4.04.23

La parábola de la Semana Santa

¿Cómo explicar a los niños la importancia de celebrar bien la Semana Santa?

Este es mi propósito inicial, aunque es también muy aplicable para los adultos. Y, desde luego, puedo asegurar que esta especie de “parábola” la entienden por igual niños y adultos.

Todo surge con una pregunta: ¿Papá, por qué en Semana Santa no vamos de vacaciones?

Un padre tenía cuatro hijos. Se puso muy enfermo con fuertes dolores y día tras día se sentía morir. Vivía con tres de sus hijos, pues el más pequeño de los cuatro hacía tiempo que se había ido de casa y no sabían nada de él. Los otros tres estaban con él cuidándole. Un día les llegó, por parte de un conocido de los hijos, una invitación para pasar una semana en una estación de esquí de los Alpes.

Al primero (vamos a llamarlo Juanito) enseguida le gustó la idea pues le encantaba esquiar y hacía tiempo que no iba a la nieve pero, aunque éste era su sentimiento, pensó y se dijo:“¡Cómo voy a irme a esquiar estando así mi padre! Yo lo quiero y no voy a dejarle en estas circunstancias”. Así que decidió que lo mejor era no pensarlo más y dedicarse a su padre, aunque de vez en cuando no podía evitar imaginar lo bien que lo pasaría esquiando. 

El segundo hijo (llamémosle Manolito) estaba también encantado con la posibilidad, pero enseguida pensó: “Si me voy, la gente va a decir que ¡vaya un hijo!, además a mi padre le daría un mal rato… y mis hermanos me lo reprocharían. Es una pena no aprovechar esta ocasión del esquí  ¡qué mala suerte!… habrá que fastidiarse y quedarse pero ¡ay! como envidio a mi hermano pequeño ¡ese sí que tiene suerte al no estar en casa!”. 

El tercer hijo (llamémosle Antoñito) era también un entusiasta del esquí, pero al saber de la invitación no le dedicó ni un minuto. Él estaba dedicado a su padre cuidándole y atendiéndole porque le quería y para él no había otra cosa más importante que atenderle. Le quería tanto que lo que de verdad le hubiera gustado es estar con él (si estuviera sano) esquiando y disfrutando juntos. ¡Y qué pena le daba su hermano “el perdido”, y cuanto sentía su actitud hacia su padre! 

El cuarto hijo (el ausente) nunca se presentó.

En esta parte del relato conviene hacer una pausa y preguntar a los niños por la actitud y el amor de cada uno de los hijos. También sería bueno preguntarles después si encuentran alguna relación con los cristianos y la Semana Santa. Las respuestas seguro que serán muy ilustrativas.

A modo de ejemplo les dejo el paralelismo que creo se puede extraer de esta parábola. Como va dirigida a niños me parece adecuado ser simple en las conclusiones 

  • El primer hijo (Juanito) representaría a esos cristianos que pretenden ser auténticos pero con debilidades. Ama a su Padre, pero flaquea.
  • Manolito, el segundo hijo, más que quererle, finge quererle por eso podría representar a esos cristianos falsos.
  • Antoñito, el tercero es un cristiano auténtico y bueno. Ama a su Padre sin fisuras.
  • El hijo ausente. No es cristiano. No ama a su Padre.

Es importante también preguntarles qué piensan que debe hacer el hijo bueno pero débil (Juanito) para lograr ser un cristiano como al Padre le gustaría que fuera.

Prueben con la parábola.
¡Funciona!

30.03.23

Leyre, elogio de la vida monástica

Hace unos días recordaba en este blog aquella homilía  sobre la Encarnación que tanto me marcó. Hoy puedo contar que, por esas delicadezas que Dios brinda, tuve el privilegio de celebrar, precisamente ese día de la Encarnación, en compañía de la comunidad de monjes benedictinos de la Abadía de San Salvador de Leyre, acogido en su hospedería monástica en unos inolvidables días de reflexión y oración.

Aprendí de mi maestro, el padre Miguel de Bernabé, a admirar (sin idealizaciones) y a valorar (con objetividad) la vida monástica.

