Gracia y Libertad

En el siglo XVI un monje de nombre Martín Lutero se separó de la Iglesia y dio inicio a la Reforma Protestante. La pieza clave de su teología se conoce como la Sola Fides, o salvación por la “Sola Fe”. Quienes profesan esta doctrina sostienen que el hombre se salva por gracia y solamente por la fe. Las buenas obras, el cumplimiento de los mandamientos son solo consecuencias o producto de la fe, más no un requisito para alcanzar la salvación. A lo largo del presente capítulo haremos un breve repaso de la doctrina católica y de las herejías respecto al tema de la gracia y la libertad humana.

Breve Resumen de la doctrina católica

Redención, Justificación

Los católicos creemos que luego del pecado original el hombre cayó del estado original de gracia de Dios con el que fue creado y en ese estado no podía salvarse a sí mismo. Es allí donde Jesucristo, por medio de su sacrificio en la cruz realiza en principio y objetivamente la reconciliación de los hombres con Dios. A este acto maravilloso lo llamamos redención.

La palabra redención proviene del latín redemptio derivada a su vez hebreo kopher y del griego lytron que en el Antiguo Testamento significa generalmente, precio de rescate. En el Nuevo Testamento, es el término clásico que designa el “gran precio” que el Redentor pagó por nuestra liberación. La redención presupone la elevación original del hombre a un estado sobrenatural y su caída a través del pecado.

Pero si bien Cristo murió por todos los hombres, no todos se salvan, de allí que cada individuo debe apropiarse de esta redención objetiva por medio de la redención subjetiva, la cual consiste en aplicar el fruto de esa redención a cada individuo, y a la que se denomina justificación. Así, cuando el hombre es justificado es declarado y hecho justo ante Dios en virtud del sacrificio de Cristo en la cruz.

Gracia y Libre albedrío

Se entiende por gracia al don gratuito por parte de Dios e inmerecido por parte del hombre. Si bien en este sentido amplio podemos hablar de gracia natural [1], se usará aquí en sentido estricto para hacer referencia a ella como un don sobrenatural que Dios, por su libre benevolencia, concede a una creatura racional para su eterna salvación. El sacrificio de Cristo en la cruz ha sido por pura gracia porque Dios lo ha realizado sin ninguna obligación, por puro amor y de manera gratuita.

Es también gracia la ayuda sobrenatural de Dios que impulsa al hombre a creer en El y luego a perseverar obrando el bien conforme a su voluntad.

Dios también ha dado al hombre otro don, que es el libre albedrío, posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Para que este don sea realmente del hombre, él tiene que poder ejercerlo con todas sus consecuencias. Así cuando Dios infunde su gracia al hombre, el hombre es libre de dejarse mover por la gracia o resistirse a ella.

Al momento de la justificación, el hombre se deja mover cuando cree, pudiendo libremente rechazar la gracia y no creer. Esta elección es una obra de Dios en el hombre, sin que éste sea un mero actor pasivo de la obra divina en su persona, pues dicha obra le capacita precisamente para creer y aceptar la gracia.

Así, Dios da su gracia a todos los hombres. La Escritura da testimonio de que Dios quiere que todos los hombres se salven [2]. La diferencia entre el hombre que decide creer y no creer, no reside en que Dios no quiso derramar su gracia sobre él, sino que este hombre haciendo ejercicio de su libertad aceptó o rechazó las gracias que Dios le concedió y que eran suficientes para su salvación.

Santificación

Una vez el hombre es justificado, no solo le es imputada la justicia de Cristo sino que es realmente “hecho justo", (regenerado en su interior), y es por tanto una nueva creatura. En este sentido el Espíritu Santo comienza la obra de renovación que no es meramente un legalismo donde al hombre se le declara justo pero sigue siendo pecador, sino que el hombre se va volviendo realmente justo. Este proceso lo llamamos santificación.

En este momento, en y posterior a la justificación, también el hombre sigue teniendo libertad de elegir y puede rechazar la gracia tanto como hacerla fructificar. Esto es lo que explica la parábola de la vid [3], ramas que de permanecer unidas a Cristo producen fruto, unas más, otras menos, otras pueden incluso no producirlos y son cortadas.

Teniendo en cuenta que la colaboración del hombre con la gracia es indispensable, es un error decir que la salvación ocurre sin intervención humana (como pensaban los reformadores protestantes), más bien es correcto decir que la salvación es enteramente de Dios y en segundo lugar enteramente nuestra.

Esta colaboración del hombre con la gracia no puede ser desestimada, no podemos tampoco afirmar de que si el hombre tiene fe seguramente producirá buenas obras, porque esta afirmación excluye la posibilidad del ejercicio pleno del libre albedrío.

De allí que la fe sola no salva, sino la fe que produce obras, o lo que los católicos llamamos de forma abreviada “fe y obras". La gracia nos mueve a creer y obrar y en ambos casos debemos dejarnos mover. Todo esto en pleno uso de nuestra libertad y en perfecta armonía con el Evangelio, donde las obras no son una moneda de pago donde se compra la salvación al estilo judaico.

No será difícil desde esta perspectiva entender por qué en el juicio todos seremos juzgados por obras, ya que por medio de ellas se verá si realmente dijimos si a la gracia de Dios, creyendo y obrando.

Desviaciones en la doctrina de la gracia

A lo largo de la historia no han faltado desviaciones en la sana doctrina, ya sea sobreestimando o devaluando tanto el papel de la gracia o del libre albedrío en la obra de salvación.

Perspectiva de la salvación según Pelagio

Pelagio era un monje romano-británico que aproximadamente en el año 390 se trasladó a Roma y predicó la no necesidad de la gracia divina y la redención de Cristo. Negó la existencia del pecado original, la necesidad de la gracia para la salvación del hombre. Argumentaba que la corrupción de la naturaleza humana no es innata, sino que se debe a malos ejemplos y hábitos, y a que las facultades naturales de la humanidad no se habían visto afectadas de forma perjudicial por la caída de Adán. Decía que los seres humanos pueden llevar vidas de rectitud moral y, por esta razón, merecen el cielo por sus propios méritos. Afirmó que la verdadera gracia subyace en los dones naturales de la humanidad, incluyendo el libre albedrío, la razón y la conciencia. También predicaba lo que llamaba gracias externas, como la ley mosaica y la enseñanza y ejemplo de Cristo, que estimulan la voluntad “desde fuera”, pero no tenían un poder divino implícito. La fe y el dogma casi no importaban, porque la esencia de la religión era la acción moral. Su creencia en la perfección moral se debía a las influencias que él había recibido del estoicismo [4].

