Los 7 mosqueteros del Rey: "Todos para una y una para todos"

“Los tres mosqueteros”(1844) por Alejandro Dumas es el primer libro en una saga de tres (Las novelas de D’Artagnan), que tiene lugar en el s.XVII y está basada en un libro por Gatien de Courtilz de Sandras (1700) sobre el capitán de los mosqueteros de Luis XIV que murió en combate en 1673. El joven D’Artagnan conoce a los tres mosqueteros Porthos, Athos y Aramis con quienes correrá muchas aventuras.

La vida religiosa de los 7 santos fundadores de la Orden Servita (s. XIII) refleja una lealtad heróica a la Iglesia Católica que contrasta con la vida mundana de los personajes de Dumas que estaban al servicio del rey francés (aunque Aramis era además jesuita), a pesar de ciertos paralelos.

Éstos repetían “a un solo grito la fórmula dictada por D’Artagnan: ‘Todos para uno, uno para todos.’” Pero, los santos italianos Alejo, Amadeo, Hugo, Benito, Bartolomé, Gerardino y Juan bien podrían decir: “Todos para una, y una para todos” porque en 1233 para honor de Dios se pusieron al servicio de la Santísima Virgen, Reina de todos los santos. Se llamaron “siervos de María” en la fiesta de la Asunción de María con la bendición de su obispo.

Se retiraron en Villa Camarzia, cerca de Florencia, y también estuvieron en Cafaggio antes de partir al monte Senario, donde construyeron una iglesia y unos eremitorios de madera. Se dieron cuenta de que:

“Jesús no se manifiesta a todos los que buscan alabanzas en las plazas públicas y que sirven a sus propias voluntades. Se manifiesta a los que salen fuera con Pedro y están en lugares desérticos, como los que eligió el Señor para orar y alimentar al pueblo. Se manifiesta a los que abandonan verdaderamente los placeres del mundo y todo lo que poseen, diciendo: Mi porción es el Señor.” (S. Jerónimo)

Allí fueron para escapar la fama cuando corrió la voz que un niño de cinco meses (S. Felipe Benicio, futuro superior de su Orden) les señaló diciendo: “He ahí los servidores de la Virgen: dadles una limosna”. Vivieron como el Señor que por su fama, según el Evangelio del 6o. domingo de tiempo ordinario tuvo que vivir: “en descampado” (Mc. 1, 45). Un cardenal, legado del Papa Gregorio IX, les visitó y animó pero les recomendó moderar sus penitencias y estudiar para ordenarse como sacerdotes. Obedecieron a ese enviado de su Rey Celestial
porque lejos de ellos estaban las intrigas y rebeldías de los mosqueteros.

Los tres mosqueteros y D’Artagnan comentaron sobre las apariciones:

-¿Creéis en las apariciones? - le preguntó Athos a Porthos.
-Yo no creo más que en lo que he visto, y como nunca he visto apariciones, no creo en ellas.
-La Biblia - dijo Aramis - hace ley el creer en ellas; la sombra de Samuel se apareció a Saúl - y es un artículo de fe que me molestaría ver puesto en duda, Porthos.
-En cualquier caso, [dijo D’Artagnan]hombre o diablo, cuerpo o sombra, ilusión o realidad, ese hombre ha nacido para mi condenación, porque su fuga nos hace fallar un asunto soberbio, señores, un asunto en el que había cien pistolas y quizá más para ganar. (Alejandro Dumas, “Los Tres Mosqueteros”, Capítulo 9)

A los siete fundadores, mientras estaban en oración, se les apareció la Santísima Virgen el Viernes Santo de 1239 pidiéndoles que llevaran un hábito negro para recordar la Pasión del Señor y observaran la regla de S. Agustín. Una aparición celestial les ayudó en emprender un asunto en el que había cien almas y definitivamente más para ganar. [Por cierto, creer en las apariciones de la Virgen María no es dogma de fe.] En vez de discutir entre ellos, buscaron con humildad el parecer del obispo, que aprobó la nueva orden y les ordenó sacerdotes a todos menos a Alejo, el menor (que llegaría a vivir 110 años) que por humildad pidió no ser ordenado.

Los tres mosqueteros y D’Artagnan se llenaban sus vidas de complicaciones, pero los siete fundadores lucharon para simplificar sus vidas, entregándolas por completo al Señor. El más anciano fue nombrado superior, pero convocó un capítulo general 16 años después y dimitió su cargo para dedicarase a la oración. El segundo en ocupar el puesto, Juan, murió el primero tras celebrar Misa con sus hermanos mientras predicaba sobre la Pasión de Cristo. El tercero renunció a su oficio tras dos años para que S. Felipe Benicio ocupara su lugar y pocos meses después murió. Bartolomé siempre fue conocido por su sencillez y pureza de vida desde su infancia y en su familia nunca le hablaban sobre los problemas y enemistades en ella. A la muerte de este prior, el convento se llenó de una fragrancia celestial y se vió una luz subir de su celda al cielo.

En la continuación a la novela de Dumas, “Veinte años después” los cuatro mosqueteros se reúnen para otra aventura. Dos de los santos fundadores, Hugo y Gerardino, eran amigos desde jóvenes que se separaron para ocupar puestos en Francia y en Alemania. Volvieron a Monte Senario ancianos más o menos cuarenta años en 1282 para un capítulo general y murieron los dos en la misma noche tras su reunión para comenzar juntos una nueva vida.

Su fiesta solía ser el 11 de febrero, pero tras las apariciones de la Virgen en Lourdes, se movió su fiesta al 12 de febrero y después al 17, la fecha de la muerte de S. Alejo.

Virgen de los Dolores, tan bien servida por los Siete Santos Fundadores, ruega por nosotros para que también seamos fieles a tu Hijo hasta la muerte.

Pregunta del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Qué significa para usted que los santos canonizados por la Iglesia practicaron las virtudes en grado “heróico"?

Mañana: Voluntad de Dios– “Si quieres…”(Mc. 1, 40)

2 comentarios

  
Noby
ML
Supieron acoger,con dificultades,tentaciones y pecados, la gracia santificante de Dios y "esperaron contra toda esperanza".
Así,cumplieron la voluntad de Dios,y,testimoniaron la configuración de sus vidas con Xto.
17/02/09 11:38 PM
  
María Lourdes
Noby, muchas gracias por su comentario, que muy bien resume lo que esta cita del ahora Papa Benedicto XVI dice sobre la "virtud heroica":

«Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de “gimnasta” de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo. Quizá, en el fondo, se trate de una cuestión terminológica, porque el adjetivo “heroico” ha sido con frecuencia mal interpretado: virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad.

Quien tiene esta vinculación con Dios, quien mantiene un coloquio ininterrumpido con Él, puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y no tiene miedo; porque quien está en las manos de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así como desaparece el miedo y nace la valentía de responder a los retos del mundo de hoy». (Cardenal Joseph Ratzinger, L'Osservatore Romano, 6 de octubre de 2002) Fuente: www.corazones.org

ntos eran comerciantes que decidieron dejar todo para buscar ante todo ese "coloquio ininterrumpido" con Dios del que habló el Cardenal Ratzinger.
18/02/09 11:12 PM

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