(Germán Mazuelo-Leyton/InfoCatólica) La reivindicación de los llamados derechos LGTB, incluyendo el matrimonio homosexual, es una de las líneas principales de la política interior del Presidente Obama. Este año es el tercero en el que el mes de junio ha sido proclamado por la Administración Obama “Mes del Orgullo LGTB”. En unas declaraciones recientes, Barack Obama vinculó los “derechos” homosexuales con los valores fundamentales de los Estados Unidos, afirmando: “La historia de la comunidad lésbica, gay, transexual y bisexual de Estados Unidos es la historia de nuestros padres y de nuestros hijos, de nuestras madres y de nuestras hijas, de nuestros amigos y de nuestros vecinos (…) Una historia sobre la lucha para entender la gran promesa americana de que todos podamos vivir con dignidad y justicia bajo la ley. Cada mes de junio, conmemoramos el valor de aquellas personas que han luchado para lograr esta promesa (…) y nos reafirmamos en el propósito de conseguir iguales derechos para todos, con independencia de su orientación sexual o identidad de género”.
En los últimos meses, esa defensa de las reivindicaciones del lobby gay se ha ido haciendo cada vez más patente en la política exterior norteamericana. El pasado 28 de junio, recordando la celebración del Mes del Orgullo LGTB en su país, la embajadora estadounidense en la República de El Salvador, Mari Carmen Aponte, defendió las políticas del lobby gay en ese país, en un artículo publicado en La Prensa Gráfica y titulado “Por la eliminación de los prejuicios, dondequiera que existan”. La Embajadora Aponte hizo gala del respaldo que tiene esta forma de actuar dentro del Departamento de Estado norteamericano, citando las palabras de la Secretaria de Estado Hillary Clinton, quien había afirmado: “Los derechos gays son Derechos Humanos”.
Julia Regina de Cardenal y varias asociaciones provida han denunciado la actitud de la Embajadora de los Estados Unidos de inmiscuirse en asuntos internos de su país, vinculados a los valores fundamentales. Para ello, ha dirigido una carta pública a la diplomática, en la que le recuerda que una “regla fundamental en el ejercicio de las relaciones diplomáticas, es la de no desdeñar las tradiciones y costumbres del país huésped. Además, la prudencia y la templanza son reglas elementales de la buena educación”. También le reprochaba la prepotencia de pretender imponer su ideología en un país extranjero: “En clara violación a las reglas de la diplomacia y a las leyes de derecho internacional, usted pretende venir a imponer a los salvadoreños, desdeñando nuestros valores profundamente cristianos, una nueva visión de valores extranjeros y extraños, totalmente ajenos a nuestra idiosincrasia, disfrazándolos de supuestos “derechos humanos””.
La líder provida salvadoreña diferenciaba claramente entre discriminación injusta contra las personas homosexuales y el reconocimiento de la realidad del matrimonio como algo que sólo puede realizarse entre un hombre y una mujer: “En lo único que estamos de acuerdo con su escrito, es en repudiar la violencia contra los homosexuales, bisexuales, transexuales, etc.; contra éstos, como contra flacos, gordos, altos o bajos... Esto, por supuesto, no implica aceptar la unión legal entre personas del mismo sexo o que se vayan agregando nuevas modalidades de familia como bisexuales, trisexuales, multisexuales y todo el abanico existente en la gama de alternativas de las preferencias sexuales”. Para Julia Regina de Cardenal, resulta absurdo confundir las reivindicaciones LGTB con los derechos humanos: “ No aceptar la legitimidad de la “diversidad sexual” no significa que estamos violentando algún derecho humano”.