(InfoCatólica) Comentando el relato bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra (Génesis 19,15‑29), Zen escribió: «El Dios de infinita misericordia detesta tan profundamente los actos sexuales entre personas del mismo sexo porque este pecado se aparta radicalmente de su plan para el ser humano: un hombre y una mujer, unidos en un amor exclusivo y permanente, colaborando con Dios para que nuevas vidas nazcan y crezcan en el calor del hogar».
Aunque indicó que la inclinación homosexual no es pecado en sí misma y que la medicina no ofrece una explicación definitiva sobre su origen, el cardenal insistió en que la indiferencia ante esta cuestión «no sería auténtica caridad». «Quienes conocen el bien y el mal no pueden omitir ayudar a los ignorantes a descubrir la verdad», señaló, recordando que la misión de la Iglesia es acoger a todas las personas, pero también invitarlas a la conversión.
El error de Fiducia Supplicans
En el mismo artículo, Zen aludió brevemente al pasaje evangélico (Mateo 8,23‑27), en el que Jesús calma la tempestad, para animar a los fieles a reforzar su fe en medio de las divisiones y confusión que, a su juicio, atraviesan la Iglesia tras la publicación de Fiducia Supplicans. Exhortó a orar por el Papa y a colaborar en la restauración de la unidad eclesial.
Texto completo del cardenal Zen
Martes de la XIII semana del Tiempo Ordinario
Las dos lecturas de la misa de hoy son tan oportunas que no puedo resistirme a compartir con todos vosotros un par de frases.
En los años impares del Tiempo Ordinario, después de Navidad, se empieza a leer el Génesis desde la quinta o sexta semana hasta Gn 11,1-9; tras la Pascua, en la semana XII de los años impares, se reanuda la lectura en Gn 12,1-9 y se continúa hasta el final de la semana XIV.
(1) La lectura de hoy es Génesis 19,15-29
(El lunes se leyó Génesis 18,16-33)
Abrahán recibió con hospitalidad a aquellos tres caminantes —(uno de ellos sería Dios y los otros dos ángeles)—; después ellos se levantaron y dirigieron la vista hacia Sodoma, y Abrahán los acompañó en el camino.
El Señor, que consideraba a Abrahán su amigo, le dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande y su pecado tan grave», y envió a los otros dos para comprobar si la situación era tan seria.
Abrahán, sabiendo que Dios se había airado y que pensaba destruir Sodoma, intercedió por sus habitantes y dijo al Señor: «¿Vas a destruir al justo con el malvado? Si hubiera cincuenta justos en la ciudad, ¿la destruirías?». Y el Señor respondió: «No lo haré». Abrahán fue rebajando la cifra hasta preguntar: «¿Y si sólo hubiera diez justos?». El Señor dijo: «Tampoco la destruiría». Finalmente, Abrahán no se atrevió a insistir más.
Génesis 19,1-14 describe las perversiones de Sodoma
Los dos ángeles llegaron a Sodoma y Lot los acogió en su casa, les preparó un banquete y cenaron. Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad, todos sin excepción, rodearon la casa y exigieron a Lot que les entregara a los visitantes. Lot salió, cerró la puerta tras de sí y les suplicó: «No cometáis semejante maldad contra estos huéspedes míos. Os ofrezco mis dos hijas vírgenes; haced con ellas lo que queráis». La Escritura no aprueba explícitamente este acto de Lot, pero deja ver que en la mentalidad antigua se consideraba aún más abominable la violencia sexual entre hombres que la violación de mujeres. La Biblia advierte repetidamente sobre Sodoma (Dt 29,22; Is 1,9; 13,19; Jr 49,18; 50,40; Am 4,11; Sb 10,6-7; Mt 10,15; 11,23-24; Lc 17,28; 2 Pe 2,6; Jud 7). Los ángeles hicieron entrar a Lot, cerraron la puerta y cegaron a aquellos hombres, que no pudieron encontrar la entrada.
Génesis 19,15-29 describe cómo Dios destruyó Sodoma y otras tres ciudades con fuego, salvando sólo a Lot, sus dos hijas, su yerno y algunos familiares.
El Dios de infinita misericordia detesta tan profundamente los actos sexuales entre personas del mismo sexo porque este pecado se aparta radicalmente de su plan para el ser humano: un hombre y una mujer, unidos en un amor exclusivo y permanente, colaborando con Dios para que nuevas vidas nazcan y crezcan en el calor del hogar.
¿Cómo surge la tendencia homosexual? ¿Es innata? ¿Es fruto de experiencias desafortunadas? La medicina no ofrece una respuesta sencilla. Éticamente hablando, una inclinación natural no es pecado en sí misma; y si uno no entiende que los actos homosexuales son pecado, esa ignorancia subjetiva hace que no sean un pecado objetivo. Pero quienes conocen el bien y el mal no pueden omitir ayudar a los ignorantes a descubrir la verdad, porque eso no sería auténtica caridad. Los actos homosexuales no sólo desvirtúan el plan de Dios, sino que también dañan a la sociedad y suelen conducir a tragedias personales.
La Iglesia ama a todas las personas y acoge a todas, independientemente de la situación en la que se encuentren. Pero no puede permitir que permanezcan en la ignorancia; debe ofrecerles la oportunidad de descubrir el plan de Dios en el seno de la Iglesia, obtener fuerza mediante la oración y los sacramentos, superar las tentaciones y caminar en castidad hacia la vida eterna.
(2) El Evangelio de la misa de hoy, Mateo 8,23-27: Los discípulos y Jesús estaban en la barca cuando, de repente, se desató una gran tormenta en el mar (un lago tan grande que parece un mar). Jesús dormía, y los discípulos lo despertaron. Él, al despertar, les dijo que eran «hombres de poca fe», y se levantó para reprender al viento y al mar, que enseguida se calmaron.
Los discípulos le despertaron porque creían que Jesús podía salvarlos; sin embargo, Él les reprochó su «poca fe». ¿Quería decir que, con Jesús durmiendo a su lado, ya no tenían motivos para temer?
Benedicto XVI ya dijo: la barca de Pedro se está llenando de agua (y los desafíos vienen desde dentro). En los últimos años, la confusión y las divisiones en la Iglesia (especialmente a raíz de la “Fiducia Supplicans”) nos han hecho sentir como si Jesús estuviera dormido. Por suerte, nosotros, «hombres de poca fe», lo hemos despertado y Él nos ha dado un Papa como León XIV, capaz de calmar la tempestad.
Oremos por el Papa: no seamos impacientes, no le pongamos presión, no difundamos noticias falsas ni analicemos en exceso cada gesto o palabra suya. Ayudémosle a disipar la confusión y a restaurar la unidad, porque sólo una Iglesia unida podrá contribuir a que la unidad entre los cristianos sea pronto una realidad.
¡Fortalezcamos nuestra fe y acrecentemos la esperanza!