(El Mundo) Pablo. R Suanzes entrevista a Gilles de Kerchove para El Mundo:
Desde 2004 España ha sido el ejemplo de cómo combatir el yijadismo. ¿Qué lecciones saca del 17-A?
Es pronto para extraer conclusiones definitivas, pero sabemos que necesitamos mucho más esfuerzo en prevención. ¿Por qué 12 jovencísimos chavales, con nacionalidad española o viviendo allí toda la vida, causaron la masacre sin ningún signo claro de radicalismo que fuera detectado por los servicios de inteligencia? Tenemos que ver qué podemos hacer en internet y contra la radicalización en las cárceles. Cómo detectar las primeras señales por débiles que sean.
Un fanático con un ordenador y un cuchillo no es lo mismo que una célula con líder y planes con explosivos.
Lograron preparar los ataques bajo el radar. Los yihadistas cada vez más usan la taqiyya, el disimulo para pasar desapercibidos. Hay que mejorar en la parte humana y también la digital. Los servicios europeos cada vez usan más análisis de big data, software para prevenir cambios de comportamiento, pero no basta.
Los patrones han cambiado desde Charlie Hebdo.
Segunda lección: vamos a sufrir más ataques. La mayoría, salvo Bruselas y París, no fueron dirigidos desde Raqqa, sino inspirados, por decirlo así. Y después el Estado Islámico reclama la autoría. La propaganda de la organización ya no pide tanto a la gente que vaya al Califato sino que ataque en sus lugares de origen o de residencia, incluso a pequeña escala con armas caseras.
¿Eso es una pequeña victoria?
Sí, es una buena noticia en una historia triste. El hecho de que no fueran capaces de hacer explosivos ni de conseguir armas automáticas nos dice que quizás, y sólo quizás con un gran interrogante, las medidas que hemos adoptado en los últimos años han tenido impacto.
Bélgica detectó algo raro y avisó de que el imam parecía sospechoso.
La cuarta lección que debemos extraer es que más allá de la recopilación de datos, más allá de compartirlos, la clave es el análisis. Los servicios secretos están compartiendo más, no es que los españoles no tuvieran ninguna información, o los belgas o franceses, pero a veces no fueron interpretados apropiadamente.
¿Se podría tener una lista europea clara de sospechosos como el imam Es Satty?
Determinar el punto de no retorno, cuando alguien radical pasa a ser terrorista, cae en una zona gris. Ser radical no es un delito. Ser ortodoxo, agresivo hacia Occidente en tu retórica no es un crimen. Cuando los servicios secretos identifican a un radical deben decidir qué hacer. Hay que seleccionar quiénes son realmente preocupantes y los más peligrosos deben o deberían ser monitorizados 24 horas al día siete días por semana.
Pero no puedes seguirlos siempre a todos.
Es imposible y no sería útil. Reino Unido tiene identificados de 20.0000 a 35.000 radicales. De esos, 3.000 son preocupantes para el MI5, y de ellos 500 están bajo atención especial y constante. Cuando los franceses hacen su lista de 17.000 radicales usan sus propios criterios y estándares. En el Sistema de Información de Schengen hay una especie de alerta para quienes no son criminales, sino peligrosos. Y me temo que no todos los países usan el mismo sistema para catalogar. La respuesta a lo ocurrido en Barcelona debería ser poder alinear los criterios cuando sea posible.
¿Hizo España un buen trabajo contra el terrorismo?
En lo que respecta a ETA es más que obvio, nadie puede discutirlo. España ha tenido un comportamiento impresionante. La sociedad española ha mostrado una resistencia asombrosa. Sin compromisos, manteniendo sus valores, destacando la importancia de las víctimas. Mejorando la forma en la que la Policía, la Guardia Civil y los servicios secretos trabajan conjuntamente. En el terrorismo yihadista, lo mismo. Si contra ETA se establecieron lazos fuertes con Francia, contra el yihadismo la cooperación con los marroquíes es crítica. Sí, sin duda, la Policía española es un ejemplo impresionante. En términos de resistencia, me impresionó la reacción de la gente en Barcelona. Resistiendo lo que el terrorismo busca, que es dividir comunidades y provocar relaciones antagónicas. El abrazo [en español en su respuesta] del padre del niño asesinado y el imam es mil veces más fuerte que cualquier programa contra el extremismo violento que podamos concebir en Bruselas.
Por desgracia ha habido acusaciones mutuas sobre el acceso a datos entre diferentes cuerpos de Policía.
Vengo de un país que ha intentado transformarse en un Estado federal y soy el primero en entender cuán sensible es este tema, pero como quiero conservar mi trabajo mejor no debería entrar. Lo primero porque no sé qué ocurrió exactamente.
En el resto del continente ese tipo de información sobre radicales o yihadistas, ¿se mantiene a nivel nacional, se comparte a nivel regional?
La mejor herramienta que tenemos, además de Europol, es el Sistema de Información de Schengen, y está muy descentralizada. Los policías que patrullan por la calle pueden acceder desde los terminales de su coche. La tecnología nos permite minimizar las especificidades de la estructura de un estado. Nunca había visto en Europa dudas sobre esto. Los Estados miembros son responsables de su organización interna y nunca he tenido que mirar esos datos.
¿Los bolardos o el despliegue de soldados los ve como una concesión o como adaptación a las nuevas amenazas?
