(44) Teólogos disidentes y ambiguos
–Es usted implacable.
–Si un cristiano no defiende la fe católica con todas sus fuerzas, pudiendo hacerlo, es que no tiene vergüenza.
La disidencia teológica posterior al Vaticano II se inaugura sobre todo después de la Humanæ vitæ (1968). No voy a describir aquí la crisis de la Humanæ vitæ, ni tampoco quiero recordar la posición lamentable que mantuvieron entonces algunas Conferencias episcopales. Solo traeré como ejemplo un caso, el de Washington, especialmente significativo. George Weigel, famoso por su biografía de Juan Pablo II, cuenta detalladamente cómo se vivió la crisis en esa archidiócesis de Estatos Unidos, y concretamente en su Catholic University of America, donde, ya antes de publicarse la encíclica, se había centrado la impugnación habitual del Magisterio (El coraje de ser católico, Planeta, Barcelona 2003,73-77).
«Tras varios avisos, el arzobispo local, el cardenal Patrick O’Boyle, sancionó a diecinueve sacerdotes. Las penas impuestas por el cardenal O’Boyle variaron de sacerdote a sacerdote, pero incluían la suspensión del ministerio en varios casos». Los sacerdotes apelaron a Roma, y la Congregación del Clero, en abril de 1971, recomendó «urgentemente» al arzobispo de Washington que levantara las aludidas sanciones, sin exigir de los sancionados una previa retractación o adhesión pública a la doctrina católica enseñada por la encíclica. Esta decisión, inmediatamente aplicada, fue precedida de largas negociaciones entre el Cardenal O’Boyle y la Congregación romana.
«Según los recuerdos de algunos testigos presenciales –sigue Weigel–, todos los implicados [en la negociación] entendían que Pablo VI quería que el “caso Washington” se zanjase sin retractación pública de los disidentes, pues el papa temía que insistir en ese punto llevara al cisma, a una fractura formal en la Iglesia de Washington, y quizá en todo Estados Unidos. El papa, evidentemente, estaba dispuesto a tolerar la disidencia sobre un tema respecto al que había hecho unas declaraciones solemnes y autorizadas, con la esperanza de que llegase el día en que, en una atmósfera cultural y eclesiástica más calmada, la verdadera enseñanza pudiera ser apreciada».
Primero fue la disidencia tolerada. Casos como éste, y muchos otros análogos producidos sobre otros temas en la Iglesia Católica, enseñaron a los Obispos, a los Rectores de seminarios y de Facultades teológicas, así como a los Superiores religiosos, que en la nueva situación creada no era necesario aplicar las sanciones previstas en la ley canónica a quienes en docencia, predicación o catequesis se opusieran al Magisterio apostólico de la Iglesia (Código de Derecho Canónico c.1371). Más aún, todos entendieron que era positivamente inconveniente defender del error al pueblo cristiano, aplicando estas sanciones, pues ello ocasionaría escándalos o al menos tensiones y conflictos en la convivencia eclesial.
También los teólogos aprendieron con estos acontecimientos que era posible impugnar públicamente temas graves de la doctrina católica sin que ello trajera ninguna consecuencia negativa. La presunta licitud de la disidencia corrió por los ambientes universitarios y pastorales de la Iglesia como una buena nueva.
Yo conocí personalmente en ese tiempo el caso de un profesor de teología moral que, al publicarse la encíclica Humanæ vitæ, resolvió en conciencia abandonar la enseñanza en su Facultad de Teología. Pero poco más tarde decidió continuar en la docencia, al comprobar que estaba permitido disentir públicamente de la doctrina de la Iglesia.
Poco después vino la disidencia privilegiada. Al menos dentro de ciertos límites, la disidencia teológica pasa muy pronto de ser tolerada a ser privilegiada en muchos medios eclesiales. En ellos es difícil que un teólogo sea prestigioso si no disiente más o menos, siquiera en algo, de «la doctrina oficial» de la Iglesia. El teólogo fiel a la doctrina de la Iglesia es allí estimado como seguidor de una teología caduca, superada, meramente repetitiva, ininteligible para el hombre de hoy, creyente o incrédulo. Por el contrario, el haber tenido «conflictos con la Congregación de la Fe, el antiguo Santo Oficio», marca en el curriculum de los autores un punto de excelencia.
