(InfoCatólica) Nació en el norte de Italia, de padres trabajadores, y entró en el seminario a los catorce años. Tras ordenarse, estudió Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de Roma e ingresó en el servicio diplomático vaticano. Trabajó en varias nunciaturas antes de ser destinado a la Secretaría de Estado en Roma, en la época del cardenal Sodano.
Con el tiempo, ascendió a Subsecretario de Estado para las Relaciones con los Países. En 2009, fue consagrado obispo por el Papa Benedicto XVI y nombrado nuncio en Venezuela. Su gran oportunidad llegó con el pontificado del Papa Francisco, que le nombró Secretario de Estado en 2013 (el más joven en casi cien años) y, poco después, miembro del Consejo de Cardenales.
Al margen de su competencia profesional, es probable que una de las razones por las que fue escogido por el Papa Francisco fuera su cercanía al famoso grupo de San Galo, que intentó infructuosamente conseguir que el cardenal Bergoglio fuera elegido Papa en 2005 y por fin lo consiguió en 2013. Parolin fue introducido en la órbita del grupo por el cardenal Silvestrini, miembro de pleno derecho del grupo de San Galo, que actuó como su mentor.
El cardenal Parolin, pues, carece por completo de experiencia pastoral y, quizá para compensar esa carencia, suele ser presentado como un maestro de la diplomacia y la negociación. No obstante, su historial no es del todo brillante. Durante sus primeros años en el servicio diplomático de la Santa Sede participó en diversas negociaciones importantes con México, Italia y sobre todo, China. Sin embargo, tras ser nombrado Secretario de Estado, ha protagonizado varios fiascos diplomáticos.
En primer lugar, el affaire de la Orden de malta, en que los intentos del cardenal Burke y el Gran Maestre Matthew Festing de hacer más católica y transparente la Orden se saldaron con la decisión del Vaticano de obligar a ambos a dimitir de sus cargos. En la lista de actuaciones poco brillantes del Secretario de Estado, muchos españoles incluirían también su intervención para calmar las aguas en el conflicto del Gobierno español con la basílica y los monjes benedictinos del Valle de los Caídos, que dio como resultado la aceptación prácticamente incondicional por la Iglesia de las exigencias sectarias del Gobierno. Asimismo, con ocasión de la guerra entre Ucrania y Rusia, el cardenal intentó que la Iglesia asumiera un papel de mediación de primer orden, mediante comunicados al respecto e incluso viajando a Ucrania, al mismo tiempo que el Papa Francisco hacía diversas declaraciones, poco sistemáticas, sobre el conflicto. Desgraciadamente, las intervenciones vaticanas no gustaron en ninguno de los dos países y la Iglesia tuvo que ceder campo a otros mediadores, como Arabia Saudí o Estados Unidos.
El caso de más alto nivel, sin duda, es el acuerdo secreto entre China y el Vaticano firmado en 2018 y renovado bienalmente tres veces desde entonces. El papel del cardenal Parolin ha sido de primera línea, ya que las relaciones con China son su especialidad. Como el acuerdo es secreto, no es posible conocer sus detalles, pero parece que, desde el momento de su firma, las autoridades chinas han podido nombrar libremente a obispos muy influidos por la ideología comunista y manejados por el poder político. En cambio, no han cesado las presiones sobre los obispos y sacerdotes fieles a Roma, que siguen perseguidos y a los que se intenta obligar a integrarse en la Asociación Patriótica controlada por el gobierno. Es muy difícil entender qué ha conseguido la Iglesia con este acuerdo, que ha puesto a los fieles católicos chinos a los pies de los caballos. A ese respecto, el cardenal Zen, obispo emérito de Hong Kong, ha acusado en varias ocasiones a Parolin de mentir, de tener una «mente envenenada» y de «manipular al Papa» Francisco.
El cardenal Parolin ha sido uno de los defensores entusiastas de la sinodalidad y de la lucha contra el cambio climático. También aceptó con gusto los cambios realizados por Amoris laetitia con respecto a la comunión de los divorciados en una nueva unión, como manifestación del «acompañamiento» de la Iglesia. En cambio, en relación con otras cuestiones morales, como los anticonceptivos o las parejas del mismo sexo con ocasión de Fiducia supplicans, ha preferido mantener un perfil bajo y nadar entre dos aguas.
Se ha manifestado a favor de una mayor democratización de la Iglesia, tiene buenas relaciones con la masonería italiana y participó en la reunión de 2018 del opaco Grupo Bilderberg. Es enemigo declarado de la liturgia antigua y probablemente intervino en la redacción del motu proprio Traditiones custodes, que limitó mucho la posibilidad de celebrarla. Es, además, uno de los cardenales que llevan el nombre de Pedro (Pietro, en italiano), con sus resonancias incómodas al Pedro Romano de las supuestas profecías de San Malaquías.
Recientemente, ha salido a la luz en el periódico Il Tempo que Parolin podría estar directamente implicado en el escándalo financiero causado por la compra millonaria de un inmueble en Londres con dinero del Vaticano y que provocó la destitución del cardenal Becciu. Se ha revelado que la firma de Parolin aparecía en el documento de aprobación de la operación. Esta noticia, tan cercana al comienzo de las votaciones de los cardenales, podría hacer que perdiera muchos apoyos en el cónclave.
En su haber se cuenta haber sido uno de los pocos asesores cercanos del Papa Francisco que ha permanecido en su puesto durante todo el pontificado. Algunos piensan, sin embargo, que en los últimos meses hubo un cierto distanciamiento entre el Secretario de Estado y el Papa Francisco, ya que este último parecía confiar cada vez más en el número dos de la Secretaría de Estado: Mons. Edgar Peña Parra, también involucrado en el escándalo financiero de Londres.
El cardenal Parolín no solo es uno de los colaboradores de confianza del Papa Francisco, sino también uno de los cardenales más conocidos, lo que jugará a su favor en un cónclave en el que muchos de los participantes no se conocen entre sí. Asimismo, su imagen de gestor, diplomático y negociador, alejado de posturas extremistas, podría ofrecer tranquilidad a los demás purpurados, como un candidato de consenso que alejara el espectro del temido cisma. Otros, en cambio, teniendo en cuenta su historial diplomático, temerán que, como Papa, pudiera privilegiar las consideraciones políticas sobre las espirituales.
Recemos por él.