19.05.23

Anécdotas de un gran día

Este próximo domingo hace nuestra hija pequeña la Primera Comunión. Con este motivo leímos juntos unos días antes algunas anécdotas relacionadas con la Sagrada Eucaristía. Son éstas:

Napoleón, cautivo en Santa Elena, preguntó un día a los generales que le rodeaban cual creían que había sido el día más grande de su vida. Recordaron ellos el día de su elevación al trono, el de sus principales victorias alcanzadas… Pero Napoleón al final les dijo conmovido “El día más hermoso de mi vida fue el de mi Primera Comunión”.  Mientras que algunos generales mostraban su extrañeza ante esta declaración, al general Drouot – impresionado − se le saltaron las lágrimas. Napoleón entonces le puso la mano en el hombro y le dijo: “¡Bravo Drouot! sois el único que me habéis comprendido”.

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El célebre músico Gounod fue un día a visitar a un amigo cuyo hijo había recibido la primera comunión. Aprovechó la ocasión el padre para decir al niño:” Hijo mío, este amigo nuestro ha compuesto ese precioso canto a la Virgen que has escuchado cuando te acercabas a comulgar (se refería al conocidísimo Ave María). Ahora que te ha bendecido Dios y el señor cura, pídele a él que también te de su bendición”. Iba el niño a arrodillarse ante Gounod, pero el maestro, con voz vibrante, le dijo: “No, hijo, no. No eres tú quien se ha de arrodillar sino más bien yo. Tú que llevas en tu pecho a Dios eres el que me ha de bendecir a mí”.
Y el gran maestro en medio de la calle se descubrió la cabeza, se arrodillo a los pies del chico y tomándole la manecita se la levantó como para bendecirse con ella. El pobre niño quedó sorprendido, miró a su padre y vio que a éste le brillaban los ojos de emoción. 

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Marceau, comandante de marina, era un hombre terrible ante quien todos temblaban. Y comulgaba diariamente, por eso murmuraban de él muchos de sus subordinados. Un día que llegaron a sus oídos estas murmuraciones reunió a todos sus hombres sobre el puente y les dijo: “Sé lo que pensáis y decís de mí. Ya sé que soy rudo y a veces hasta brutal. Y pensáis que un hombre que comulga como yo debería ser de otro modo. Pero sabed que yo me porto como me porto precisamente por la Comunión porque si no comulgase con frecuencia el primer día sería capaz de echaros a todos por la borda sin vacilar”.    

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El Papa Pio X recibió un día en audiencia a una señora que llevaba consigo a una niña de cuatro años. El papa acariciándole le preguntó “¿Cuántos años tienes?”, “Cuatro −respondió la madre− dentro de dos o tres hará la primera Comunión”.
El Papa preguntó a la niña con cariño “¿A quién se recibe en la Sagrada Comunión?”.  “A Jesucristo”, dijo prontamente.

“¿Y quién es Jesucristo?”. “¡Jesucristo es Dios!”, dijo la niña con igual presteza. Entonces el Papa, volviéndose a la madre, le dijo: “Traédmela mañana y yo mismo le daré la primera Comunión”.

Cuatro encantadoras anécdotas que retratan mejor que cualquier catequesis el valor, el misterio, las consecuencias y la maravillosa verdad que encierra el Santísimo Sacramento que Cristo nos dejó.

Para grandes… y pequeños.

Nota: Estas anécdotas están extraídas de la obra “Verdad y Vida” del P. Ramón de Muñana S.J. y han sido seleccionadas por un buen amigo mío en un precioso y breve folleto dedicado a la Sagrada Comunión.

13.05.23

Dos secretos "confesables"

No hay nada como un niño de nueve años ante su primera confesión, antesala del gran misterio que días después le espera: su Primera Comunión. Mi hija pequeña pronto la hará y eso me ha dado pie para explicarle dos “secretos”. No me resisto a reproducir nuestro dialogo:

─Te voy a explicar dos secretos para tu primera confesión que seguro ni te imaginas: uno es sobre Dios; el otro, sobre el demonio

(Ojos como platos en la niña ante la palabra secreto)

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20.04.23

11.04.23

Señalados

Díganme si este diálogo que reproduzco a continuación no responde desgraciadamente a lo que por ahí (entre católicos) se piensa:

  • Oye, ¿tu cuál crees que es la señal del cristiano?
  • Pues… ¡la Cruz!
  • ¡No, hombre!, me refiero a la señal para reconocer que eres cristiano
  • Bueno…. (duda)…  ¿ir a Misa los domingos?
  • ¡Que no, hombre, que no! Me refiero a esa señal por la que Jesucristo nos dijo que los demás reconocerían que somos cristianos…
  • ¡Ah ya!  te refieres a lo de poner la otra mejilla y eso… ¿no?
  • Déjalo, anda…

 ¿No es verdad que es corriente esta manera de pensar?