El estoicismo fue la filosofía más influyente en el Imperio romano durante el periodo anterior al ascenso del cristianismo, cuando este era pagano. Los estoicos, como los epicúreos, ponían el énfasis en la ética considerada como el principal ámbito de conocimiento. No es de extrañar que para Pelagio, influenciado por estas corrientes filosóficas, la salvación fuera exclusivamente “por obras”. El hombre podía ganarse el cielo por sus propios méritos haciendo exclusivo uso de su libre albedrío, con el cual podía siempre perseverar en bien.

Perspectiva de la salvación según el protestantismo

Martín Lutero, mencionado en un comienzo, se hizo una controversial figura cuando se separó de la Iglesia Católica predicando que el hombre se salva solo por gracia y por medio de la Sola Fe ( Sola Fides). Las buenas obras para él eran un producto natural de la fe, y hacía énfasis en que no eran necesarias para salvarse. Predicaba que como la salvación es “gracia” que se recibe por medio de la fe, ya no hacía falta nada más, y ya el hombre podía tener una seguridad total de ser salvado. Para él era incompatible decir que si la salvación era “gracia”, eran también necesarias las obras. En sus encendidos sermones, predicaba que podía fornicar 24 veces al día, sin que esto afectara en nada su salvación, pues esta no dependía de él, ya Cristo la había ganado para él, y así como no hizo nada para recibirla (gratuita), ya una vez salvo, no podía hacer nada para perderla. Lutero argumentaba que su posición estaba sustentada en la Escritura, en Romanos 3,28 (“Pues estoy convencido de que el hombre obtiene la salvación por la fe y no por el cumplimiento de la ley” ) y Romanos 4,3 ( “Creyó Abraham a Dios y eso le fue tenido en cuenta para obtener la salvación” ).

A partir de entonces, fue básicamente la posición oficial de todas las iglesias protestantes evangélicas surgidas de la reforma, y es incluso la posición actual de una buena mayoría hoy día. Así, encontramos que evangélicos y fundamentalistas nos aseguran tener una absoluta seguridad de ser salvos. Concluyen que Cristo prometió que el cielo es de ellos a cambio de un acto muy simple. Todo lo que deben hacer es, “aceptar a Cristo como su salvador personal” , y asunto acabado.

Otras perspectivas de la salvación según otras comunidades eclesiales protestantes

Aunque después de la Reforma Protestante las iglesias Evangélicas enseñaban que la salvación era exclusivamente por medio de la fe y la imposibilidad de perder la salvación para creyentes justificados, la paz no duró mucho tiempo. Pronto se levantaron detractores de estas doctrinas dentro de sus mismas Iglesias, que sostenían que sí era posible perder la salvación. Aquel movimiento creció, tomó fuerza y hasta hoy continúa el debate entre Iglesias evangélicas.

En el siglo XVII Jacobo Armiño predicó que la libre voluntad humana puede existir sin limitar el poder de Dios o contradecir la Biblia. Se oponía a las doctrinas calvinistas que hacían énfasis en la predestinación.

Arminio afirmaba que la predestinación era bíblica y verdadera, es decir, que Dios había destinado a algunas personas al cielo y a otras al infierno, como se indica por la referencia de Jesús, “ovejas y cabritos”. Pero se centraba en el amor de Dios más que en su poder a la hora de elegir, proceso por el cual Dios eligió a aquellos destinados al paraíso.

Tras la muerte de Arminio, un grupo de ministros que simpatizaban con sus puntos de vista desarrollaron una teología sistemática y racional basada en sus enseñanzas. En su declaración, protesta publicada en 1610, los arminianos afirmaban que la elección estaba condicionada por la fe, que la gracia podía ser rechazada, que la obra de Cristo estaba pensada para todas las personas, y que era posible que los creyentes cayeran en desgracia.

En el Sínodo de Dort o Dordrecht (1618 -1619), los Sumos Calvinistas prevalecieron sobre el grupo de los arminianos y condenaron a los que estaban en desacuerdo con su teoría. El Sínodo de Dort declaró que la obra de Cristo estaba destinada sólo a aquellos elegidos para la salvación, que la gente que creía no podía perder la gracia, y que la elección de Dios no dependía de ninguna condición. Los evangélicos armíñanos fueron entonces totalmente prohibidos en Holanda por el resto de evangélicos calvinistas hasta 1630, y desde entonces no sin reservas hasta 1795. Sin embargo, la tradición arminia se mantuvo en los Países Bajos a finales del siglo XX.

El teólogo británico John Wesley estudió y afirmó la obra de Arminio en su movimiento metodista durante el siglo XVIII en Inglaterra. Para el pueblo, el arminianismo se resume en la idea de que no existe la predestinación y que la gente es libre de seguir o rechazar el Evangelio.

A partir de aquí, muchas Iglesias evangélicas a diferencia de las anteriores, afirman que la salvación no se pierde, sino que “se rechaza”, lo cual, es en esencia, una forma elegante de dar el brazo a torcer, ya que en fin de cuentas, es lo mismo. Alguien que iba camino al cielo ayer, puede estar rumbo al infierno hoy por no obrar conforme a la voluntad de Dios.

Fundamento Bíblico

El hombre no puede salvarse a sí mismo.

Hay numerosos textos bíblicos que hacen referencia al pecado original y a la incapacidad del hombre en estado caído de salvarse a sí mismo:

“En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos” Romanos 5,19

“no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente” Salmo 143,2

“¡Si nadie puede redimirse ni pagar a Dios por su rescate!” Salmo 49,8

“Mira que en culpa ya nací, pecador me concibió mi madre” Salmo 51,7

Estos textos eran presentados por los Padres de la Iglesia a los pelagianos para probarles que el hombre nada puede por sus propios méritos sin ayuda de la gracia.

“Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” Juan 15,5

La Salvación es Gracia

También abundan textos en la Escritura que enfatizan que la salvación no es una gracia que recibamos a cambio de algo, sino producto del amor de Dios:

“[Dios] nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús” 2 Timoteo 1,9

“él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” Tito 3,5

“estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados - y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios” Efesios 2,5-8

“Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” 1 Timoteo 2,3-4

“Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres,… Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres” Tito 2,11; 3,4

Somos justificados por la Fe

“Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2,8

Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo” Romanos 5,1

“El justo vivirá por la fe” Romanos 1,17

“Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación. Porque dice la Escritura: Todo el que crea en él no será confundido. Que no hay distinción entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan. Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” Romanos 10,9-13

“En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” Juan 5,24

“Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa»” Hechos 16,31

“Os he escrito estas cosas a los que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que os deis cuenta de que tenéis vida eterna” 1 Juan 5,13

Colaboración de la libertad humana

Pero así como es un error negar o disminuir el papel fundamental de la gracia tal como lo hace el pelagianismo, también lo es negar la colaboración de la libertad humana en la obra de salvación. Este fue el error fundamental de Lutero, quien en su obra De servo arbitrio coloca al hombre como un ser puramente pasivo y receptor de la gracia.

