Los que nos metieron en la crisis no nos sacarán
Nunca suficientemente bien amado Sr. Cardenal:
Es muy posible que con motivo de esta festividad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, su Eminencia haya hecho llegar al Santo Padre, como es tradición, sus más hondas y sentidas felicitaciones personales y su adhesión inquebrantable a la silla de Pedro. De ser así, nos alegraremos mucho de ello y permaneceremos unidos a S.E. en sus votos. Quizá no nos adheriremos tan pegados a usted “a la silla”, no se nos vaya esta a quebrar y tengamos algún problema mayúsculo. Y hablando de sillas, cargos y problemas mayúsculos…
Es muy posible, que aunque sabemos, como le gusta repetir, que usted lo ve todo y lo sabe todo, hasta el momento no haya tenido la oportunidad de leerse el discurso del Santo Padre en la audiencia general del pasado miércoles 24 y le haya pasada desapercibida la idea que desde hace tiempo venimos repitiendo reiteradamente en Germinans: que dentro de la conciencia eclesial, la funcionalidad del sacerdocio se convierte en la única categoría decisiva. Por eso –dice el Papa- no es casual que tanto en los ambientes teológicos, como en la praxis pastoral concreta y de formación del clero se contrasten e incluso se opongan, dos concepciones distintas del sacerdocio: una “social-funcional” y otra “sacramental-ontológica.
La primera –reitera Benedicto XVI- define la esencia del sacerdocio con el concepto de servicio: el servicio a la comunidad en la realización de una función, mientras que la otra “no niega el carácter de servicio del sacerdocio, sino que lo ve anclado en el ser del ministro y considera que este ser está determinado por un don concedido por el Señor a través de la mediación de la Iglesia, que es el sacramento.