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1.02.24

XLIX. La voluntad del Padre de la Pasión

Los pecados del hombre[1]

Establecido y probado que Cristo padeció y murió de propia voluntad por obediencia al Padre, en el siguiente artículo, lo completa al sostener que la voluntad propia de Dios Padre decidió la pasión y muerte de Cristo para la salvación de todos los hombres sometidos al pecado original y a sus pecados personales y más concretamente de entregarlo a sus enemigos. Razona esta tesis, mostrando que el Padre celestial entregó a su Hijo encarnado a la pasión de tres maneras.

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15.01.24

XLVIII. Muerte obediente de Cristo

1. La obediencia a Dios[1]

La muerte de Cristo fue también por obediencia a su Padre, «tal como se dice en la Escritura: «se hizo obediente hasta la muerte» (Flp 2, 8)»[2]. Santo Tomás, en el artículo siguiente, prueba con tres razones la conveniencia de la obediencia de Cristo al precepto de su Padre de morir en la cruz.

La primera, porque: «porque esto convenía a la justificación humana a fin de que: «como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron pecadores, así por la obediencia de un hombre muchos son hechos justos» (Rom 5, 19)»[3].

Al comentar estas palabras de San Pablo, de las que se desprende que el primer pecado del hombre fue de desobediencia, advierte Santo Tomás que podrían parecer dudosas, ya que: «según la Escritura que: «El principio de todo pecado es la soberbia» (Ecle 10, 15)».

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4.01.24

XLVII. Voluntaria muerte de Cristo

1. Cristo, autor de su Pasión[1]

En la segunda cuestión de las dedicadas a la Pasión de Cristo, Santo Tomás determina quienes fueron sus autores. Su tesis es que su muerte se debió a cuatro causas eficientes, pero en distintos sentidos: el mismo Cristo y Dios Padre como autores principales, y los gentiles y los judíos, como ejecutores y responsables, sobre todo estos últimos.

En el primer artículo, sostiene que «Cristo fue muerto por sí mismo», es decir, que quiso sufrir voluntariamente su muerte, Justifica esta tesis con esta clara explicación: «De dos modos se puede ser causa de algún efecto».

De un modo: «actuando directamente sobre el efecto. Y de este modo, los perseguidores de Cristo le dieron muerte, porque le aplicaron la causa suficiente para morir, con intención de matarle, y con el efecto consiguiente, esto es, porque de aquella causa se siguió la muerte».

De otro modo: «actuando indirectamente», esto es, como causa eficiente indirecta, porque así en cuanto a la causa directa «no la impide, pudiendo hacerlo». Lo ilustra el siguiente ejemplo, podemos decir que: «uno moja a otro, porque no cierra la ventana, a través de la cual entra la lluvia», causa directa del remojo».

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15.12.23

XLVI. Lugar y circunstancias de la Pasión

1. Conveniencia del lugar de la Pasión de Cristo[1]

El siguiente artículo del dedicado al tiempo de la Pasión es sobre su lugar Afirma Santo Tomás en el mismo que: «fue conveniente que Cristo padeciese en Jerusalén»[2]. Argumenta que: «en el libro Cuestiones del Antiguo y nuevo Testamento se dice: «Cumpliió, el Salvador todas las cosas en los lugares y en sus lugares y tiempos» (Pseudo-Ambrosio, p. I, q. 55), porque, como todos los tiempos están en sus manos, así también lo están todos los lugares. Y así como padeció en el tiempo conveniente así también en el lugar»[3].

Seguidamente da cuatro motivos de la conveniencia del lugar de Jerusalén para que Cristo sufriese allí los padecimientos de su Pasión. Primero: «porque Jerusalén era el lugar escogido por Dios para que en esta ciudad le fueran ofrecidos los sacrificios, figurativos de la pasión de Cristo, en que está el verdadero sacrificio, según aquellas palabras del Apóstol: «Se entregó a si mismo como hostia y oblación de suave olor» (Ef 5,2). Por lo cual dice Beda el Venerable en una homilía: «Acercándose la hora de la Pasión, quiso el Señor acercarse al lugar de la Pasión» (Homilías, l. l, 1 hom. 23),es decir, a Jerusalén,adonde llegó cinco días antes de laPascua; como el cordero pascual, cinco díasantes de la Pascua, es decir, en la luna décima, era conducido al lugar de la inmolación,conforme al precepto de la ley (cf. Ex 12, 3)».

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30.11.23

XLV. Los padecimientos de Cristo en su Pasión

1. El sufrimiento de las potencias del alma[1]

Otra tesis sobre la pasión de Cristo, que Santo Tomás establece y defiende en el artículo siguiente, es que padeció en toda su alma y en todas sus potencias o facultades, pero no de la misma manera. Explica que se puede distinguir en el alma su todo en el sentido de su esencia y el todo en cuanto al conjunto de todas sus facultades, que proceden de su esencia, que son y actúan por ella «Por esto, se dice que padece toda el alma cuando padece en toda su esencia o cuando padece en todas sus potencias».

Si se considera toda el alma en cuanto a su esencia, hay que afirmar que: «padeció toda el alma entera de Cristo, pues toda ella estaba unida al cuerpo, de manera que «toda estaba en el cuerpo y toda en cada una de sus partes».Y por eso, cuando padecía el cuerpo y estaba a punto de separarse del alma, ésta padecía en su totalidad».

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