A diferencia de Lutero creemos que el hombre es enteramente libre, y a cada impulso de la gracia se añade la energía de la voluntad, y es allí cuando se produce el acto saludable (entendiendo este como la obra buena, meritoria de vida eterna). Por supuesto que en realidad es la fuerza de Dios la que causa siempre toda la fuerza del hombre para el bien, pues cuantas veces obramos bien, Dios obra en nosotros y con nosotros para que obremos, pero no sin nosotros.

Mala y flaca exégesis es aquella que fundamenta su doctrina en solo algunos textos ignorando otros. A continuación algunos textos bíblicos que se oponen más frontalmente a la doctrina de Lutero:

No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!” «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina»” Mateo 7,21-27

Hay muchos textos como este que ponen de relieve que las buenas obras son necesarias para la salvación. Allí Jesús estaba hablando precisamente de aquellos que profesaron con sus labios su fe en Él y le reconocieran como Señor. De estos dice que “No todos entrarán” , refiriéndose a aquellos que “no hicieron la voluntad del Padre” .

Es importante notar que muchos de los que en este texto son reprobados llegaron a profetizar en nombre de Jesús, expulsaron demonios e hicieron milagros. A estas personas Jesús no les dice que mienten, efectivamente hicieron todas esas obras milagrosas en nombre de Jesús . No se salvaron porque no obraron conforme a la voluntad de Dios cumpliendo los mandamientos, y por eso les responde “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!”

La moraleja que debemos aprender es que el verdadero creyente es aquel que “pone en práctica” la Palabra.

“Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo: se contempla, pero, en yéndose, se olvida de cómo es” Santiago 1,22-24

“Aquel, pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado” Santiago 4,17

Es frecuente que los protestantes no entiendan bien la posición católica. Ellos suelen ver la necesidad de las obras como una forma de “comprar” la salvación (lo cual es pelagianismo). En el Evangelio encontramos una parábola que puede servir para ayudarles a comprender bien lo que creemos.

“«El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir… Entonces dice a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda” Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?” Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos»” Mateo 22,2-3.8-14

La parábola hace referencia a las bodas del Cordero (Jesús y su Iglesia). Los que inicialmente habían sido invitados y no quisieron venir representan a los judíos que rechazaron creer en el Mesías, por lo que el rey mandó a buscar por los caminos a todo el que quisiera asistir (estos representan a los gentiles y paganos).

De todos los invitados muchos aceptaron la invitación y fueron a la boda. Estos que si aceptaron la invitación representan aquellos que profesaron su fe en Jesús y le aceptaron como Señor. Sin embargo, de entre todos los invitados fue encontrado uno sin llevar puesto el “traje de bodas”. Si el invitado no lo tenía puesto no es porque fuera pobre, o no tuviera con que comprarlo, ya que el traje de bodas era suplido por el celebrante. De allí que el invitado se queda callado porque no tenía razón para no tenerlo puesto (no quiso ponérselo)

El traje de bodas que menciona la parábola representa “el traje del hombre nuevo” , la nueva vida que debe llevar todo buen cristiano luego de su conversión. Vida que debe ir acompañada de una obediencia a los mandamientos y una fe que obre por la caridad. Esta idea es reiterada por en todo el evangelio. Cuando el joven rico le pregunta cómo puede hacer para salvarse, Jesús le responde que debe guardar los mandamientos.

“En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna? » Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos»” Mateo 19,16-17

Algunos textos donde se enfatiza que aparte de la fe es necesaria la obediencia a Dios y al caridad:

“y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen” Hebreos 5,9

“…aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy” 1 Corintios 13,2

“Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad”1 Corintios 13,13

De todos estos textos, quizá el que se opone es el siguiente texto de la epístola de Santiago:

¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Quieres saber tú, insensato, que la fe sin obras es estéril? Abraham nuestro padre ¿no alcanzó la justificación por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves cómo la fe cooperaba con sus obras y, por las obras, la fe alcanzó su perfección? Y alcanzó pleno cumplimiento la Escritura que dice: Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia y fue llamado amigo de Dios.» Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. Del mismo modo Rajab, la prostituta, ¿no quedó justificada por las obras dando hospedaje a los mensajeros y haciéndoles marchar por otro camino? Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” Santiago 2,14-26

El texto anterior es tan claro que ameritó que Lutero llamara a la epístola de Santiago “la epístola de paja” [5].

Armonizando la Escritura

Hemos visto que hay abundantes textos bíblicos que enfatizan la necesidad de la fe, al igual que otros que enfatizan la necesidad de las obras. Sin una exégesis adecuada pueden encontrarse aparentes contradicciones entre unos y otros. Un ejemplo lo tenemos entre estos dos textos:

“Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” Romanos 3,28

“Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente” Santiago 2,24

Pasajes como Romanos 3,28 en la Escritura hay muchos, en las cartas a los Romanos y a los Gálatas hay abundantes menciones a que la salvación del hombre es por la fe “sin las obras de la ley”, mientras Santiago dice que el hombre se justifica por las obras y no por la fe solamente. La Iglesia siempre nos ha enseñado que para entender la Escritura debemos estudiar el contexto, pues a través de él podemos armonizar los pasajes y entender nos quiere decir cada uno. En Romanos 3,28 no se utiliza la expresión obras, sino “obras de la ley” , porque la Ley de la cual San Pablo habla en todas partes en Romanos y Gálatas es la “Ley Mosaica” , la cual está compuesta no solo de las leyes morales o mandamientos, sino de las leyes ceremoniales, las prohibiciones alimenticias, y era pactada por la circuncisión (Ver Las obras de la Ley y la salvación). Es en este contexto donde San Pablo trataba de dar a entender a los cristianos la no necesidad del cumplimiento de la ley Mosaica. Si analizamos el contexto de estos pasajes veremos que Pablo se encuentra allí en pleno conflicto judaizante, el cual fue el primer problema serio que enfrentó la Iglesia primitiva [6]. Dicho conflicto comienza cuando un grupo de judíos aferrados a la antigua Ley insisten en que los gentiles deben circuncidarse si quieren salvarse. Aquí es donde el apóstol hace hincapié una y otra vez que los cristianos no se justifican “por las obras de la Ley”

“Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros»” Hechos 15,1

Responde San Pablo:

“Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva” Gálatas 6,15

“¿Cuál es, pues, la ventaja del judío? ¿Cuál la utilidad de la circuncisión? ” Romanos 3,1

Lutero malinterpretó estos textos y no diferenció que cuando se hablaba de las obras de la Ley no estaba haciendo referencia a las obras producto de la fe de las que habla el apóstol Santiago. Estas obras tampoco compran la salvación, pero si son requisitos para salvarnos, incluido el cumplimiento de los mandamientos.