Él, que fue un extraordinario formador de seglares y que trabajó intensamente en pro de la fundamentación, definición, características, tarea y praxis del seglar, no perdió ocasión de mostrarnos la excelsitud del orden monástico (cuando se comporta como tal, no en su decadencia), el estímulo que un monje es para un seglar y el agradecimiento que de ello les debemos tener.  

Nos decía: ¡qué cosa más admirable que ver a unos hombres (o mujeres) que, llevados por el amor a Dios, frente al afán de dinero, la fama estúpida, el egoísmo feroz y luchando con la sexomanía más absorbente, la pérdida del sentido común y los clichés más estúpidos, no dudan en separarse de ese penoso espectáculo para ayudarnos con su ejemplo y hacernos recobrar un poco de razón!

¿Qué católico sensato no recibirá fuerza, ante esa conducta tan significativa? No para irse a un monasterio, sino para dar su justo valor a su permanencia en el mundo, trabajando heroicamente, hombro con hombro, con sus hermanos monásticos que tal ejemplo y ayuda le dan.

Y es que, si los seglares debemos trabajar cada día en las distintas facetas de nuestras vidas para construir un mundo ideal; los monjes, en la clausura de sus monasterios, construyen cada día una especie de pre-cielo en la tierra.

Cuando estos días admiraba la belleza del oficio divino en la voz del padre Ignacio o disfrutaba de la cristiana hospitalidad del padre Oscar; cuando recibía la fraterna bendición del padre abad en las Completas o me quedaba anonadado ante la piedad del padre Eduardo en la misa que oficiaba, este pobre seglar se beneficiaba agradecido de todos esos excelsos bienes espirituales que nos sirven de estímulo y aliento para no desfallecer en el deseo que Dios tiene sobre todos nosotros, pues…

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para salvarlo  (Jn 3,16)

Nota.- Me he atrevido a mencionar en este post nombres que, por uno u otro motivo, he podido conocer, y facetas que, por alguna circunstancia, me han ayudado especialmente. Pero me hubiera gustado nombrar a todos y cada uno de los monjes pues a todos recuerdo con gran afecto y admiración.

23.03.23

Nueve meses antes de Cristo

Hace más de 20 años escuché una homilía de esas que te dejan huella.
El sacerdote (un hombre profundamente espiritual) habló de una idea que te hace entrever “algo” de Dios (dicho sea con todo lujo de comillas por el alcance de lo que esta afirmación puede significar).  

Entresaco algunas frases de las que dijo:

“Soy más devoto de la fiesta de la Encarnación, que de la Navidad. Y es lógico: lo que importa es que Dios se encarne en un ser humano, pues después, que naciera (…) es un acontecimiento natural. Aunque a nuestra mente le parezca el Nacimiento algo más asequible, siempre debemos considerar que lo trascendente es la Encarnación.

Lo importante es pensar que Dios se ha dignado hacerse hombre, no que haya nacido en un pesebre…  pues lo primero es mucho más sobrecogedor e infinitamente superior. Y esto constituye un hecho tan inaudito que la mente humana se niega a creerlo”

Y es que toda persona que se plantea en profundidad el Cristianismo se topa y tiene que luchar intelectualmente contra su propia incredulidad: que el Infinito se hace hombre. Se encarna.

Llevamos más de veinte siglos conociendo esto. Pero no creo que nadie inteligente pueda evitar la gran dificultad de admitirlo y se percate de lo que le falta todavía para creer, de verdad, el hecho de la Encarnación de Dios.
 
Ojalá una idea así nos ayude a profundizar, ahora que se acerca el 25 de marzo, en esta increíble realidad ocurrida nueve meses antes del nacimiento de Cristo.


 

12.03.23

La buena samaritana

Herodes, instigado por su amante, metió en la cárcel a San Juan. Había entonces el peligro de que hiciera lo mismo con Jesús, que se estaba haciendo tan o más famoso que el Bautista, por lo que el Señor y su grupo regresaron a Galilea y con tanta prisa, que para tomar el camino más corto no dudaron en atravesar Samaria, cosa que los judíos, enemistados con los samaritanos a los que consideraban unos herejes, hacían solo muy obligados.

