León XIV: lo que nos salva a cada uno de nosotros es la fe

«Jesús nos cura para que podamos ser libres»

León XIV: lo que nos salva a cada uno de nosotros es la fe

El Papa León XIV ha dedicado la audiencia general de hoy a dar una magistral catequesis sobre el relato del encuentro del ciego Bartimeo con Jesucristo, que marca el camino a seguir por aquellos fieles que se encuentran en situaciones límites. «No hay ningún grito que Dios no escuche», ha asegurado el Santo Padre, quien ha añadido que «Jesús nos cura para que podamos ser libres».

(InfoCatólica) El Papa ha invitado a los fieles a que presenten «ante el Corazón de Cristo las partes más doloridas o frágiles... aquellos lugares de su vida en los que se sienten paralizados y bloqueados»:

«Pidamos al Señor con confianza que escuche nuestro grito y nos cure

León XIV indica que no era casual que Jesús partiera a Jerusalén desde Jericó, ciudad situada bajo el nivel del mal, «desde los infiernos», lo cual era imagen de su obra salvífica:

«De hecho, Jesús, con su muerte, fue a recuperar a ese Adán que cayó y que nos representa a cada uno de nosotros».

Tras recordar que el ciego Bartimeo no podía seguir a Jesús por su enfermedad, el Papa invita a seguir su ejemplo

«¿Qué podemos hacer cuando nos encontramos en una situación que parece sin salida? Bartimeo nos enseña a apelar a los recursos que llevamos dentro y que forman parte de nosotros. Él es un mendigo, sabe pedir, es más, ¡puede gritar! Si realmente deseas algo, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!»

De hecho, como ha recordado el Pontífice, el grito de Bartimeo se ha convertido una oración y jaculatoria «muy conocida en la tradición oriental, que también nosotros podemos utilizar: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy pecador"».

El Papa apunta la clave en el comportamiento de Bartimeo:

«Bartimeo es ciego, ¡pero paradójicamente ve mejor que los demás y reconoce quién es Jesús! Ante su grito, Jesús se detiene y lo llama (cf. v. 49), porque no hay ningún grito que Dios no escuche, incluso cuando no somos conscientes de dirigirnos a Él (cf. Éx 2,23)».

El Santo Padre ha explicado que aunque pueda parecer extraño que Jesús no se dirija a él, siendo ciego, sino que le pide que se acerque, esa «es la forma de reactivar la vida de Bartimeo: lo empuja a levantarse, confía en su posibilidad de caminar. Ese hombre puede ponerse de pie, puede resucitar de sus situaciones de muerte».

«Pero», añade, «para hacer esto debe realizar un gesto muy significativo: ¡debe arrojar su manto!»:

«Para un mendigo, el manto lo es todo: es la seguridad, es la casa, es la defensa que lo protege. Incluso la ley tutelaba el manto del mendigo y obligaba a devolverlo por la tarde, si había sido tomado en prenda».

Y como ha recordado el Papa, también a nosotros «muchas veces lo que nos bloquea son precisamente nuestras aparentes seguridades, lo que nos hemos puesto para defendernos y que, en cambio, nos impide caminar. Para ir a Jesús y dejarse curar, Bartimeo debe exponerse a Él en toda su vulnerabilidad. Este es el paso fundamental para todo camino de curación».

León XVI, como San Pedro en el concilio de Jerusalén (Hech 15,11), ha sentenciado.

«Lo que salva a Bartimeo, y a cada uno de nosotros, es la fe. Jesús nos cura para que podamos ser libres».

Y además recuerda que a pesar de que el Señor animó a Bartimeo a seguir su propio camino, él se puso a seguir a Jesús: «¡ha elegido libremente seguir a Aquel que es el Camino!»

El Papa ha concluido su catequesis retomando la exhortación del principio:

«Queridos hermanos y hermanas, llevemos con confianza ante Jesús nuestras enfermedades, y también las de nuestros seres queridos, llevemos el dolor de quienes se sienten perdidos y sin salida. Clamemos también por ellos, y estemos seguros de que el Señor nos escuchará y se detendrá».


