(iltimone/InfoCatólica) Marine Rosset, elegida presidenta de los Scouts y Guías de Francia el pasado mes de junio, presentó su dimisión el 6 de agosto. Según declaró al diario La Croix, tomó la decisión por una «presión insostenible» procedente del exterior del movimiento, que atribuyó a una «campaña» tanto política como personal, impulsada —dijo— por la «extrema derecha» y por un sector «dubitativo» de la Iglesia.
Sin embargo, desde el portal Tribune Chrétienne se plantea la cuestión de fondo: por qué fue elegida para dirigir un movimiento católico una persona cuyas posturas y forma de vida se oponen abiertamente a la enseñanza de la Iglesia. Allí se califica su nombramiento como «una contradicción estructural entre el testimonio católico fiel y una ideología confusa, moderna y relativista» y se considera que su fracaso era previsible, ya que «no se puede construir un proyecto educativo católico sobre las arenas movedizas del subjetivismo moral».
Rosset fue elegida con 22 votos a favor, 2 en contra y 1 abstención. A partir de ahora, el cargo será asumido por el vicepresidente, Pierre Monéger. Los Scouts y Guías de Francia son la mayor asociación scout del país, con más de 100.000 miembros.
La ya expresidenta ha sido siempre clara sobre sus opciones personales: es homosexual declarada, unida civilmente con una mujer, madre de un hijo concebido por fecundación asistida —con material genético ajeno a la pareja—, defensora del aborto como derecho y políticamente activa en la izquierda francesa.
En un artículo sobre el caso, el padre Marie Philippe afirmaba:
«No fue tanto su abierta homosexualidad ni su militancia política de izquierdas lo que escandalizó a los fieles católicos —la Iglesia no rechaza a nadie—, sino su pretensión de hacer evolucionar la Iglesia desde una posición que exige, al contrario, la humildad de la fidelidad. Si los dogmas se convierten en opciones a reconsiderar en cada generación, ¿qué sentido tiene creer? ¿Por qué sacramentos, normas o Tradición? La fe no necesita inventores ocasionales, sino testigos fieles y arraigados. La verdad de Cristo no se reforma, se acoge. No se adapta al espíritu de los tiempos: los atraviesa. El cristiano no modifica la Palabra de Dios para ajustarla a su experiencia; se deja transformar por ella. Esta es la verdadera humildad. Y esto es lo que Madame Rosset nunca comprendió».
El caso ha suscitado un debate más amplio sobre la coherencia doctrinal en asociaciones y movimientos católicos. Para algunos, su dimisión es una oportunidad para reafirmar que la fidelidad a la verdad de la Iglesia no está sujeta a negociaciones, y que defenderla, con respeto a las personas, es un acto de caridad también hacia quienes la rechazan o desean modificarla.