Al llegar cerca de Sicar, que tiene un pozo, los discípulos fueron al pueblo a buscar provisiones (era mediodía) y Jesús se quedó solo. Apareció una mujer que, después de lanzar una mirada recelosa al desconocido, sacó agua. Entonces el Señor le pidió que le diera de beber. Sorpresa de la samaritana que sabía que los judíos (y aquel hombre por su manera de vestir se veía que lo era) despreciaban a los samaritanos y no querían tener trato con ellos. Y desenvuelta como era (la vida que llevaba no era para menos) le preguntó descarada:

   ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?
(Jn 4, 9). 

Jesús le contestó que si ella supiera quién era él, sería ella la que le pidiera de beber.

Asombrada, replicó que si no tenía pozal, cómo le iba a dar de beber. Jesús le respondió:

Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna (Jn 4, 13-14).

La mujer, que debía sentirse atraída por el desconocido, le pidió, ingenuamente, que le diera de esa agua y así no tendría el trabajo de venir al pozo.

A su vez, Jesús, sonriendo tal vez ante su candidez, le hizo una jugarreta:

Vete, llama a tu marido y vuelve acá (Jn 4, 16).

La mujer disimuló:

 No tengo marido

Jesús le dice:

Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad (Jn 4, 17-18).

Debió ruborizarse al verse descubierta, pero era mujer de recursos y desvió la conversación planteando un problema religioso:

Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar (Jn 4, 19-20).

Si empezó la frase como una medida estratégica, la debió terminar fijando una mirada de sincero interés en su interlocutor. Por eso Jesús le explicó que los judíos tienen la razón pero que ha llegado la hora de adorar en espíritu y verdad al Padre. La samaritana, que debía escucharle con extraordinaria atención, quiso aportar su granito de arena:

Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo (Jn 4, 25).

Viendo Jesús que aquella mujer era una descarriada pero no mala, le trasmitió, más que le dijo, el hecho extraordinario:

Yo soy, el que te está hablando (Jn 4, 26).

Antes de que se repusiera de su sorpresa llegaron los discípulos, y ella, abandonando el cántaro, corrió, llena de admiración, a contar a los hombres lo que le había sucedido, y preguntando ¿será este el Cristo?

Contagiados por el entusiasmo de la mujer, muchos samaritanos fueron a ver a Jesús, y creyeron, y le rogaron que se quedara con ellos. El Señor estuvo dos días, y los buenos lugareños decían a la mujer:

Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo (Jn 4, 42).

Se oye decir neciamente en nuestros días que Cristo es amigo de los pecadores, pero este relato de la samaritana nos hace conocer lo que falta en la frase: amigo de los pecadores que se arrepienten. ¿Es que Jesús era amigo de Herodes, de Pilatos, de los fariseos, del Mal Ladrón…? En cambio sí lo fue del Buen Ladrón, de San Pedro, de Zaqueo, de San Mateo…; y, como hemos visto, de esta gran, pero arrepentida, pecadora. Y tanto, que hasta llevó a sus paisanos a Cristo.

(fragmento del libro “El Evangelio vivido”, del padre Miguel de Bernabé. Buenas letras, 2017)

2.02.23

Centenario del padre Miguel de Bernabé, fundador del Gardendal y formador de seglares

Con ocasión de la clausura del centenario del nacimiento del padre Miguel de Bernabé (1922-2022), fundador del Gardendal y formador de seglares, entrevistamos a Jaime Cidoncha López, ingeniero naval, presidente del Gardendal y de la Fundación Padre Miguel de Bernabé. Muy cercano colaborador del mismo durante casi cincuenta años es un profundo conocedor de su vida y su obra.

Quizá, para muchos lectores, la primera pregunta debería ser quién fue el padre Miguel de Bernabé.

