Jesucristo, en el Evangelio del XXI domingo de tiempo ordinario, nos indica que en el Cielo los santos: “se sentarán a la mesa en el reino de Dios” (Lc. 13, 29). Ese banquete celestial fue tema de conversación a lo largo de una noche entre el joven S. Agustín(354-430) (por fin bautizado) y su madre Sta. Mónica, poco antes de que ella fuera llamada a ese premio eterno. ¿De qué hablaron? Quizás de estas cosas que ese enamorado de Dios y Doctor de la Iglesia explica sobre el Cielo:
“En cuanto estemos íntimamente unidos a esta pura y perfectísima Bondad, ya no tendremos necesidad de atender a estas necesidades del cuerpo, seremos felices y no estaremos faltos de nada, poseyendo mucho y no teniendo que buscar nada.” (Sermón 255)
Por eso no hará falta comer en la felicidad eterna: “Lo mismo que la salud destierra muchos deseos que atormentan a los enfermos, así la inmortalidad los desecha todos porque ella misma es allí nuestra salud. […] Entonces seremos iguales a los ángeles. Pero los ángeles, ¿son infelices por no comer?” (Sermón 255)
Podría haber quienes piensan que sí, que: “el descanso de la patria, donde no tendremos otra ocupación que repetir incesantemente el Alleluia” no es nada deseable y pensar en el Cielo de esa forma no les entusiasma de ninguna forma.
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