(InfoCatólica) El cardenal Pizzabala es oriundo de un pequeño pueblecito en el norte de Italia: Castel Liteggio, en el que vivió rodeado de animales, y cultivos. Era, como él mismo diría después, «un mundo que ahora ya no existe», pero que le proporcionó un gusto por la «sencillez y la sinceridad». Desde que era un niño, ya sabía que quería ser sacerdote, en buena parte gracias al ejemplo de su párroco, y en cuanto pudo entró en el seminario menor de la orden franciscana, en Rímini. Se sentía atraído por las misiones de China y no se cansaba de escuchar las experiencias de varios franciscanos que habían misionado allí antes de que Mao expulsara a todos los misioneros.
Tras el noviciado y los votos menores, hizo sus votos solemnes en 1989, apenas un mes antes de que cayera el Muro de Berlín. Un año después, fue ordenado sacerdote por el cardenal Biffi, de Bolonia, y sus superiores le enviaron al Estudio Bíblico Franciscano de Jerusalén, para que se licenciara en el estudio de la Sagrada Escritura. El habría preferido estudiar en Roma, pero la Providencia tenía otros planes para él y le iba preparando para la misión que debía desempeñar en el futuro.
Era una época difícil para Tierra Santa, la de la primera Intifada, es decir, el levantamiento de los palestinos contra el Estado de Israel. Su alojamiento estaba en el barrio musulmán y, unas horas después de que llegara, hubo un enfrentamiento que produjo una veintena de muertos. Todo le resultaba ajeno, desde la cultura hasta el clima de tensión y enfrentamientos, los toques de queda o el mismo idioma (en aquella época, solo hablaba italiano; ahora domina también el inglés, el árabe y el hebreo).
Con la ayuda de la gracia, las dificultades no hicieron más que forjar su vocación para que fuera más firme. Además del Estudio Bíblico de los franciscanos, también estudió en la Universidad Hebrea de Jerusalén, lo que le ayudó a entender el punto de vista judío sobre multitud de cuestiones y aprender hebreo. Pronto le nombraron profesor de Hebreo Bíblico en el Estudio de los franciscanos y responsable de la publicación del Misal Romano en hebreo en 1995. Asimismo, comenzó a trabajar pastoralmente en la Custodia Franciscana de Tierra Santa con los católicos de lengua hebrea.
Desde entonces, se sucedieron los nombramientos importantes. Primero fue elegido superior del Convento de los Santos Simeón y Ana, después Custodio, es decir, el superior de toda la Custodia Franciscana de Tierra Santa. Gracias a su experiencia personal, consiguió que la Custodia, tradicionalmente centrada en los palestinos, también colaborase con los israelíes, lo que incrementó su capacidad de mediar entre ambas partes. Durante aquellos años, según ha explicado, experimentó de forma especial la «soledad» que trae consigo la autoridad.
También en aquella época, comenzó a colaborar con el Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos y fue conociendo a multitud de autoridades de la Ortodoxia y de las iglesias nestorianas y no calcedonianas. En 2014 organizó la reunión entre el Papa Francisco, el Patriarca de Constantinopla, el Presidente de Israel y el líder de la Autoridad Palestina. El encuentro se produjo en el Vaticano y, probablemente, hizo que el Papa se fijara en aquel franciscano aún poco conocido.
El fin de su tercer periodo como Custodio coincidió con la jubilación de Fouad Twal, el Patriarca Latino de Jerusalén. Este título proviene de la Primera Cruzada, cuando se estableció una sede patriarcal latina en el Reino de Jerusalén. El Patriarca tiene jurisdicción sobre todos los católicos de rito latino de Israel, Palestina, Jordania y Chipre. Además, es Gran Prior de la Orden del Santo Sepulcro. Tras la jubilación de Twal y como medida transitoria, el Papa Francisco nombró a Pizzaballa arzobispo y le encomendó la administración apostólica del Patriarcado, una misión que no era fácil. Como la gran mayoría de su rebaño, sus dos antecesores habían sido árabes (uno palestino y otro jordano), pero él aún ni siquiera sabía hablar la lengua árabe y muchos le miraban con desconfianza.
Poco a poco fue aprendiendo el idioma y disipando la desconfianza inicial. Entre otras cosas, consiguió reducir a menos de la mitad la gran deuda que lastraba el funcionamiento del Patriarcado. El Papa Francisco, satisfecho con su labor, le confirió definitivamente el título de Patriarca Latino de Jerusalén cuatro años después. En 2023, le creó cardenal. Era la primera vez que un Patriarca Latino recibía este honor.