El P. Häring (1912-1998), por citar el ejemplo de un disidente próspero, se jubiló como profesor de la Academia Alfonsiana en 1987. Todavía en 1989, exigía que la doctrina católica sobre la anticoncepción se pusiera a consulta en la Iglesia, pues acerca de la misma «se encuentran en los polos opuestos dos modelos de pensamiento fundamentalmente diversos» (Ecclesia 1989, 440-443). Y aún tuvo ánimo, en edad tan avanzada, para arremeter con todas sus fuerzas contra la encíclica Veritatis splendor (1993), especialmente en lo que ésta se refiere a la regulación de la natalidad: «no hay nada […] que pueda hacer pensar que se ha dejado a Pedro la misión de instruir a sus hermanos a propósito de una norma absoluta que prohibe en todo caso cualquier tipo de contracepción» (The Tablet 23-X-1993). En la conmovedora página-web que la Academia Alfonsiana dedica a Bernard Häring como memorial honorífico, mientras se escucha el canon de Pachelbel, puede conocerse que a este profesor «le llovieron honores y premios» de todas partes, y que «es considerado por muchos como el mayor teólogo moralista católico del siglo XX».
Otro caso notable de disidente próspero es el de E. Schillebeeckx, que, después de ser amonestado por la Congregación de la Fe en varias ocasiones (1979, 1980, 1986), publica años más tarde una antología de sus errores en el libro Soy un teólogo feliz (Sociedad Educación Atenas, Madrid 1994).
Y donde se permite la disidencia, se persigue la ortodoxia. Ésta es una norma que no falla: la vemos aplicada siempre. Tiempos recios en la historia de la Iglesia, en los que «teólogos» dura y largamente enfrentados con el Magisterio apostólico son considerados por muchos como los mejores del siglo. Tiempos recios, en los que la fidelidad estricta a la doctrina católica puede llegar a ser una condición desfavorable o excluyente para enseñar en un Seminario o en una Facultad del Occidente ilustrado. «Tiempos recios», en la expresión de Santa Teresa.
¿Cómo está la Iglesia católica allí donde servir a la verdad de la fe y defenderla es para los teólogos sumamente arduo y peligroso, mientras que callar discretamente ante errores y abusos es condición para «guardar la propia vida» académica en la paz y la estima general? Un cierto grado de disidencia o al menos de tolerancia activa o pasiva hacia teologías disidentes ha sido durante decenios un pasaporte absolutamente exigido en muchos medios académicos. Y por supuesto, en las Iglesias enfermas de disidencia liberal, sufren ese mismo calvario los Obispos, presbíteros, los religiosos y los laicos, que son fieles a la ortodoxia católica.
¿Cómo está la Iglesia allí donde un grupo de laicos que crea en la doctrina católica sobre Jesucristo, la Virgen, los ángeles, la Providencia, la anticoncepción, el Diablo, etc., y se atreva incluso a «defender» estas verdades agredidas por otros, sea marginado, perseguido y tenido por integrista?… Describir aquí, por ejemplo, el calvario inacabable que en algunas Diócesis pasan ciertos grupos de laicos que pretenden difundir, según es voluntad de la Iglesia, los medios lícitos para regular la natalidad, excede nuestro ánimo. Se ven duramente resistidos, marginados, calumniados. Mientras otras obras, quizá mediocres y a veces malas, son potenciadas, ellos están desasistidos y aparentemente ignorados por quienes más tendrían que apoyarles. Es norma fija: donde se valora la disidencia, se persigue la ortodoxia.
