29.05.24

Contra irrealidad, Chesterton

“El problema de nuestra civilización puede resumirse en una palabra: irrealidad. No tenemos ningún peligro de caer ni en los vicios ni en las virtudes de los vikingos. Tenemos el peligro de olvidar todos los hechos, buenos y malos, en una bruma de frases rimbombantes”.

G. K. Chesterton (Illustrated London News, 27 de Agosto de 1910)

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Si no me fallan las cuentas, hoy es el cumpleaños de Gilbert Keith Chesterton, un día que merece la pena celebrar con un brindis en este blog y dondequiera que haya católicos amantes de la buena literatura, del pensamiento agudo como un florete y de la verdad siempre nueva.

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22.05.24

El mapa de la apostasía

Desde pequeño, siempre me han encantado los mapas. Hay algo en ellos de poético, de aventurero y de mágico a la vez, que inmediatamente me ilusiona. Solo el hecho de que milagrosamente podamos reducir un país, un continente o el mundo entero a un dibujo sobre un papel es una proeza digna del genio de la lámpara de las mil y una noches. Los mapas hacen abarcable lo inabarcable y, gracias a ello, nos permiten comprenderlo, al menos en parte. Qué grande es Dios, que ha dado este poder a los hombres.

Desgraciadamente, lo que nos permiten comprender no siempre es bueno, ni ilusionante, ni mágico. Es más, a veces es terrible y casi desearía uno no haber visto nunca el mapa de marras. En eso pensaba al contemplar los mapas que he puesto arriba y que he encontrado en Internet. Se trata de dos mapas de Polonia, con una diferencia de diez años entre uno y otro (2011 a 2021), que bastan para visualizar algo tremendo que se está produciendo: la rápida apostasía masiva de todo un país.

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18.05.24

C.S. Lewis y los biblistas modernos

No hace mucho, hablábamos del desastre que ha sido para la Iglesia la llamada exégesis liberal de la Escritura (que es una forma fina de llamar a las interpretaciones disparatadas de la Biblia hechas por curas sin fe ni temor de Dios). Siguiendo con ese tema, me ha parecido oportuno traducir para el blog el análisis que hizo C. S. Lewis de esa exégesis (y que los lectores que hablen inglés pueden encontrar, algo más desarrollado, en un ensayo que escribió, titulado “La teología moderna y la crítica bíblica”).

Quizá lo más interesante sea que, al no ser un experto en Sagrada Escritura o lenguas semíticas o similar, Lewis critica a los críticos bíblicos basándose en lo que él personalmente domina, que es la literatura y el sentido común. Basta examinar críticamente lo que dicen los críticos bíblicos para descubrir que sus críticas no se sostienen en lo más mínimo. Lewis ofrece cuatro objeciones principales a la exégesis modernista:

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16.05.24

Pedid y os quedaréis cortos

En los ambientes progresistas, pedir cosas a Dios tiene mala prensa. Varias veces hemos discutido en este blog a “teólogos” que afirmaban que no tiene sentido pedir cosas a Dios, porque, o bien ya sabe lo que queremos y no tiene sentido pedírselo o Dios no interviene en los asuntos humanos o incluso no es capaz de intervenir. Uno sospecha que el verdadero problema está en que para pedir algo a Dios se requiere tener fe y no andan muy sobrados de ella. En fin, está claro que, como decía Chesterton, hay algunas tonterías tan absurdas que, para decirlas, hace falta haber estudiado.

¡Lejos de nosotros esas sandeces! Pidamos cosas a Dios y pidámoselas a menudo y con sencillez, como hace un niño con su padre. Dios está deseando que le pidamos lo que necesitemos. Es más, nos ha mandado que lo hagamos, al enseñarnos el padrenuestro o al prometernos pedid y recibiréis. Nuestras oraciones de petición siempre son escuchadas y, cuando nos parece que no lo son, generalmente es porque Dios nos ha dado mucho más de lo que pedíamos o imaginábamos.

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9.05.24

Incredulidades ascensionales

Hoy, que, digan lo que digan algunos calendarios litúrgicos, es el día de la Ascensión, uno de los tres jueves del año que relucen más que el sol, me he acordado de un profesor que tuve cuando estudiaba Teología.

En la carrera de Teología hay multitud de asignaturas relacionadas con la Biblia y, en varias de ellas, me tocaron profesores que no tenían fe. Me acuerdo de uno de ellos en particular, que hacía mucho tiempo que había perdido la fe, pero no lo sabía. De lo que aparecía en la Escritura, solo creía las cosas que ya sabemos, como que hay que amar a los demás, o las cosas sin ninguna importancia, como que los judíos se llevaban muy mal con los romanos.

Como no tenía fe, se complacía en escandalizar a sus estudiantes, muchos de los cuales eran seminaristas o futuros religiosos. Hacía todo lo posible porque ellos perdieran también la fe, usando los argumentos más pueriles que puedan imaginarse. Al hablar de la ascensión del Señor, explicaba que eso de que Jesús subió al cielo no podía ser verdad, porque, si la tierra es redonda y gira sobre sí misma, a cada rato “subir” significa un sitio distinto y no todos pueden ser el cielo. El pobre se creía inmensamente sofisticado por pensar esas tonterías, pero lo único que mostraba era que no había entendido nada de lo que es el cielo, ni de la Escritura, ni de la fe.

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