(Zenit/InfoCatólica) “Él pertenece, así queremos creerlo, al grupo de aquellos que gastaron sin reservas su existencia por el Reino de Dios, y por ello confiamos en que su nombre esté ahora escrito en el 'libro de la vida'“, añadió el Papa, quien creó cardenal al padre Navarrete el 24 de noviembre de 2007 en reconocimiento a una vida entregada al servicio de la Iglesia.
El pontífice, en la homilía, le presentó como “maestro de justicia”, pues “el estudio escrupuloso y la enseñanza apasionada del derecho canónico han representado un elemento central de su vida”. “Educar especialmente a las jóvenes generaciones a la verdadera justicia, la de Cristo, la del Evangelio: ese es el ministerio que el cardenal Navarrete llevó a cabo durante todo el arco de su vida”, dijo.
“A esto se dedicó generosamente, prodigándose con humilde disponibilidad, en las diversas situaciones en las que le puso la obediencia y la providencia de Dios: de las aulas universitarias, en particular como experto en derecho matrimonial, al cargo de Decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad Gregoriana, a la alta responsabilidad de Rector del mismo Ateneo”, evocó Benedicto XVI.
El Papa subrayó, además, “su atención a importantes acontecimientos eclesiales, como el Sínodo diocesano de Roma, el Concilio Vaticano II; como también su competente contribución científica a la revisión del Código de Derecho Canónico y la fructífera colaboración con varios Dicasterios de la Curia Romana, en calidad de apreciado consultor”.
Amor a la tradición, sensibilidad a los problemas presentes y apertura esperanzada al futuro
Por último, el obispo de Roma reveló los tres los principios fundamentales de la vida del cardenal Navarrete, había confesado en una entrevista. Ante todo, dijo, “mucho amor al pasado, a la tradición, porque en el campo científico, y particularmente eclesiástico, quien no ama el pasado es como un hijo sin padres”.
En segundo lugar, “la sensibilidad hacia los problemas, las exigencias, los desafíos del presente, donde Dios nos ha puesto”. Y, por último, “la capacidad de mirar y abrirse al futuro sin temor, pero con esperanza, la que viene de la fe. Una visión profundamente cristiana, que guió su compromiso por Dios, por la Iglesia, por el hombre en la enseñanza y en las obras”.
El Papa expresó su deseo que la fe del purpurado jesuita, considerado como uno de los más grandes expertos en Derecho Canónico del siglo XX, “se convierta en visión, encuentro cara a cara con Dios, en cuyo amor supo reconocer y buscar el cumplimiento de toda ley”.