Existe hoy una teología que no es teológica. Puede un profesor de teología –se dicente «teólogo»– discurrir sobre temas teológicos, escribir y hablar de ellos con erudición y con terminología teológica y, sin embargo, no hacer realmente teología. En efecto, la teología es obra que la razón produce a la luz de la fe (ratio fide illustrata), y que «se apoya, como fundamento perdurable, en la Escritura unida a la Tradición» (Vat.II, Dei Verbum 24). Y «la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia están unidos de tal modo que ninguno puede subsistir sin los otros» (ib. 10). Eso significa que no es propiamente teología aquella «teología» que desarrolla su pensamiento al margen o en contra de Escritura, Tradición y Magisterio apostólico. Podrá ser teodicea, teología protestante –el libre examen luterano– o simplemente ideología. Y es posible, incluso, que la palabra gnosis sea la más indicada para referirse a ella.
Ambigüedades y eufemismos. La disidencia actual respecto a la doctrina de la Iglesia algunas veces es patente, pero con más frecuencia la disidencia se expresa en modos ambiguos, eufemísticos, indirectos, implícitos. Los ejemplos podrían multiplicarse. En una Asamblea católica del más alto nivel, el Grupo B declara: «El Grupo se adhiere sin reservas a la Humanæ vitæ, pero cree que haría falta superar la dicotomía entre la rigidez de la ley y la ductilidad de la pastoral». Traducido: el Grupo no se adhiere a la encíclica aludida, o se adhiere con hartas reservas, y aconseja o exige que se ponga fin a la dura intransigencia de la doctrina conyugal católica.
Una cosa es lo que se dice, y otra lo que se quiere decir, que es lo que de hecho va a ser entendido por el oyente o lector. Pondré otro ejemplo, esta vez sobre el tema delicadísimo de la historicidad de los Evangelios. Un eminente exegeta, dice en una entrevista: «Llegué a la conclusión de que, si bien los Evangelios no son históricos en el sentido moderno de la historia, sin embargo resulta imposible, sin ignorar una serie de evidencias, contradecir la verdad histórica del mensaje de Cristo».
Que el sentido de la historia no es el mismo en Jenofonte y en Toynbee, pongamos por caso, es una afirmación obvia. Ha de suponerse, pues, que lo que quiere decir este eclesiástico eminente no va por ahí. ¿No interpretarán los lectores, según eso, que a su entender los Evangelios no son históricos, aunque su mensaje sí lo es? Es decir, ¿no estará diciendo que no son históricos los hechos que los Evangelios narran, o buena parte de ellos, sino el mensaje que por ellos se transmite?… El tal exegeta no tendrá, pues, razón para enojarse si muchos interpretan de este modo sus palabras, que serían ciertamente contrarias a la doctrina de la Iglesia, pues ésta «ha defendido siempre la historicidad de los Evangelios» (Vaticano II, Dei Verbum 19; Catecismo 126; 514-515). No podrá alegar que sus palabras han sido objeto de una interpretación temeraria o abusiva.
En la antigüedad cristiana los errores se proponen con ingenua claridad. No existiendo todavía un cuerpo doctrinal católico bien definido, hay una correspondencia patente entre lo que dicen quienes los difunden y lo que piensan. A medida, por el contrario, que la doctrina católica se va definiendo más y más, aquellos que contrarían la doctrina de la Iglesia –como los jansenistas o los modernistas– se ven obligados a expresar su pensamiento con palabras mucho más cautelosas y encubiertas. Hoy, pues, los errores rara vez son expresados en forma patente. Casi siempre se difunden a través de un lenguaje deliberadamente impreciso, ambiguo y eufemístico, en el que quizá podría ser aceptable lo que se dice, pero no lo que se quiere decir, que es lo que realmente se dice.
No es, por lo demás, ninguna novedad que los lobos se vistan «con piel de oveja» (Mt 7,15). Pero el Señor y sus Apóstoles nos tienen ya muy avisados: «son falsos apóstoles, que proceden con engaño, haciéndose pasar por apóstoles de Cristo. Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2Cor 11,13-14).