No entender de esto de esta manera conduce a la contradictoria doctrina protestante que termina ignorando o dejando en segundo plano todos los textos bíblicos que enfatizan el papel de la libertad humana en la obra de salvación, la cual a cada impulso de la gracia debe responder libremente.

A este respecto explica el Concilio de Trento:

“Cuando dice el Apóstol que el hombre se justifica por la fe, y gratuitamente; se deben entender sus palabras en aquel sentido que adoptó, y ha expresado el perpetuo consentimiento de la Iglesia católicaa; es a saber, que en tanto se dice que somos justificados por la fe, en cuanto esta es principio de la salvación del hombre, fundamento y raíz de toda justificación, y sin la cual es imposible hacerse agradables a Dios, ni llegar a participar de la suerte de hijos suyos. En tanto también se dice que somos justificados gratuitamente, en cuanto ninguna de las cosas que preceden a la justificación, sea la fe, o sean las obras, merece la gracia de la justificación: porque si es gracia, ya no proviene de las obras: de otro modo, como dice el Apóstol, la gracia no sería gracia.”

Y más adelante:

“Justificados pues así, hechos amigos y domésticos de Dios, y caminando de virtud en virtud, se renuevan, como dice el Apóstol, de día en día; esto es, que mortificando su carne, y sirviéndose de ella como de instrumento para justificarse y santificarse, mediante la observancia de los mandamientos de Dios, y de la Iglesia, crecen en la misma santidad que por la gracia de Cristo han recibido, y cooperando la fe con las buenas obras, se justifican más; según está escrito: El que es justo, continúe justificándose. Y en otra parte: No te receles de justificarte hasta la muerte. Y además: Bien veis que el hombre se justifica por sus obras, y no solo por la fe. Este es el aumento de santidad que pide la Iglesia cuando ruega: Danos, Señor, aumento de fe, esperanza y caridad”

Algunos textos bíblicos que enfatizan la necesidad de cumplir los mandamientos y hacer buenas obras:

“Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta” Mateo 16,27

“Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal”2 Corintios 5,10

“Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono; fueron abiertos unos libros, y luego se abrió otro libro, que es el de la vida; y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras. Y el mar devolvió los muertos que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras. La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego - este lago de fuego es la muerte segunda -y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego” Apocalipsis 20,12

“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme” . Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”. Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna»” Mateo 25,31-46

El criterio que utilizará Cristo para separar “ovejas” de “cabritos”, para definir si nos salvamos o condenamos, será en base a las obras de misericordia que hayamos hecho, las cuales son también gracia, porque Dios al coronar sus méritos corona sus dones.

“Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos” Mateo 7,16-17

¿Salvo siempre Salvo?

Otra doctrina que predican muchas iglesias evangélicas hoy día, es que la salvación no se puede perder. Los defensores de esta posición citan muchos textos bíblicos que pueden utilizarse para demostrar que el creyente justificado está en estado de gracia, pero no para demostrar que no puede caer de ese estado. A continuación se analizarán algunos de esos textos:

“En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida” Juan 5,24

Los protestantes deducen como el que “cree” tiene “vida eterna” , por el hecho mismo de ser eterna está asegurada. Aunque la expresión “vida eterna” si hace referencia a un estado de gracia que conducirá a la salvación (en caso de morir), este no implica que la persona no pueda caer de este estado por medio del pecado. Un ejemplo lo tenemos en el siguiente texto bíblico:

“Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él”1 Juan 3,15

En el pasaje anterior Juan está hablando de alguien que tenía vida eterna, pero como ha comenzado a guardar resentimientos contra su hermano. Una vez ya ha cedido a guardar odio en su corazón esta vida eterna ha dejado de ser “permanente” . De allí que a continuación nos exhorte a que para que permanezcamos en la vida

“Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” 1 Juan 3,17-18

Textos como este demuestran que no necesariamente por haber estado en el amor, se puede permanecer en él. Es evidente que nadie puede dejar de pertenecer a algo a lo que no haya pertenecido antes. Quizá una explicación más diáfana la podemos encontrar en la parábola de la Vid. Allí se representa metafóricamente a los creyentes como ramas unidas al tronco del árbol (Cristo). La gracia es representada por la sabia que fluye a las ramas (nosotros) y sin la cual no pueden dar fruto. Las ramas no están unidas de manera inseparable al árbol, y por eso incluso si dejan de producir fruto son cortadas:

Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” Juan 14,4-6

“«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” Juan 15,1-2

Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden” Juan 15,6

Más adelante al terminar la parábola Jesús explica como permanecer en El:

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” Juan 15,10

Otro pasaje muy utilizado por protestantes para afirmar que la salvación no se puede perder es el siguiente:

“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno»” Juan 10,27-30

Este texto puede utilizarse para probar que nadie puede separarnos del amor de Dios, pero no que nosotros mismos no podemos por medio de nuestra desobediencia.

“Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando Yahveh tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en eso está tu vida…” Deuteronomio 3,15

Hay abundantes textos en la Escritura que enfatizan que hay que perseverar hasta el fin en el bien para salvarse.

“Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará” Mateo 24,12-13

“…Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” Apocalipsis 2,10

“Y tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no le salvará el día de su perversión, ni la maldad del malvado le hará sucumbir el día en que se aparte de su maldad. Pero tampoco el justo vivirá en virtud de su justicia el día en que peque. Si yo digo al justo: «Vivirás», pero él, fiándose de su justicia, comete la injusticia, no quedará memoria de toda su justicia, sino que morirá por la injusticia que cometió. Y si digo al malvado: «Vas a morir», y él se aparta de pecado y practica el derecho y la justicia, si devuelve la prenda, restituye lo que robó, observa los preceptos que dan la vida y deja de cometer injusticia, vivirá ciertamente, no morirá. Ninguno de los pecados que cometió se le recordará más: ha observado el derecho y la justicia; ciertamente vivirá. Los hijos de tu pueblo dicen: «No es justo el proceder del Señor.» El proceder de ellos es el que no es justo. Cuando el justo se aparta de su justicia para cometer injusticia, muere por ello. Y cuando el malvado se aparta de su maldad y observa el derecho y la justicia, vive por ello. Y vosotros decís: «No es justo el proceder del Señor.» Yo os juzgaré, a cada uno según su conducta, casa de Israel” Ezequiel 33,17-20

