(Agencias/InfoCatólica) «Que se eleve fuerte en toda la tierra el grito de la paz», ha pedido el Pontífice al recordar su invitación a vivir «una especial jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria y Oriente Próximo y en el mundo entero» el próximo sábado.
En esta línea, el Papa ha renovado su invitación «a toda la Iglesia a vivir intensamente este día» y ha agradecido «su reconocimiento a los hermanos cristianos y a los hermanos de otras religiones y a los hombres y mujeres de buena voluntad que querrán unirse en los lugares y modos propios a este momento».
JMJ de Río
El Santo Padre eligió como tema de la catequesis la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tuvo lugar a finales de julio en Río de Janeiro (Brasil) en un continente «donde vive la mayor parte de la Iglesia católica».
Para resumir la experiencia de la JMJ el Papa propuso tres palabras: acogida, fiesta y misión, afirmando que la acogida de las familias y las parroquias brasileñas fue una de las características más bellas de su viaje.
«La peregrinación comporta siempre trastornos, pero la acogida ayuda a superarlos y los transforma en ocasión de conocimiento y amistad. Nacen lazos que después se estrechan, sobre todo con la oración. También así crece la Iglesia en todo el mundo, como una red de amistades en Jesucristo que mientras te atrapa, te libera».
Fiesta verdadera
Para explicar el segundo término, fiesta, Francisco afirmó que la JMJ lo es siempre «porque cuando una ciudad se llena de chicos y chicas que van por las calles con banderas de todo el mundo saludándose y abrazándose es una fiesta verdadera. Es una señal para todos y no solo para los creyentes».
Pero, señaló el Pontífice, en esta ocasión había otra «fiesta más grande, la fiesta de la fe, cuando juntos se alaba al Señor, se canta, se reza, se escucha la Palabra de Dios. Todo esto es el culmen de la JMJ; es el objetivo verdadero de esta peregrinación que se percibe sobre todo en la gran vigilia del sábado por la tarde y en la Misa final. Esta es la fiesta grande, la fiesta de la fe y de la fraternidad que empieza en este mundo y que no terminará nunca».
Copacabana, lugar simbólico como el lago de Galilea
La misión caracterizaba ya a esta Jornada cuyo tema era «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». «Es –remarcó el Papa– el mandato de Cristo resucitado a sus discípulos: «Vayan», salgan de ustedes mismos para llevar la luz y el amor del Evangelio hasta las periferias extremas de la existencia. Y este mandato de Jesús es el que he confiado a los jóvenes que llenaban la playa de Copacabana. Un lugar simbólico, la orilla del océano que hacía pensar a la ribera del lago de Galilea.
Hoy también el Señor repite: «vayan» y añade «Yo estoy con ustedes todos los días». Un chico o una chica que ante los ojos del mundo cuenta poco, a los ojos de Dios es un apóstol del Reino, una esperanza para Dios.»
Esperanza para Dios y la Iglesia
«¿Quieren ser una esperanza para Dios, una esperanza para la Iglesia?», preguntó el Santo Padre dirigiéndose a los jóvenes presentes, rememorando a la multitud de contemporáneos suyos que en Río de Janeiro encontraron a Jesús resucitado y «llevan su amor a la vida de todos los días, lo viven y lo comunican. No salen en los periódicos porque no actúan con violencia, no dan escándalo y por lo tanto no son noticia. Pero, si permanecen unidos a Jesús, construyen su Reino, construyen fraternidad, comparten, hacen obras de misericordia, son una fuerza potente para hacer que el mundo sea más justo y más bello, para transformarlo».
«La experiencia de la JMJ -concluyó- nos recuerda la gran noticia de la historia, la Buena Nueva, aunque no salga ni en los periódicos ni en la televisión: Dios que es nuestro Padre, nos ama y nos envió a su hijo Jesús para acercarse a cada uno de nosotros y salvarnos... Acogida, fiesta, misión: que estas palabras no sean sólo un recuerdo de lo que sucedió en Río, sino alma de nuestra vida y de la de nuestras comunidades»