José María Iraburu, sacedote
Índice de Reforma o apostasía
34 comentarios
Esta clase de papado consentidor en nombre de la "paz interna" está en las antípodas de un León XIII o un Pío XII, por poner un ejemplo,y no dejo de ver en esta clase de tibieza sino clericalismo corporativista... una especie de "entre sotanas no hay cornadas", amén de una inconfesada asimilación de la propaganda anticatólica y sus leyendas negras según las cuales por el "autoritarismo" de pretender el reinado de Cristo la Iglesia tenía que hacerse perdonar dentro y fuera de sí misma.
Los pastores "complejinis" se inhabilitan a sí mismos para la función de pastor y hacen mucho daño al rebaño. Sigue siendo mayoritaria esa categoría de pastor,en mi opinión.
En cuanto al contenido de su artículo de hoy, como siempre, tengo que darle las gracias por hacer entendile lo que, en muchas ocasiones, puede ser difícil de entender.
Para los creyentes comunes, de decir los que tenemos formación teológica limitada, resulta siempre bueno y benéfico para nuestra fe que se exponga, como Ud. lo hace, las posibilidades de engañarnos que tienen muchos hermanos en la fe aunque, muchas veces, no lo parezcan.
Sí, totalmente de acuerdo, el término "gnosis" es el que mejor designa ese amalgama neomodernista. La nueva gnosis preñada de viejas rebeldías y soberbia. Como aquellos ilustrados, son eclesiásticos de "TODO POR EL PUEBLO, PERO SIN EL PUEBLO"... ¡pobrecitos!
Pues sí. En todos los órdenes.
Y cuando más perfecta es la ley y más claro su contenido, más rebuscada y capciosa es la trampa que busca neutralizarla.
Muchas gracias Padre por su claridad. Ejemplos de lo que Ud. denuncia y pone sobre el tapete, se ven todos los días.
"Resulta sarcástico que un papa que ordena a los demás sucesores de los apóstoles omitir el auxilio debido a las ovejas del Señor para que no se le subleve más el loberío de los "listillos" se llamase precisamente Pablo".
No está bien eso que Ud. dice. El Papa Pablo VI "no ordena a sus sucesores" que, etc. Como dice Weigel en el texto citado, tolera la disidencia callando, sin aprobarla, por supuesto (tuvo muy duras frases contra ella), esperando "que llegase el día en que, en una atmósfera cultural y eclesiástica más calmada, la verdadera enseñanza pudiera ser apreciada". Y urgida.
reconozco que a mí me ha sorprendido ese tema de Pablo VI del que habla el artículo. Te imagino vehemente en la defensa de verdad y en la condena del error, como yo lo soy. Ahora bien, yo creo que ante un Papa con fama de santidad como él, que tuvo que pasar las de Caín tras el Vaticano II, hasta el extremo de decir la celebre frase "por alguna rendija se ha metido el humo de Satanás en la Iglesia..." tenemos que conceder que la superior inspiración del Espíritu Santo que tiene el sucesor de Pedro, le llevara a tal modo de gestionar aquel cáncer doctrinal. Por mucho que a algunos nos cueste entenderlo. Ante el Papa, y más uno como Pablo VI, es mejor suspender el juicio, con humildad. Y esto no creo que sea "papismo acrítico". Un saludo
Es de recibo señalar la realidad de lo que pasó durante su pontificado, y las consecuencias constatadas inmediatamente después. El "mensaje" que dejó la orden del papa de dejar las disidencias de Washington en la impunidad más absoluta, aún a costa de contrariar gravísimamente un legítimo acto de gobierno de un hermano en el episcopado, desautorizándolo -cosa de por sí inaudita- , fue rápidamente asimilado por el personal y llevó, en etapas sucesivas, primero a envalentonar a la disidencia y finalmente, a apocar a la ortodoxia.
Pues con sólo ésto, hay tela para cortar. Avanzar desde aquí a juzgar la personalidad de Pablo VI me parece improcedente e infructuoso. Lo que nos muestran Weigel y el Padre es utilísimo para entender cómo se fue gestando la tremenda crisis que asoló y asola a la Iglesia. Aprovechémoslo como corresponde.
