(F. Franco/Farodevigo/InfoCatólica) "Cuando comencé mis visitas a las prisiones de Israel –cuenta– íbamos en autobuses públicos. Debíamos tomar cuatro para la ida y cuatro para la vuelta. Una de las religiosas que realizaba estas visitas y en cuyo grupo empecé tenía más de ochenta años y con más corazón que fuerzas llegaba al lugar donde se hallan varios penales juntos, uno de ellos, el más visitado por nosotros, de máxima seguridad. En un país tan militarizado como Israel, una cárcel de máxima seguridad siempre supone un desgaste de paciencia para pasar los controles en los cuales pasamos largas horas".
Cuenta este sacerdote que son los rabinos –con los que guardan muy buena relación– quienes regulan el acceso de las diversas comunidades religiosas a los penales.
El suyo es un grupo de religiosas y sacerdotes pertenecientes al Patriarcado Latino de Jerusalén. Pero el padre Tabarés no sólo visita como capellán a presos cristianos, algunos a perpetuidad por asesinato;también comunidades en Ain Karen, Haifa o Belén en las que religiosas católicas atienden a niños discapacitados o abandonados.
Dice él que para un creyente es impagable vivir en Tierra Santa, conocer esos escenarios bíblicos donde para cristianos, judíos y musulmanes todas las cosas hablan de la historia del encuentro entre su Dios y un pueblo: el mar de Galilea, el sol que reverbera sobre sus aguas, el aroma de esos campos, el Tabor, las rocas que se rasgaron cuando expiró en la cruz...
Antes de partir hacia esas tierras en 2003 trabajó como cura en el rural gallego, dio clases en un instituto coruñés, estudió teología en Pamplona y Santiago, inició en Bruselas el estudio de la Biblia... y precisamente para profundizar en este estudio se fue a Israel, becado por la Universidad de Salamanca. Pronto saldrá un libro suyo que investiga en la terminología bíblica sobre la fe, a caballo de la filología y de la exégesis.
El padre Tabarés cree que sólo acudiendo al perdón puede haber esperanzas para una tierra en la que se profundiza más en lo que separa que en lo que une. En la que el derecho a portar armas ha facilitado que esté en prisión para siempre gente que apretó el gatillo muy joven. "El holocausto ha marcado a este pueblo –dice–, que está siempre a la defensiva pero en el que hay cada vez más gente joven que piensa de otra manera. De ningún modo puede sintetizar la imagen del pueblo israelí el radical ortodoxo que escupe al paso de un cura cristiano".