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17.12.17

XXIV. Demostración de la inmortalidad del alma humana

250. ––Por afectar a su destino o a su propio fin, para cada hombre el problema filosófico de la inmortalidad del alma, que afecta también a la religión, es uno de los más importantes. De acuerdo con el sentir natural humano, el Aquinate afirma la inmortalidad personal de cada alma espiritual. Además de refutar, en la Suma contra los gentiles, las doctrinas que lo niegan, ¿prueba también directamente la supervivencia e inmortalidad de las almas humanas?

––Dedica Santo Tomás todo el capítulo 79 del segundo libro de esta obra a demostrar la incorruptibilidad e inmortalidad del alma humana. Da varios argumentos de orden metafísico y moral. El primero por presentarlo como consecuencia de su doctrina sobre su naturaleza, podría decirse que presenta la inmortalidad como algo natural. Su breve formulación es la siguiente: «Se probó anteriormente que toda substancia intelectual es incorruptible (c. 55). El alma humana es una substancia intelectual, como se dijo (c. 56 y ss.). Luego el alma humana debe ser incorruptible».

El alma espiritual humana no puede morir, porque, por tener un ser propio, su existencia no depende del cuerpo. Con la muerte del hombre, el alma abandona el cuerpo.La unión del cuerpo y el alma termina, cuando el cuerpo humano ya no es apto para recibir el ser que le comunica el alma. Entonces muere el hombre.

Con la muerte del hombre, el alma continúa existiendo, porque conserva el ser del compuesto humano, ya que es su propio ser, el que aportaba el alma en el hombre corporal y espiritual, y con ello su propia existencia, efecto del ser. Por consiguiente, el hombre es mortal, pero el alma humana es inmortal.

251. –– ¿Cuáles son las otras pruebas de la inmortalidad del alma? ¿Tienen el mismo grado de certeza que la anterior?

––La demostración de mayor certeza es la anterior por ser metafísica y por ser una consecuencia de la doctrina del ser aplicada al ente humano. En cambio, la siguiente, también metafísica, depende también de otras doctrinas metafísicas y morales, y, con ello, su evidencia no es tan inmediata. Se presenta del siguiente modo: «Ninguna cosa se corrompe por su perfección, porque los tránsitos a la perfección y a la corrupción son contrarios entre sí. La perfección del alma humana consiste precisamente en cierta abstracción del cuerpo. Pues el alma se perfecciona con la ciencia y la virtud», porque son el bien de sus dos facultades inmateriales: el entendimiento y la voluntad.

Por ello: «Según la ciencia, tanto más se perfecciona cuanto más inmateriales son las cosas que considera. Según la virtud, la perfección del hombre consiste en no seguir las pasiones del cuerpo y en templarlas y dominarlas en conformidad con la razón» La perfección del alma en este sentido está en su alejamiento de lo material «Luego la corrupción del alma no consiste en su separación del cuerpo».

Se podría objetar a este argumento que ciertamente: «la perfección del alma consiste en su separación del cuerpo en cuanto al obrar», pero podría haber: «corrupción en su separación en cuanto al ser». Habría que decir que, por su actividad, el alma tendría que ser inmortal, pero en su ser o realidad no queda probado que no sea mortal.

A la objeción, responde Santo Tomás que: « No se objeta debidamente, porque la operación demuestra la substancia y el ser de quien obra, pues cada cual obra según que es ente, y la operación propia de una cosa se sigue de su propia naturaleza». El obrar sigue al ente o la cosa y el modo de obrar es según el modo del ente o como es la cosa, expresado por su esencia o naturaleza. «Luego no se perfecciona la operación de una cosa sin perfeccionarse al mismo tiempo su substancia. Si el alma se perfecciona en cuanto al obrar, abandonando al cuerpo, su substancia incorpórea no dejará de ser porque se separe del cuerpo», incluso, puede decirse que, en este sentido, quedara perfeccionada,

Otro argumento parecido, pero que se centra en la perfección de la facultad intelectiva, lo expone a continuación: «Lo que perfecciona propiamente al hombre en cuando al alma, es algo incorruptible. La operación propia del hombre, en cuanto hombre, es el entender, y por ella se diferencia de los brutos, de las plantas y de los entes inanimados. El entender versa precisamente sobre lo universal y lo incorruptible, en cuanto tales, y las perfecciones deben estar proporcionadas a sus perfectibles. Luego el alma humana es incorruptible»[1]. En una terminología actual, podría decirse que la invariabilidad o inalterabilidad del objeto del entendimiento debe corresponderse con la de su sujeto.

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