"La realidad es que hasta hoy no hay intervenciones del Magisterio infalible sobre cuestiones de moral. Es opinión generalizada que incluso el contenido moral de encíclicas tan importantes como Casti connubii, Humanae vitae o Evangelium vitae no gozan de infalibilidad."
Lo dice: Javier DE LA TORRE DÍAZ
Miembro del Consejo de Redacción de Sal Terrae. Profesor de Teología y Director de la Cátedra de Bioética en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). [email protected]
en:
Sal Terrae 97 (2009) 797-809
Para una lectura amable
del Magisterio
Es decir, el sustituto de Masiá.
Estaría bien que alguien tuviera la bondad de aclararme si el párrafo es cierto o no.
a los demonios del templo hindú en Inglaterra. Y no hay retribuciones de ningún tipo. Se ha perdido la brújula y nadie pone el orden en esta cena de negros.
Dónde quedó la corona del Papa? Ya quedó como el rey Juan Carlos, con el titulito, pero sin poder para mandar traer unos cigarrillos? Mal andamos...
Hay que exigir cuentas a nuestros prelados y si no nos hacen caso, a castigar los cepos de limosnas, a ver si entienden el mensaje. O seguirán cerrando Iglesias por falta de clientela.
La actual edición del “Dentzinger”, que va por la 38º edición, por lo menos, se titula “Enchridion Symbolorum Definitionum et Declarationum de rebus FIDEI ET MORUM” (DE FE y DE COSTUMBRES, es decir, de moral), y tiene 1630 páginas. No le cuento la cantidad de doctrinas infalibles, aunque no hayan sido proclamadas de forma “ex cátedra”, que la Iglesia hay ido enseñando a lo largo de veinte siglos. Y me figuro que el prof. Javier de la Torre no afirmará tal error. Decir que no hay doctrina católica alguna infalible en materias de moral es inadmisible. Vea usted lo que enseña el Vaticano II de la infalibilidad de la Iglesia (Lumen Pentium 25c, del Papa, de los Obispos en comunión con el Papa, y de la totalidad de los fieles, nn. 12, 18, 25) y lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el mismo tema (nn. 2030-2040). Y normalmente esos textos que cito no se refieren a la infalibilidad de “una” encíclica, sino de un Magisterio enseñado por la Iglesia siempre y en todo lugar: trate de fe o de costumbres, es decir, de moral.
EN DOS O TRES DÍAS no podré atender (quizá en algún momento sí, no lo sé) los comentarios por estar de viaje.
Por esta vez pase. Pero si continúa hablando de la Jerarquía apostólica de la Iglesia con hostilidad y desprecio, tendré que eliminar sus comentarios:
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Se ha perdido la brújula y nadie pone el orden en esta cena de negros.
Dónde quedó la corona del Papa? Ya quedó como el rey Juan Carlos, con el titulito, pero sin poder para mandar traer unos cigarrillos? Mal andamos...
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Una cosa es comentar negativamente un hecho concreto de un Pastor sagrado (hacer una ofrenda floral ante el altar de divinidades hindúes) y otra cosa es decir que la Iglesia va a la deriva, sin nadie que lleve el timón, asegurándole la orientación verdadera en fe y costumbres. Si ud. considera la historia de la Iglesia, será muy difícil que halle cien años seguidos con una categoría doctrinal, espiritual y personal comparable a la de los Papas que la providencia de Dios ha dado a su amadísima esposa la Iglesia en ese último tiempo, hasta hoy. Lo de la corona y los cigarrillos, mejor no lo comento.
El párrafo que le he citado es textual de dicho profesor, y lo puede encontrar en:
Sal Terrae 97 (2009) 797-809
Para una lectura amable del Magisterio
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Alfa
JMI.-Cuando digo que "Y me figuro que el prof. Javier de la Torre no afirmará tal error", no pongo en duda la transcripción exacta que hace de la frase. Digo que me figuro que, considerado en el conjunto de su libro, no dirá que no hay enseñanzas infalibles de la Iglesia en temas morales.