Fue un sacerdote (de la diócesis de Cádiz) que, como él mismo dice en sus memorias, tras su ordenación, se dio cuenta de lo mal preparado que estaba para orientar a quien se acercaba a él buscando guía para ser un cristiano santo, a no ser llevándolo por el camino del consagrado: sacerdocio o votos. Intuía que eso no podía ser así, y que la instrucción y la praxis de los católicos seglares no podía ser una adaptación de la monástica, y buscó respuestas, pero no las encontró convincentes. A la vista de ello, junto con el grupo de jóvenes que ya le rodeaban, para paliar esa carencia, inició una búsqueda que ha durado toda su vida. Paralelamente, estudió los males de la Iglesia a fin de encontrarles solución. Sus trabajos en esta doble búsqueda han dado resultados de un valor extraordinario.

El padre Miguel de Bernabé y el presidente de la fundación en 2003


¿Qué rasgos destacaría de él?

Era un hombre de extraordinaria calidad humana, de vida austera y sencilla, con una elegancia innata, delicado, muy alegre y muy sensible a la belleza y a lo espiritual. Cautivaba inmediatamente al que lo trataba. Apasionado por Cristo, y de profunda devoción a Nuestra Señora, amaba a la Iglesia.

En cuanto a lo intelectual, era un gran pensador y un gran conocedor de la Historia. Tenía una inteligencia y una memoria fuera de lo común. En él todo era lógico y coherente. Planteaba las cuestiones ⸺por difíciles que fuesen⸺ con toda claridad y rigor, y las estudiaba hasta resolverlas sin dejar puntos nebulosos. Ello le ha llevado a dar soluciones claras y fundamentadas a cuestiones importantes sobre las que hay una general confusión. Además, y esto escasea, era extraordinariamente conciso, es más, detestaba la verborrea y la consideraba un gran mal de la Iglesia actual y de la sociedad en general.

¿Y como sacerdote?

Destacaré su forma de celebrar la Eucaristía. Tal vez era en la misa donde mejor se nos mostraba su talla espiritual: sensibilizaba lo Divino. Participar de ella era como ser testigo de un diálogo con Dios y penetrar un poco, llevados de su mano, en el milagro de la Eucaristía. Nos sentíamos partícipes del Sagrado Misterio.

¿Alguna anécdota que nos muestre cómo era?

Una que me parece muy expresiva es lo que una persona comentó sobre él: «Cuando llego al salón siempre me resulta fácil saber dónde está el padre. En el grupo donde más animación y más risas hay, allí está él».Así de alegre era y así su amor al prójimo.

Otra anécdota que muestra también su amor al prójimo y, en este caso, su cristiana paciencia, la conocemos por la persona que le cuidó durante su enfermedad y que la cuenta así: «Le oía, a veces, quejarse de dolor cuando se creía solo; pero que al entrar en la habitación para atenderle, siempre me recibía con una sonrisa, como si no le doliera nada».

Permítame ahora otra cuestión. En concreto, ¿qué legado deja a la Iglesia?

Me temo que aquí no me va a quedar más remedio que alargarme.

El padre De Bernabé se ocupó de los católicos, digamos, «ordinarios», es decir, de aquellos que no se sienten llamados ni al sacerdocio ni a profesar los consejos evangélicos (en ninguna de sus fórmulas). Este conjunto de fieles (que son casi un 99 % de los miembros de la Iglesia Católica) no tienen hoy un nombre que los identifique, por lo que, para entendernos, me referiré a ellos como «seglares». Pues bien, sobre estos «seglares» está casi todo por hacer (definición, características, misión, instrucción, praxis…) y esta es una grave carencia. Las aportaciones del padre De Bernabé en este campo abren caminos nuevos para la Iglesia y el mundo y son ya de por sí un legado extraordinario.

Complementario a lo anterior, desarrolló un completo programa de instrucción con numerosas aportaciones (en lo relativo a la praxis), y en el que trata aspectos tan fundamentales como, por ejemplo, el progreso en las etapas de la vida espiritual («Heptalogía»), basada en Las Moradas de Santa Teresa, o recordar y revitalizar el mandato bíblico de construir en la tierra un paraíso y una humanidad modelo, que es la tarea por excelencia del seglar.

