(ACIPrensa/InfoCatólica) Más de 170 cristianos fueron asesinados en los estados nigerianos de Plateau y Benue durante la Cuaresma y la Semana Santa, en una nueva ola de violencia que sacude al llamado Cinturón Medio del país. Los ataques, atribuidos a pastores fulani, coincidieron con los días sagrados del Triduo Pascual y se dirigieron principalmente contra comunidades agrícolas cristianas.
Entre los hechos más cruentos se encuentra el ocurrido entre el Jueves Santo y el Viernes Santo en el estado de Benue, donde al menos 72 personas habrían perdido la vida. El padre Moses Aondoanenge Igba, párroco de San José Aboki en la diócesis de Katsina-Ala, fue testigo de la tragedia y compartió su experiencia en una entrevista concedida a ACI África el 29 de abril.
«Fue una matanza masiva. Yo diría que mataron a más de 70 personas en ese momento. Tras el ataque, la gente seguía contando sus pérdidas. Al no encontrar a sus hermanos, hermanas o familiares desaparecidos, buscaron en el monte y, guiados por el olor, hallaron los cuerpos en descomposición», relató el sacerdote.
Para el padre Igba, la violencia fue organizada y dirigida, y no duda en describirla como un plan sistemático: «Lo que ocurrió ese Jueves Santo, que yo llamo Jueves Negro, y al día siguiente, Viernes Negro, fue un ataque masivo y una matanza masiva de personas inocentes en nuestras comunidades».
El presbítero recordó que ataques similares han tenido lugar en otras celebraciones cristianas, lo que lo lleva a sospechar de una intencionalidad ideológica. «No olvidemos la agenda de islamización que tienen. Me pregunto por qué siempre ocurre durante fiestas cristianas. Ya sea Navidad o Pascua, vienen a interrumpir nuestras celebraciones. Apunta a una ideología de conquista. Es más que terrorismo; se trata de ocupación de tierras e islamización», advirtió.
Junto con la dimensión religiosa, Igba identificó un posible objetivo económico: obstaculizar la producción agrícola de estas regiones. «En términos de seguridad alimentaria, parece que quieren destruir lo que tenemos para que pasemos hambre y abandonemos nuestras tierras», explicó, señalando lo que considera una estrategia de «tierra arrasada».
A pesar del clima de terror, el sacerdote decidió permanecer con su comunidad. Recordó el caso de un feligrés, Augustine Uzu, quien buscó refugio en la parroquia pero fue asesinado brutalmente al intentar regresar a su aldea. «Decidió regresar a su aldea para recuperar algunas pertenencias, creyendo que el peligro ya había pasado. Lamentablemente, los atacantes fulani aún estaban allí. Lo atraparon y, cuando intentaba volver a la parroquia, lo mataron a machetazos y dejaron sus restos al borde del camino».
El padre Igba también relató el caso de un joven que sobrevivió milagrosamente a una agresión similar: «Un joven de mi parroquia fue atrapado por los fulani. Le ordenaron acostarse boca arriba y luego lo atacaron con machetes, abriéndole el estómago y dejando salir sus intestinos. Por la gracia de Dios, sobrevivió tras ser llevado de urgencia al hospital San Antonio en Zaki Biam. Ahora se está recuperando y ya puede hablar y comer».
La parroquia, explicó, se ha convertido en refugio improvisado para muchos desplazados por la violencia. El padre decidió no abandonar su puesto, incluso cuando su vida estuvo en peligro. «Le decía a mi gente que tuvieran valor. Me negué a huir. Permanecí en medio de mi pueblo, como un signo de esperanza para ellos. Cuando las balas volaban sobre la iglesia, me paré bajo un árbol, guiando a los que corrían hacia la parroquia para que se dirigieran detrás del presbiterio».
A pesar de las advertencias, su decisión fue firme: «La gente tenía miedo y me decía que estaba arriesgando mi vida, pero yo les decía: ‘Soy un faro de esperanza para ustedes’. Si yo no hubiera estado allí, la gente habría huido aún más lejos y nadie habría quedado en el presbiterio».
Consultado sobre la posibilidad de autodefensa, el sacerdote señaló que las comunidades rurales están en desventaja frente al armamento de los atacantes. «Hablar de autodefensa en las zonas rurales hoy es casi imposible. La guerra ya no se libra con arcos y flechas. Estas personas traen AK-47, AK-49 e incluso lanzacohetes. Las comunidades rurales no pueden igualar ese poder de fuego».
Criticó también al gobierno de Nigeria por no actuar con imparcialidad. «A las comunidades que intentan armarse, se les tilda de criminales», afirmó. «Mientras tanto, el gobierno hace la vista gorda ante los pastores fulani que portan armas ilegales e infiltran aldeas».
Finalmente, el padre Igba hizo un llamado a no perder la fe ni la esperanza en medio del dolor. «Mi mensaje para los fieles es que, tengamos o no defensores humanos, Dios es nuestro defensor supremo. Especialmente ahora que estamos en el Año de la Esperanza, no debemos creer que todo está perdido. La esperanza debe guiarnos».
En el contexto del Jubileo 2025, recordó a su comunidad el sentido redentor del sufrimiento cristiano: «El Viernes Santo, durante la adoración de la cruz, les dije a los presentes que el sufrimiento de Cristo, antes una realidad lejana, ahora se ha convertido en nuestra experiencia vivida».
«Nuestros hermanos y hermanas han subido a la cruz de forma difícil y dolorosa. Los que quedamos llevamos la cruz del dolor y la traición de quienes debían protegernos», lamentó.
Y concluyó con una nota de esperanza pascual: «Después de la cruz viene la resurrección. Debemos creer que sus muertes no serán en vano».