Capítulo 2º: Una conciencia litúrgica llena de prejuicios y errores
Un prejuicio es, como lo dice su nombre, el proceso de prejuzgar algo. En general, implica llegar a un juicio sobre el objeto antes de determinar la preponderancia de la evidencia, o la formación de un juicio sin experiencia directa o real. También implica criticar de forma positiva o negativa a algo o alguien.
Veamos cual es el examen que realiza Martín Descalzo de la historia litúrgica. Empecemos por las sentencias sobre la antigüedad cristiana.
Primero: Una imagen idílica de la liturgia paleocristiana, con una fuerte coloración bucólica.
En los primeros días del cristianismo la liturgia nacía fresca entre las manos de los cristianos, hablaban en su lengua cotidiana, dialogaban verdaderamente con su sacerdote, ofrecían a Dios su pan, su vino y sus ofrendas como quien da verdaderamente algo. La memoria de Jesús era aún reciente y la liturgia era diariamente una aventura nueva.
Únicamente es explicable ese juicio teniendo en cuenta la fuerte tendencia arqueologista de la que fueron victimas los estudios litúrgicos de aquella generación, que además ponían de relieve positivamente valores como la improvisación (diariamente una aventura nueva) o la lengua cotidiana. Sabemos en cambio que la ausencia de textos escritos era debida a la ley del arcano y no significaba que de manera memorística no se usasen reglas litúrgicas fijas (canon) y que se emplease una lengua litúrgica (el griego) que sin duda alguna no era la lengua vehicular de los fieles. La realidad era bien diferente de cómo les habían convencido.