VII. Unicidad de la verdad

53. ––A diferencia del pensamiento racionalista de la modernidad, que ha afirmado «la inmanentización del conocimiento humano sobre Dios», ha notado Francisco Canals que Santo Tomás –como se advierte en estos primeros capítulos del libro primero de la Suma contra los gentiles–, «no estuvo tentado de cualquier semi-pelagianismo que se apoyase en un infundado optimismo “racionalista”. Estaba tan fundadamente convencido, como teólogo, de la “deficiencia” (I, c. 2) de nuestro conocimiento racional acerca de Dios, al que “se ordena la consideración de casi toda la filosofía”, que sostiene que “el género humano permanecería, si sólo dispusiese del camino racional para conocer a Dios, en máximas tinieblas de ignorancia» (I, c. 4). Por otra parte afirma la “necesidad de la fe” para un conocimiento “más verdadero” (I, c. 5) de la trascendencia de Dios sobre lo que es posible al hombre pensar»[1]. Sin embargo, si no es posible demostrar los contenidos de la fe, porque exceden la capacidad de la razón humana, ¿las verdades sobrenaturales son contrapuestas a las verdades naturales, que son racionales?

––A ello responde Santo Tomás con la siguiente advertencia: «Aunque la citada verdad de la fe cristiana exceda la capacidad de la razón humana, no por eso las verdades racionales son contrarias a las verdades de fe»[2]. Para probar estas tesis de la compatibilidad entre las verdades naturales y las verdades sobrenaturales, El Aquinate da tres argumentos filosóficos.

El primero, basado en su doctrina del conocimiento, es el siguiente: «Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero, que no hay posibilidad de pensar en su falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado tan evidentemente por Dios. Luego como solamente lo falso es contrario a lo verdadero, como claramente prueban sus mismas definiciones, no hay posibilidad de que los principios racionales sean contrarios a la verdad de la fe».

Lo innato en el conocimiento humano es el hábito de los primeros principios del entendimiento. No están en acto, porque estos «principios indemostrables los conocemos abstrayendo de los singulares, como lo enseña Aristóteles en el libro II de los Analíticos posteriores (II, 19)»[3]. Gracias a este hábito o disposición innata de los primeros principios se genera su contenido desde el primer conocimiento de cualquier cosa. Estos principios son utilizados después por el entendimiento como instrumentos suyos para razonar o discurrir. Son indemostrables, porque toda demostración se basa en ellos, pero no necesitan demostración porque son evidentes por sí mismos. Su verdad es patente para la inteligencia humana. Si se quisiera demostrar su falsedad, se tendrían que utilizar para ello..

Las verdades sobrenaturales no son contrarias a las verdades naturales, ni las inmediatas y actuales o explícitas, como son los primeros principios del entendimiento –el principio de no contradicción, el principio de identidad, el principio de razón suficiente, el principio de finalidad, el principio de causalidad, y otros principios derivados–, ni las mediatas y virtuales o implícitas, como son las deducidas, o conclusiones de la ciencia.Sólo lo falso es lo contrario de lo verdadero; no lo es, en cambio, lo incognosciblepara el hombre. Además los contenidos sobrenaturales, que se poseen por la fe, han sido confirmados por la veracidad de Dios.

54. ––Si de los primeros principios universales se derivan todas las verdades que obtiene el entendimiento humano, ¿no supone esta afirmación una explicación racionalista, necesaria y esencialista, más propia de la modernidad?

––Enseña Santo Tomás que, aunquelos razonamientos de todas las ciencias inclusivas se fundamentan en los principios del entendimiento humano, y que lo son también de la realidad,no quiere decirse con elloque todos proporcionen conocimientos necesarios en el mismo grado. Se advierte si se considera que la inteligencia humana realiza dos funciones: «intellectus», la simple inteligencia ; y«ratio», el razonamiento[4]. Por la primera, se conoce por un sólo acto. De una manera inmediata, sin ningún razonamiento se obtienen proposiciones verdaderas. Así, por ejemplo, para saber que es verdadero el principio «el todo es mayor que la parte», basta entender de algún modo el significado de los conceptos «todo» y «parte».

