22.11.10

¿Por qué no consideramos mágicas las reliquias de los santos?

El Evangelio de la Solemnidad de Cristo Rey [21.11.2010] nos muestra a un malhechor crucificado con el Señor que le decía: “Sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lc. 23, 39). Precisamente en ese momento estaba el Señor padeciendo por él y por el resto de la humanidad, pero ese malhechor no se dio cuenta al burlarse de Él, aunque seguro que en el fondo le hubiese gustado mucho que Jesucristo le hubiera salvado de la muerte física.

Quizá se pensó: “¿No es ese Hombre coronado de espinas y clavado sobre una cruz el mismo que curó a una mujer con hemorragia que apenas había tocado Su manto? ¿Es que ya no tiene poderes mágicos?” Y como muchos que han buscado de Dios a lo largo de los siglos soluciones instantáneas a los problemas de este mundo, se podría haber perdido de vista el Cielo que Jesucristo, verdadero Dios, nos ofrece.

Como en los tiempos del Señor, es normal que deseemos soluciones milagrosas en momentos difíciles, y que recemos ante reliquias de santos para pedirles su intercesión ante el Señor. Si Dios ha concedido milagros por medio del manto de Elías (II Reyes 2, 9-14), los huesos de Eliseo (II Reyes 13, 21) y los pañuelos usados por S. Pablo (Hechos 19, 11-12), ¿por qué no esperar gracias de los huesos de mártires, por ejemplo, como si fueran varitas mágicas?

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21.11.10

Cuando los hijos se niegan a rezar

En el Evangelio de la Solemnidad de Cristo Rey [21.11.2010], el Señor le dice al Buen Ladrón desde el Trono de Su Cruz: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23, 43). ¡Cuánto nos gustaría alcanzar esa meta celestial con nuestros seres queridos!

Pero por el camino nos tenemos que armar de paciencia y enfrentar situaciones que nos desafían cuando menos nos lo esperamos, como nos cuenta una lectora, María, que escribe para pedir consejo:

Mi hija de 2 años y medio siempre ha rezado con nosotros antes de acostarse y ha bendecido las comidas. Una de sus primeras 20 o 30 palabras fue ‘amén’ y siempre antes de dormir me decía que había que rezar a Jesusito y a la Virgencita, se ponía de rodillas y con las manos juntas y rezábamos las dos juntas.

Hace uno o dos meses, cuando vamos a rezar dice ‘Yo no’ y aunque la digo que yo sé que ella es una niña buena y que quiere mucho a Jesusito y a la Virgencita, que no quiere que se pongan tristes, etc. no hay manera de convencerla. A veces al terminar de rezar ha dicho “ahora a la Virgencita, pero yo no", como diciendo ¡eh! ¡que se te olvida!. Yo pensaba que tendría un dilema cuando empezaran a negarse a ir a Misa ¡¡¡¡pero no tan pronto!!!! Y la verdad es que no tengo claro qué debo hacer.

“Yo, por supuesto, sigo rezando y ella me sigue viendo, repetimos el mismo ritual todos los días… Los domingos vamos juntos a Misa y antes de salir de la iglesia nos acercamos a despedirnos del sagrario y de la Virgen… Pero cuando llega la hora de acostarse o la de bendecir la mesa, nos encontramos invariablemente con el “Yo no".

“Sin embargo, sí que es cierto que en otras ocasiones, cuando entra en un sitio nuevo que tiene un crucifijo, a veces sí se acerca, lo mira, me dice que es Jesusito, le pregunto si le quiere y me dice que sí; me dice que tiene pupa y yo le digo que se la han hecho las personas malas, pero que nosotras se la curamos con besitos y oración… En fin, que otras veces es un verdadero ángel, lo único que se niega a rezar como venía haciendo desde hace como un año… Y no tengo claro cual debería de ser mi reacción…”

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María, es maravilloso que haya conseguido establecer tan buenas costumbres en su familia como describe. Ese buen ejemplo, sin duda alguna, tiene y seguirá teniendo su efecto en su hija, aunque esté pasando por un período “rebelde”, lo cual es algo muy normal a su edad. Está haciendo lo debido al seguir invitándole a rezar con la familia y no permitiéndole dejar de rezar sin más. Quizá podría preguntarle a su hija que por qué en esos momentos determinados se niega a rezar (y supongo que ya lo habrá hecho).

