La apuesta por la centralidad también tiene sus consecuencias
(Por qué en Cataluña, confiar en la centralidad es continuar aplanando el camino a la progresía)
Apostar por partidarios de la centralidad en Cataluña es dejar que el progresismo anticatólico continúe siendo la ideología dominante en la conformación de las nuevas generaciones. Esto sirve para el campo civil y para el eclesial, cosa aún más trágica. Un servidor cree incluso que por culpa de lo segundo (lo religioso) se ha llegado a lo primero (lo civil), vista la importancia del catolicismo en la conformación de Cataluña.
No pararle los pies al progresismo que no contempla las verdades perennes y la evolución homogénea de las mismas es ser progresista porque los que apuestan por la centralidad acaban siempre desplazados hacia el extremo. Como expuse en otra ocasión, es lo que llamé el síndrome de Sistach-Soler o la paradoja del “pacificador”. A quienes nunca ponen límites para no parecer antipáticos, quienes no utilizan el freno, quienes no paran nunca los pies a la neurosis centrífuga de algunos, sólo acaba importándoles la Geometría. Convierten el ser centralidad en el centro de sus convicciones. Relativismo transvertido de respetabilidad.