión fue cierta precisamente por la aceptación de su responsabilidad. No quiso alargar su vida, quiso entrar en la Vida Eterna por la misma puerta de San Dimas.
¡Ojo, que el mundo está cambiando nuestra visión de las cosas!
Porque si no cuenta la diferencia entre ser criminal y no serlo, tampoco tiene porqué contar la diferencia entre ser humano (o viviente) y no serlo.
Saludos cordiales.
Palas, me sorprende la cantidad de giros que dan a un tema cuando ae sale de la órbita conservadora. Y todavía más el hecho de que conozca los matices que pensó Dios al crear el quinto mandamiento. Es curioso, pensó a su favor. No matarás, pero sólo se refería a quien a Vd. le conviene. Se puede ser más osado.
Nestor. Esperaba algo más. Veganismo, mineralismo... Venga, inténtelo de nuevo... seguro que le sale mejor.
Conclusión. Nos encanta que se pueda matar en nombre de la ley y nos gusta la guerra justa. Y se quedan tan anchos. Amaos los unos a los otros pero si alguno, se despista... al paredón.
Católicos, de boquilla. De misa aparente. Católicos aburridos. Católicos a la carta.
Y se quejan de la AL. Al infierno los casados divorciados pero los verdugos no, a esos... la bendición.
Rezaré por Vds. de verdad. El diablo debe frotarse las manos cada vez que lea las barbaridades que publican.
El que eres más papista que el papa eres tú, el que eres más testigo de Jehová o cuáquero que católico eres tú. El Diablo se frota las manos por muchas razones, entre otras porque el no busca cuerpos, busca almas y las almas se pierden por muchas cosas, entre ellas la soberbia.
No nos gusta la pena de muerte ni la guerra justa pero la admitimos. Resulta que Santo Tomas de Aquino iba a Misa falsamente y que Chesterton, que escribió aquello de "Por qué no soy pacifista" era peor que tú. Pero ¿tú quién te has creído que eres? ¿Crees que vas a salvar almas inmortales a base de salvar cuerpos a como dé lugar?
Aparte de que el Infierno si que es una condena importante, supongo que la pondrás en cuestión porque si la vida de un asesino múltiple te parece tan importante que hay que preservarla, el hecho de que se condene debe ser insufrible para ti. Darás por sentado que Dios no va a ser menos misericordioso que los hombres. Es decir ¿tú crees de verdad en el libre albedrío?
Por lo que me toca en su crítica le recuerdo que la tesis de las guerras malvadas per se era propia de maniqueos, que condenaban por eso el antiguo testamento; san Agustín ya dio cuenta de ellos. La herejía luterana, los Erasmo y Ecolampadio volvieron al asunto (Erasmo sólo se cayó del burro con las tropas turcas a la puerta de Viena: un símbolo del actual occidente), y entonces san Juan Fisher y toda la escuela tridentina recordaron que esa afirmación es herética. Hoy el catecismo sigue sosteniendo que hay guerras justas, aunque las condiciones de la guerra parecen hacerla imposible (y a eso se puede atribuir su menor rotundidad). El magisterio está claro. Como católico que lo estudia me convencen sus razones. Usted no ha dado ninguna respuesta fuera de la temperamental, tan amiga siempre de las reducciones al absurdo o el argumento ad hominem.