Y de igual manera otros en donde se pone de relieve que podemos perder la salvación:

“Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado”1 Corintios 9,25-27

“Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación” Filipenses 2,12

¿cómo saldremos absueltos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron” Hebreos 2,3

En el capítulo 11 de la carta a los Romanos San Pablo exhorta a los creyentes a no vanagloriarse. Muchos de los nuevos cristianos debieron haberse engreído y menospreciar a quienes fueron antes el pueblo escogido de Dios. En este mismo capítulo compara al pueblo de Dios un terreno donde somos plantados los creyentes. Los judíos son llamados las “ramas naturales” y nosotros “olivo silvestre” . La moraleja de todo el texto es que así como los judíos fueron desgajados por su incredulidad, así también nosotros podemos serlo si no nos mantenemos en la bondad (palabras que no tendrían sentido si la salvación no se pudiera perder)

“Que si algunas ramas fueron desgajadas, mientras tú - olivo silvestre - fuiste injertado entre ellas, hecho participe con ellas de la raíz y de la savia del olivo. Pero dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado. ¡Muy bien! Por su incredulidad fueron desgajadas, mientras tú, por la fe te mantienes. ¡No te engrías!; más bien, teme. Que si Dios no perdonó a las ramas naturales, no sea que tampoco a ti te perdone. Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron, bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad; que si no, también tú serás desgajado” Romanos 11,17.19-22

NOTAS

[1] La creación, los dones del orden natural como la salud del cuerpo y del espíritu

[2] 1 Timoteo 2,4

[3] Juan 15

[4] El estoicismo derivaba de una escuela de filosofía occidental, fundada en la antigua Grecia. La filosofía estoica se desarrolló a partir de la de los cínicos, cuyo fundador griego, Antístenes, fue discípulo de Sócrates.

[5] A este respecto escribió Lutero “Hay que distinguir entre libros y libros. Los mejores son el evangelio de S. Juan y las epístolas de S. Pablo, especialmente la de los Romanos, los Gálatas y los Efesios, y la 1ª epístola de S. Pedro, estos son los libros que te manifiestan a Cristo y te enseñan todo lo que necesitas para la salvación; aunque no conozcas ningún otro libro. La epístola de Santiago, delante de éstas, no es más que paja, pues no presenta ningún carácter evangélico” Prólogo del Nuevo Testamento de 1546 (Bibel VI, 10)

——————————————————————————————————————

Suscríbete a nuestra revista digital gratuita Apologeticum

14 comentarios

  
P. Petrus Paulus Mariae
Estimado José Miguel, tu texto es un poco largo. Hay una muy buena síntesis del tema que tratas en el libro "Síntesis de la Espiritualidad Católica" de Rivera-Iraburu, Fundación Gratis Date. Se puede descargar gratis de la web. En todo caso, quede claro: la salvación es por fe. Punto. No la fe fiducial de Lutero. La fe que es don de Dios, como la entiende la Iglesia. Nos salvamos por fe, no por las obras. Lo dice claramente San Pablo: Si la salvación es por las obras de la ley, Cristo murió en vano. Nos salvamos gratuitamente por fe. Y esa fe opera por la caridad en obras salvíficas. Eso es lo entiende la Iglesia al leer al apóstol Santiago. De lo contrario caemos en el error Molinista o semipelagiano que entienden el concurso divino humano en forma extrínseca y creen que nos salvamos por fe y por obras. Cuando Lutero vio esta postura creyó que era la de la Iglesia Católica y dijo que eso no era lo que estaba en la Sagrada Escritura. Y en eso tenía razón. Te aconsejo mirar bien el Concilio II de Orange que recoge la doctrina de San Agustín y es dogmático. Ahí está todo muy bien dicho. Y además con unción. Puede servir para una espléndida Lectio divina. Un gran abrazo en Jesús y María Santísima.

Comentario del blogger: Estimado P. Petrus, en el post intento dejar claro que somos justificados por la fe como principio de salvación humana y raíz de toda justificación, tal como se especifica en las secciones "La Salvación es gracia" y "Somos justificados por la fe". En el siguiente apartado intento abordar la necesidad de colaboración de la voluntad humana en la obra de salvación (esta si negada por Lutero sin razón) con la cual aumenta la justificación ya obtenida cooperando la fe con las buenas obras, de manera que el creyente se justifica más.

Ahora, si hay algo que nota impreciso en lo que intento transmitir por favor me lo dice para corregirlo o mejorarlo, lo cual me va a ser muy útil porque este será uno de los capítulos de un libro que estoy escribiendo y deseo que quede libre de errores.
13/03/11 7:46 AM
  
StFollower
José Miguel, parece que alguien trata su post aquí: http://www.es.catholic.net/foros/viewtopic.php?f=33&t=16290
13/03/11 1:12 PM
Gracias por la observación, según veo el comentario es este (las negritas son mías):

“El propósito de este tema es dilucidar lo siguiente:

-La afirmación semipelagiana de las relaciones gracia-libertad al insistir en cierta apología contra el protestantismo y la comprensión del uso indoeuropeo de la voz media.

Y es que hace tiempo que vengo observando que quien se dedica a defender la fe contra el presupuesto protestante de que no salvan las obras, aunque guíado de buena intención, acaba por lo general en una pura afirmación semipelagiana fruto de la ignorancia de lo que realmente afirma la doctrina católica sobre la gracia.

Normalmente esta cuestión puede dirimirse en el mero uso de una terminología semipelagiana por los católicos poco delicados o instruidos. El uso de infinitivos verbales con la partícula refleja "se" dan pie a un equívoco terminológico donde fácilmente se entiende que hay una acción propia del hombre en cuanto al obrar propio de la gracia.

Está clarisimo que la justificación es obra de la gracia. Pero, por ejemplo, usar el término "justificarse" no sería apropiado para expresar lo que explicita el dogma. Es Dios quien justifica y el que para hacerlo prepara y acompaña la obra de la justificación en el pecador. Por eso términos como "apropiarse" de la redención, "santificarse", son totalmente erróneos en este punto pues el equívoco a que dan lugar es que es el hombre el que trabaja en su justificación, cuando no es así. Tal insistencia sólo contribuirá a hacer que los protestantes entiendan que los católicos siguen errados en la percepción de la justificación.

Hoy día esto no tiene porqué ocurrir porque hay documentos muy claros al respecto. Algunos conjuntos en los que queda claro el asunto. Todo pelagianismo es fácilmente evitable.

