InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: .... 2) Enlaces de la Semana

23.12.09

10 tarjetas de Navidad enviadas al Papa - Envíele la suya

La Ssma. Virgen María se apresuró en el Evangelio del IV domingo de Adviento a hacer algo muy sencillo y natural de lo cual se valió el Señor para conceder Su gracia a otros: “saludó a Isabel” (Lc. 1, 40), su prima.

A lo largo de Adviento muchísimas personas por todo el mundo ya se desean: “Feliz Navidad” tanto en persona como por escrito, anticipando la gran alegría de celebrar el Nacimiento de Ntro. Señor Jesucristo. Amigos y parientes se visitan para animarse con esa esperanza y con gran amor.

Fue en 1843 que John Callcott Horsley creó la primera tarjeta comercial de Navidad (5 1/8 x 3 1/4 pulgadas) en Inglaterra para su amigo Henry Cole. Se imprimieron 1.000 tarjetas [ver ilustración] para venderlas en Londres. Llevaban la inscripción “A Merry Christmas and a Happy New Year to You”, lo cual significa: “Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo” (aunque “Merry” en esa época significaba “Santa” o “Bendita”).

En los EE.UU., Louis Prang los vendió en Europa en 1865 y los popularizó en los EE.UU. con sus ilustraciones de temas diversos (no religiosos) en 1876. Hoy en día abundan las tarjetas “navideñas” que no hacen mención siquiera en su mensaje del gran acontecimiento histórico que celebramos los cristianos.

Escribirle y mandarle una felicitación a alguien (hasta el Papa) puede ser tan fácil y económico como hacer un par de clicks. Otra cosa es decidir qué escribir y qué ilustración o foto acompañará esos buenos deseos para el Cumpleaños del Señor… ¿Reflejan nuestras tarjetas de Navidad que somos católicos?

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20.12.09

«Yo no confieso porque no sé qué decir» : Modo práctico para confesarse

Cómo confesarse

Hace poco, Fan dejó este comentario a otro post:

“No sé si me podrán ayudar, yo no confieso porque no sé qué decir.

“Hace más de dos años confesé porque iba a un lugar donde sabía que se comulgaría todos los días y me pareció mal no confesar antes. Y lo que confesé es que se me había olvidado el número de años que no confesaba.”

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1.12.09

¿Cómo promover la iniciativa de jóvenes católicos?

Al oír la advertencia del Señor en el Evangelio del I domingo de Adviento: “Tened cuidado: no se os embote la mente” (Lc. 21, 34), el Bto. Carlos de Foucauld (1858-1916) quizás recordaría su adolescencia:

A los 17 años era todo egoísmo, todo deseo de mal, estaba como enloquecido. Jamás creo haber estado en tan lamentable estado espiritual. Vivía como se puede vivir cuando se ha extinguido la última chispa de la fe.”

Sin embargo, también le pedía al Señor: “Dios mío, si existes, házmelo saber.”

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23.11.09

¿Es ético usar vacunas derivadas de células de fetos abortados?

Viendo “El secreto de mi vida” (recomendado por el lector Mariano), parece difícil creer que alguien pudiera apoyar el aborto o querer ganar dinero a costa de un ser humano tan indefenso:

Pero, en la práctica, como me recordó el lector Asrone hace poco, las cosas son un poco más complicadas. Ciertas vacunas exigidas en los EE.UU. para niños como las de paperas, polio y rubeola fueron derivadas de células madre procuradas de niños abortados (MRC 5 y WI 38). Un amigo me alertó sobre eso en 2006, unos pocos días antes de que a mi hijo le iban a dar una de esas vacunas, o sea que mi esposo y yo investigamos un poco más la situación.

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25.10.09

Cuando Dios no nos da algo bueno que le pedimos

El ciego Bartimeo tuvo la dicha, según el Evangelio del XXX Domingo de Tiempo Ordinario, de recibir la vista y de oír del Señor: “Vete, tu fe te ha salvado” (Mc. 10, 52). Consiguió lo que quería tras perseverar en su petición. Pero, a veces el Señor no nos da las cosas buenas que le pedimos y nos podríamos preguntar por qué.

S. Antonio María Claret (1807-1870), cuya fiesta fue ayer, fue un novicio jesuita unos meses hasta que una enfermedad en su pierna le indicó que no era voluntad del Señor que se hiciera jesuita. Antes también había visto frustrado lo que creía era una vocación cartuja. ¿Fue eso tiempo perdido?

No, según la generosa economía divina. Según nos cuenta S. Antonio María Claret en su “Autobiografía”, en sus tres meses de noviciado jesuita, Dios le negó por medio de su superior tres cosas buenas que pidió y quizás recordaría esa experiencia al dar consejos a un laico años después en una “carta ascética”.

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