(EP/InfoCatólica) «Una buena sinergia animará a los gobernantes a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son tanto protagonistas como víctimas –asegura recordando la encíclica de Benedicto XVI 'Caritas in veritate'–. Ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración».
Además, el Pontífice insta a los gobiernos a realizar los esfuerzos necesarios para crear mejores condiciones económicas y sociales en su patria, de modo que la emigración no sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto de la dignidad humana. «Crear oportunidades de trabajo en las economías locales, evitará también la separación de las familias y garantizará condiciones de estabilidad y serenidad para los individuos y las colectividades». añade.
El escándalo de la pobreza
Francisco denuncia así «el escándalo de la pobreza» que lleva a millones de personas a emigrar. «Violencia, explotación, discriminación, marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto de los individuos como de los colectivos, son algunos de los principales elementos de pobreza que se deben superar. Precisamente estos aspectos caracterizan muchas veces los movimientos migratorios, unen migración y pobreza», advierte.
Por eso, y tomando el lema de la próxima jornada 'Emigrantes y Refugiados: hacia un mundo mejor', recuerda que el creciente fenómeno de la movilidad humana emerge como un «signo de los tiempos», tal y como lo definió el Papa emérito Benedicto XVI en 2006, y subraya que en el rechazo, la discriminación y el tráfico de la explotación, el dolor y la muerte se contraponen a la solidaridad y la acogida, a los gestos de fraternidad y de comprensión.
Trata de personas y esclavitud
«Despiertan una gran preocupación sobre todo las situaciones en las que la migración no es sólo forzada, sino que se realiza incluso a través de varias modalidades de trata de personas y de reducción a la esclavitud», lamenta. En este sentido, recalca que el «trabajo esclavo» es hoy moneda corriente.
Ante esta situación, asegura que hay que buscar un desarrollo auténtico e integral para que haya condiciones de vida dignas para todos.
Por ello, insiste en que no se puede reducir el desarrollo «al mero crecimiento económico, obtenido con frecuencia sin tener en cuenta a las personas más débiles e indefensas».
No son peones en un tablero
«Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser algo más», dice el Papa, que considera «impresionante» el número de personas que emigra de un continente a otro, así como de aquellos que se desplazan dentro de sus propios países y de las propias zonas geográficas.
De este modo, asegura que la Iglesia se compromete a comprender las causas de las migraciones, pero también a trabajar para superar sus efectos negativos y valorizar los positivos en las comunidades de origen, tránsito y destino de los movimientos migratorios.
Problemas en los países de acogida
Francisco también advierte sobre el peligro de que se produzcan convulsiones en la paz social de los países de acogida y, por eso, pide a los medios de comunicación que desenmascaren estereotipos y ofrezcan informaciones correctas. En esto se necesita por parte de todos, según el Pontífice, un cambio de actitud hacia los inmigrantes y los refugiados, el paso de la cultura del rechazo a la «cultura del encuentro».
Oportunidad para la nueva evangelización
Finalmente, recuerda que las migraciones pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad, una humanidad para la cual «cada tierra extranjera es patria y cada patria es tierra extranjera». «No pierdan la esperanza de que también para ustedes está reservado un futuro más seguro», dice Francisco a emigrantes y refugiados.