¿Pero y el momento posterior a la justificación? ¿Es el hombre justificado dueño de su propia santificación y expresión de la gracia en los frutos de las buenas obras o por el contrario es esto también obra de Dios? Esta es la polémica semipelagiana en la que inexplicablemente muchos católicos siguen cayendo y afirmando que son dueños de su propia santificación.

Está muy corrida una idea que es Dios da su gracia a todo hombre y cada hombre se la apropia según su libre albedrío.

Esa afirmación es claramente semipelagiana, si no pelagiana del todo. Pero no obstante no es menos cierto que el hombre sigue siendo libre de rechazar la gracia en todo momento, salvo gracias eficaces irresistibles, que son más una disquisición teológica que teologal.”
Comentario completo en: http://www.es.catholic.net/foros/viewtopic.php?f=33&t=16290


Sobre este comentario reitero lo que sostuve en el comentario anterior, y que vale para todos y cada uno de mis post: Cualquier sugerencia o corrección respecto a algún post de mi autoría siempre es bien recibida sobre todo cuando puede terminar en alguna corrección o mejora en la calidad del artículo, sobre todo si este será parte de un libro que estoy escribiendo y el cual quiero quede libre de errores e imprecisiones, máxime en temas espinosos como estos en los cuales por ser no ser yo teólogo puedo cometer errores.

Respecto a este punto en particular que dicho comentarista señala y precisamente por no ser yo teólogo es que lo que tuve que documentarme en este caso con el Manual de Teología Dogmática de Ludwig Ott, que a este respecto dice:

“El Dios-Hombre Jesucristo, por medio de su satisfacción vicaria y su mérito redentor, realizó en principio y objetivamente la reconciliación de los hombres con Dios. Cada individuo tiene que recoger y apropiarse esa redención objetiva por medio de la redención subjetiva. El acto de aplicar el fruto de la redención a cada individuo es denominado justificación o santificación. El fruto mismo de la redención recibe el nombre de gracia de Cristo.

El principio de la redención subjetiva es la Santísima Trinidad. Como obra que es del amor divino, la comunicación de la gracia es atribuida al Espíritu Santo, que es el Amor personal y divino, aun cuando sea operada conjuntamente por las tres divinas personas. Pero la redención subjetiva no es únicamente obra de Dios, sino que requiere la libre cooperación del hombre, como corresponde a la Índole de la naturaleza humana dotada de razón y libertad; Dz 799. El misterio insondable de la gracia radica en la íntima cooperación y engranamiento de la virtud divina y la libertad humana. Todas las controversias y herejías en torno a la doctrina de la gracia tienen su punto de partida en este misterio. En su camino hacia la redención subjetiva, Dios no solamente apoya al hombre por medio de un principio intrínseco, la virtud de la gracia, sino también por medio de un principio extrínseco, la actividad de la Iglesia en la doctrina, la dirección y la difusión de la gracia de Cristo por medio de los sacramentos. El fin de la redención subjetiva es conseguir la perfección eterna en la visión beatífica de Dios”


Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Editorial Herder, Barcelona 1966, pág. 342
(Esta obra cuenta con Nihil Obstat e Imprimatur)


Expresiones similares que considero muy apropiadas la usan otras obras de teología dogmática:

“Especial importancia tiene para nosotros el versículo 19 «por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores»…En estricto paralelismo se afirma que por la obediencia de uno solo, Jesús, todos serán constituidos justos; si se quisiera entender la primera parte del verso en el sentido de un simple «automatismo» del pecado, igualmente habría que afirmarlo para la gracia. Más bien hay que considerar que hay aquí una situación objetiva, que cada cual puede «apropiarse» mediante la fe

Luis F. Ladaria, Teología del pecado original y de la gracia, Biblioteca de autores cristianos, Madrid 1993, Pág. 77
(Esta obra cuenta con licencia eclesiástica del Arzobispado de Madrid)


También Juan Pablo II utiliza la expresión “apropiarse de la redención” en su encíclica Redemptor hominis. Espero no vallamos a señalarle de ser tan poco delicado como Ludwitt Ott.

Dimensión humana del misterio de la Redención

El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor, como se ha dicho anteriormente, revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es —si se puede expresar así— la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad. En el misterio de la Redención el hombre es «confirmado» y en cierto modo es nuevamente creado. ¡Él es creado de nuevo! «Ya no es judío ni griego: ya no es esclavo ni libre; no es ni hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo —no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes— debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a Cristo. Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser, debe «apropiarse» y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se actúa en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo. ¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha «merecido tener tan grande Redentor», si «Dios ha dado a su Hijo», a fin de que él, el hombre, «no muera sino que tenga la vida eterna»!”


Si en dos manuales de teología dogmática con aprobación eclesiástica, y una encíclica escrita por un pontífice se utiliza dicho término, no veo por qué yo no pueda, y en ese punto en particular dejaré el texto como está. (Eso no quiere decir que sean bienvenidas otras sugerencias que puedan generar en algunas correcciones).

13/03/11 1:31 PM
Acabo de leer el hilo anexo que encuentro en dicho foro y encuentro algunas apreciaciones muy poco sensatas y quiero responder brevemente:

El primer comentarista (Miles_Dei) en cuestión escribe:

“No voy a entrar en discusiones segundas, pero sí diré que todo autor que usa el término "apropiarse" de la redención es o poco delicado o poco instruído. Y obviamente, si es instruído, es poco delicado con el dogma. Ya puede ser fulanito o menganito o zutanito. Eso es lo de menos, porque aquí no se discute de nombres, sino de ideas.

….
En fin, que uno puede documentarse, pero ha de saber por donde pisa y que es lo que se pisa y aparte ser luego lo suficientemente hábil en la lectura para no confundir palabras ni recortar expresiones de modo que induzcan a error.”


Reitero que es libre de pensar que los autores citados son poco delicados (Ludwitt Ott, Luis Ladaria, Juan Pablo II), pero debido a precisamente que veo donde me documento y veo donde piso es que prefiero utilizar la terminología y expresiones por esos autores. (Y si he de ser sincero, para mí tiene mucho más credibilidad y me parece mucho más delicado el autor de la obra citada, que la opinión personal de quien hace la crítica, por razones obvias)

Otro comentarista antiguo comentarista de este blog (Luis I) escribe:

“Y realmente, que después de escribir sobre albedrío y gracia, te manden a...

.... leer el Concilio de Orange es como para agraviarse nomás, no?

Y la inconsciente respuesta (si fuera consciente sería una ironía) de contestarle al Petrus Paulus citando el libro de Ladaria (nada menos), aclarando que cuenta con el nihil obstat de la diocesis? ¿Tan luego a Petrus Paulus? Por cierto, es una boutade involuntaria, de lo contrario sería un genio de la ironía.”


