(Fides/InfoCatólica) “Llegué a Egipto”, explica el P. Mandirola, “para predicar un curso de ejercicios espirituales a las hermanas egipcias de Nuestra Señora de los Apóstoles (NSA), la rama femenina de mi Instituto. Tenía que llevarse a cabo en el distrito de Maadi. Frente a su casa se encuentra el seminario patriarcal copto-católico a cuyos cursos asisten también las postulantes de las Hermanas”.
“El otro distrito, muy diferente del primero, es Shoubra que, a pesar del significado de su nombre ‘pequeño pueblo’, tiene unos 4 millones de habitantes. Allí, además de la casa provincial de las Hermanas NSA, está la parroquia católica latina de Saint-Marc dirigida por los padres de la SMA que están presentes en Egipto desde 1877. Allí también viven cuatro seminaristas que están aprendiendo árabe y cultura islámica”, dice el religioso.
Después de describir el estallido de las primeras manifestaciones, el misionero señala, “no se trata de que falte la policía en Egipto o que sean pocos, sino que en un momento determinado desaparecieron. Los barrios ya no estaban protegidos, muchos delincuentes estaban en libertad. Las tiendas y los bancos comenzaron a ser saqueados; también el Museo Egipcio, con la complicidad de algunos oficiales de policía, ha sufrido serias consecuencias.
Ejercito y manifestantes
La gente decía que todo era premeditado: provocar el caos para sembrar el miedo y luego reclamar el derecho a restablecer el orden. Las cargas policiales que mataron a algunos y golpearon a otros, la detención de los ministros de interior acusados, entre otras cosas, de orquestar el ataque a la Iglesia Copta de Santa Catalina de Alejandría, todo ello ha hecho perder mucha credibilidad a este órgano del Estado.
El ejército, sin embargo, que puede contar con un millón de soldados, se distinguió por alinearse desde el principio, no contra el pueblo, “no dispararemos contra los manifestantes” dijeron inmediatamente. Claro que daba impresión atravesar el Cairo, el domingo 5 de febrero y ver en ciertas calles principales de la ciudad, un tanque cada diez metros”.
P. Mandirola rinde homenaje a la excelente respuesta civil de la población frente a esta situación: “En Shoubra, como en el resto del Cairo, fue estupendo ver a los jóvenes que al caer la noche tomaron cartas en el asunto para proteger sus barrios. Y así, también delante de nuestra parroquia se encendían fuegos en los que se calentaban mientras montaban guardia hasta la mañana”.
Una constitución que reconozca el derecho de libertad religiosa
El misionero recuerda que “todos los que estaban en la plaza Tahrir siempre han dicho que lo que les unía no era la religión o la política, sino el deseo de crear un Estado laico con una Constitución laica capaz de asegurar a cada hombre y mujer la misma dignidad y los mismos derechos y deberes y a todo el mundo la posibilidad de profesar libremente su fe”.
“En este contexto, los cristianos también deberían tener la oportunidad de sentarse en la mesa donde se volverá a redactar la Constitución y deberían tener algo que decir, no para pedir privilegios, sino para reclamar como todo el mundo la posibilidad de tener un trabajo, incluso si son cristianos, y el poder sentirse finalmente en casa en un país donde el cristianismo siempre ha sido de casa desde su inicio”, concluye el padre Mandirola.