Una aclaración, que en comentarios anteriores me pareció no verla: lo de "con la esperanza de que llegase el día en que, en una atmósfera cultural y eclesiástica más calmada, la verdadera enseñanza pudiera ser apreciada" no lo dijo Pablo VI, sino Weigel, juzgando con la perspectiva que dan los años.
La serie de fotos de los teólogos ortodoxos pero políticamente correctos, los heterodoxos moderados y los disidentes declarados es fabulosa, padre. La verdad es que me figuro que es una UTE con E.O. Pobre Tamayo, Castillo, Masiá, Pagola, así andan aunque ellos se vean tan guapos como sus fans les ven. Oremos.
Cuando dice que "otra cosa es decir que la Iglesia va a la deriva, sin nadie que lleve el timón, asegurándole la orientación verdadera en fe y costumbres", hay que constatar que efectivamente es así, que la Iglesia no va nunca a la deriva porque es el Espíritu Santo quien la dirige y no le falta nunca la asistencia divina.
Pero, a mi juicio, no es erróneo ni inconveniente -antes al contrario- señalar, y con nombres y apellidos, que hay pastores que no pastorean. Siempre que quien lo haga sea movido por la caridad, no por el resentimiento o la desafección.
Entre otras cosas, empezaremos a entender algo de lo que nos está pasando.
No debes confundir la autoridad en materia de doctrina que el Papa tiene en la Iglesia, con la autoridad (humana) propia de un gobernante sobre su pueblo y en particular sobre su jerarquía (obispos) y no se puede negar que el Papa tiene esa autoridad digamos política (en el sentido gobierno de una organización humana que es la Iglesia, y no en el sentido de responder a intereses o ideologías políticas). He aquí lo comprensible de todas las disposiciones papales en cuanto a obispos y sacerdotes particulares. Cada Papa hace esto no en función a su autoridad doctrinal sino en función a su posición como máximo jerarca de una organización humana que es la Iglesia. En este sentido, las actuaciones y disposiciones papales relativas a la jerarquía no están libres de error y por lo tanto pueden ser en algunos casos acertadas, en otros tolerables y en otros perdonables; pues están sujetas a las limitaciones humanas inherentes a toda organización.
Por ello comprendo por qué, por ejemplo, no se excomulga a religiosos defensores de la "teología de la liberación", cuando he descubierto que aquella mal llamada teología, no es cristiana y el dios del cual habla no existe. Pero habrán razones no doctrinales sino de gobierno por las cuales el Papa no toma decisiones "radicales" sobre aquellos personales defensores de esa herejía. También entiendo que habrán razones de gobierno para no resolver dentro de la jerarquía los casos de religiosos que comparten esas herejías como el aborto y la anticoncepción. Mi comprensión a estas circunstancias, y aun pensando que el Papa pudiera está en un error ( ¿tal vez político?) como máximo jerarca en el gobierno de la Iglesia, no me lleva a pensar que el Papa en cuestiones de doctrina y Fe, como sucesor de Pedro y receptor del encargo de nuestro Señor para con su Iglesia, esté equivocado, pues pensar esto sería un grave error (y pecado) de mi parte.
Excelente artîculo, muy claro y preciso
Pero tambiên es muy penoso que haya tanta gente que lee sus artîculos y entiende Chino o Japones menos lo que quiere usted decir, ni el espîritu con el que usted estâ escribiendo las cosas. No se si es porque jalaron en comprensiôn de lectura, tienen una visiôn errada de la historia de la iglesia o simplemente son enemigos que se infiltran para terjiversar el mensaje de sus artîculos; no se cual serâ la causa, pero comentan cada estupidez.....
Por otro lado, lo felicito por la nueva habilidad que ha desarrollado (la del foto montaje)la verdad se estâ volviendo todo un experto.
Rezo por usted,
Saludos
Creo que en
Tranquilo, hombre.
