(VIS) Antes, el Papa ha dado las gracias a los más de 50.000 fieles reunidos en la Plaza de San Pedro elogiando su 'valor' por haber ido a la audiencia general a pesar de la ola de frío que se abate estos días sobre la capital italiana, cumplimentándose con ellos por esa «resistencia». Después ha comenzado la catequesis.
«Hay una forma equivocada de mirar a la muerte -ha dicho- La muerte nos toca a todos y nos interroga profundamente, especialmente cuando nos toca de cerca, o cuando mueren los pequeños, los indefensos de una forma que nos resulta 'escandalosa'. Siempre me ha llamado la atención la pregunta: ¿Por qué sufren los niños? ¿Por qué mueren los niños?. Si se entiende como el fin de todo, la muerte…aterroriza, se transforma en una amenaza que interrumpe cualquier camino. Esto sucede cuando consideramos nuestra vida como un tiempo encerrado entre dos polos: el nacimiento y la muerte; cuando no creemos en un horizonte que va más allá de la vida presente, cuando vivimos como si Dios no existiera. Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo hacia la nada. Pero existe también un ateísmo práctico, que es un vivir sólo para los intereses propios y las cosas terrenas. Si nos dejamos influir por esta visión equivocada de la muerte, no tenemos otra elección que la de ocupar la muerte, de negarla, o de banalizarla para que no nos de miedo».
Sentido cristiano de la muerte
Pero a esta falsa solución «se rebela el corazón del ser humano, el deseo que todos nosotros tenemos de infinito, nuestra nostalgia de lo eterno. Y entonces ¿cual es el sentido cristiano de la muerte? Si observamos los momentos más dolorosos de nuestra vida, cuando hemos perdido un ser querido…nos damos cuenta de que incluso en el drama de la pérdida… brota del corazón la convicción de que no puede haberse acabado todo…Hay un instinto poderoso en nosotros que nos dice que nuestra vida no se termina con la muerte».
Esta sed de vida «ha encontrado su respuesta real y fiable en la resurrección de Jesucristo. La resurrección de Jesús no da solamente la certeza de la vida después de la muerte, sino que ilumina también el misterio mismo de la muerte de cada uno de nosotros. Si vivimos unidos a Jesús, fieles a él, también podremos afrontar con esperanza y serenidad el pasaje de la muerte».
Estar vigilantes
En esa perspectiva «se comprende la invitación de Jesús a estar siempre listos, vigilantes, sabiendo que la vida en este mundo también se nos ha dado para prepararnos a la otra vida, con el Padre celestial. Y para eso hay un camino seguro: prepararse bien a la muerte, estando cerca de Jesús con la oración, con los sacramentos y también practicando la caridad. Recordemos que él está presente en los más débiles y necesitados y que se identificó con ellos en la famosa parábola del Juicio Final, cuando dice: «Tuve hambre y me diste de comer…. Todo lo que hicisteis por uno solo de estos hermanos más pequeños, a mi lo hicisteis». Por eso, un camino seguro es recuperar el sentido de la caridad cristiana y de la compartición fraternal, curando las llagas corporales y espirituales de nuestros hermanos».
«Los que practican la misericordia -ha concluido- no temen a la muerte porque la miran cara a cara en las heridas de los hermanos y la superan con el amor de Jesucristo».