El Concilio Vaticano II y la condena de los errores
El teólogo italiano Giuseppe Ruggieri integra la llamada “Escuela de Bolonia”, considerada por muchos como una destacada defensora de la “hermenéutica de la discontinuidad” (con respecto al Concilio Vaticano II). Dicha hermenéutica fue rechazada por el Papa Benedicto XVI en su discurso a la Curia Romana de fecha 22/12/2005. Comentaré un párrafo de un artículo de G. Ruggieri. Éste, adhiriéndose a una tesis del historiador John W. O’Malley SJ, dice lo siguiente:
“Abandonando el género jurídico-legislativo, tomado en préstamo de la tradición jurídica romana, de los concilios precedentes, que alcanzaban en los cánones de condena su punto álgido, el Concilio Vaticano II renunció a la condena de los errores y retomó de la antigüedad clásica el modelo del “panegírico”, que pinta un retrato ideal idóneo para suscitar admiración y apropiación.” (Giuseppe Ruggieri, Lucha por el Concilio, en: Cuadernos Vianney, Nº 25, Montevideo, Mayo de 2009, p. 41).
Veamos qué dice realmente la letra del Concilio Vaticano II acerca del asunto de la condena de los errores.
En primer lugar, subrayo que el Vaticano II, al hablar del respeto y el amor debidos a los adversarios, trató explícitamente el tema de la condena de los errores en general, sosteniendo una tesis contraria a la de O’Malley y Ruggieri:
“Quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, política e incluso religiosa, deben ser también objeto de nuestro respeto y amor. Cuanto más humana y caritativa sea nuestra comprensión íntima de su manera de sentir, mayor será la facilidad para establecer con ellos el diálogo.
Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable. Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando está desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa. Dios es el único juez y escrutador del corazón humano. Por ello, nos prohíbe juzgar la culpabilidad interna de los demás.” (Concilio Vaticano II, constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, n. 28). (1)
En segundo lugar, destaco que el Vaticano II practicó el criterio general recién expuesto, condenando explícitamente varios errores particulares. Veamos algunos ejemplos:
1. Condena del marxismo (2)
“Entre las formas del ateísmo moderno debe mencionarse la que pone la liberación del hombre principalmente en su liberación económica y social. Pretende este ateísmo que la religión, por su propia naturaleza, es un obstáculo para esta liberación, porque, al orientar el espíritu humano hacia una vida futura ilusoria, apartaría al hombre del esfuerzo por levantar la ciudad temporal. Por eso, cuando los defensores de esta doctrina logran alcanzar el dominio político del Estado, atacan violentamente a la religión, difundiendo el ateísmo, sobre todo en materia educativa, con el uso de todos los medios de presión que tiene a su alcance el poder público.
La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar con dolor, pero con firmeza, como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas doctrinas y conductas, que son contrarias a la razón y a la experiencia humana universal y privan al hombre de su innata grandeza.” (Ídem, nn. 20-21).
2. Condena del secularismo
“Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia. (…)
Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. (…) Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida.” (Ídem, n. 36).
3. Condena del aborto, la esterilización y la anticoncepción
“El Concilio sabe que los esposos, al ordenar armoniosamente su vida conyugal, con frecuencia se encuentran impedidos por algunas circunstancias actuales de la vida, y pueden hallarse en situaciones en las que el número de hijos, al menos por ciento tiempo, no puede aumentarse, y el cultivo del amor fiel y la plena intimidad de vida tienen sus dificultades para mantenerse. Cuando la intimidad conyugal se interrumpe, puede no raras veces correr riesgos la fidelidad y quedar comprometido el bien de la prole, porque entonces la educación de los hijos y la fortaleza necesaria para aceptar los que vengan quedan en peligro.
Hay quienes se atreven a dar soluciones inmorales a estos problemas; más aún, ni siquiera retroceden ante el homicidio; la Iglesia, sin embargo, recuerda que no puede hacer contradicción verdadera entre las leyes divinas de la transmisión obligatoria de la vida y del fomento del genuino amor conyugal.
Pues Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre. Por tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables. La índole sexual del hombre y la facultad generativa humana superan admirablemente lo que de esto existe en los grados inferiores de vida; por tanto, los mismos actos propios de la vida conyugal, ordenados según la genuina dignidad humana, deben ser respetados con gran reverencia. Cuando se trata, pues, de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal. No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina, reprueba sobre la regulación de la natalidad.” (Ídem, n. 51).