La experiencia como cardenal de Pizzaballa es, pues, de solo dos años, pero han sido años muy intensos. Poco después de su nombramiento, estalló el nuevo conflicto palestino-israelí. Desde entonces, el Patriarca ha hecho todo lo posible por que ambas partes detengan la «violencia sin sentido», ha procurado llevar alimentos y asistencia médica a los necesitados y ha condenado tanto el ataque de Hamás que provocó el estallido del conflicto como los ataques de represalia israelíes que tantas víctimas han causado en Gaza. Incluso se ofreció a ser tomado él mismo como rehén en lugar de alguno de los israelíes capturados. Cuando por fin pudo entrar en el territorio de Gaza, lo primero que hizo fue celebrar la Santa Misa en la parroquia de la Sagrada Familia.
Cabe resaltar que, a pesar de las dificultades que sufre la población de Tierra Santa y que él ha podido experimentar de primera mano, el cardenal mantiene contra viento y marea una visión esperanzada de los acontecimientos. Su lema episcopal es Sufficit tibi gratia mea, «te basta mi gracia». En efecto, ha experimentado que siempre se puede confiar en la ayuda del cielo, aunque esa gracia a veces toma la forma de una cruz. También es muy consciente de que «es Cristo quien dirige la Iglesia» y no los hombres, un convencimiento que resultaría especialmente útil para cualquier futuro Papa.
Por otro lado, el hecho de que solo haya sido cardenal durante dos años hace que la información sobre él sea más escasa que sobre el resto de los cardenales. Su misión como Patriarca Latino de Jerusalén y anteriormente en la Custodia Franciscana le ha puesto en contacto con la gran tradición oriental de la Iglesia y, si fuera elegido Papa, sería uno de los mejores conocedores de las Iglesias Ortodoxas, lo que podría facilitar el camino hacia una futura recuperación de la unidad con ellas. Además, la tradición oriental mantiene un sentido de lo sagrado y del Misterio que, en Occidente, ha decaído mucho en el último siglo.
Es un gran partidario del rezo del rosario, ha mostrado siempre una gran devoción a nuestra Señora y, en 2023, consagró Tierra Santa al Inmaculado Corazón de María, pidiendo especialmente el fin de la guerra. También recuerda a menudo la importancia de la familia para las vocaciones sacerdotales además del ejemplo de buenos sacerdotes, como sucedió en su propio caso. La formación de las parejas que van a casarse ha sido una de sus prioridades, resaltando su vocación a la santidad.
Tiene experiencia con diversas liturgias antiguas, como la maronita, la bizantina o la melquita y no rechaza la celebración de la liturgia romana antigua, que se celebra regularmente en una capilla de Jerusalén. Utiliza el latín en ocasiones especiales y al menos una vez ha celebrado ad orientem. Asimismo, ha prevenido contra la tentación de reducir la Eucaristía a «un momento de banquete, un encuentro comunitario».
No ha hecho declaraciones significativas sobre los temas más polémicos, como la comunión de los divorciados, los anticonceptivos, las diaconisas o los acuerdos con China. En algunos de los temas favoritos del Papa Francisco, como la ecología o la sinodalidad, parece coincidir con él, pero de forma más matizada y subordinada a las cuestiones de fe. Dado su cargo, no resulta sorprendente que también otorgue importancia al diálogo interreligioso, sobre todo con los musulmanes. Ha creado un Vicariato y una parroquia personal dedicados a los inmigrantes.
En Tierra Santa trabajan muchos religiosos de gran cantidad de órdenes y congregaciones distintas. Una de las cosas que el cardenal Pizzaballa ha subrayado en sus relaciones con ellos es que un religioso no debe perder su identidad, criticando a los consagrados que «están tan absortos en su trabajo que no se sabe si son religiosos o no». Asimismo, criticó que en las escuelas católicas se contrate a profesores de religión que no van a Misa. «¿Qué credibilidad pueden tener?», preguntó. En el mismo sentido, advirtió que muchos doctores de hospitales católicos no sabían nada de la moral católica, en particular en relación con el aborto o la eugenesia.
Es un cardenal joven, de solo 60 años, y su nombre significa Pedro Bautista, de modo que es uno de los tres «pedros» entre los cardenales con mayores posibilidades de ser elegidos papa (los otros dos son Parolin y Erdö), lo que podría dar que pensar a algunos cardenales. Asimismo, su ámbito de actuación ha estado muy reducido a Oriente Medio y no le gustan las declaraciones llamativas sobre temas polémicos, de manera que muchos de los purpurados pueden considerarle un interrogante. Quizá, además, después de un papa jesuita, la Iglesia no esté lista para otro papa religioso.
Por otro lado, los cardenales podrían encontrar en Pizzaballa una identidad católica más marcada, una mirada de fe sobre los acontecimientos, el amor por la Sagrada Escritura y la apreciación de la gran tradición católica de Oriente y Occidente.
Recemos por él.