Bueno, y lo de que rece el doble antes de dormir me parece un buen efecto de mis posts.
Por ejemplo, nadie me obliga a ser de un determinado equipo de fútbol, así que no tengo derecho a machacarlo. Con pasar del tema, me llega.
Sería muy de agradecer que esos falsos teólogos nos dejasen en paz y se juntasen entre ellos a desbarrar.
Como dice mi suegra :"!Dios nos dé sentidiño!"
Entiendo que lo que sufre la Iglesia hoy en día, es en gran medida a causa de nuestros pecados. Pero también lo es a causa de las estrategias de sus declarados enemigos, que los tiene, como los tuvo su divino Fundador. Y una de esas estrategias es el gramcismo.
El Imperio Romano apeló al martirio, y no le resultó. La Revolución Francesa apeló al genocidio, y tampoco le resultó. O le resultó insuficientemente. Desde el siglo pasado, ya con los enemigos de la Iglesia en el poder político del mundo, se decidió la estrategia propuesta por Antonio Gramsci, el gramcismo, que consiste en podrir a la Iglesia desde adentro, infiltrándole a los peores disidentes y confusionistas convertidos en sacerdotes, religiosos, teólogos, y hasta en obispos y cardenales.
Todos los cuales, claro está, servirán a tan malvada causa siempre y cuando permanezcan dentro del cuerpo que pretenden infectar. Pues fuera, son menos que nada, si posible fuese.
Esta estrategia, fogoneada especialmente luego del MAyo francés, les ha resultado muy exitosa pues han conseguido vaciar las iglesias y la parroquias de países enteros. En Bélgica por ejemplo, otrora usina abundantes de misioneros, luego de sufrir dos primados progresistas ha quedado un erial, con sólo el 7% de católicos practicantes.
Recemos intensamente para que el Papa pueda revertir este estado de cosas, que en eso está.
la "similitud" que ud. establece no es acertada. No hay que confundir el pecador y el hereje. Uno que, como ud. dice, "ha pecado contra Cristo o contra el prójimo", es un pecador, pero no es un hereje. Que se arrepienta y siga adelante. Un hereje es otra cosa distinta. Le copio la definición que da el Catecismo (n. 2089), tomándola del Código de Derecho Canónico: "Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica", etc. El hereje solo puede reintegrarse en la comunidad de la Iglesia retractándose de esa doctrina que él mantiene, incompatible con la fe católica.
El engendro en cuestión versa, cómo no, sobre la polémica nueva ley del aborto, a propósito de las palabras del obispo portavoz de la CEE, Juan Antonio Martínez Camino ("el Padre Camino", en palabras del simpático teólogo).
En resumidas cuentas, este señor considera "de una pobreza extrema esta manera de ejercer el ministerio de enseñanza episcopal". Nos participa asimismo sus dudas "de que esa enseñanza moral haga el debido esfuerzo de discernimiento que como adultos nos corresponde", considerando "que nos trata como a menores de edad en la fe y en la doctrina". Echa de menos la colegialidad episcopal a la hora de hacer este tipo de manifestaciones, "hay que escenificar bien la eclesialidad del discernimiento", dice literalmente, porque "este solitarismo de la 'portavocía' episcopal (sic) no es de recibo en una sociedad de católicos mayores de edad. Tanta verdad doctrinal, moral y 'política', para uno solo resulta chocante e indigesta".
En fin, como puede ver, muy interesante e ilustrativo de la situación actual en materia de teología en España, y supongo que en el resto del mundo.
Insisto, profesor de moral social cristiana. Ignoro en qué escuela, facultad o seminario, pero profesor de moral social cristiana.
Le dejo el enlace para que lo compruebe con sus propios ojos.
http://www.nortecastilla.es/20091201/opinion/obispos-evangelio-entero-20091201.html
Un saludo.
Me ha gustado mucho este artículo suyo, le seguire leyendo, para mi ha sido un descubrimiento fenomenal. Gracias
Gracias por su obra de misericordia, de #enseñar al que no sabe#.
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