4. Condena del falso irenismo en el diálogo ecuménico
“La manera y el sistema de exponer la fe católica no debe convertirse, en modo alguno, en obstáculo para el diálogo con los hermanos. Es de todo punto necesario que se exponga claramente toda la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña a la pureza de la doctrina católica y oscurece su genuino y definido sentido.” (Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ecumenismo Unitatis Redintegratio, n. 11).
Por último, destaco que el Vaticano II se adhirió explícitamente a la doctrina de los Concilios de Trento y Vaticano I, solidarizándose así también, implícitamente, con sus anatemas:
“El Santo Concilio, escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamándola confiadamente, hace cuya la frase de San Juan, cuando dice: “Os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó: lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros, y esta comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn 1,2-3). Por tanto, siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame.” (Concilio Vaticano II, constitución dogmática sobre la divina revelación Dei Verbum, n. 1).
En síntesis: ciertamente es verdad que en el Concilio Vaticano II tuvo lugar un cambio en las formas de expresión de la doctrina católica, pero también lo es que ese cambio no afecta sustancialmente el sentido y el alcance de esa doctrina, incluyendo la condena de los errores graves en materia religiosa y moral, doctrina que es y permanece inmutable (cf. Papa Juan XXIII, Discurso de apertura del Concilio Vaticano II, 11 de octubre de 1962). Aunque es verdad, como dijo el Beato Papa Juan XXIII, que hoy la Iglesia, al combatir los errores, “prefiere usar más el remedio de la misericordia que el de la severidad” (Íbidem), esto no implica renunciar a dicha severidad cuando es necesaria, ni mucho menos renunciar a combatir los errores.
La tesis de que el Concilio Vaticano II renunció a la condena de los errores sólo puede sostenerse apelando a un vago y falso “espíritu del Concilio” y olvidando su letra, en la cual se encarna su verdadero espíritu.
Por lo demás, el magisterio de los Papas post-conciliares siguió practicando con frecuencia la condena (es decir, el rechazo firme y severo) de los errores doctrinales y morales. Enumeraré sólo siete ejemplos, pero esta lista podría prolongarse mucho con suma facilidad:
a) La encíclica Humanae Vitae (Papa Pablo VI, 1968) condenó la anticoncepción.
b) La instrucción Libertatis Nuntius (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1984) condenó varios aspectos de la “Teología de la Liberación”.
c) La instrucción Donum Vitae (Congregación para la Doctrina de la Fe, 1987) condenó la reproducción humana artificial.
d) La encíclica Centesimus Annus (Papa Juan Pablo II, 1991) renovó la condena del liberalismo y del socialismo.
e) La encíclica Veritatis Splendor (Papa Juan Pablo II, 1993) condenó varios errores en materia de teología moral fundamental.
f) La encíclica Evangelium Vitae (Papa Juan Pablo II, 1995) renovó solemnemente la condena del aborto y de la eutanasia.
g) La declaración Dominus Iesus (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2000) condenó varios errores que atentan contra la unicidad y la universalidad salvífica de Cristo y de la Iglesia.
Por otra parte, valdría la pena analizar críticamente la afirmación de Ruggieri, que me parece muy cuestionable, acerca de que “el género jurídico-legislativo… de los concilios precedentes” fue “tomado en préstamo de la tradición jurídica romana”. Ahora no puedo extenderme en ello, pero dejo constancia de mi impresión de que esta afirmación (no fundamentada por el autor) busca relativizar el valor de las condenas de errores teológicos efectuadas por el Magisterio “pre-conciliar” (3).
Daniel Iglesias Grèzes
1) En los seis textos citados del Vaticano II, los énfasis fueron agregados por mí.
2) En ambos extremos del espectro teológico (tanto el del “progresismo” radical, como el del “tradicionalismo” radical, de corte lefebvrista) se suele afirmar que el Concilio Vaticano II no condenó el comunismo. Los progresistas radicales se congratulan de esa supuesta omisión del Vaticano II, mientras que los tradicionalistas radicales la deploran. Sin embargo, como atestigua claramente el texto citado a continuación, tal omisión no existió.
