No se la pierdan: “Red de libertad”
Todos asociamos Hollywood con el cine. También Bollywood, en la India, suena ya a cine. De estos últimos estudios ha salido el protagonista masculino, Ali Fazal, de la divertida película “La Reina Victoria y Abdul”, un filme que hace reír, sin duda, pero que, al mismo tiempo, ayuda a pensar.
En nuestro reino gallego - no independentista - contamos con la creciente importancia del festival de “Cans”. Quizá comenzó como una broma, pero ya es algo más que una broma. Empieza – o ha empezado a serlo – algo serio.
La película “Red de Libertad” nos remite a otro paisaje, distinto pero no lejano: A Rodriwood. A una tierra de cine que es Ciudad Rodrigo. Más importante que Cans, quizá no de momento, pero llamada a emular a Cannes, a Bollywood y hasta a Hollywood. ¿Por qué no iba a serlo?
El director de “Red de Libertad” es Pablo Moreno Hernández, que como guionista y productor de cine tiene ya un curriculum importante: Largometrajes: “Talitá Kum” (2007), “Pablo de Tarso, el último viaje” (2009), “Crónicas del camino, historias de hospitaleros y peregrinos” (2010), “Un Dios prohibido” (2012), “Poveda” (2015), “Luz de Soledad” (2016).
Es un director que lo que hace, en cine, lo hace muy bien. Y, encima, con muy poco dinero. Y esa capacidad de mejorar la relación calidad-precio ha hecho grande no solo a Hollywood, sino también a Bollywood y, por supuesto, a nuestro Cans, que ya hace tiempo que ha dejado de ser, como he dicho, una broma.
La película, “Red de libertad”, es preciosa. La protagonista es una “monja” - según el Derecho Canónico sería una integrante de una Sociedad de Vida Apostólica – dotada de una enorme personalidad, de una gran valentía y de una extraordinaria fe. La protagonista, Sor Elena, es toda una mujer y toda una santa. Y esa gran mujer está representada por una gran actriz que es Asunta Serna. Que brilla en su interpretación.
Pero Sor Elena no está sola. En torno a ella, y urdida por ella, hay una gran “Red de Libertad”. Una red que no “pasa” de lo que sucede en el mundo, sino que se implica. Una red que incorpora, en su afán de salvar a presos de la dictadura nazi, a todo hombre de bien. Y el hombre de bien no es, en principio, un héroe. Puede ser un cobarde o un colaboracionista, pero, al final, sale su parte buena.

Me han dicho que la oficina de la Santa Sede - o del Estado Vaticano, que no es lo mismo, pero como si lo fuere- encargada de estos menesteres, de sacar a la luz sellos, ha aprobado uno en el que, con una iconografía muy semejante a lo que entendemos por el Calvario - Cristo en la Cruz, al lado de María y de San Juan - va a publicar un sello postal con un Crucificado en el centro, con un fondo que sería la ciudad de Wittenberg, y con dos personajes, a un lado y a otro de la Cruz.
Ya es el 31 de octubre. Para unos, entre los que me cuento, que sea el 31 no significa apenas nada: “A cada día le basta su afán”; cada día tiene bastante con su propia preocupación (Mt 6,34). Y entre las mías, entre mis personales preocupaciones o desasosiegos, no cuenta apenas el que lleguemos al 31 de octubre. Es más que de sobra saber que el 30 de octubre -el 29 según mi DNI - he cumplido, ya, la provecta edad de 51 años.
¿Desde dónde escribo? Uno nunca escribe desde la neutralidad. La asepsia puede ser un ideal para los quirófanos, pero nunca es real cuando se trata de las opiniones humanas. Uno escribe siempre desde unos supuestos y, si se pretende dialogar, intercambiar las razones, conviene que esos supuestos se hagan explícitos.
Con base en la “Ética a Nicómano” se ha hecho famoso un pensamiento atribuido a Aristóteles: “Plato amicus, sed magis amica veritas”. Que viene a ser como decir: “Me puedo llevar muy bien con alguien pero, solo por ese hecho, no diré que lo que veo blanco es negro, o viceversa” – no entremos ahora en lo que piense la Iglesia jerárquica al respecto - .