Creo que hay un problema de fondo que ha apuntado Palas que usted no termina de considerar. Se trata de que la muerte es una cosa que nos pasa a los hombres. No somos naturalmente inmortales. Pero gracias a Cristo la muerte puede ser para un bien, la inmortalidad, o para mal (la condena eterna). Un hermano de Cristo no se aferra a la vida porque sabe que la muerte, como cantamos en Cuaresma, no tiene la última palabra, o muerte, dónde está tu victoria, que decía san Pablo. Y esto, que no quita la muerte como hecho del mundo real que nos acontece, impide que pueda equipararse al tipo de hechos morales que son intrínsecamente perversos a los que usted asimila la muerte: la envidia o la codicia del bien ajeno, pongamos por caso. El caso del que se casa ante Dios y luego vive maritalmente con otra persona está por eso condenado y no la pena de muerte. El caso del que habla Palas, el de Jacques Fesch, el criminal arrepentido que llega a la santidad de vida y acepta la pena de muerte como aceptamos los demás hermanos de Cristo la muerte por cualquier otro motivo, no tiene nada que ver con el que vive de continuo sin arrepentirse de lo que no deja de ser una continua codicia del bien no sólo que no debería desear, sino que además se comprometió ante Dios a no desear por haber hecho otra opción. La Iglesia no puede tratarlos de la misma manera porque uno y otro no se muestran dispuestos ante Dios de la misma manera. Y su muerte, me temo, no lleva al mismo sitio.
Eso no significa que la vida de un hombre-y entonces los hombres podían ser considerados así desde los 16/17 años-valga menos que la de una mujer, pero ante una catástrofe algún criterio hay que tener y el más fuerte, o considerado como tal, será siempre el último.
El criterio de inocencia versus culpabilidad es otro más, si los bomberos tienen que priorizar un servicio es lógico que vayan antes a un asilo de ancianos que a una cárcel.
Incluso una sentencia de muerte puede contener un elogio, como ocurrió en el caso de Helmuth Hübener. Hübener fue condenado a muerte por el Volksgerichtshof por actividades subversivas cuando tenía 17 años. La defensa ante ese tribunal no tenía valor alguno, pero en ese caso presentó dos cartas pidiendo clemencia: una de ellas era de la familia del muchacho y la otra de la Gestapo que lo detuvo. La Gestapo argumentó que aquel joven no tenía edad para saber lo que hacía y que había sido "pervertido" por las malas compañías, por lo que enviándole a un campamento de nazificación intensiva podría ser reencauzado para la causa. El tribunal contestó que, después de su declaración y las respuestas que daba a sus preguntas habían llegado a la conclusión de que la edad mental y la cronológica no se correspondían en su caso porque era irrecuperable, sabía lo que hacía y no tenía intención ninguna de cambiar de opinión, así que ratificaron la pena de muerte. Es decir, lo convirtieron en un adulto antes de matarlo. Podía haberse salvado con un chupete en la boca, supongo.
No es que la pena de muerte mate a criminales, es que la pena de muerte mata a inocentes con ciertos gobiernos porque sólo los inocentes se ponen a tiro. A ver si ahora la pena de muerte se va a convertir en la roja insignia del valor de la que están exentos, precisamente, los criminales. Nos hemos acostumbrado tanto a las víctimas inocentes de los terroristas que ya nos parece que tiene que ser así.
«Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: “¿No eres tú el Cristo? Sálvate a tí mismo y a nosotros”. Pero el otro le respondía: “¿Ni siquiera tú que estás en el mismo suplicio temes a Dios? Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino”. Y le respondió: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.»
Yo personalmente no entiendo eso de devolver el equilibrio o la reparación o restauran el orden.
Que alguien mate a una persona y que a su vez el Estado mate a ese alguien no restaura ningún orden, ni equilibra nada. Simplemente añade un muerto más.
Ni tampoco sirve para disuadir.
Durante una década la pena de muerte estuvo en suspenso en los EEUU (1967-1977) y cuando fue restaurada, los crímenes violentos aumentaron hasta llegar al máximo histórico a principios de los noventa.
Ahora que varios Estados han suspendido la pena capital y que por razones técnicas otros Estados no pueden ejecutar, los homicidios están a niveles tan bajos como los años 50.
Es un sistema imperfecto, porque es humano, pero es mejor que todas sus alternativas. La gente de hecho hace cosas horribles, y hay que tomar posición frente a ellas. O la ley y las sanciones, o la selva. Es mejor que haya pena de muerte y no que haya vendetta privada.