3) Hay quienes, al señalar los orígenes o el contexto histórico de una proposición, pretenden desviar la atención de la cuestión de su verdad o falsedad. Así, por ejemplo, los críticos “progresistas” del Papa Juan Pablo II solían “explicar” que sus enseñanzas contrarias al socialismo marxista se debían a su nacionalidad polaca.
40 comentarios
Juan Pablo II manifestó que los dos grandes males del siglo XX fueron el nazismo y el comunismo. Sea cual sea el orgien de esa animadversión entiendo que hay muchos criterios por lo que se puede llegar a la misma afirmación, por eso no tiene ningún sentido el origen de una cuestión, sino la cuestión en sí.
Enhorabuena por todos tus artículos. Ayer estuve hablando con Eleuterio Fernández Guzmán de ti, y he de decirte que aparte de nuestras creencias nos une nuestra formación técnica. Yo soy arquitecto y me agrada ver la labor apostólica de personas del gremio.
Más adelante me pondré en contacto contigo.
Un abrazo
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DIG: Muchas gracias, Ignacio.
En www.vatican.va, con un poco de suerte (pues es más bien difícil navegar por esa web) en CURIA, se mira CONGREGACIONES, se pincha en DOCTRINA DE LA FE y, si no falla el asunto, sale una buena lista de errores condenados.
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DIG: Muchas gracias, Padre José María. No quise alargar mucho la lista de documentos pontificios recientes que condenan errores, pero como usted bien dice, la lista completa es muy larga e incluye las reprobaciones de diversas obras de esos autores que usted nombra.
¿Y que decir del mismo Jesús, "manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29), cuando ordena que, si alguno, empecinado, no escucha a la Iglesia, ha de ser "considerado como pagano o publicano" (Mt 18,17).
Sigue siendo tan lamentable que los que llevan adelante los "Cuadernos Vianney" actúen con una mirada tan sesgada. No en una abierta revuelta contra el Papa actual, pero sí solapadamente, escudándose en "prestigiosas" (¿ - ?) firmas.
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DIG: De acuerdo. Muchas gracias, Padre Miguel.
Juan Pablo II, afortunadamente, no tuvo tantos "respetos humanos" y dijo del marxismo lo que verdadaderamente era: Un pecado contra el Espíritu Santo (el peor de los pecados posibles, atendiendo a Mc. 3,29)
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DIG: Gracias, Luis López. ¿Podrías aportarnos la cita?
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DIG: De acuerdo. Muchas gracias, Juan Carlos.
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DIG: Estimado Luis: Como surge del texto citado, el Concilio Vaticano II condenó claramente el marxismo, aunque no lo haya nombrado. "A buen entendedor, pocas palabras bastan".
"(56) Por desgracia, la resistencia al Espíritu Santo, que San Pablo subraya en la dimensión interior y subjetiva como tensión, lucha y rebelión que tiene lugar en el corazón humano, encuentra en las diversas épocas históricas y, especialmente, en la época moderna su dimensión externa, concentrándose como contenido de la cultura y de la civilización, como sistema filosófico, como ideología, como programa de acción y formación de los comportamientos humanos. Encuentra su máxima expresión en el materialismo, ya sea en su forma teórica —como sistema de pensamiento—ya sea en su forma práctica —como método de lectura y de valoración de los hechos— y además como programa de conducta correspondiente. El sistema que ha dado el máximo desarrollo y ha llevado a sus extremas consecuencias prácticas esta forma de pensamiento, de ideología y de praxis, es el materialismo dialéctico e histórico, reconocido hoy como núcleo vital del marxismo".
Como muchos han deducido de estas palabras de Juan Pablo II, el marxismo, por lo tanto, debe verse como la expresión más perfecta de ideología que "resiste al Espíritu", luego, entiendo que el Papa considera al Marxismo como fiel expresión del "pecado contra el Espíritu Santo"
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DIG: De acuerdo. Muchas gracias, Luis.