No considero que sea para agraviarse, a menos creamos que no podemos equivocarnos. Un peligro que tienen las personas doctas (o que creen serlo) es precisamente es la soberbia. Malo, muy malo, porque con esta actitud en vez de recibir observaciones y consejos, la persona se agravia porque le han roto un ego que no le cabe en el pecho. No se aprende, no se mejora, no se crece...en fin...

Y observo que no ha leído bien, la cita del libro de Ladaria no está dirigida al padre Pedro, sino a la observación del comentario de Miles_Dei citada arriba, respecto a si es apropiado el uso de expresiones como “apropiarse de la redención” utilizadas por los manuales citados, el de Ott incluido.

En este blog las críticas siempre que sean constructivas serán bien recibidas, y si eso incluye mandarme a leer el Concilio de Orange, el Denzinger y hasta el Catecismo, pues magnífico.
13/03/11 11:56 PM
  
Luis Fernando
Tiene su gracia que los que en su repajolera vida han mantenido, ni mantendrán, un debate Biblia en mano con un protestante, se permitan el lujo de tratarte con displicencia y soberbia.

Tu disposición a aceptar las críticas o correcciones que sean necesarias es lo que te amerita como católico fiel hijo de nuestra Madre y Maestra. No se puede decir lo mismo de tus acusadores, esos que presumen de ser más listos y más sabios que el Papa a la hora de juzgar asuntos como el lefebvrismo.

14/03/11 12:44 AM
  
Mariano (Argentina)
José Miguel, es interesante notar que tanto Ladaria, como Juan Pablo II utilizan las comillas cuando hablan de "apropiarse". No estaría de más imitarlos en el texto de tu post.

Comentario del blogger: Ludwitt Ott no lo hace, y tengo entendido Ladaria lo hace porque está citando la obra La struttura circolare di Rom 5,12-21 e is suo significato teologico de Segalla. No veo claro si en el texto de Juan Pablo II lo hace porque esté citando también, porque quiera enfatizar la palabra o por alguna otra razón en particular.

Yo personalmente no veo mucha diferencia, porque una vez que se deja clara la dimensión divina de la redención (que es gracia) dicha palabra refleja muy bien la dimensión humana, en la que el hombre dejándose mover por la gracia se “apropia” de la rendención.

Sinceramente no veo el motivo para escandalizarse.

14/03/11 4:45 AM
  
Mariano (Argentina)
Y sinceramente, ya que aceptas de buen grado los consejos, viendo algunas partes del post, yo le pediría antes de publicarlo el nihil obstat al Padre Iraburu...

Comentario del blogger: No he querido molestarle porque está muy ocupado, pero he aprovechado de consultar al padre Pedro, a ver que me recomienda.

¿Ves tú algo que pueda corregirse o mejorarse?
14/03/11 4:49 AM
  
Javier
Hola José Miguel.

En primer lugar, dar gracias a Dios por contar con apologetas como usted dentro de la Iglesia Católica. En referencia a temas de controversia católico-protestante, como ya le comenté hace meses, hay algo que está empezando a ser habitual y que, por si no fuera poco, se une al laicismo radical que hay en España.

La comunidad protestante aquí en España representa un colectivo en aumento, que crece sin parar debido al flujo migratorio proveniente de América Latina.

Los pastores protestantes (con sueldos de alguno de ellos de hasta 2400 euros) están especialmente ocupados en nutrirse de pobre gente, que por alguna razón, no se ha formado suficientemente en la doctrina católica y se de-forma en base a una serie de auténticos dislates para alimentar y mantener su odio exacerbado tan característico contra todo lo católico.

No hay semana en Protestante Digital que no se arremeta contra la Iglesia de Cristo. Pedro Tarquis, Monroy, Simarro, Pavón, Ciriaco,etc. Lo peor del caso es que sus argumentos son de un nivel paupérrimo, encaminados a adoctrinar en su anticatolicismo a sus seguidores. En cambio, la punta de lanza del protestantismo más depurado y sutil es, sin duda, el caso de César Vidal.

Agradecería que cuanto usted tenga tiempo, se lea los artículos relacionados con "San Martín Lutero" del propio Vidal en Protestante Digital. Como entenderá, muchos de nosotros, yo el primero, no sabemos detectar las falacias que en sus artículos pueda haber.

Un cordial saludo Jose Miguel.

Comentario del blogger: Con gusto tomaré en cuenta su recomendación para próximos post.
14/03/11 6:38 PM
  
Gabaon
Dios te bendiga José Miguel,

El Problema con la gracia no es un problema exclusivo entre Pelagio y Lutero. En La Católica siempre hemos tenido, y tendremos, problemas con la conciliación entre gracia y libre albedrío. Sobre todo si se siguen tratando a ambas como elementos que obran independientemente. En el Catolicismo se nos ha enseñado siempre que la gracia lo que hace es "elevar" la voluntad para que pueda efectuar actos que sobrepasan su capacidad. La gracia lo hace absolutamente todo, y mucho de lo que hace lo hace en la voluntad. La gracia opera en la voluntad no solo para capacitarla sino para moverla. Cuando el Catolicismo defiende que la voluntad interviene en nuestra justificación no es para que se crea que la voluntad se mueve al margen, paralelamente, en un "canal" separado al de la gracia, y la encuentra en algún lugar, sino para que se sepa que la gracia no le resta libertad al hombre, para que se sepa que Dios mueve a los hombres que creó libres manteniendo su libertad. Así el movimiento es todo de la voluntad. Por eso es meritorio. Y ("y", no "pero") es todo de la gracia, porque ella estuvo antes, durante y al final de cada acto conducente a la salvación ( no solo conducente a la justificación) actuando desde fuera y desde dentro de la voluntad.

Creo, puedo estar equivocado, que algo de eso usaste de referencia cuando dices:

[Pelagio]...predicaba...gracias externas...que estimulan la voluntad “desde fuera”, pero no tenían un poder divino implícito


Cuando has dicho "implícito" me imagino que leíste "intrínseco". Y muy bien leiste que negar el poder intrínseco de la gracia es un error, Semi-Pelagianismo, cosecha tardía de Pelagio y sus seguidores.

Fuera de las fronteras de Lutero y Pelagio tenemos el pesimismo infralapsario de Cornelio Jansenio y el optimismo supralapsario de Miguel Bayo. Y en estos binomios de herejías el problema es el mismo: no saber que para que la voluntad haga lo que obligatoriamente debe hacer para que el hombre sea salvado la gracia debe anticipársele, sanarla, vigorizarla, moverla, actualizarla y cuidarla de que no abandone después.

