No se nos ha prometido el éxito
Hace unos meses, durante la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, un lector tuvo la amabilidad de enviarme la historia de los Mártires de Brasil. El relato, totalmente desconocido para mí, me impresionó bastante.
En 1570, partieron desde Lisboa para Brasil setenta jesuitas portugueses y españoles en tres barcos. Fue el mayor envío de misioneros jesuitas realizado desde Lisboa hasta la supresión de la orden. Iban dispuestos a evangelizar los inmensos territorios de Brasil, a llevar allí la fe que vale más que el oro y a “ganar almas” para Cristo.
Después de hacer escala en Madeira, uno de los tres barcos, el “Santiago”, tuvo que desviarse para pasar por las Islas Canarias. El cambio de ruta era peligroso por la presencia en la zona de corsarios franceses, enemigos de España y Portugal. El P. Ignacio Azevedo, que había sido rector de los colegios de Lisboa y Braga, además de visitador de las misiones del Brasil, era el responsable del barco que se desviaría hasta Canarias. El Padre advirtió a los demás del peligro que corrían y les dio libertad para cambiar de barco. Cuatro novicios jesuitas prefirieron no correr el riesgo y fueron sustituidos por otros de los demás barcos. En total, acompañaron al P. Azevedo otros treinta y nueve jesuitas: treinta y uno de Portugal y ocho españoles. Uno de ellos era sacerdote, otro diácono, catorce eran hermanos y veintitrés aún eran jóvenes novicios, alguno de ellos desde hacía menos de un mes.
Marineros y jesuitas se confesaron antes de partir y, en la festividad de San Pedro, comulgaron todos. El día treinta de junio izaron anclas y partieron para Canarias. Al llegar, el mal tiempo los forzó a refugiarse unos días en el pequeño puerto de Tazacorte, donde fueron recibidos por D. Melchor de Monteverde, hidalgo y amigo de la infancia del P. Azevedo.
D. Melchor les aconsejó que continuasen el viaje hasta Santa Cruz por tierra, para evitar el peligro de la piratería. Después de celebrar la Misa, el P. Azevedo reunió a los demás jesuitas y les habló así: “Hermanos, yo estaba decidido a que fuéramos por tierra, porque parecía haber peligro de corsarios. Pero ahora me he determinado a seguir por mar. Y así siento en Dios Nuestro Señor que lo debemos hacer. Porque si nos capturasen los franceses, ¿qué mal nos podrían hacer? El mayor que nos podrían hacer es mandarnos pronto al Cielo. Creedme, hermanos, todo el mal que los franceses pueden hacer, en verdad, es nada”.
Así pues, partieron hacia Santa Cruz en el “Santiago” y, el 15 de julio, confirmando los temores de los días anteriores, avistaron las cinco naves del corsario Jacques Sourié de la Rochelle, que emprendieron inmediatamente su persecución. Una vez entablada la lucha desigual, los jesuitas rezaban o atendían a los heridos, mientras los marineros portugueses resistían el ataque. Finalmente, murió el capitán del “Santiago” y los marineros que quedaban vivos se rindieron.
Normalmente, los corsarios se apropiaban de las mercancías transportadas y apresaban a los viajeros, para pedir un rescate por ellos. Los jesuitas misioneros, sin embargo, eran odiados de forma especial por los corsarios hugonotes (calvinistas) y no podían esperar clemencia. Sabiéndolo, el P. Ignacio reunió a sus hermanos en cubierta y, ante una imagen de la Virgen que les había entregado el mismo Papa, entonaron las letanías lauretanas.
Los corsarios se lanzaron contra ellos y acuchillaron primero al P. Ignacio, que cayó abrazado a la imagen de Nuestra Señora, bañándola con su sangre. Murió diciendo “muero por la Iglesia Católica y por lo que ella enseña”. Y aún le quedaban fuerzas para animar a sus hermanos: “No tengáis miedo, agradeced esta misericordia del Señor. Yo voy adelante y os esperaré en el cielo”.
Después de deshacerse del cadáver del P. Ignacio, los corsarios apuñalaron y arrojaron vivos al mar a los otros treinta y nueve mártires. Sólo se salvó el Hermano cocinero, Juan Sánchez, porque los hugonotes tenían precisamente necesidad de alguien que cocinara en uno de los barcos. La fiesta de los cuarenta mártires del Brasil se celebra el 15 de julio.