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DIG: Muchas gracias, José Miguel. Por supuesto puedes republicar mi artículo en tu sitio.
lejos de mí menospreciar tu paciencia al espigar estos escasísimos textos, apenas unas decenas de líneas perdidas en el fárrago de un Concilio facundo que habló más que los veintipico anteriores. Por lo demás, para apreciar la singularidad de estos basta leer el mensaje de apertura del Papa Juan (el fustigador de los "profetas de desgracias", esos sí condenados con energía) y el de clausura (en el que Pablo VI -otro tributario de la escuela de Bolonia-) señala expresamente que el humanismo ateo no ha sido condenado ni confrontado por el humanismo del Concilio: "la religión del hombre que se hace Dios se ha encontrado con la religión de Dios que se hace hombre; ... nosotros también tenemos la religión del hombre"
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DIG:
1) Que las condenas de errores en el Concilio Vaticano II hayan sido pocas o muchas, escuetas o ampliamente desarrolladas, es secundario respecto del punto en discusión: si ese Concilio renunció o no a condenar los errores.
2) Los Concilios Ecuménicos anteriores al Vaticano II fueron veinte, no veintipico.
3) Juan XXIII no condenó a los "profetas de desgracias", sino que expresó su desagrado para con una actitud negativa por sistema, por así decir.
4) Pablo VI no fue tributario de la Escuela de Bolonia.
5) No sé si la parte final de la frase de Pablo VI en el discurso de clausura del Concilio está citada correctamente. La primera parte la recuerdo bien.
Ensayo una posible interpretación de esa frase intrigante:
a) "La religión del Dios que se hace hombre" es el cristianismo.
b) "La religión del hombre que se hace Dios" es el humanismo.
c) El humanismo en general no es esencialmente incompatible con el cristianismo, aunque sí lo son algunas de sus variantes (por ejemplo el humanismo ateo o el humanismo secular). Por eso Pablo VI dice que al encontrarse ambas "religiones", podría haber habido un choque o condena (no recuerdo su expresión exacta), pero de hecho no la hubo. En términos generales, el Vaticano II, sin renunciar a la sustancia de la fe cristiana, prefirió seguir la línea del diálogo con el humanismo contemporáneo, para resaltar que puede haber un humanismo cristiano, que no es una religión distinta del cristianismo, sino la vieja verdad cristiana expresada de un modo nuevo.
Excelente enfoque.
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DIG: Efectivamente. Gracias, Patricio.
Sí están adentro, pero no. No, pero sí. Están o no están? Lutero, Zwinglio, Melanchton, Enrique VIII, Calvino, Mennon Simmons, y toda una numerosa legión de herejes "muy cristianos" están seguramente gozando de la visión beatífica. Habrá que canonizarlos a todos. Pero comencemos con monseñor Marcel Lefebvre, no podemos hacer excepciones.
Los protestantes separados la tienen más " facilita". Porqué no nos hacemos todos protestantes, "nacemos de nuevo" y como ya somos salvos, nos evitamos el engorro de ir a misa cada domingo si no queremos, no nos confesamos, no comulgamos, no rezamos, no hacemos buenas obras, cometemos adulterio, fornicamos, robamos, porque ya todo lo tenemos perdonado de antemano?
Es la misma, todos vamos al Cielo en manada. Se cerró el Purgatorio, el Limbo fué un cuento chino y el infierno no es un lugar, es un estado, una alegoría. Despúes de todo, siendo sacos de inmundicia, somos salvos sólo por fé.
Además, a la gente le choca que le hablen del infierno. Pecado?? Qué es éso?
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No señores, una de las poquísimas cosas imposibles para Dios es contradecirse.
La condena nominal del comunismo fue un tema muy discutido. Y se decidió omitirla. Algunos, en defensa del Concilio, dicen que fue para evitar males mayores a los cristianos bajo el telón de acero. Es posible, pero no hubo condena en los términos claros de un Pío XI, por ejemplo.
Y luego vino la teología de la liberación, los "cristianos por el socialismo", los "obispos rojos" en España e Iberoamérica, etc. Y una muy generosa tolerancia o aprobación por parte de la autoridad.
Saludos.
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DIG: Estimado Martin: No es verdad que, hablando en términos generales, los "Cristianos por el Socialismo" y otros movimientos similares hayan recibido aprobación por parte de las autoridades eclesiásticas. Muchos Obispos alertaron, de forma explícita o implícita, contra esa grave desviación respecto de la fe cristiana. Fueron relativamente muy pocos los Obispos que mostraron simpatía para con movimientos extremistas como ése.
