El último sacerdote tiroteado en Cataluña

Mucha gente lo desconoce, pero el último sacerdote catalán no fue tiroteado en nuestra guerra civil, sino mucho después, concretamente el día 10 de Mayo de 1.981; curiosamente –simple coincidencia- el mismo día de San Juan de Ávila en que, años más tarde, viera la luz Germinans Germinabit. Aquel día, el claretiano P.José María Solé Romà sufrió un atentado en la Travesera de Dalt de Barcelona. También –pura casualidad- tres días antes del atentado en la Plaza de San Pedro contra Juan Pablo II. Mientras caminaba por aquella calle barcelonesa, el Padre Solé Romà fue herido de bala de pistola, únicamente por ser sacerdote, como denotaba su sotana. Nunca se supo quien le disparó. La bala le cortó un nervio del cuello y le afectó el brazo. Al Padre Solé, desde entonces, le acompañó un dolor físico terrible, continuo, agudísimo, que le impedía dormir. Pese a ello, siguió llevando la sotana, aunque ésta le causaba molestia física en el brazo maltrecho por el atentado, que debía llevar al aire libre, ya que no podía ni aguantar el peso de la ropa. Posteriormente, por deseo de sus superiores, se sometió a una larga operación quirúrgica, de la que ya no salió bien. Arrastró las consecuencias de aquella maldita bala y falleció el día 19 de Enero de 1.992.

El Padre Solé Romá había sido el primer párroco del Inmaculat Cor de María (parroquia sita en la Calle Sant Antoni María Claret 45 de Barcelona); superior de la comunidad; viceprovincial; director de la Asociación sacerdotal de San Antonio María Claret. Había nacido en Miralcamp, provincia de Lérida, diócesis de Solsona, el 5 de Agosto de 1.913. Durante la guerra civil pasó innumerables penalidades. Había sido ordenado sacerdote el 19 de Abril de 1.936 y destinado a Solsona, fue preso por el Comité de Mollerussa en 1938 y trasladado a un campo de concentración de Francia, de donde regresó moribundo, sin fuerzas, esquelético.

Podía haber sido mártir de la guerra civil y fue mártir del año 1.981. Un mártir de tercera división. Nadie investigó el atentado, ni tan siquiera lo reivindicaron, poco se publicó de él y solo la voluntad de unos cuantos fieles permitió la pervivencia de su recuerdo. Casi pasó como con la canción de Pedro Navaja: “No hubo preguntas, no hubo curiosos, nadie salió”.

Pero no solo se ocultó el atentado en los medios de comunicación, sino, lo que es más grave, su martirio fue ocultado por la propia comunidad claretiana, de la que formaba parte.

Los claretianos catalanes hacía tiempo que querían acumular méritos ante la progresía. Entre otras cosas, al bueno del Padre Esqué Montmany casi lo desahuciaron de su propio templo y le obligaron a buscarse unos bajos, donde promocionar la Obra cultural mariana, que hasta entonces desarrollaba en los propios locales de la iglesia.

Era la versión catalana de la deriva de los claretianos. Pero en Cataluña tenían una de las joyas de la corona: La Fundació Claret, con los colegios Claret y la librería Claret de Calle Lauria. Acababa de restaurarse la Generalitat y se iniciaba su política de subvenciones y enseñanza concertada. Pero para beneficiarse del manto subvencionador y del concierto educativo, debía pagarse un peaje políticamente correcto. Y a fe que los claretianos catalanes se aplicaron con el máximo esmero. Miren solo el primer punto de su ideario:

“A la Fundació Claret, més enllà de les creences religioses que ens guien i mouen, creiem en els valors humans com a motor social i de canvi envers una societat més sostenible, justa i fraterna per a tothom. I creiem que la família és l’espai privilegiat on es viuen i transmeten aquests valors.”

Es difícil encontrar una atinada traducción a ese “Mes enllà” tan oportunamente colocado. Y subordinado. Ese párrafo es ejemplar. Tenemos creencias religiosas (todavía) pero no son ellas las que nos mueven, sino los valores humanos (importante aclaración) y la búsqueda de una sociedad más sostenible, justa y fraterna.

Esclarecedor. Este pequeño párrafo del ideario de la Fundació Claret representa a las claras en que se ha convertido esta pléyade de fundaciones y colegios religiosos. Un conglomerado de intereses, en los que las creencias religiosas son un mero añadido. Algo superfluo. Un “mes enllà”.

Sin embargo, a pesar de su presencia institucional y de que la Fundación está presidida por el ex - Conseller de CIU, Xavier Pomés, los claretianos catalanes van dando tumbos, de fracaso en fracaso. Para palparlo solo hace falta acudir al bello santuario del Cor de María de la Calle Padre Claret. O al vecino templo que también regentan en Santo Tomás de Aquino de la Calle Roger de Flor. A pesar de beneficiarse del colegio adyacente, son una de las iglesias que menos misas dan. Puede compararse con otras que tienen colegios como todas los de los salesianos o con la de los misioneros del Sagrado Corazón. Su actual rector, el Padre Sanz Vela, es un curioso personaje, más dado al teatro que a la pastoral. En sus misas, a veces, invita a la gente a relajarse y a respirar profundamente, antes de la celebración. Obviamente y a pesar del tirón del colegio, la gente se le ha ido. Aunque, eso sí queda muy bien con las fuerzas vivas (más bien muertas) del progrerío, hace propaganda de Foc Nou y es mimado por sus puntas de lanza. Mimado, pero sin ninguna iniciativa eficaz.

Todos forman entre sí un “totum revolutum”. Lo que es triste y lacerante es que en ese revoltillo no se admita ni tan siquiera el recuerdo al Padre Solé Romà. Un mártir de categoría inferior.

Oriolt

http://www.germinansgerminabit.org