(InfoCatólica) El cardenal Isao Kikuchi, de 66 años y miembro de la Sociedad del Verbo Divino, expuso en una entrevista con el medio estadounidense Crux su preocupación por la crisis demográfica que atraviesa Japón. La conversación se enmarca en el contexto del Jubileo de la Esperanza de 2025 y en los recientes llamamientos del papa León XIV para afrontar el declive de la natalidad en el mundo desarrollado.
Arzobispo de Tokio desde 2017 y presidente de Caritas Internationalis desde 2023, Kikuchi describió la situación demográfica japonesa como una «emergencia silenciosa». Según el Ministerio de Salud, la tasa de fertilidad total cayó a 1,15 nacimientos por mujer en 2024, el mínimo histórico desde 1899. «Como la sociedad japonesa envejece rápidamente, la reducción de la población infantil es evidente: jardines de infancia y escuelas primarias enfrentan una escasez de nuevos ingresos, y muchas escuelas privadas luchan por mantener sus operaciones debido a la insuficiente matrícula», explicó.
El cardenal añadió que esta dinámica afecta también al tejido laboral y comunitario: «Simultáneamente, las comunidades locales se están erosionando, y hay una falta de jóvenes japoneses trabajando en sectores esenciales necesarios para sostener la sociedad, como la construcción, los servicios públicos y el comercio minorista». En su análisis, el alto costo de vida en ciudades como Tokio —donde la tasa de fertilidad es de 0,96— desincentiva la formación de familias numerosas y agrava el descenso poblacional, que ya supera los 900.000 habitantes anuales.
En el terreno eclesial, Kikuchi señaló que la Iglesia Católica en Japón, minoritaria en el país, también sufre las consecuencias de la baja natalidad. Con unos 440.000 católicos locales y cerca de 500.000 migrantes, la comunidad católica experimenta una disminución en las vocaciones y en la participación de jóvenes laicos. «La Iglesia Católica se ve igualmente afectada por estos cambios demográficos, experimentando una disminución en el número de miembros, una falta de generaciones más jóvenes para asumir roles administrativos en las parroquias y menos nuevas vocaciones», indicó.
El arzobispo subrayó que muchas parroquias cuentan con sacerdotes de edad avanzada y que la vitalidad de las comunidades depende en gran parte de la presencia de católicos inmigrantes procedentes de Filipinas, Vietnam o Brasil. En este sentido, destacó la aportación de la diversidad cultural a la vida de la Iglesia japonesa.
Respecto a las posibles soluciones, el cardenal Kikuchi defendió la necesidad de acoger la inmigración como «una bendición necesaria» para el sostenimiento del país. «Para sostener su sistema social, Japón requiere personas de otros países que estén dispuestas a trabajar junto a los japoneses, no meramente como mano de obra simple», afirmó. Propuso asimismo políticas que faciliten la integración, subsidios familiares y una cultura laboral más favorable a la paternidad y la maternidad.
En el ámbito eclesial, el cardenal planteó reforzar la labor de Caritas para apoyar a las familias migrantes y promover vocaciones entre jóvenes asiáticos. Sus declaraciones, recogidas también por medios como Gaudium Press y Catholic News Agency, han suscitado un amplio debate sobre la relación entre demografía, justicia social y futuro de la Iglesia en Japón.
Kikuchi concluyó que la situación requiere una respuesta global y coordinada, en sintonía con el llamamiento del papa León XIV. En palabras del arzobispo, una sociedad envejecida «no podrá sobrevivir» sin un cambio profundo que devuelva centralidad a la familia y a la cooperación internacional.
La primera ministro quiere regular la inmigración
En paralelo a las declaraciones del cardenal, el nuevo Gobierno japonés, encabezado por la primera ministra Sanae Takaichi, ha situado también la crisis demográfica en el centro de su agenda política. En sus primeras intervenciones públicas, Takaichi ha afirmado que el país debe «fortalecer su economía y garantizar un futuro estable para las próximas generaciones», reconociendo la urgencia de adoptar medidas que impulsen la natalidad y aseguren la sostenibilidad social.
No obstante, la primera ministra ha mostrado un enfoque distinto al del cardenal en lo relativo a la inmigración. Ha declarado que es necesario revisar las políticas que permiten la entrada de personas «de culturas y procedencias completamente diferentes», subrayando la importancia de mantener el cumplimiento estricto de las leyes nacionales y de reforzar los controles migratorios. Aunque ha admitido que Japón necesita mano de obra extranjera para cubrir la falta de trabajadores en diversos sectores, ha insistido en que la integración debe producirse de forma «equilibrada» y compatible con la preservación de la cohesión social.
En cuanto a la natalidad, Takaichi ha expresado su intención de impulsar medidas de apoyo a las familias, incluyendo incentivos económicos y reformas en el sistema de bienestar, con el objetivo de revertir el descenso de los nacimientos. Ha enmarcado este reto como una cuestión de «responsabilidad intergeneracional», vinculándolo a la necesidad de reconstruir el tejido social y educativo del país.