Así pues, los “mártires del Brasil” apenas llegaron hasta Canarias y ni siquiera pudieron poner un pie en el Brasil. Esta sencilla paradoja tiene una gran profundidad y supone un gran golpe contra nuestros criterios, demasiado mundanos. Cuarenta jesuitas, probablemente entre los mejores misioneros de la época, emprendieron un viaje para dedicar sus vidas a la maravillosa obra de la evangelización del Brasil… y Dios quiso que no llegaran nunca allí, sino tuvieran un encuentro con corsarios franceses y sufrieran una muerte aparentemente inútil en medio del océano.
Es algo que tenemos que recordar una y otra vez: No se nos ha prometido el éxito. Ni siquiera cuando nuestras intenciones son buenas y nuestros fines santos. Se nos ha prometido la cruz y se nos ha prometido el cielo si somos fieles, pero no el éxito. No es el siervo mayor que su señor. Si Cristo fracasó humanamente, ¿por qué vamos nosotros a esperar algo diferente?
La tentación del pelagianismo, de anhelar el éxito humano, resurge una y otra vez de sus cenizas, y no estará totalmente vencida hasta que atravesemos las puertas del cielo. Es una tendencia especialmente peligrosa en las obras de apostolado, porque tenemos la tendencia de medir su bondad por la cantidad de frutos que dan, pero eso es un disparate, una deformación del cristianismo. Cuando Cristo habló de los frutos, habló cualitativamente, no cuantitativamente: el árbol se conoce por sus frutos; el árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. No dijo que un árbol bueno daría muchos frutos buenos, ni que esos frutos fueran a ser apreciados, sino sólo que serían buenos. Y así sucedió con aquellos jesuitas, humanamente fracasados en su empeño, pero que dieron el buen fruto del martirio por Jesucristo.
Creer que merecemos el éxito porque nos hemos esforzado mucho, porque tenemos buena intención o porque nos dedicamos a algo bueno, es, en realidad, quitarle la gloria a Dios y apropiárnosla. Lejos de nosotros ese engaño. En el mejor de los casos, siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer. A menudo es necesario nuestro fracaso humano, para que resplandezca la gloria de Dios, para que no pongamos nuestra confianza en los hombres y recordemos que sólo debemos seguir a Jesucristo. Por eso a Él y sólo a Él todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
Que estos mártires intercedan por la evangelización del Brasil, un lugar en el que la fe está tan amenazada por el avance del protestantismo, las sectas y otras religiones. E intercedan también por nosotros, para nos enteremos de una vez de que a los cristianos no se nos ha prometido el éxito. Ad maiorem Dei Gloriam.
24 comentarios
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Me ha encantado el post. Muchas gracias.
Déjame citar unos párrafos de Donoso Cortés sobre la victoria que espera a los católicos, que es no de este mundo:
"Y no se me diga que, si el vencimiento es seguro, la lucha es excusada; porque en primer lugar, la lucha puede aplazar la catástrofe, y en segundo lugar, la lucha es un deber y no una especulación para los que nos preciamos de católicos. Demos gracias a Dios de habernos otorgado el combate, y no pidamos sobre la gracia del combate la gracia del triunfo a aquel que en su bondad infinita reserva a los que combaten bien por su causa una recompensa mayor que la victoria."
A renglón seguido Donoso Cortés aconseja hacer lo que hacéis en Infocatólica:
"En cuanto a la manera de combatir, no encuentro más que una que pueda dar hoy día provechosos resultados: el combate por medio de la prensa periódica. Hoy día es menester que la verdad dé en el tímpano del oído y que resuene en él monótona y perpetuamente, si sus ecos han de llegar hasta el recóndito santuario en donde yacen las almas enterradas y dormidas."
Un abrazo
The rest is not our bussiness.
T.S.Eliot, Four Quartets.
Quizas esos martires no llegaron a Brasil,pero a traves de su historia,muchas lunas despues.el Señor ha amanecido en muchos corazones.