El «entender», o la primera función intelectual: «implica la simple percepción de una cosa. Por eso, y en rigor, sólo entendemos los principios que se conocen por sí mismos sin un proceso comparativo». En cambio, «razonar». la segunda: «consiste propiamente en pasar del conocimiento de una cosa al conocimiento de otra. Por eso, el objeto propio del razonamiento son las conclusiones a las que se llega por medio de los principios»[5].

En elrazonamiento, o deducción, se conoce la verdad o falsedad de manera mediata, por actos sucesivos, Por ser un movimiento del entendimiento, supone un punto de partida, que es el enunciado del dato primitivo, ya conocido, y otro de llegada, que es la conclusión. Para ello, se necesita la intervención de un concepto nuevo, distinto de los ya conocidos. Se le denomina término medio, porque sirve para lacomparación de estos conceptos, que serán después el sujeto y predicado de la conclusión, proposición, que expresauna nueva verdad conocida.

La función del raciocinio, o ciencia, como también se le puede denominar, es, por tanto, deducir nuevas verdades, distintas de otras ya conocidas. Los puntos de partida de todas las ciencia son así las verdades, que se poseen antes de comenzar cualquier explicación o raciocinio y obtener la conclusión. En sentido estricto son siempre los primeros principios, conocidos de manera inmediata y actual o explícita. En cambio, las verdades nuevas o conclusiones son mediatas y virtuales o implícitas.

Las conclusiones conceptuales son propias de las matemáticas, de la metafísica y, fuera del orden natural, de la teología, que podría denominarse metafísica de la fe[6]. En los razonamientos de esta ciencias, que pueden denominarse conceptuales, todas las premisas son esenciales o conceptuales, de manera que el término medio tiene una relación esencial o necesaria con los otros términos de la comparación.

Ello hace que la certeza de sus conclusiones sea absoluta, incondicional e infalible. Nada ni nadie puede hacerla fallar. Si lo hiciera fallarían los fundamentos de la razón humana, porque no tendrían sentido las esencias de las cosas, que quiere entender, Además, fallaría el mismo Dios, pues las esencias de las cosas no se fundan en la libre voluntad de Dios, sino en su misma esencia divina. Por ello, las conclusiones matemáticas y metafísicas son absolutamente necesarias en todos los lugares, tiempos y

órdenes, igual en el natural que en el sobrenatural. Las conclusiones de estas ciencias son, en realidad, un desarrollo analítico de este punto de partida. No adicionan algo que no estuviese ya incluido, aunque para nosotros implícito, en la premisas conocidas. Puede decirse que su función es la de ayudar a la razón a ir viendo por partes, o por aspectos sucesivos, lo que ya estaba virtualmente en el principio.

Hay otro tipo de ciencias, que pueden llamarse se objetivas para contraponerse a las anteriores, que son conceptuales. A esta clase pertenecen todaslas ciencias físicas o de la naturaleza. En los razonamientos, que emplean, su primera premisa. o premisa mayor, no es esencial o conceptual, sino accidental en sentido amplio. La conclusión, por ello. expresa algo no esencial ode la esencia de los conceptos, que se han empleado. La verdad nueva que significa es también mediata, pero no es virtual o implícita. Está fuera, y no dentro como en las ciencias conceptuales, del punto de partida.

La certeza de las conclusiones de estas ciencias, que son de adición o conexión no es, por ello absoluta, sino condicional o relativa, porque no está fundada en la esencia de las cosas, sino en la regularidad de las leyes que rigen el universo, que no depende directamente de la esencia de Dios, sino de su libre voluntad. En las conclusiones físicas, está implícita la siguiente condición: con tal que no fallen las leyes de la naturaleza. Las conclusiones físicas, por ello, no son necesarias absolutamente,sino sólo en el orden natural, aunque fallan a veces, en este orden y muchas veces en el orden sobrenatural, y lo hacen siempre que Dios quiere.

55. ––¿Cuál es el segundo argumento, que aporta Santo Tomás para probar que las verdades conseguidas por el hombre, con su mera razón, no son contrarias a la verdades reveladas?

