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28.12.17

Una oración de Santo Tomás de Aquino para terminar el año

Santo Tomás de Aquino, Fra Angelico (+1455)

Al terminar este año, nada más oportuno que volver a Dios nuestra alma contrita por el dolor de nuestras faltas, de nuestra poca docilidad y de la dureza de nuestro corazón. Según una hermosa tradición monástica, es la compunción la que abre el torrente de las gracias que necesitamos para convertirnos, para sanarnos y para volvernos enteramente hacia la fuente de nuestra vida y santidad. Con este fin, hemos traducido para la oración personal de nuestros lectores una oración compuesta por Santo Tomás de Aquino para pedir la gracia del perdón de nuestros pecados (tomada del libro “Saint Thomas d’Aquin, prières” de la Editorial francesa PSR).


Oración para la remisión de los pecados

Hacia vos fuente de misericordia, oh Dios, acudo, yo, pecador. Dígnate lavarme, pues estoy mancillado. Oh, sol de justicia, ilumina a un ciego. Oh médico eterno, sana a este herido. Oh Rey de reyes, vestid a un desnudo. Oh mediador entre Dios y los hombres, reconcilia a un culpable. Oh buen pastor, reconduce al errante.

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23.12.17

Un misterio indisoluble: el pesebre y la cruz

Edith Stein

Como preparación al gran día de la Natividad de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, hemos traducido para nuestros lectores un fragmento de la obra de la mártir carmelita y filósofa, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, titulada La crèche et la croix.

Edith Stein (1891-1942), de nombre religioso santa Teresa Benedicta de la Cruz, fue una filósofa, mística, religiosa carmelita, mártir y santa alemana de origen judío. Convertida del ateísmo gracias a la lectura de las obras de Santa Teresa de Jesús, ingresó tiempo después en el Carmelo. En el año 1942 fue asesinada en el campo de exterminio nazi de Auschwitz.

Aquí nuestra traducción de esta bella lectura, como alimento a la oración y preparación a las fiestas de la Navidad.


De « La crèche et la croix », de Santa Teresa Benedicta de la Cruz.

Cuando los días se acortan, cuando los primeros copos de un verdadero invierno comienzan a caer, tímidamente, silenciosamente surgen en nosotros los primeros pensamientos de Navidad. De esta simple palabra se desprende un tal encanto que ningún corazón puede resistirlo. Incluso los fieles de otro credo, los no creyentes, aquellos para quienes la historia del Niño de Belén no significa nada, se preparan para la fiesta, y se preguntan cómo hacer brotar ese día en torno a ellos una chispa de alegría. Ya semanas, meses antes, se expande sobre la tierra como una cálida corriente de amor. La fiesta del amor y de la alegría es la estrella hacia la cual todos se dirigen en este comienzo de invierno.

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7.12.17

Eres toda pura, oh María, y terrible como un ejército

Inmaculada Concepción, Tiepolo, 1768

Preparando la maravillosa solemnidad mariana del día de mañana, traemos para la reflexión de nuestros lectores un fragmento del “Año Litúrgico” del ya citado varias veces en este Blog, Dom Prosper Guéranger. 

Dom Prosper Guéranger (Sablé, 1805-Solesmes, 1875), fue liturgista y restaurador de la orden benedictina en Francia. Ordenado en 1827, recuperó el antiguo priorato de Solesmes, del que tomó posesión en 1833, y en el cual llevó adelante el proyecto de restauración de la orden benedictina. Obtuvo el ascenso de Solesmes a abadía. Primer abad de Solesmes (1837) y superior de la Congregación de Francia, se convirtió en el alma del movimiento de restauración litúrgica. Entre sus principales obras cabe recordar las Instituciones litúrgicas (1840-1851) y el Año litúrgico (1841-1866). 

Dom Guéranger fue un gran apóstol de la Inmaculada. En 1850 escribió el libro «Memoria sobre la Inmaculada Concepción» («Mémoire sur l’Immaculée Conception»), y al año siguiente, Pío IX le encargó un documento en el que propusiera una definición del dogma de la Inmaculada Concepción. 

El privilegio de la Concepción inmaculada de María era algo que le resultaba particularmente querido. En sus memorias autobiográficas, narra la gracia de luz que recibió el 8 de diciembre de 1823, en la fiesta de la Concepción de Nuestra Señora, cuando era seminarista. Así cuenta el acontecimiento: «Fue entonces cuando la misericordiosa y compasiva reina, Madre de Dios, salió en mi auxilio de una manera tan triunfante como inesperada. El 8 de diciembre de 1823, mientras hacía mi meditación con la comunidad, y abordaba mi argumento (el misterio del día), con mis puntos de vista racionales como de costumbre, de repente, me sentí llevado a creer en María Inmaculada en su concepción. La especulación y el sentimiento se unieron sin esfuerzo en este misterio. Sentí una alegría dulce en mi consentimiento; sin arrebato, con una dulce paz y con una convicción sincera. María se dignó transformarme con sus manos benditas, sin desasosiego, sin apasionamiento: una naturaleza despareció para dejar lugar a otra. No le dije nada a nadie, sobre todo porque no me imaginaba el alcance que tendría para mí esta revelación. Sin duda me emocioné; pero hoy estoy todavía más emocionado al comprender todo el alcance del favor que la santa Virgen se dignó en concederme aquel día». 

Aquí entonces el texto del Año Litúrgico: 

La fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen es la más solemne de todas las que celebra la Iglesia en el Santo tiempo de Adviento; ninguno de los Misterios de María más a propósito, y conforme con las piadosas preocupaciones de la Iglesia durante este místico período de expectación. Celebremos, pues, esta fiesta con alegría, porque la Concepción de María anuncia ya el próximo Nacimiento de Jesús. 

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