(ACI/InfoCatólica) El Santo Padre pidió subrayar con ocasión del Año de la Fe una de las lecturas de hoy, de la Carta a los Hebreos: «Corramos con perseverancia al combate que se nos presenta. Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús». Francisco señaló que «también nosotros, durante todo este año, tenemos la mirada fija en Jesús, porque la fe, que es nuestro ‘si’ a la relación filial con Dios, viene de Él; viene de Jesús: es Él el único mediador de esta relación entre nosotros y nuestro Padre que está en el cielo. Jesús es el Hijo, y nosotros somos hijos en Él».
«Pero la Palabra de Dios de este domingo contiene también una palabra de Jesús que nos pone en crisis, y que debe ser explicada para no generar mal entendidos. Jesús dice a los discípulos: ‘¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división’». «¿Qué cosa significa esto? Significa que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión. Como si fuera una torta que se la decora con la crema ¡No! La fe no es eso».
El Papa remarcó que «la fe comporta elegir a Dios como criterio-base de la vida, y Dios no es vacío, no es neutro, Dios es siempre positivo, Dios es ¡amor! Y el amor es positivo». «Después que Jesús vino al mundo, no se puede hacer como si no conociésemos a Dios. Como si fuera una cosa abstracta, vacía, puramente nominal. No, Dios tiene un rostro concreto, tiene un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros. Por esto Jesús dice: he venido a traer división».
El Santo Padre explicó que «no es que Jesús quiera dividir entre ellos a los hombres, al contrario: Jesús es nuestra paz, ¡es reconciliación! Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es neutralidad. Jesús no trae neutralidad». «Esta paz no es un acuerdo a cualquier precio. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y escoger el bien, la verdad, la justicia, también cuando ello requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí divide, lo sabemos, divide también los lazos más estrechos».
Pero quien divide no es Jesús, advirtió el Papa, pues «Él pone el criterio: vivir para sí mismo, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es ‘signo de contradicción’». «Esta palabra del Evangelio no autoriza de hecho el uso de la fuerza para difundir la fe. Es precisamente al contrario: la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a toda violencia. Fe y violencia son incompatibles. ¡Fe y violencia son incompatibles!».
El Santo Padre recordó que «también entre los parientes de Jesús hubo algunos que a un cierto punto no compartieron su modo de vivir y de predicar, nos lo dice el Evangelio. Pero su Madre lo siguió siempre fielmente, teniendo fija la mirada de su corazón en Jesús, el Hijo del Altísimo, y en su misterio». «Y al final, gracias también a la fe de María, los familiares de Jesús entraron a formar parte de la primera comunidad cristiana. Pidamos a María que también nos ayude a nosotros a tener la mirada bien fija en Jesús y a seguirlo siempre, también cuando cuesta», concluyó.