(InfoCatólica) Texto de la alocuión del papa Francisco a los padres sinodales
Queridas Beatitudes, Eminencias, Excelencias, Hermanos y Hermanas:
La Iglesia retoma hoy el diálogo iniciado con la proclamación del Sínodo Extraordinario sobre la familia para evaluar y reflexionar juntos sobre el Instrumentum Laboris (Documento de trabajo) elaborado de la Relatio Synodi (Documento final del Sínodo de 2014) y de las respuestas de las conferencias episcopales y de los organismos con derecho.
El Sínodo es un caminar juntos con el espíritu de colegialidad y sinodalidad, adoptando valientemente la parresía, el celo pastoral y doctrinal, la sabiduría, la franqueza y poniendo siempre delante de nuestros ojos el bien de las familias y la suprema lex: la salus animarum (salud del alma).
El Sínodo no es un congreso o un parlamento. No es un parlamento o un senado donde nos ponemos de acuerdo. El Sínodo es una expresión eclesial es decir, la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios.
Es la Iglesia que se interroga sobre la fidelidad al depósito de la fe, que por ella no representa un museo para mirar y menos salvaguardar, sino que es una fuente viva de la cual la Iglesia bebe para saciar e iluminar el depósito de la vida.
El Sínodo se mueve necesariamente en el seno de la Iglesia y dentro el santo pueblo de Dios, del cual nosotros formamos parte en calidad de Pastores, es decir, servidores.
El Sínodo es por otra parte un espacio protegido, donde la Iglesia experimenta la acción del Espíritu Santo.
En el Sínodo, el Espíritu habla a través de la lengua de todas las personas que se dejan conducir por Dios, que sorprende siempre, del Dios que revela a los pequeños aquellos que esconde a los sabios e inteligentes, del Dios que ha creado la ley y el sábado para el hombre y no viceversa, del Dios que deja las 99 ovejas para buscar la única oveja perdida, del Dios que es siempre más grande que nuestras lógicas y nuestros cálculos.
El Sínodo podrá ser un espacio de la acción del Espíritu Santo sólo si nosotros participantes nos revestimos de coraje apostólico, de humildad evangélica y de oración confiada.
El coraje apostólico que no se deja asustar frente a las seducciones del mundo que tienden a apagar en los corazones de los hombres la luz de la verdad sustituyéndola con pequeñas y temporáneas luces y de frente al endurecimiento de algunos corazones que, no obstante, las buenas intenciones, alejan a las personas de Dios (…). La humildad evangélica que sabe vaciarse de las propias convicciones y prejuicios para escuchar a los hermanos obispos y llenarse de Dios, que lleva a señalar con el dedo no contra los otros para juzgarlos, sino para tenderles la mano, para realzarlos, sin sentirse nunca superiores a ellos.
La oración confiada es la acción del corazón cuando se abre a Dios, cuando se silencia todos nuestros estados de ánimo para escuchar la suave voz de Dios que habla en el silencio. Sin escuchar a Dios todas nuestras palabras serán solamente palabras que no sacian y no sirven.
Sin dejarnos guiar por el Espíritu Santo, todas nuestras decisiones serán solamente decorativas, que en lugar de exaltar el Evangelio lo cubrirán y esconderán.
Queridos hermanos, como he dicho, el Sínodo no es un parlamento donde para reunir un consenso o un acuerdo común que acude al negocio o al compromiso.
El único método del Sínodo es el de abrirse al Espíritu Santo, con coraje apostólico, con humildad evangélica y con oración confiada, para que sea Él el que nos guíe, ilumine y nos haga poner delante de los ojos con nuestros pareceres personales la fe en Dios, el bien de la Iglesia y la salus animarum.
Quiero agradecer a Su Eminencia el Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo; a su Excelencia Mons. Fabio Fabene, Subsecretario, y con ellos agradecer al Relator, su Eminencia el Cardenal Peter Erdo y al Secretario Especial, Su Excelencia Mons. Bruno Forte, a los presidentes delegados (…), a los traductores: gracias de corazón.
Les agradezco igualmente a todos ustedes Padres Sinodales, Delegados Fraternos, Auditores, Auditoras y Asesores, por vuestra participación activa y fructífera.
Un agradecimiento especial a los periodistas, gracias por vuestra apreciada participación.
Iniciamos nuestro camino invocando la ayuda del Espíritu Santo y la intercesión de la Sagrada Familia, Jesús, María y San José.