(Il Tempo/InfoCatólica) Sobre León XIV, Duka indica:
«Su primera aparición me impactó profundamente, casi como si reviviese la memorable elección de san Juan Pablo II. Su atuendo litúrgico reflejaba los signos de una profunda continuidad del papado».
Hace falta gente preparada en Doctrina de la Fe
En relación al trabajo del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal declara: «Han surgido perplejidades sobre el trabajo de este dicasterio», especialmente en relación con «la llamada bendición de las parejas homosexuales». Señala que «tales documentos no siempre reflejan el equilibrio teológico y pastoral exigido por la tradición». Subraya que «las instrucciones presentan demasiados aspectos problemáticos» y que han «dado lugar a interpretaciones erróneas y abusos».
Añade que «en algunas zonas se ha intentado introducir prácticas que van más allá de lo que el documento admite, e incluso que están en contraste con él». El cardenal apunta a la necesidad de que quienes están al frente del dicasterio cuenten con «una profunda competencia» y con un «sólido enraizamiento en la doctrina de la Iglesia».
Disolución de la Iglesia en Alemania
Respecto al camino sinodal en Alemania, Duka indica que «la actitud del Papa hacia el proceso es negativa, como lo fue la de sus predecesores en responsabilidades curiales, el cardenal Müller y el cardenal Ouellet». Señala que «las peticiones del Comité sinodal son inaceptables» y considera que se dirigen «en la dirección de la disolución de la Iglesia católica en Alemania».
Acuerdo con China
En cuanto al acuerdo con China, el cardenal afirma:
«La cuestión de la posición de la Iglesia católica en China, a la luz de mi experiencia de persecución durante el comunismo, me lleva a expresar cierta cautela».
A su juicio, la actual política diplomática «puede dañar a la propia Iglesia católica». Duka sostiene que el acuerdo permanece secreto y que solo han trascendido «informaciones preocupantes».
Sobre las consecuencias prácticas, advierte:
«Si son ciertas las noticias sobre la prohibición de participación de jóvenes en celebraciones religiosas, la obligación de registrar los nombres de los asistentes a misa o las restricciones en el nombramiento de obispos, entonces se trata de formas de persecución comparables a las que nosotros mismos hemos vivido».
Añade que «no se puede callar ante estas cosas» y concluye que «la situación empieza a recordar los años 50, cuando ciertas corrientes políticas mostraban indulgencia o apoyo abierto a las dictaduras».