Esta insistencia en defender las obras buenas, es sana y Católica. Pero si aceptas el reto (Luterano, Bayanista, Jansenista, Pelagiano, Arminiano, Molinista, etc. ) de descubrir cuál de las dos es la responsable de hacerlas: o la gracia o la voluntad, pues aceptaste un problema muy mal planteado y por lo tanto cualquier respuesta a él, que no sea señalar su mal-planteamiento, pues seguirá prolongando el problema. No existe tal problema. Los hombres libres se salvan haciendo uso de su libertad y de la única manera que esa libertad puede obrar en orden a la salvación es si la gracia no solo se lo posibilita sino que lo hace eficazmente EN ella. Problema más disparatoso es contraponer obras y gracia.

En el Amor de Jesús.

Comentario del blogger: Dios te bendiga también Gabaon.

Estoy de acuerdo en todo lo que dices, que básicamente se puede resumir en que para cada acto saludable es absolutamente necesaria la gracia interna y sobrenatural de Dios. Precisamente para explicarlo escribí que "A diferencia de Lutero creemos que el hombre es enteramente libre, y a cada impulso de la gracia se añade la energía de la voluntad, y es allí cuando se produce el acto saludable (entendiendo este como la obra buena, meritoria de vida eterna). Por supuesto que en realidad es la fuerza de Dios la que causa siempre toda la fuerza del hombre para el bien, pues cuantas veces obramos bien, Dios obra en nosotros y con nosotros para que obremos, pero no sin nosotros."

La explicación sobre el pelagianismo (que tomé de una Enciclopedia) intenta explicar que para Pelagio el libre albedrío se daba en nosotros como el de Adán antes de la caída. Según él, éste basta al hombre para cumplir todos los mandamientos de Dios. Y aunque admitía una gracia interior de iluminación en el entendimiento que facilitaba la buena elección, sostenía que no era indispensable. Lo mismo pensaba de lo que consideraba gracias externas como la ley mosaica y la enseñanza y ejemplo de Cristo, como estimulantes de la voluntad “desde fuera” (osea que Dios por medio de estas daba al hombre un buen ejemplo a seguir, moviendo de esta manera su voluntad).




14/03/11 9:26 PM
  
Adrián "UnCatolico"
Espero algun dia hacer articulos así , me queda mucho que aprender jejeje , te felicito por tu labor , Dios te guarde y te siga iluminando.

Comentario del blogger: Gracias Adrian, seguro que ya los haces.
16/03/11 3:30 AM
  
Padre Pedro-Félix
Estimado José Miguel:
Trata usted un tema muy delicado y difícil, y por lo demás muy misterioso de la divina Revelación. Nos has dado un buen intento de síntesis. Le recomiendo leer y estudiar el decreto de justificación del Concilio de Trento para profundizarlo mejor.
En su artículo, un punto importante que no considera, es que la justificación de los impíos, después de la promulgación del Evangelio, no puede darse sin el bautismo o su deseo; y en los ya bautizados que han perdido la justificación, por el sacramento de la penitencia.
En cuanto a un comentario que usted recibió, escrito quizás apresuradamente, creo que es importante aclarar para evitar graves errores:
1.- Sostener que “la salvación es por fe. Punto”. Es oscura. Tener la fe es el principio de salvación, porque es fundamento y raíz de la salvación pues sin ella “es imposible agradar a Dios”; pero no basta ni para estar justificado ni para entrar en la vida eterna.
2.- No es exacto decir que san Pablo excluya las obras para la salvación, sino que éstas no merecen la gracia de la justificación interior. Las obras buenas del “impío” no le merecen el paso del pecado a la gracia, de allí la gratuidad del don de la conversión. Pero las obras buenas del impío necesariamente intervienen en el adulto que se prepara –movido por la gracia- a su justificación. Por otra parte, San Pablo ciertamente admite que “los justos” merecen verdaderamente la salvación eterna por sus buenas obras.
3.- Por lo tanto, lo que entiende la Iglesia al leer al apóstol Santiago es bastante claro: las obras de los justos no son meras consecuencias de la fe, pues por ellas verdadera y propiamente se merecen la vida eterna. El justo por ellas se justifica más, por lo cual San Pablo y Santiago están hablando de dos momentos distintos: uno antes y el otro después de la justificación del pecador. No hay ni puede haber contradicción.
4.-En el punto alegado por el comentarista, Lutero no tenía razón. Toda la literatura católica alude a la postura luterana de “sola fe” como falsa.
5.- La vida eterna no es sólo gracia misericordiosamente prometida a los hijos de Dios, sino que también retribución por sus buenas obras
5.- El comentarista pareciera identificar la opinión teológica del molinismo, con la herejía semipelagiana. Los Papas nunca lo hicieron; y Paulo V decretó que «al tratar esta cuestión nadie califique a la parte opuesta a la suya o la note con censura alguna» (Denz.Sch 1997). La decisión fue renovada en 1654 por Urbano VIII (Denz.Sch. 2008), en 1733 por Clemente XII (Denz.Sch 2509-2510) y en 1748 por Benedicto XIV (Denz.Sch 2564-2565). En cambio el semipelagianismo está condenado por el magisterio apostólico.

Comentario del blogger: Muchas gracias padre, por sus observaciones.
18/03/11 3:43 AM
  
Camino
Sin intervenir en el diálogo, mi felicitación por sus posts, José Miguel, y por su onomástica en el día de San José. Que el Custodio del Redentor le acompañe en sus tareas familiares y apostólicas.

Comentario del blogger: Gracias Camino
19/03/11 10:52 AM
  
José Manuel
José Miguel me gustaria que medieras tu opinión sobre Garabandal, actualmente estoy lellendo un libro que ha escrito Antonio Yagüe, el cual tiene gran cantidad de citas sobre la Biblia, se llama "Garabandal, 50 años despues".
Espero tu opinión.
Gracias.
JM

Comentario del blogger: La verdad es que no soy muy adepto a las revelaciones privadas, y la que menciona no la he leído, por lo que no podría opinar.

Un saludo.
21/03/11 8:26 PM
  
Koko
Ya que salió el tema sobre Garabandal, lo poco que conozco, aunque he visto documentales y me informé hace ya algún tiempo, parece que el conocido teólogo dominico A. Royo Marín les concedió autenticidad, ya que el mismo fue al lugar de las apariciones en la época de los 60, cuando todavía estaban habiendo las supuestas revelaciones privadas.

Recomiendo leer: http://www.ourlady.ca/translations/Spanish/padrePioSp.htm
http://www.virgendegarabandal.net/mita50.htm
25/03/11 2:05 PM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.