Para el cometido de Iglesias era más que suficiente recordar que el Vaticano II no fue "buenudismo" con cualquier postura.
Además, ciertas acusaciones de "silencio" no parecen muy diversas a las que se esgrimen contra el mutismo de Pío XII frente los nazis y su plan de exterminio de los judíos.
En cuanto a ciertas dudas sobre salvación fuera de la iglesia, recordemos que ya mucho antes del Concilio se había condenado la postura del jesuita Feeney, que no admitía la salvación fuera de la Iglesia. Por otra parte ya se había echazado una posición similar en Jansenio.
El Vaticano II, no deja de apreciar todo lo bueno y armonizable, que hay por todas partes en pueblos, culturas y cristianos separados. Lo cual no quiere decir caer en el indiferentismo, como bien lo ha aclarado la "Dominus Jesus", sin contradecir en esto un ápice al Vaticano II.
¿Habrá realizado algo positivo este último Concilio, tan vapuleado por más de uno?
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DIG: Muchas gracias, Padre Miguel. Estoy de acuerdo con todo su comentario, pero subrayo sobre todo el paralelismo que usted plantea entre las críticas "progresistas" a la diplomacia de Pío XII respecto del régimen nazi y las críticas "tradicionalistas" a la diplomacia de Juan XXIII y Pablo VI respecto de los régimenes comunistas. Se trata de la misma infantil y falsa identificación del sobrio lenguaje diplomático con la blandura, las concesiones o la sumisión. La diplomacia vaticana sabe combinar correctamente la suavidad en las formas de expresión con la fuerza indomable en el fondo del asunto.
Pablo VI nombró a Enrique Angelelli obispo de La Rioja en 1968. Las tropelías de ese obispo y su coqueteo con el marxismo y las bandas terroristas todavía se recuerdan en la Argentina. Es sólo un ejemplo.
Como bien explica J.Mª. Iraburu, en INFIDELIDADES EN LA IGLESIA, no es suficiente con publicar documentos, si luego no se toman medidas contra los maestros del error, o esas medidas son tardías o insuficientes. Gobernar, no es enseñar; gobernar, no es publicar documentos.
No digo que Pablo VI tuviera los desórdenes morales de un Alejandro VI, ni que fuera tan negligente en combatir los errores como un Liberio. Pero no hay nada que haga imposible que su gobierno fuera deficiente en muchos aspectos, y que su magisterio tuviera ambigüedades.
Es curioso que la defensa incondicional del Vaticano II venga acompañada por una "papolatría" respecto de los papas del Concilio, que recuerda más a la minoría ultramontana del Vaticano I que a los "signos de los tiempos" actuales.
Saludos.
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DIG:
1) Un Papa cuyo pontificado es largo nombra a cientos o miles de Obispos. No es de extrañar que algunos de sus nombramientos sean particularmente desafortunados (no opino sobre su ejemplo concreto).
2) La tarea encomendada a Pablo VI era extremadamente difícil. No me siento apto para juzgarlo, pero me inclino a pensar que, en lo esencial, fue un buen Papa: conservó la fe de la Iglesia intacta en tiempos muy turbulentos. Naturalmente, su pontificado no fue perfecto.
3) Las enseñanzas de un Papa son o verdaderas o falsas. Como dije hace un rato, "ambigua" es toda expresión humana, porque siempre se le puede buscar el pelo al huevo, si se quiere.
4) No hay ninguna "papolatría" en la Iglesia Católica, ni hoy ni en el pasado. Es gracioso que usted termine coincidiendo con los protestantes más fundamentalistas.
Esto es absolutamente falso, por partida doble. Ni Feeney fue condenado, ni su postura puede describirse como que "no admitía la salvación fuera de la Iglesia", que es, así dicho, un dogma católico.
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DIG: El hecho recordado por el Padre Barriola es muy cierto: durante el pontificado de Pío XII la Santa Sede rechazó la doctrina rigorista del P. Feeney, jesuita estadounidense que sostuvo la interpretación exclusiva o excluyente del dogma "Extra Ecclesiam nulla salus".
Dicho de otro modo: El misterio de la salvación incluye dentro de la Iglesia católica a personas que no pertenecen a ella desde un punto de vista jurídico o sociológico. Por la misericordia de Dios, la Iglesia católica se extiende más allá de sus límites visibles.