Hablar de justicia y no sólo de defensa propia de la sociedad es humanizante. Es frente a las bestias que sólo cabe la defensa propia, el ser humano requiere justicia. Ha incurrido libre y voluntariamente en una falta contra la sociedad y por eso se ha hecho culpable, cosa que nunca sucede con un tigre o un tiburón.
Y obviamente, la compensación a veces no ocurre, pero por la razón contraria, porque por ejemplo, si alguien toma 35 vidas en un atentado, sólo tiene una que dar a cambio. Pero mucho peor sería si ni eso diera y pasara a ser mantenido el resto de su vida por el Estado.
Saludos cordiales.
Defender la pena de muerte en Estados Unidos es sencillamente contravenir el Catecismo De la Iglesia Católica. Sencillamente en un país avanzado como Estados Unidos no se dan las condiciones necesarias para cumplir con los requisitos exigidos por el catecismo. El papa lo dijo clarito clarito.
El argumento del génesis, que utiliza el título del libro este que se nos recomienda, es sencillamente ignorar las palabras de Cristo, que frente a la sangre por la sangre , ojo por ojo, opuso el pero yo os digo: el que te abofetee...
Pero algunos es que las palabras de Cristo en numerosos temas de la pasan por el forro. No hay catolicosmo más descafeinado que el nacionalcstolicismo, en el que el mensaje de Cristo está muy pero que muy por detrás de su ideología autoritaria y vengativa. Pero esto es lo que hay.
El Pontífice también explica que “el mandamiento ‘no matarás’ tiene valor absoluto y abarca tanto a los inocentes como a los culpables”.
Papa Francisco.
"Es un signo de esperanza", dijo el Pontífice, "el creciente reconocimiento de que la dignidad de la vida humana no debe ser nunca arrebatada, ni siquiera en el caso de los que han hecho un mal enorme. La sociedad moderna cuenta con los medios para protegerse a sí misma, sin necesidad de negar a los delincuentes la oportunidad de rehabilitarse". Por ello, Wojtyla volvió a pedir a los cristianos, como hiciera las pasadas Navidades y el sábado 25 de enero en Ciudad de México, que trabajen para llegar a un consenso "que ponga fin a la pena de muerte, que es además de cruel, innecesaria".
Noticia de 28 de enero de 1999 recogiendo palabras textuales de Juan Pablo II.
El ciclista ya está muerto y eso no va a cambiar, seamos misericordiosos.
¿Y el que mató a John Lenon que lleva en la cárcel desde 1980? Horroroso. No es la pena de muerte lo que hay que revisar sino todas las penas porque 37 años en la cárcel son muchos años, con tres habría bastado ha habido etarras que les ha salido a menos tiempo cada uno de sus asesinatos.
Bueno, supongo que ya ningún católico pensará en matar ni a falsificadores de moneda ni a los protestantes.
Tampoco a los homosexuales.
Algo hemos avanzado.
Aunque el presidente de Filipinas tiene admiradores confesos en esta web, y eso que las más de sus víctimas son simples camellos y drogadictos, ejecutados extrajudicialmente.
Por desgracia los nacionalcatólicos no son sólo una obsesión de Antonio1. Todavía quedan unos cuantos.
Cuando por un lado se te llena la boca hablando de Jesucristo, y lo buena que es la religión cristiana porque es civilizada y no salvaje como otras, pero por otro lado aplauden que se pegue un tiro en la nuca en plena calle a un desgraciado porque se sospecha que vende o consume drogas, eres un facha. Un fascista católico. Un ustacha.
¿Un ustacha? ¿y por qué no Pol Pot?
Nadie ha justificado tal cosa hasta que, como siempre, has entrado aquí, una persona partidaria de la pena de muerte no es un ustacha, un ustacha-como sendero luminoso-es un asesino por su cuenta. Desde luego nadie ha negado que haya asesinos católicos pero no los partidarios de la pena de muerte. Lo mismo que Gustavo Bueno, que también era partidario de ella, no era un asesino ateo.