La Cruz(con Cristo y por EL en nos)) es el Leño verde(Lucas;23;31) que siempre florece(Numeros;17;8) y da el fruto del Espìritu(Mateo;27;50,Galatas;5;22-23);que otros vayan a posarse en sus ramas,a iluminarse en su sombra y a alimentarse en su savia,no depende del que se crucifica como del Crucificado,que es el sabor que verdaderamente llama,atrae.
Gracias a Dios por tu inspiracion,siempre edificante.
PD;Que el hombre se crucifique,creo,es el mayor milagro de la Creacion,¡un exito de Cristo!; convertirnos del ego,al Amor.
La Paz del Señor.
Y a cada uno de los que defienden esa aberración anticristiana y demoníaca de la "teología de la prosperidad"
-Aboguemos pues para esta victoria sea cuanto antes mejor.
-Y así como está escrito, de este mundo los caminos allanados en su segunda venida, Jesús el Cristo pueda volver sin ser rechazado.
En otro foro, comentaba acerca del éxito de Beethoven a pesar de su terrible infancia y adolescencia. Precisamente dadas las circunstancias concretas de su vida, su éxito fue relativo. En el terreno afectivo, no logró, no ya casarse y formar una familia, sino siquiera mantener una relación sentimental estable; de carácter sumamente atrabiliario, acabó siendo intratable incluso para los que le admiraban, hasta el punto de morir en soledad y en la miseria, a pesar del reconocimiento de su obra grandiosa.
Que Beethoven triunfó aun en vida en el sentido que todos conocemos, es evidente. Pero en un sentido más profundo, moral o espiritualmente, no fue así. Digamos que sublimó su dolor por medio de su genio creativo imcomparable. Aquel que fue profundamente desdichado, fue capaz del inigualable "Himno de la Alegría".
Pero es que incluso aquel éxito era un don del cielo. Su infinito talento musical no procedía de él.
Hay un 'sueño' de Don Bosco, creo que ya en sus años mayores, en el que ve a "sus" jóvenes perderse y él no puede hacer nada contra eso. La situación en el sueño es tan dramática que Don Bosco se desespera por intentar salvar a los que se perdían por diversos motivos. El que siempre le 'acompañaba' en sus sueños (¿un ángel?) le reprendió duramente por su desesperación, diciéndole algo así como: "A nuestro Señor se le perdió uno, ¿y tú pretendes salvarlos a todos?" Este sueño me impactó desde que lo leí por primera vez, y lo sigue haciendo, y muestra justamente lo que dices en el post, que no siempre se puede tener éxito en el apostolado y que, en todo caso, tal éxito depende de Dios y no de uno.
Buen post, Bruno. Saludos.
Al escribir un post, a veces me sorprendo pensando "Esto lo escribiría mucho mejor Luis" o "Seguro que Barbadillo sabe más sobre este tema" o "Fredense sí que daría una buena catequesis sobre esto" (breve enumeración a modo de ejemplo, no puedo citar a todos los lectores sabios del blog). Nunca dejo de aprender.
Ya que es imposible reunir a los lectores en torno a una mesa bien provista para pasar un buen rato de amistad y conversaciones interesantes, agradezco mucho a Dios que me haya regalado este sustituto virtual.
Esta frase de Donoso Cortés es verdaderamente impresionante:
"Demos gracias a Dios de habernos otorgado el combate, y no pidamos sobre la gracia del combate la gracia del triunfo a aquel que en su bondad infinita reserva a los que combaten bien por su causa una recompensa mayor que la victoria"
"Me parece errado el afán de tantos libros de autoayuda que tienen como objetivo el éxito"
Muy buen ejemplo. El cristianismo tiene justamente la perspectiva contraria, en lugar de la autoayuda consiste en dejarse ayudar (salvar) por Dios.
La autoayuda, por sí sola, es como intentar no ahogarse tirándose de los pelos hacia arriba.
Dios nunca le ha pedido al hombre que venza, sino que no sea vencido. (L. Castellani).
elapuron.com/blogs/arqueta/145/la-historia-de-los-mrtires-de-tazacorte/
Hermanos Peleemos pro el Reino de Cristo!!!!Vamos Adelante hasta el Cielo!!!!!A Cristo por Maria y con el Papa.
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