Hay que trabajar más la protección de los llamados blancos fáciles. Yo no soy nadie para dar consejos a la alcaldesa de Barcelona sobre cómo proteger sus calles. Pero recientemente ha habido varios encuentros de expertos y sus conclusiones son que los dispositivos de detención, como los bolardos, el rediseño de las calles peatonales, son necesarios. Porque hay un efecto claro de imitación en el terrorismo y parece claro que volverá a pasar algo como lo de Barcelona. Nunca vas a poder parar a un solitario que se ha radicalizado él solo en internet y sale a la calle con un cuchillo pero se pueden intentar evitar atropellos masivos.
¿Tiene cifras europeas de cuántos radicales y yijadistas están identificados en Europa?
No, no las tenemos. Esperamos conseguirlas. Hace tres lustros era sencillo identificar a alguien radicalizado. Ahora, los más fanáticos disimulan sus convicciones. No tenemos cifras exactas, pero no es difícil hacer cálculos aproximados. Reino Unido tiene 25.000. Francia, 17.000. España muchos menos, pero más de 5.000, supongo. En Bélgica casi 500 se han ido a Siria y hay unos 2.000 radicales o más. No me aventuraría a una cifra concreta, pero decenas de miles, más de 50.000.
Pero sí hay datos de los europeos que se han ido a Siria o Irak y los que han regresado.
Hay cierto consenso en que la cifra de foreign fighters, los que se fueron, está en torno a 5.000. De ellos, un tercio ha regresado y algo menos de un tercio han muerto.
Hace dos años la principal amenaza eran ellos. Ahora, los terroristas caseros.
Sí, es verdad. Dicho eso, que no hayamos visto retornos masivos no excluye que los más peligrosos puedan ser los que sí han vuelto y están en prisión. Fanáticos entrenados allí y que acabarán siendo liberados. Si las pruebas contra ellos no son muy sólidas están teniendo condenas de tres o cuatro años. En prisión, que refuerzan sus creencias y salen aún más furiosos con Occidente.
¿Estamos ante la israelización de Europa en lo que a convivir con atentados se refiere?
No lo sé. In tempore non suspecto dije que íbamos a tener una ola de ataques o al menos de intentos, por la desintegración del Califato. España ha arrestado 51 yihadistas en lo que va de año. En 2016, 69. Y en 2015, 75. No estamos siendo pasivos ni mucho menos. Estamos constantemente desintegrando células, destrozando planes, arrestando gente. Jonathan Evans, ex jefe del MI5 dijo recientemente que llevamos dos décadas con esto y su predicción es que quedan otras tantas.
¿Comparte la visión?
Sí, creo que es un problema generacional. Llevará tiempo, décadas, no va a resolverse en meses.
En los 70 y 80 había muchos más ataques terroristas y más mortíferos. Pero ahora el impacto y la difusión son diferentes. Europa resistió entonces. ¿Le preocupa que ahora pueda no hacerlo?
No, en absoluto. Cuando se ve cómo se ha reaccionado. Cuando vemos cómo España ha resistido y Daesh no ha logrado antagonizar las diferentes comunidades. Cómo en Francia la extrema derecha no ganó las presidenciales aprovechando ciertos argumentos. O cómo en Alemania Merkel parece que será reelegida a pesar de la campaña que se organizó con los refugiados, se ve. La gente entiende que detrás de los ataques hay una agenda para dividir la sociedad. Es buena noticia que no lo hayan logrado, que las democracias hayan sido lo suficientemente fuertes, pero hay que permanecer alerta, hemos de mantener nuestros valores e invertir en una agenda positiva: trabajo, educación, cultura, deportes.
Pero recuerde lo que pasó en Bruselas tras los ataques de París. Cerraron universidades, colegios, transporte público, oficinas. En España, con cientos de muertos de ETA o Al Qaeda, nunca pasó algo así. Hay una fuerte presión sobre los Gobiernos para que hagan «cosas»...
Eso fue un caso muy especial, el de esa semana en Bélgica. El Gobierno tenía información muy preocupante y no tuvo alternativa. No creo que vaya a ser un patrón para el futuro.
Internet. ¿Aliado enemigo contra el yihadismo?
Sobre el papel de internet hay varios aspectos en la mesa. Primero, cómo eliminar lo más rápido posible el material que es ilegal. Segundo, cómo usarlo nosotros para promover un mensaje positivo y una narrativa contra el radicalismo. Tercero, cómo mejorar el acceso a pruebas digitales, a menudo almacenadas en nubes en EEUU. Queremos un acceso rápido y fácil a esos datos almacenados. El cuarto aspecto es la encriptación. El Estado Islámico por ejemplo lo usa para comunicarse en las redes, y hay que ver qué se hace. El quinto lugar, los datos de las operadoras. La corte de Justicia ha parado directivas que se aprobaron tras los atentados de Londres en 2005 sobre cómo se puede forzar a las compañías a mantener registros de ciertas cosas. Vamos en la buena dirección, pero queda mucho por hacer.
Si las medidas han hecho más difícil el uso de explosivos o la compra de armas, ¿los acuchillamientos son el último recurso?
Diría que no. Hasta ahora no hay casos ciberterrorismo, en el sentido de penetrar o intentarlo en los sistemas de centrales nucleares, presas, plantas eléctricas o espacio aéreo. Pero no me sorprendería que en los próximos cinco años pasara. No que funcione pero sí que se intente. No hay que subestimar el potencial del Estado Islámico. No tienen ahora el conocimiento para eso, por mucho que tengan a frikis que hagan buenos vídeos. Pero en la dark net puedes encontrar vulnerabilidades de sistemas en venta, como la que se supone que usaba la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) para Windows XP y que acabó siendo el virus WannaCry. O pueden comprar los servicios de hackers rusos, porque tienen dinero.