En cuanto a esa ceguera vengativa que tú apodas nacionalcatolicismo ¿qué nombre tiene en la izquierda? porque el nombre es importante, lo que no se nombra no existe y tú, que tan bueno eres calificando, deberías hacer un esfuercito para llamar de alguna manera a eso que dices que existe pero que no tiene la suficiente importancia para nombrarlo.
Igualmente marxistas son los Montoneros de Argentina, y parafraseando a Palas Atenea con la que coincido en muchas cosas, añado lo ya dicho por ella misma: las FARCS, Sendero Luminoso y los Jemeres Rojos entre algunos más.
Y los que parece desconocen el Catecismo de la Iglesia Católica deberían leer lo que dice sobre la pena de muerte cuya constacia dejé en mi comentario del 23/06/17 5:04 PM.
Y señalo que ese tipo de actuaciones no son compatibles con la doctrina católica que nunca admitiría una ejecución sin garantías judiciales.
Por eso digo también que quienes aplauden al criminal Duterte no son católicos, sino fascistas católicos que me recuerdan a otros grupos violentos de inspiración católica pero que violaban la doctrina y moral católica, como los ustachi.
Y sí, claro que hay en la historia grupos marxistas que han ejercido la violencia. Vamos que a estas alturas es querer inventar la pólvora.
Un atentado terrorista o una acción bélica como un bombardeo conllevan la muerte de personas pero no son pena de muerte.
La pena de muerte implica que el Estado te condena a morir.
Un grupo terrorista o la mafia puede ejecutarse pero eso no es pena de muerte, porque partimos de que solo el Estado puede legítimamente quitar la vida en determinados casos .
Cuando el Gobierno filipino da a la policía la potestad de hacer de juez y verdugo de algunos criminales, es pena de muerte pero totalmente ilegítima, porque carece de garantías.
No sé que diantres tiene que ver un chiflado como Duarte, u otro como Maduro, al que curiosamente no se le cita, con la pena de muerte. Al muchas formas de no tener pena de muerte y librarse del que molesta. Estamos hablando de la pena de muerte en estados que ofrecen suficientes garantías legales.
Y por cierto sigo sin saber como se llaman los jemeres rojos, las FARCS y los paramilitares de izquierda porque tanto dar vueltas a la ustasha ya huele. Como el único insulto posible es fascista habrá que llamarles fascistas a ellos también con el consiguiente desgaste del término. Fascista ya no significa nada, gringo.
Algunos hablan de los etarras como nazis expresamente para confundir, o simplemente por que no dan más de sí.
El Catecismo en el punto sobre la pena de muerte se refiere claramente en los estados en los que impera la ley.
Hay un par de comentaristas que no acabo de comprender. Creo que tienen una empanada mental importante.
Tu sectarismo va in crescendo y no da señales de moderarse. ¿Son fascistas también los terroristas islámicos o esos no?
Fascista es un genérico que te sirve para meterte con el que te conviene y salvar a quien te da la gana y siempre con la Ustasha por delante como banderín de enganche.
Maite: Una empanada gallega de tamaño monumental tienen sí. Hasta los ateos se permiten decirnos si somos católicos o no.
No me cabe la mas mínima duda sobre la licitud en la moral católica de la pena de muerte en general.
De la misma manera, no me cabe la más mínima duda de que es un disparate su aplicación en cualquier circunstancia, especialmente porque la justicia humana muchas veces se equivoca, y no hay forma de revertir una muerte. Y más aún, si tenemos en cuenta que hoy en día cada vez mas la "respetable opinión pública" tiende a parecerse a una "turba inculta y brutal con intenciones de linchamiento". Ya sea en juicios por jurados o por jueces, la presión y la contaminación, a través de los medios y ahora las redes sociales, hacen imposibles un juicio justo.
Por otro lado, el cristianismo ha ido permeando en la sociedad, de manera tal que cosas que naturalmente emergen de él, basadas en la caridad, son consideradas hoy parte del acervo cultural de Occidente, aún hasta por los mas ateos. Esto quiere decir que lo que era aceptable en sociedades del siglo I, o del XII, ya no se vea de la misma manera. Es una cuestión de caridad.