Sin embargo, la respuesta a esta pregunta está en el Evangelio y la da el mismo Cristo.

Se lee en San Juan, capítulo 13, 34-35:

“Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros.
Así como yo os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros”

No es una frase cualquiera. Nos la dijo Cristo en su última cena antes de morir… y se comprende que Nuestro Señor, sabedor de ello, escogió sus mensajes esa noche para recordarnos lo más importante, lo fundamental, lo que no nunca deberíamos olvidar.

Y lo que dijo no fue “amad a la Humanidad”, ni “sed buenas personas”, ni tampoco “toleraos, sed solidarios…”

Lo que dijo a sus discípulos (estaba ya sólo con los once pues Judas se acababa de marchar) fue:

“amaos los unos a los otros…”

es decir, entre vosotros, los cristianos.

Y además nos indicó el nivel a alcanzar en ese amor:

“Así como Yo os he amado”.

Y nos lo remarcó diciendo:

“En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros “.

Esa habría de ser nuestra señal.

Ojalá que en esta feliz Pascua ¡se nos note!

4.04.23

La parábola de la Semana Santa

¿Cómo explicar a los niños la importancia de celebrar bien la Semana Santa?

Este es mi propósito inicial, aunque es también muy aplicable para los adultos. Y, desde luego, puedo asegurar que esta especie de “parábola” la entienden por igual niños y adultos.

Todo surge con una pregunta: ¿Papá, por qué en Semana Santa no vamos de vacaciones?

Un padre tenía cuatro hijos. Se puso muy enfermo con fuertes dolores y día tras día se sentía morir. Vivía con tres de sus hijos, pues el más pequeño de los cuatro hacía tiempo que se había ido de casa y no sabían nada de él. Los otros tres estaban con él cuidándole. Un día les llegó, por parte de un conocido de los hijos, una invitación para pasar una semana en una estación de esquí de los Alpes.

Al primero (vamos a llamarlo Juanito) enseguida le gustó la idea pues le encantaba esquiar y hacía tiempo que no iba a la nieve pero, aunque éste era su sentimiento, pensó y se dijo:“¡Cómo voy a irme a esquiar estando así mi padre! Yo lo quiero y no voy a dejarle en estas circunstancias”. Así que decidió que lo mejor era no pensarlo más y dedicarse a su padre, aunque de vez en cuando no podía evitar imaginar lo bien que lo pasaría esquiando. 

El segundo hijo (llamémosle Manolito) estaba también encantado con la posibilidad, pero enseguida pensó: “Si me voy, la gente va a decir que ¡vaya un hijo!, además a mi padre le daría un mal rato… y mis hermanos me lo reprocharían. Es una pena no aprovechar esta ocasión del esquí  ¡qué mala suerte!… habrá que fastidiarse y quedarse pero ¡ay! como envidio a mi hermano pequeño ¡ese sí que tiene suerte al no estar en casa!”. 

El tercer hijo (llamémosle Antoñito) era también un entusiasta del esquí, pero al saber de la invitación no le dedicó ni un minuto. Él estaba dedicado a su padre cuidándole y atendiéndole porque le quería y para él no había otra cosa más importante que atenderle. Le quería tanto que lo que de verdad le hubiera gustado es estar con él (si estuviera sano) esquiando y disfrutando juntos. ¡Y qué pena le daba su hermano “el perdido”, y cuanto sentía su actitud hacia su padre! 

El cuarto hijo (el ausente) nunca se presentó.

En esta parte del relato conviene hacer una pausa y preguntar a los niños por la actitud y el amor de cada uno de los hijos. También sería bueno preguntarles después si encuentran alguna relación con los cristianos y la Semana Santa. Las respuestas seguro que serán muy ilustrativas.

A modo de ejemplo les dejo el paralelismo que creo se puede extraer de esta parábola. Como va dirigida a niños me parece adecuado ser simple en las conclusiones 

  • El primer hijo (Juanito) representaría a esos cristianos que pretenden ser auténticos pero con debilidades. Ama a su Padre, pero flaquea.
  • Manolito, el segundo hijo, más que quererle, finge quererle por eso podría representar a esos cristianos falsos.
  • Antoñito, el tercero es un cristiano auténtico y bueno. Ama a su Padre sin fisuras.
  • El hijo ausente. No es cristiano. No ama a su Padre.

Es importante también preguntarles qué piensan que debe hacer el hijo bueno pero débil (Juanito) para lograr ser un cristiano como al Padre le gustaría que fuera.

Prueben con la parábola.
¡Funciona!