A decir la verdad, mis hijos no siempre se limitan a un simple “Yo no” cuando se les ocurre negarse a rezar y a veces han acabado castigados por la rabieta. Poquito a poquito, van comprendiendo mejor las razones por las cuales rezamos y se van interesando más por su cuenta en lo que decimos al rezar juntos. Necesitan ser guiados por el buen camino porque les cuesta hacerlo (como a todos).

Rezo por ellos (como hace por su hija) y pido al Señor que ilumine sus corazones, pero también que me conceda la paciencia para no dejar de buscar todos los medios posibles para acercarles a Él. ¡Tantas veces quisiéramos que Cristo Rey reinara ya en nuestras almas y en nuestros hogares, pero Él no se impone y espera con paciencia y ternura a que Le abramos nuestros corazones uno a uno! Nos pide a los padres que cooperemos con Él, enseñándoles a los hijos que ha puesto bajo nuestro cuidado a reconocer esa llamada suya en la oración.

Él mismo nos dio en el Calvario el mejor ejemplo de paciencia. Él podría haber concedido al Buen Ladrón su conversión en cualquier momento, pero eligió hacerlo tras cargar con la Cruz y ser crucificado. Podría haber bajado de la Cruz para demostrar su poder y obligarles a todos los que se reían de Él a reconocer Su Divinidad. Pero no lo hizo.

Hace poco oí a un sacerdote explicar que la palabra “paciencia” viene de “passio”, “pasión”, o “sufrir”. Ser pacientes, dijo a un grupo de madres, no es algo pasivo como esperar al autobús sin hacer nada, sino una acción por la cual aceptamos el sacrificio que nos espera por amor a Dios y al prójimo, como hizo el Señor sobre la Cruz. Sto. Tomás de Aquino nos recuerda: “Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: ‘Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia” (Heb. 12, 2). (“Exposición sobre el Credo”).

Así deberíamos de renunciar nuestra comodidad para darles buen ejemplo a nuestros hijos cuando nos cuesta y no darnos por vencidos cuando no quieren hacer lo que es mejor para ellos. Hay esperanza para todos cuando nos resistimos a Dios en algún momento u otro, o sea que pidamos ayuda a Jesucristo Rey.

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Jesús dulcísimo, Redentor (Acto de consagración del género humano a Jesucristo Rey)

“Jesús dulcísimo, Redentor del género humano, míranos arrodillados humildemente en tu presencia. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y para estar más firmemente unidos a ti, hoy cada uno de nosotros se consagra voluntariamente a tu Sagrado Corazón. Muchos nunca te han conocido; muchos te han rechazado, despreciado tus mandamientos. Compadécete de unos y de otros, benignísimo Jesús, y atráelos a todos a tu Sagrado Corazón.

Reina, Señor, no sólo sobre los que nunca se han separado de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no mueran de miseria y de hambre. Reina sobre aquellos que están extraviados por el error o separados por la discordia, y haz que vuelvan al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que pronto no haya más que un solo rebaño y un solo pastor.

“Concede, Señor, a tu Iglesia una plena libertad y seguridad; concede a todo el mundo la tranquilidad del orden; haz que desde un extremo al otro de la tierra no se oiga más que una sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos ha venido la salvación; a él la gloria y el honor por los siglos. Amén.

“Al fiel cristiano que rece piadosamente el precedente acto de consagración del género humano a Jesucristo Rey se le concede indulgencia parcial. La indulgencia será plenaria si este acto se reza públicamente en la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey.” (“Manual de Indulgencias”, 1986)

[Foto de estatua sobre Montaña Cristo Rey en New Mexico, EE.UU.: MJCdetroit en Wikimedia Commons]


Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]
: ¿Qué le contestaría a María, teniendo en cuenta las enseñanzas de la Iglesia? Si tiene hijos, ¿cómo ha superado situaciones parecidas?

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20.11.10

19.11.10

Planos del Futuro Santuario Nacional de Puerto Rico

Hoy se celebra en Puerto Rico la fiesta de su Patrona, Ntra. Sra. Madre de la Divina Providencia. Esta advocación la difundió originalmente la Congregación de los Clérigos Regulares de S. Pablo (los Barnabitas), asociándola al cuadro que se ve a la derecha.

La imagen original en la Catedral de S. Juan, Puerto Rico, fue tallada en Barcelona en 1853. En 1976 fue coronada canónicamente, a pesar de los daños que sufrió en un incendio en la vigilia de la ceremonia. Fue sustituida en 1920 por la actual imagen [que se ve en el segundo vídeo del post].