Hace bien el catecismo en sostener la doctrina tradicional, para inmediatamente desaconsejar la aplicación.
Espero se publique el enlace a este artículo en español de La Stampa, donde Benedicto XVI pide la abolición de la pena de muerte. Convengamos que frente a cualquier otro teólogo, me adhiero a Ratzinger.
www . lastampa . it /2011/11/30/vaticaninsider/es/vaticano/benedicto-xvi-pide-la-abolicin-de-la-pena-de-muerte-BPFiOGdcdXJuZKOX3XEhaL/pagina.html
De todas maneras hay una trampa en el asunto de la pena de muerte porque en los países que se abolió también acabaron con la cadena perpetua.
Es decir el asunto va por penas de 1000 años que se convierten en treinta, que luego se convierten en veinte y hay delincuentes que entran con 25 años y salen con 45, una edad estupenda para seguir con su actividad delictiva. Si no que se lo digan a Idoia López Riaño que ha salido más guapa que cuando entró. Un éxito de la justicia, vamos.
De esos hay unos cuantos por aquí.
Hay otras ideologías que se parecen al fascismo porque también usan la violencia y gustan del autoritarismo, pero no son fascistas.
Como no son católicos los protestantes.
Y respecto a la pena de muerte, no es cierto que en los países donde se abolió se prohibiera también la cadena perpetua. Sin ir más lejos en Europa hay países sin pena de muerte o Queen la práctica nunca se aplica como Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Suiza o Dinamarca, donde existe la figura de la prisión perpetua revisable.
"Hay otras ideologías que se parecen al fascismo", es decir que antes de Mussolini el mundo era una maravilla. El molde de la maldad es el fascismo y uno es malo en tanto se parezca al fascismo, Pol Pot era malo porque se "parecía al fascismo" no porque fuera comunista ??? Seguimos en lo mismo, fuera del fascismo no se puede reconocer maldad alguna ni hay insulto alguno para describir a alguien si no es el de fascista.
La extrema izquierda, por ejemplo, carece de identidad, no existe, y si algo malo hace se le califica también de fascista. Stalin llamó fascista a Bujarin porque era menos estricto que él pero también se puede llamar fascista a otro que sea más estricto que uno mismo, y seguimos en las mismas: el bien está en la izquierda y el mal en la derecha. Fascista, gringo, es el que te parece a ti, lo mismo que judío era aquel que le convenía al gauleiter de Viena.
En cuanto a tu definición de que fascista es el que recurre a la violencia para solucionar cualquier problema a los comunistas esa definición les cae como un guante. Los musulmanes y los budistas tampoco lo pasaron muy bien con el comunismo. De manera que, o amplias el espectro a gente que no es de derechas, o sólo dices galimatías porque los comunistas odiaban a los homosexuales, depuraron a todas las minorías étnicas (racismo), en ciertas etapas fueron antisemitas, ejercieron la violencia como solución de problemas, y en cuanto a las mujeres, las aceptaron en todos los estamentos excepto en la política y la violencia doméstica era muy común.
Si eres antisemita y violento pero de izquierdas, no eres fascista. Eres otra cosa igualmente despreciable pero no fascista.
Lo que pasa es que en Occidente la palabra fascista tiene más connotaciones negativas que otras como comunista o anarquista, aunque sin duda hubo comunistas y anarquistas que mataron tanto como algunos fascistas.
Tal vez se deba a que en Occidente nunca hubo un gobierno comunista y sin embargo sí sufrimos a gobiernos fascistas.
Los extremistas de izquierdas pueden recibir muchos nombres, totalitarios, terroristas cuando lo sean, comunistas , marxistas leninistas, rojos de izquierda. Cuando debato con ellos les expongo las barbaridades que han cometido y la incoherencia de su pensamiento. Pero ahora estoy debatiendo con autoritarios de extrema derecha.
Esto dice el catecismo De la Iglesia católica:
"2267 La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.
Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.
Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en realidad se dan algunos» (EV 56)"
Después de esto, poco más tengo que añadir. Si acaso recomendar que volváis a leer las frases de San Juan Pablo II y del papa Francisco que he puesto antes.
Si quieres saber lo que es el fascismo puedes leer a Stanley G. Payne, que seguro ya lo has hecho.
Aunque te puedes hacer una idea bastante precisa de quién es fascista leyendo los blogs de Milenko, Javier Olivera o los comentarios de Francisco de México o Ricardo de la Argentina.
Y no uso con ellos la palabra "fascista" como insulto sino como definición de una ideología política.
Cada vez que entras en una página que habla de mártires cristianos, en donde, teóricamente, no habría nada que decir siempre entras a quitar mérito diciendo que otros también padecen. Estás más cargado que el dado de un tramposo.
No me gusta Trump, no me gusta Putin, no me gusta Erdogan y no me gusta Maduro. Todavía estoy esperando que digas algo de este último.
Lo mejor que podría hacer por Venezuela es dimitir y convocar nuevas elecciones.
Tampoco son fascistas Putin, Trump, Rajoy ni mucha otra gente.
Cada uno es lo que es.
Y si alguien públicamente se expresa en contra de la democracia, en contra del marxismo, en contra de la inmigración, si quiere que se expulse de España a la gente sólo por ser musulmán, si considera que los que practican la homosexualidad son pervertidos y enfermos y la mayoría pederastas, si son partidarios de un Gobierno militarizado y autoritario, si está obsesionado con una conspiración judeomasónica, si está en contra de los nacionalismos vasco y catalán pero quiere sacar a España de la UE y se condidera españolista, si quiere que el catolicismo sea la religión oficial y otras como mucho podrían ser toleradas... pues a lo más que se parece buscando en cualquier manual político es al fascismo.
El considerarse español no tiene nada que ver con el fascismo, lo mismo que el considerarse francés, lo de "españolista" es otro de tus fantasmas bastante raro en una persona que pertenece a la Benemérita. ¿Por qué no te fuiste a la Ertzaintza? Con unos cuantos cursillos hablas euskera y ganas más. A ver si vas a ser más españolista que nadie, o eso o eres malo para los idiomas. Españolista soy yo para los nacionalistas vascos, por eso y por no haber escupido sobre la tumba de mis parientes paternos, y ahora resulta que un guardia civil me va a decir que por eso soy fascista. Hamaika gauza ikusiko dugu! A ver si te enteras de quiénes os mataron en Euskadi, que, desde luego, no eran fascistas.
No me vengas con victimismo.
Dime tú un nombre de una persona a quien yo haya llamado fascista, y que no encaje con la definición de fascista de cualquier manual.
Los etarras son asesinos terroristas marxista-leninistas. No son fascistas.
Y en cuanto a los que "nos mataron" en Euskadi y cualquier otro lugar, ser guardia civil no es lo único que me identifica.
También soy una persona de izquierdas y demócrata.
Nos mataron los etarras por ser guardias y los fascistas por ser demócratas de izquierdas.
Pero al fascista no le llamo etarra ni viceversa, aunque odio a ambos.
Dime que no se declaran al mismo tiempo contrarios a la democracia liberal, al marxismo, a la inmigración de musulmanes, a la práctica de la homosexualidad, y que no son partidarios de gobiernos autoritarios, de la pena de muerte, del militarismo, de la existencia de complots de judíos y masones...
¡Pero si son fascistas de manual!.
No te he acusado de llamarme fascista sino de llamarme españolista que es uno de los signos del fascismo, según tú. Hasta que has dicho esa palabra nadie estaba hablando de ella, si tu consideras que es un signo de fascismo evidentemente lo soy porque llevo cuarenta años oyéndola. Quizá no encaje en todos los signos del "fascismo" pero en ese sí porque creo que España es un solo país y no una "nación de naciones", no sabía que era obligatorio trocear España para ser buen español. En cuanto la troceen se te va a quedar reducido el territorio porque en muchos sitios no os quieren y lo sabéis y todavía la policía depende del país, no de la UE.