––El segundo argumento del Aquinate, basado en su concepción de la docencia, es el siguiente: «Lo que el maestro infunde en el alma del discípulo es la ciencia del doctor, a no ser que enseñe con engaño, lo cual no es lícito afirmar de Dios. El conocimiento natural de los primeros principios ha sido infundido por Dios en nosotros, ya que Él es autor de nuestra naturaleza. La Sabiduría divina contiene, por tanto, estos primeros principios. Luego todo lo que esté contra ellos está contra la sabiduría divina. Esto no es posible de Dios. En consecuencia, las verdades que poseemos por revelación divina no pueden ser contrarias al conocimiento natural»[7].

Unos pocos años antes de la redacción de la Suma contra los gentiles, Santo Tomás había preparada la cuestión De magistro, dedicada, como indica su título, a la temática de la docencia. En su artículo primero, se indica que es doble el modo de adquirir nuevos conocimientos verdaderos: uno, cuando la razón natural llega por sí misma al conocimiento de las cosas ignoradas; y otro cuando alguien ayuda exteriormente a la razón natural del que quiere el conocimiento científico. El primer modo se denomina descubrimiento y el segundo enseñanza

En el acto de enseñar interviene el maestro, que ayuda a la naturaleza intelectiva del discente, necesaria, porque sin ella no sería eficaz su arte docente «Sucede que en las cosas que son efecto de la naturaleza y el arte, el arte obra del mismo modo y por los mismos medios que la naturaleza. Por ejemplo, la naturaleza cura al enfermo calentando su cuerpo frío y lo mismo hace el médico. Dícese, por esto, que el arte imita a la naturaleza».

Con la aplicación de este principio generalde respeto y continuidad con lo natural, puede decir el Aquinate que: «En la adquisición de la ciencia acaece algo semejante. Quien enseña a otro lo lleva a la ciencia de las cosas desconocidas, de la misma manera que alguien por descubrimiento se conduce a sí mismo al conocimiento de lo desconocido».

Enseñar es comparable a sanar. El maestro es como el médico, y lo que son las medicinas para este último lo son las palabras para el primero. «Se dice que alguien enseña a otro, porque expone a otro mediante signos el mismo proceso de la razón que uno efectúa por sí mismo con su razón natural. De este modo, la razón natural del discípulo adquiere el conocimiento de lo ignorado por los signos que se le proponen, a modo de instrumento. Igual que se dice que el médico causa la curación en el enfermo por la acción de la naturaleza, también se dice que el hombre es causa de la ciencia en otro por la acción de su razón natural. Y esto es enseñar. Y por lo mismo, se dice que un hombre enseña a otro y que es su maestro».

El maestro produce la ciencia en el discípulo, porque, con la utilización de los signos del lenguaje, comunica sus razonamientos al discípulo, que produce en sí mismo otros semejantes. La acción del maestro es hacer razonar, o a que el discípulo obtenga las conclusiones que están implícitas en principios conocidos. «Si en cambio, alguien propusiera a otro cosas que no están incluidas en principios de suyo conocidos, o que no aparecen en ellos incluidas, no produciría en él ciencia, sino, tal vez, la opinión o la fe».

Se daría entonces una certeza o asentimiento, que o sería imperfecta, como en la opinión, o por la fuerza de la voluntad, como en la fe, natural o sobrenatural. «Aunque esto es también, en cierto modo, causado por principios innatos, pues, en virtud de estos principios de suyo conocidos, considera que ha de mantenerse con certeza lo que se sigue necesariamente de ellos, y que todo lo que es contrario a ellos, ha de ser totalmente rechazado; y que a otras cosas puede concederles o no su asentimiento».

La actividad docente del maestro sobre el discípulo supone que: «Dios pusoen nosotros la luz de esta razón por la que estos principios nos son conocidos, a modo de cierta semejanza de la verdad increada, hecha presenteen nosotros»[8]. Se sigue de ello que, si las verdades naturales, obtenidas por el hombre, tanto por descubrimiento o por enseñanza, están basadas en el hábito de los primeros principios, que son verdaderos, por ser infundidos por Dios en su naturaleza y ser una participación de las verdades eternas divinas, no pueden ser opuestas a ellas. No es posible, por tanto, una oposición entre la verdad humana o natural y la verdad sobrenatural o divina.

56. ––La conclusión, que se obtiene de la explicación de la concepciónde la ciencia o conocimiento verdadero, en la que además del entendimiento, que se comporta como causa segunda, interviene Dios como causa primera, ya que infunde el hábito de los primeros principios del entendimiento, parece que sea que no hay contrariedad entre las verdades por su primer origen. No obstante, ¿no podría Dios habernos infundido como primeras verdades unos principios contrarios a sus verdades eternas?

