(RV/InfoCatólica) Tras destacar que el siglo XIV, en el que vivió santa Catalina de Siena, fue una época atormentada para la vida de la Iglesia y para todo el tejido social en Italia y en Europa, Benedicto XVI ha reiterado que “el Señor no cesa de bendecir a su Pueblo, suscitando Santos y Santas que sacudan las mentes y los corazones, provocando conversión y renovación. Catalina es precisamente una de éstas, que aún hoy nos habla y nos impulsa a caminar con valentía hacia la santidad para ser discípulos del Señor, de forma cada vez más plena”.
El Santo Padre ha puesto de relieve la autoridad moral de esta santa, que experimentó también fenómenos místicos, y ofreció con generosidad una importante maternidad espiritual. Maternidad espiritual, tan importante para la Iglesia también hoy, y que sigue inspirando en la actualidad a tantas mujeres, consagradas y laicas, que alimentan en las almas el amor y la fe en Dios, orientando la vida cristiana hacia cumbres cada vez más elevadas, ha reiterado Benedicto XVI.
Sensibilidad, ternura y amor por Jesucristo y la Iglesia
El Papa se ha referido también a otro rasgo de la espiritualidad de santa Catalina, ligado al don de las lágrimas, que expresan una sensibilidad exquisita y profunda y capacidad de conmoción y de ternura. La doctrina de Catalina, que aprendió a leer con dificultad y a escribir cuando era ya adulta, está contenida en el Diálogo de la Divina Providencia, una obra maestra de la literatura espiritual, en su epistolario y en la antología de su libro de oraciones.
Como otros santos, Catalina sufrió mucho. Alguien pensó incluso que se hubiese de desconfiar de ella, hasta el punto que en 1374, seis años antes de morir, el Capítulo General de los dominicos, la convocó en Florencia para interrogarla. Le pusieron a su lado un fraile docto y humilde, Raimundo de Capua, futuro maestro general de la Orden, que se convirtió en su confesor e hijo espiritual suyo, y que escribió la primera biografía completa sobre la santa, que fue canonizada en 1461.
Después de evocar el profundo respeto de esta misma santa hacia los sacerdotes, aún teniendo conciencia de las faltas humanas de los presbíteros y señalando que de ella aprendemos la ciencia más sublime, la de “conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia”, el Santo Padre ha invitado a seguir el ejemplo de Santa Catalina de Siena.