En fin, ¿para qué seguir? Esfuerzo loable D. Daniel por hacernos ver que el CVII fue rigurosamente ortodoxo. Pero mientras no me convenzan de lo contrario, yo seguiré pensando que fue el más formidable golpe de estado que se ha dado en la Historia: porque afectó al gobierno de más mil millones de almas y porque afectó a la imagen visible del reino de Dios en la Tierra. El hecho que fuese llevado a cabo con singular astucia y desde dentro no nos debe engañar: la Iglesia post-conciliar está a la vista de todos.
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DIG: Estimado Marcial:
1) Para resolver un problema, lo primero es plantearlo bien. Usted falsea la cuestión al pedir que le expliquen cómo de un Concilio ortodoxo salió la autodemolición de la Iglesia. Niego la afirmación contenida en su pregunta. Lo que Pablo VI llamó (con expresión paradójica pero comprensible) la "autodemolición de la Iglesia" sucedió después del Concilio Vaticano II, pero no a causa del mismo.
2) Romano Amerio fue un católico ortodoxo, que aceptó el Concilio Vaticano II y el Magisterio pontificio posterior. ¿Dónde está en "Iota unum" ese supuesto rechazo o denuncia global contra el Vaticano II, más allá de alguna crítica puntual? "Ambiguo" es, en cierto modo, todo lenguaje humano, porque toda proposición verdadera es susceptible de diversos desarrollos, algunos verdaderos y otros falsos.
3) La Misa actual es Misa católica y quien lo niega no es católico, no cree que la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica gobernada por el Papa y los Obispos; no cree en el Magisterio vivo de la Iglesia, sino en una ideología suya que cristaliza, absolutizándolo, un momento determinado de la Tradición viva de la Iglesia.
4) Hoy (y no es la primera vez que esto ocurre) hay confusión doctrinal entre los fieles, pero la doctrina católica sigue siendo clara. Véase por ejemplo el Catecismo de la Iglesia Católica y su Compendio.
5) "Fuera de la Iglesia no hay salvación", pero la Iglesia Católica enseña que este dogma de fe no tiene un sentido excluyente (todos los no católicos serán condenados irremisiblemente al infierno), sino incluyente: todos los que se salvan, son salvados por Cristo y (misteriosamente) en la Iglesia; doquiera hay salvación, allí está la Iglesia, incluso más allá de sus límites visibles. Esta doctrina actual no es más que el desarrollo auténtico de la doctrina anterior, por ejemplo sobre la validez del bautismo de los herejes, sobre el bautismo de deseo por un voto explícito o implícito de pertenencia a la Iglesia, etc.
6) A partir de cierto punto su comentario se convierte en una simple caricatura de la Iglesia contemporánea. Por más que su mensaje exprese algunas preocupaciones legítimas, su mirada falta de buena voluntad hacia la Iglesia actual le impide comprender que, pese a todas sus vicisitudes, ella sigue siendo la Esposa inmaculada del Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo; ella sigue indefectible en la fe verdadera, como lo profetizó su divino Fundador.
Sabiendo quién es el que ha escrito que el comentario que criticas estoy seguro de que se trata de una redacción apresurada y por ende, en su, su formulación resulta falso. Pero estoy seguro que lo que el p. Barriola quiso decir fue que se reprobó una interpretación rigorista del "extra Ecclesia...".
Saludos.
Y te prevengo también de revisar las IPs de los comentaristas, porque puede ser que estés viendo participaciones de muchas personas, no resulten ser tantas como parecen.
Un saludo…
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DIG: Gracias, José Miguel. He borrado una serie de mensajes suscitados por esta advertencia tuya porque algunos de esos mensajes contienen expresiones insultantes y faltas de respeto y otros de esos mensajes no se entenderían sin referencia a los anteriores.
También borré otros dos comentarios que no cumplen la regla básica del respeto. Aquí todas las expresiones son bienvenidas, mientras se cumpla esa regla básica.
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DIG: Estimado Mariano:
1) Todo católico coherente debe aceptar toda la doctrina del Concilio Vaticano II como verdadera.
2) No es cierto (y también Benedicto XVI lo niega) que el Concilio Vaticano II haya sido la causa de la crisis eclesial post-conciliar.