––No es posible tal contrariedad, como asegura Santo Tomás en su tercer argumento. Arguye en el mismo: «Nuestro entendimiento no puede alcanzar el conocimiento de la verdad cuando está sujeto por razones contrarias. Si Dios nos infundiera los conocimientos contrarios, nuestro entendimiento se encontraría impedido para la captación de la verdad. Lo cual no puede ser de Dios. Permaneciendo intacta la naturaleza, no puede ser cambiado lo natural; y no pueden coexistir en un mismo sujeto opiniones contrarias de una misma cosa, Dios no infunde, por tanto, en el hombre una certeza o fe contraria al conocimiento natural»[9]. Un conocimiento que es propio de la natuarleza humana, que como toda naturaleza imita la verdad divina.

57. ––Los tres argumentos, que da Santo Tomás, para demostrar la tesis de la no contradicción entre las verdades naturales y las sobrenaturales, están basados en la filosofía, en argumentos racionales naturales. ¿También se podría probar desde verdades sobrenaturales?

––Aunque hasta el final del tercer libro, la Suma contra los gentiles no se ocupa de las verdades sobrenaturales fundamentales, que se exponen sistemáticamente, sin embargo, en muchos de los capítulos de las partes filosóficas, se confirman los argumentos racionales con algunos de autoridad, principalmente de la Sagrada Escritura. En este capítulo séptimo, lo hace, por una parte, con las siguientes palabras de San Agustín: «Lo que la verdad descubre, de ninguna manera puede ser contrario a los libros del Viejo y del Nuevo Testamento» [10].

Por otra parte, cita este pasaje de la Epístola a los Romanos de San Pablo: «Cerca de ti está la palabra en tu boca y en tu corazón; esta es la palabra de la fe que predicamos»[11]. En su comentario posterior a esta epístola, el Aquinate explicó así este versículo: «Es como si dijera: No temas que te falte el espíritu de fe justificante por estar Cristo en el Cielo conforme a su naturaleza divina o porque descendió a los infiernos por la muerte de la humanidad, porque Él mismo descendiendo del Cielo y resurgiendo de los infiernos imprimió en tu boca y en tu corazón la palabra de fe».

Desde este significado, la expresión: «“cerca de ti” puédese referir a que la palabra de Dios la hemos alcanzado por Cristo encarnado y resucitado. “La cual –(la salud)– habiendo principiado por la palabra del Señor” (Hb 2, 3). “Mira: yo pongo mis palabras en tu boca” (Jer 1, 9)».

Refiere seguidamente otra interpretación, la: «conforme a la glosa, que dice que “cerca de ti” débese referir a la utilidad, según lo cual decimos que está cerca de nosotros lo que se nos facilita y nos es útil. Porque con la palabra de Dios se limpia nuestro corazón. “Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que Yo os he hablado” (Jn 15, 3).

Por último, expone una tercera interpretación, la que emplea en este capítulo de la Suma contra gentiles: «O bien se puede referir a que las palabras de la fe aun cuando están por encima de la razón, “Muchas cosas se te han enseñado que sobrepongan la humana inteligencia” (Eccl 3, 25), sin embargo, no son contra la razón, porque la verdad no puede ser contraria a la verdad. “Tus testimonios son perfectamente creíbles” (Sl 112, 7)». Añade que: «En seguida, cuando dice: “Esta palabra es la palabra de fe que predicamos”, explica la predicha significación»[12].

58. ––Si las verdades naturales no se oponen a las verdades de la fe cristiana, porque ambas verdades tienen como principio a Dios de una manera mediata o inmediata respectivamente, ¿los ataques razonados a la religión cristiana, que, por el contrario, se oponen a las verdades de la fe, son también racionales?

––Los argumentos que se emplean contra los contenidos de la fe, no son racionales, porque no pueden derivarse de los primeros principios del conocimiento, que proceden de Dios y que son evidentes y conocidos por todos, ni, por tanto, tener poder demostrativo. Así lo expresa Santo Tomás al final de este capítulo, como una consecuencia de la probada armonía entre las verdades naturales con las sobrenaturales, al concluir: «De todo esto se deduce claramente que cualesquiera de los argumentos que se esgrimen contra la enseñanza de la fe no pueden proceder rectamente de los primeros principios innatos, conocidos por sí mismos. No tienen fuerza demostrativa, sino que son razones probables o sofísticas. Y esto a lugar a deshacerlos»[13].