León XIV

Audiencia general

Plaza de San Pedro

Miércoles, 11 de junio de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Las parábolas. 9. Bartimeo. «¡Ánimo, levántate! Él te llama!» (Mc 10,49)

Queridos hermanos y hermanas:

Con esta catequesis quisiera dirigir nuestras miradas a otro aspecto esencial de la vida de Jesús, esto es, a sus curaciones. Por eso, los invito a presentar ante el Corazón de Cristo las partes más doloridas o frágiles de ustedes, aquellos lugares de su vida en los que se sienten paralizados y bloqueados. ¡Pidamos al Señor con confianza que escuche nuestro grito y nos cure!

El personaje que nos acompaña en esta reflexión nos ayuda a comprender que nunca hay que abandonar la esperanza, incluso cuando nos sentimos perdidos. Se trata de Bartimeo, un hombre ciego y mendigo, que Jesús encontró en Jericó (cf. Mc 10,40-52). El lugar es significativo: Jesús se dirige a Jerusalén, pero comienza su viaje, por así decirlo, desde los «infiernos» de Jericó, ciudad que se encuentra por bajo del nivel del mar. De hecho, Jesús, con su muerte, fue a recuperar a ese Adán que cayó y que nos representa a cada uno de nosotros.

Bartimeo significa «hijo de Timeo»: describe a ese hombre a través de una relación; sin embargo, él está dramáticamente solo. Pero este nombre también podría significar «hijo del honor» o «de la admiración», exactamente lo contrario de la situación en la que se encuentra[1]. Y dado que el nombre es tan importante en la cultura judía, significa que Bartimeo no consigue vivir lo que está llamado a ser.

Además, a diferencia del gran movimiento de personas que camina detrás de Jesús, Bartimeo permanece inmóvil. El evangelista dice que está sentado al borde del camino, por lo que necesita que alguien lo levante y lo ayude a seguir caminando.

¿Qué podemos hacer cuando nos encontramos en una situación que parece sin salida? Bartimeo nos enseña a apelar a los recursos que llevamos dentro y que forman parte de nosotros. Él es un mendigo, sabe pedir, es más, ¡puede gritar! Si realmente deseas algo, haz todo lo posible por conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!

El grito de Bartimeo, relatado en el Evangelio de Marcos —«¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!» (v. 47)— se ha convertido en una oración muy conocida en la tradición oriental, que también nosotros podemos utilizar: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy pecador».

Bartimeo es ciego, ¡pero paradójicamente ve mejor que los demás y reconoce quién es Jesús! Ante su grito, Jesús se detiene y lo llama (cf. v. 49), porque no hay ningún grito que Dios no escuche, incluso cuando no somos conscientes de dirigirnos a Él (cf. Éx 2,23). Parece extraño que, ante un ciego, Jesús no se acerque inmediatamente a él; pero, si lo pensamos bien, es la forma de reactivar la vida de Bartimeo: lo empuja a levantarse, confía en su posibilidad de caminar. Ese hombre puede ponerse de pie, puede resucitar de sus situaciones de muerte. Pero para hacer esto debe realizar un gesto muy significativo: ¡debe arrojar su manto! (cf. v. 50)

Para un mendigo, el manto lo es todo: es la seguridad, es la casa, es la defensa que lo protege. Incluso la ley tutelaba el manto del mendigo y obligaba a devolverlo por la tarde, si había sido tomado en prenda (cf. Ex 22,25). Sin embargo, muchas veces lo que nos bloquea son precisamente nuestras aparentes seguridades, lo que nos hemos puesto para defendernos y que, en cambio, nos impide caminar. Para ir a Jesús y dejarse curar, Bartimeo debe exponerse a Él en toda su vulnerabilidad. Este es el paso fundamental para todo camino de curación.

Incluso la pregunta que Jesús le hace parece extraña: «¿Qué quieres que haga por ti?». Pero, en realidad, no es obvio que queramos curarnos de nuestras enfermedades; a veces preferimos quedarnos quietos para no asumir responsabilidades. La respuesta de Bartimeo es profunda: utiliza el verbo anablepein, que puede significar «ver de nuevo», pero que también podríamos traducir como «levantar la mirada». Bartimeo, de hecho, no solo quiere volver a ver, ¡también quiere recuperar su dignidad! Para mirar hacia arriba, hay que levantar la cabeza. A veces las personas se bloquean porque la vida las ha humillado y solo desean recuperar su propio valor.