¿Seguro?
¿Puedes decirme cuándo y dónde? .
En cualquier caso para ser fascista hay que reunir una serie de características, tener una o unas pocas de esas características no te hace fascista.
En cuanto a que si no hay modernismo no hay fascismo, me parece una chorrada.
Simplemente Palas, por aquí hay fachas a patadas. Aunque ya ni me acuerdo de por qué empezamos a discutir sobre eso.
Te lo pondré más fácil :
"Yo sí pienso que en España haría falta un nuevo Franco. Lo que pasa es que en la historia los grandes hombres no suelen repetirse".
El comentarista Proby el 14-12-13 en el blog de Milenko.
Y como estas citas, a montones. Los árboles no te dejan ver el bosque.
De modo que si el maestro reconoce la legitimidad de la pena de muerte, la única explicación que los teólogos y las conferencias episcopales en su totalidad han ido más allá, definen cualquier tipo de pena capital como "contraria al espíritu cristiano" o "en desacuerdo con el Evangelio". Un intento desesperado de los obispos para eliminar o reducir el anticatolicismo de la izquierda. Los obispos creen que al apoyar las batallas culturales de la izquierda liberal disminuirá su anticatolicismo y su apoyo al aborto. Por supuesto que es una estrategia fallida, Amnistía Internacional se ha convertido en un grupo de presión pro-aborto. En otras palabras, los obispos sacrifican a las víctimas ya sus familias en un patético esfuerzo por obtener el apoyo de los progres..
Algunos creen que la colaboración de algunos católicos con el movimiento anti-pena de muerte se explica por su irritación con las violaciones de los derechos humanos de los presos ", lo que los lleva a elegir, erróneamente, porque confunden el tono violento con un crítico poderoso - la línea más dura y Se opuso a los movimientos por los derechos de las víctimas de delitos violentos.
Sin embargo, mi experiencia me dice que esta explicación es válida para un número mínimo de católicos, cuyo ingenio es tan grande como su incapacidad para comprender plenamente los problemas relacionados con movimientos como Human Right Wacht y Amnistía Internacional. Para otros católicos, la decisión de colaborar con Lobby de Soros opuesto a la pena capital responde a una lógica perturbadora. Son católicos que no ignoran el esquema ideológico secular, pro-aborto y pro-gay l; Lo conocen bien, pero planean usarlo como un arma para atacar a sus oponentes dentro de la Iglesia, llamándolos "fundamentalistas"
Por otro lado, sé que los jesuitas norteamericanos han financiado durante años Human Rights Watch.
La muerte de Jesús en la Cruz fue necesaria pero injusta. El propio Pilato reconocía no haber encontrado culpa en Jesús pero lo condenó por presiones del Sanedrín (Jn19, 4-16).
Lo que está haciendo Francisco es de una arrogancia que clama al Cielo. Lo pagaremos todos.
Señor, ven pronto.
Estimado Ernesto, siendo la confusión en temas de fe instrumento de marcada sospecha diabólica, yo también presiento ese matiz apocalíptico, creo que Satanás intuye que su tiempo su acaba, y está redoblando su ofensiva final hasta extremos enormes. Que Dios nos asista, sobre todo a las almas extraviadas.
Habla por vos, yo si quiero pena de muerte para los que falsifican la fe. Que me vengan a buscar, pero alguna vez vamos a tener que empezar a volver a decir la verdad, cueste lo que cueste.
Solamente en casos muy exepcionales (es decir, prácticamente nunca) se observa como algo viable.
El Papa Francisco ha dado un paso más y dice que es inadmisible en todos los casos. Pero todos sabemos que si un preso peligroso está estrechamente vigilado y en regimen de aislamiento no puede hacer nada prácticamente.
En la época de Jesús, el poder civil en Judea no lo tenían los judíos ,sino los romanos. Y los romanos no juzgaron ni condenaron a la adúltera.
Dejar un comentario