3) La reforma litúrgica post-conciliar en parte es una aplicación de los principios establecidos en la constitución Sacrosanctum Concilium y en parte va más allá de ellos. Además, unos principios en sí correctos pueden ser aplicados de diversas maneras, más o menos acertadas. Señalar algunos errores en la reforma litúrgica no implica rechazarla en bloque, ni mucho menos descartar lo que el Vaticano II enseñó y dispuso sobre la liturgia.
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DIG: De acuerdo. Gracias, Juan Carlos.
http://archiviostorico.corriere.it/1996/novembre/21/Dossetti_uno_stratega_Concilio_co_0_9611215936.shtml
"Comunismo: el Concilio no habla de él. Si se recorre con atención el índice sistemático, impresiona chocarse con este categórico silencio.
El comunismo ha sido sin duda el fenómeno histórico más imponente, más duradero, más desbordante del siglo XX; y el Concilio, que además había propuesto una Constitución sobre la Iglesia y el mundo contemporáneo, no habla de él.
El comunismo, a partir de su triunfo en Rusia en 1917, en medio siglo ya había logrado provocar muchas decenas de millones de muertos, víctimas del terror de masa y de la represión más inhumana; y el Concilio no habla de él.
El comunismo ( y era la primera vez en la historia de las insipiencias humanas) había prácticamente impuesto a las poblaciones sometidas al ateísmo, como una especie de filosofía oficial y de paradójica “religión de estado”; y el Concilio, que si de explaya sobre el caso de los ateos, no habla de él.
En los mismos años en que se desarrollaba la cumbre ecuménica, las prisiones comunistas eran todavía lugares de indecible sufrimiento y de humillación infringida a numerosos “testigos de la fe” (obispos, presbíteros, laicos convencidos creyentes de Cristo); y el Concilio no habla de él.
Aparte de los supuestos silencios en relación a las criminales aberraciones del nazismo, ¡que luego inclusive algunos católicos (también entre aquellos activos en el Concilio) han echado en cara a Pío XII!
En aquellos años, aun percibiendo la gran anomalía de esta reserva sobre todo de parte de una asamblea que había discutido casi de todo, no me escandalicé. Más aún, debo decir que entendía los aspectos positivos de aquella línea. Y no tanto por la posibilidad, que así se perfilaba, de tratar con los regímenes comunistas la auspiciosa participación en el Concilio de los obispos controlados por ellos, cuanto por la previsión que una toma de posición cualquiera, también la más blanda y la más vigilada, habría desencadenado un aumento en la aspereza de las persecuciones, de modo que se haría más pesada la cruz que aquellos hermanos nuestros perseguidos.
En el fondo, había en todos, al menos inconscientemente, la convicción de que el comunismo era un fenómeno tan consistente que era ya irreversible: necesariamente estábamos obligados a acostumbrarnos a negociar, quién sabe por cuanto tiempo todavía.
Viéndolo bien esta era en esencia la justificación también del Ostpolitik (“política de diálogo y de deseables entendimientos con los Países del Este”) de la Santa Sede (de Juan XXIII y de Pablo VI); tal política nos parecía sanamente realista e históricamente oportuna.
Quien jamás compartió esta perspectiva fue Juan Pablo II (como entendí a partir de un diálogo tenido en el 1985). Tuvo razón él".
Dices que “todo católico coherente debe aceptar toda la doctrina del Concilio Vaticano II como verdadera.”. Me gustaría disentir contigo y matizar varias cosas:
1) Es curioso que se haga del Vaticano II el super-dogma, de facto, cuando se trata de un concilio pastoral y no dogmático.
2) El único modo de aceptar toda la doctrina del Vaticano II como verdadera de modo definitivo sería considerarla in totum magisterio infalible.
El Vaticano II pide un asentimiento diferenciado, de acuerdo con el diverso valor magisterial de cada uno de sus documentos, y de cada una de las partes de esos documentos. Exagerando: no hagamos “ex cathedra” de los “obiter dicta”, ni magisterio definitivo del magisterio auténtico, ni magisterio doctrinal, de lo que es sólo pastoral o prudencial.
3) Juan Pablo II reconoció en 1988 que era necesario que los teólogos clarificasen plenamente la continuidad del Vaticano II con el magisterio precedente. Quiere decir que si era necesario clarificar la continuidad, es porque había cosas oscuras. Y si había y hay cosas oscuras, es razonable que muchos fieles tengan dificultades para entenderlas y compaginar el magisterio tradicional de la Iglesia con las novedades del Vaticano II.