Lo que salva a Bartimeo, y a cada uno de nosotros, es la fe. Jesús nos cura para que podamos ser libres. Él no invita a Bartimeo a seguirlo, sino le dice que se vaya, que se ponga en camino (cf. v. 52). Marcos, sin embargo, concluye el relato refiriendo que Bartimeo se puso a seguir a Jesús: ¡ha elegido libremente seguir a Aquel que es el Camino!

Queridos hermanos y hermanas, llevemos con confianza ante Jesús nuestras enfermedades, y también las de nuestros seres queridos, llevemos el dolor de quienes se sienten perdidos y sin salida. Clamemos también por ellos, y estemos seguros de que el Señor nos escuchará y se detendrá.

[1] Es la interpretación que da también Agustín en El consenso de los evangelistas, 2, 65, 125: PL 34, 1138.


4 comentarios

Sensus fidelium
Pero debe entenderse correctamente según la enseñanza católica tradicional: la fe salva cuando está informada por la caridad y acompañada de las obras. No basta la fe sola (?fides informis?), como enseñan los protestantes, sino que es necesaria la ?fides formata per caritatem?, es decir, la fe vivificada por el amor (cf. Summa Theologiae, II-II, q. 4, a. 3).
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LF
Es que el Papa no dice la sola fe. Dice la fe.
11/06/25 6:56 PM
Maximiliano
Pidamos la intercesión de la MADRE DE DIOS: El que reza el Rosario todos los días, se salva. Es una promesa la Virgen María, y además adquiere indulgencia plenaria de la pena merecida por los pecados, por lo tanto, si yo me muero en gracia de Dios y me he confesado, y no tengo ni en mi conciencia ningún pecado mortal, se me borra la pena merecida por todos los pecados que yo cometí en mi vida, y en cuanto al Purgatorio se estará poquísimo tiempo, es más, hasta se puede ir directamente al Cielo. El rezar el Rosario es signo de predestinación, qué significa esto, que Dios lo quiere en el Cielo, que no se va a condenar por más bestia y miserable que sea ; si ustedes conocen algún preso que está en la cárcel, y reza el Rosario, se las va a arreglar la Virgen María para que esa alma se vaya al CIELO; " no conozco ninguna persona que todos los días reza del Rosario y que en algo no le haya cambiado la vida ".
11/06/25 8:57 PM
Emiliano
Jesus lo que buscaba era la Fe que nos lleva a la Caridad, que es el Amor de Dios.Su preocupación era : Habrá Fe cuando vuelva ?Lo estamos viendo que la Fe escasea
11/06/25 11:16 PM
Duke of the Keys
Hay que matizar mucho, pero mucho, esa afirmación. Ya ocurrió en el minuto uno del cristianismo cuando san Pablo afirmó: "Somos justificados por la fe" (Ro 3:28) y Santiago le respondió: "Una persona no se justifica solo por la fe" (Stg 2:24). Existe una prueba evidente de esto mismo; Jesús predicaba en sinagogas y lugares abiertos y los demonios que expulsaba de los infelices poseídos gritaban: Tú eres el Hijo de Dios". Pues bien, esos espíritus del mal proclamaban a grandes voces la santidad de Nuestro Señor, pero ninguno de ellos se salvará. La fe es una base y sin ella no hay salvación, pero no es condición necesaria y suficiente, como dicen los protestantes. El criminal, a punto de morir, que confesó la santidad de Jesús, sólo tenía fe, pero no obras, porque apenas le faltaban unos instantes para fallecer, y sin embargo, Cristo le aseguró la salvación y la gloria. Pero en realidad, el delincuente en cuestión sí tenía obras: arrepentimiento de su vida pasada.
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LF
No, caballero. Santiago no respondió a Pablo, porque el mismo Pablo enseña en Romanos 2 que Dios paga con vida eterna a los que obran bien. Lo que ocurre es que sin fe no se puede agradar a Dios.
12/06/25 11:06 AM

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