En su visita a Puerto Rico en 1984, el Papa Juan Pablo II animó la construcción de un nuevo santuario: “Quiero alentar vuestro deseo y pido al Señor que os conceda poder realizarlo. Este santuario mariano deberá recordaros que vosotros sois las piedras vivas del templo espiritual y universal que es la Iglesia.”

En 1985 se comenzó la recaudación pública de fondos para ese santuario, que todavía no se ha completado:

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23.09.10

Supersticiones japonesas

El lector Bernardo, que vive en Japón, comparte cómo algunas supersticiones relacionadas con números afectan la vida de los japoneses:

“[Una mujer,] habiendo recibido el alta médica estuvo 5 días más en el hospital esperando una fecha propicia (de buena suerte) para salir. Parece que esto es normal aquí, tanto es así que el mismo médico le dio el alta diciéndole que a partir de ese momento podía elegir día para salir. [Ella consultó] un calendario budista y debajo de cada fecha indica si es un dia propicio o no y según para qué.

“Ahora estoy trabajando en una empresa en la que no existen varios números en las taquillas y en las consignas de los clientesporque se cree que dan mala suerte.

“Otro ejemplo de lo mismo es que a la hora de buscar un nombre para el bebé hay que tener muy en cuenta el número de trazos del kanji que se elige para que sumados al número de trazos del apellido den como resultado un buen número total. Hay personas que creen que no les va bien en la vida porque les eligieron mal el nombre. Un auténtico atraso.”

“Estas supersticiones relacionadas con números son aquí una constante. […] Parece que para las niñas [que cumplen 12 años] ese número no es bueno y hay que hacer una ceremonia para que no tengan mala suerte. Todo esto me hace pensar en la suerte que tenemos los católicos de que por Jesucristo podemos conocer la Verdad y sentirnos libres de estas cosas.

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Esas prácticas supersticiosas ofrecen una falsa seguridad porque atan con un temor del futuro las manos de los que confían en ellas. En el Evangelio del XXV domingo de tiempo ordinario, el Señor comenta cómo un hombre rico admira: “la astucia con la que había procedido” (Lc. 16, 8) su administrador infiel. Pero, éste obra por temor a un futuro incierto. Sabe ser astuto como una serpiernte, pero no manso como una paloma, como recomienda el Señor (cf. Mt. 10, 16).

Más astuto es S. Pio de Pietrelcina (1887-1968) cuando dice: “La oración es el mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios”. Además, también fue manso a lo largo de su vida tanto a los embistes del demonio que sufrió desde su infancia hasta a las intrigas de sus enemigos, que le ocasionaron muchas dificultades.

Ante todo eso, no cambiaba su estrategia: “Dulce es el yugo de Jesús, liviano su peso, por lo tanto, no demos lugar al enemigo para insinuarse en nuestro corazón y robarnos la paz.” Encontró fuerza y ánimo no en números inútiles sino en Dios Todopoderoso. Calculó su gran necesidad ante el amor de Dios y se abandonó a Su cuidado. Decía el santo en sus pruebas: “Siento cada vez más la imperiosa necesidad de entregarme con más confianza a la misericordia divina y de poner sólo en Dios toda mi esperanza.”

No sorprende, pues, que este santo sacerdote franciscano recomiende: “No te canses en cosas que producen inquietud, perturbaciones y afanes. Sólo una cosa es necesaria: elevar el espíritu y amar a Dios.” En concreto, aconseja: “Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración…”

La verdadera seguridad se encuentra haciendo la voluntad del Señor, que nos ama como sólo Él puede. Como dice S. Pio de Pietrelcina: “Comencemos hoy, hermanos, a hacer el bien, que hasta ahora no hemos hecho nada.” No nos hacen falta supersticiones que nos distraigan y hagan perder el tiempo. Peor aún, hasta nos pueden apartar de Dios al pecar contra el Primer Mandamiento de Dios. Sería mejor hacer caso de S. Pio de Pietrelcina cuando nos recuerda:

“El corazón de nuestro divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Poned vuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estad seguros de que la tierra y el cielo fallarán antes que la protección de vuestro Salvador.


Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]
: ¿Conoce supersticiones parecidas? ¿Ha superado alguna vez alguna superstición? ¿Cómo lo hizo?

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