Además, para llevar a cabo esta importantísima tarea, ha ideado y comenzado a desarrollar la «Mundotecnia», la ciencia de la construcción de un mundo ideal, de la que ha dejado fundamentación, definición, principios y otras valiosas contribuciones.

Por otro lado, están sus trabajos sobre los males que aquejan hoy a la Iglesia y sus soluciones. El asunto, como ve, es importantísimo; el valor de su aportación depende, lógicamente, de lo acertado de su diagnóstico y de los remedios que aconseja. El tiempo lo dirá.

Como ve, su legado trata de materias importantísimas, y sus ideas impresionan por la amplitud de sus metas y porque aún así se ven realizables. Por cierto, para evitar, en lo posible, el deterioro de sus enseñanzas las ha dejado grabadas. Imagínese la tranquilidad y ventajas que implica esto.

¿Alguna otra aportación a resaltar?

Resaltaré, también, el Gardendal, el grupo que formó en vida y que puede ser un modelo (aún incipiente) de praxis seglar. En nuestra opinión, una de esas “minorías creativas” que determinan el futuro de las que hablaba Benedicto XVI.

También que transmitía (y así intentamos hacerlo nosotros) un cristianismo brillante, de planes grandiosos: la santidad, la perfección, el mundo ideal, la evangelización universal, la felicidad también aquí, en la tierra…

¿Y la Fundación Padre Miguel de Bernabé?

En la línea de lo que vengo diciendo, al ser conscientes del valor de su obra (que consideramos un tesoro para la Iglesia y para la sociedad en general), algunos de sus colaboradores más cercanos hemos constituido la Fundación Padre Miguel de Bernabé, a la que, a su fallecimiento, legó su obra y el patrimonio relacionado con ella, y que tiene como fin su custodia, ordenación, publicación y divulgación.

Y, ya que estamos con ello, ¿ha organizado la Fundación algún programa de actividades para celebrar este Centenario?

Sí, por supuesto. Durante todo el año 2022 hemos puesto empeño e ilusión en preparar una serie de eventos bajo el lema “Celebrar, profundizar y agradecer”. Por citar algunos, destacaría el estreno de seis audiovisuales de producción propia que muestran diversos aspectos de su vida y su obra; la audición de su composición “Oratorio de Navidad”; la visita a diversos lugares de España significativos en su vida; la publicación y presentación de su libro “Maravillosa Santa Teresa”; varias conferencias y, sobre todo, lo que tal vez ha marcado estas celebraciones: la presentación en el pasado mes de agosto de su biografía, que estamos preparando para su edición.

Volviendo de nuevo al grupo que formó, ¿qué fines tiene el Gardendal?

Se trata de un grupo de católicos que aspiran a la santidad sin más compromisos que los del Bautismo, y tiene como fin ayudar a sus miembros (y que se ayuden mutuamente) a instruirse en cristianismo y vivirlo. Además, y esto es muy importante, es el principal medio que tenemos de transmitir a otros lo mucho que hemos recibido. Y en eso estamos.

Finalmente, para el que esté interesado, ¿cómo es posible conocer más sobre las enseñanzas del padre De Bernabé?

El camino más directo es acudir a sus páginas web donde hay más información y, a través de ellas, a la fundación que lleva su nombre o al Gardendal. Aparte lo anterior, al alcance de cualquiera están sus obras ya publicadas como, por ejemplo, sus libros sobre el Evangelio («El Evangelio vivido», «El Evangelio en ideas» y «El Evangelio Olvidado»),o «Askesis, el viaje misterioso», sobre cómo progresar en el amor a Dios.

Muchas gracias por todo. ¿Desea añadir algo más?

¡Ojalá haya sabido transmitir el valor de la obra del padre De Bernabé!, aunque soy consciente de la dificultad de conseguirlo solo enunciando ideas que, lógicamente, necesitarían explicación.
Muchas gracias.