Además en orden a clarificar la continuidad una cosa es afirmarla y otra es probar lo que se afirma. La afirmación no suple la falta de pruebas ni es prueba en sí misma. Lo digo porque hay apologistas del Vaticano II que son circulares en su argumentación: el Vaticano II continúa el magisterio precedente; y ello se prueba con la sola afirmación de continuidad.
5) ¿Te has enterado del libro de Mons. Brunero Gherardini y de su contenido? ¿Te parece que tan prestigioso teólogo no es un "católico coherente"?
Saludos.
Coincido con Daniel en que ningún texto es absolutamente unívoco. Pero la cosa cambia si se advierte que en el mismo Concilio, como documenta Michael Davies, se dio una discusión entre los peritos progresistas; unos querían textos unívocos, en sentido progresista: Schillebecx era su representante. Los otros, sostenían la conveniencia de textos ambiguos, para evitar el choque con los sectores moderados, susceptibles de ambas interpretaciones, la conservadora y la avanzada. Davies explica, en su inestimable "El Concilio del Papa Juan", que la honesta postura de Schillebecx fue derrotada por el sector progre-entrista.
A las preguntas:
1) No hay.
2) No se requiere necesariamente.
Pero si hay aspectos a clarificar, como lo reconoció JPII, algún pronunciamiento sería conveniente. Y lo mismo podría decirse si hubiera algún error.
3) No se entiende bien la pregunta. Si se refiere a que no es un concilio dogmático, que haya comprometido la infalibilidad, hay abrumadora cantidad de elementos que así lo indican.
Saludos.
Toda una eclesiología barroca en crisis... Se supone que el Vaticano II venía a barrer con todas estas adherencias, no que estas falsas teologías sirvieran para reforzar el clericalismo, ahora en su faz progre o "moderada"
En efecto, Luis, el Espíritu Santo es concebido como un titiritero. Los carismas son siempre dones milagrosos, concedidos por Dios de manera extraordinaria; no alcanza con algo sencillo, ordinario, fruto de la acción de la gracia. Lo llamativo es que el CVII se decantó por una noción ordinaria de carisma...
Si los teólogos enseñaban que la aprobación de la regla de las órdenes religiosa era objeto indirecto de la infalibilidad pontificia, aunque con muchas precisiones y restricciones, ahora se extrapola esa posible infalibilidad a congregaciones, asociaciones, grupos, institutos, etc.
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DIG: ¿Quién hace esa absurda extrapolación? Por favor sé más concreto. Si no, no se sabe de qué se está hablando.
Además, no veo qué tiene que ver esto con el tema de mi artículo. Me permito recordarte que la función de los comentaristas es comentar lo escrito por el blogger, no escribir sobre cualquier otro tema. Creo que se está pretendiendo abusar de mi hospitalidad para utilizar este espacio para fines distintos del que tiene. Esto no es una plataforma para que grupos tradicionalistas desplieguen y difundan todas sus tesis. Es un espacio de discusión sobre lo que yo he escrito. Si continúa este abuso, voy a tener que tomar medidas, muy a mi pesar.
Encantador oximoron: en nombre de la libertad religiosa, se declara hereje a quien no acepta el derecho al error.
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DIG: No se trata de eso. Sostener que un Concilio Ecuménico aprobado por el Papa, todos los Papas y casi todos los Obispos, enseñan sistemáticamente, desde hace casi 50 años, doctrinas gravemente contrarias a la fe católica, implica inevitablemente consecuencias heréticas. La Iglesia es indefectible en su fe, por un don gratuito de Dios.
Encantadores oximorons.
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DIG: No sé a qué te refieres. La Congregación para la Doctrina de la Fe enseñó hace muy poco que la Lumen Gentium, al decir que la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica, no introdujo ningún cambio sustancial respecto a la eclesiología anterior, que decía que la única Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica. Es decir que se trata de expresiones equivalentes. Se usó el "subsiste", en lugar del "es", para indicar más claramente que fuera de la Iglesia Católica hay muchos elementos de verdad y santidad que impulsan hacia la unidad católica.
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