(El País/InfoCatólica) El pensador José Ortega (1883-1955) murió confesado y comulgado, según el testimonio de Carmen Castro, hija del historiador Américo Castro y esposa de Xavier Zubiri, discípulo favorito del filósofo, en una carta dirigida a un sacerdote capuchino. Lejos de despedirse de este mundo enemistado con el catolicismo, tal como cabía esperar de sus manifestaciones anticlericales, incluso blasfemas, según sus críticos, Ortega lo habría hecho besando un crucifijo.
Como la religiosidad de Ortega fue motivo de dudas, análisis y polémicas, la carta de la escritora y catedrática Carmen Castro (1912-1997) al sacerdote José Gonzalo Zulaica, llamado primero padre Antonio de San Sebastián y después, padre Donostia, es valiosa. El autor de La rebelión de las masas, escribe la hija del hispanista, «murió dentro de la Iglesia. De esto no tenemos duda. Besó por dos veces un Cristo llevando él a los labios la mano que lo sostenía. El P. Félix lo confesó -esto, claro, se supone porque el P. Félix no puede decirlo-. Lo que sí dice es que le dio la absolución papal».
Ese capuchino y varios rectores también recibieron cartas de Gregorio Marañón, Joaquín Rodrigo, Andrés Segovia, Ramón Menéndez Pidal y San José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.