Podría decirse de este tipo de argumentos impugnantes a la fe, lo que escribió unos diez años más tarde Santo Tomás sobre los ataques a los principios derivados de los primeros, y, en definitiva, también a estos: «Tales opiniones que destruyen los principios de alguna parte de la filosofía, son posturas extrañas, así como el decir que nada se mueve, lo cual destruye los principios de la ciencia de la naturaleza. Algunos hombres son inducidos a la afirmación de tales posturas en parte por protervia, otros en parte por algunas razones sofísticas, que no pueden resolver, como se dice en la Metafísica de Aristóteles (IV, c. X)»[14].

59. ––Los contenidos de la fe, por ser sobrenaturales, trascienden a la mente humana. Sin embargo, por su racionalidad, ¿se les puede aplicar la operaciones comprensivas de la razón humana?

––Por la racionalidad de la fe, también el entendimiento humano puede aplicar sus operaciones racionales a sus contenidos, aunque no para comprenderlos perfectamente. El motivo de esta incomprensión imperfecta, no es sólo su limitación, que le lleva a un comprensión incompleta, sino también por la génesis de la intelección del hombre. «Hay que notar que las cosas sensibles, principio del conocimiento racional, tienen algún vestigio de imitación divina, tan imperfecta, sin embargo, que son totalmente insuficientes para darnos a conocer la substancia del mismo Dios. Como el agente produce algo semejante a sí mismo, los efectos tienen, a su manera, la semejanza de las causas; pero no siempre llega el efecto a asemejarse perfectamente a su agente»[15].

Las cosas sensibles creadas por Dios son solamente vestigios o huellas de Dios, y, como tales manifiestan únicamente una semejanza imperfecta y limitada de su causa. Las cosas sensibles son el punto de partida del entendimiento del hombre, porque, como había enseñado Santo Tomás, en una obra filosófica anterior: «El alma humana tiene el último grado en las substancias intelectuales (…) Y por esto el Filósofo la compara a una tabla rasa, en la cual nada hay escrito Aristóteles, De anima III, c. 4, 429 b 31)»[16].

El entendimiento del alma humana como todo entendimiento conoce las esencias inteligibles o naturalezas, pero sólo la esencias o quiddidades de las cosas materiales y sensibles, ya que no tiene impresas esencias inteligibles. El entendimiento humano es intelectual en potencia. Es un entendimiento que, en cuanto que es potencia pasiva, carece de toda idea o esencia inteligible. «El objeto propio del entendimiento humano, que está unido a un cuerpo, es la quiddidad o naturaleza existente en la materia corporal»[17].

Sin embargo, estas esencias materiales y, por ello, singulares no son adecuadas a ser entendidas. Su materialidad imposibilita que sean inteligibles como las ideas o esencias universales, que son inmateriales[18]. Sin embargo, las esencias de las cosas materiales, igual que las imágenes de los sentidos que las representan, son inteligibles, por ser esencias, pero en potencia, porque la materia impide su inteligibilidad actual.

El entendimiento humano que es sólo intelectual en potencia se encuentra, por tanto, frente a una realidad, que quiere conocer, pero que también está en potencia en cuanto a su inteligibilidad. No posee en sí mismo esencias inteligibles, no hay en él «nada escrito», únicamente el hábito de los primeros principios, pero para que pueda entender hay que admitir que posee asimismo un poder actual, o «una virtud en el entendimiento, que haga inteligibles en acto, por abstracción de las especies de las condiciones materiales. De aquí la necesidad de admitir el entendimiento agente»[19].

El entendimiento humano, potencial y pasivo para conocer, posee, no obstante, una función activa, que actualiza el contenido inteligible en potencia, incluido en las cosas materiales, y recibido por el conocimiento sensible, en imágenes materiales e individuales. Esta actividad intelectiva es abstractiva porque al actualizar lo inteligible lo desmaterializa, ganándose así la inteligibilidad, pero en el orden universal, porque con la abstracción de la esencia de la materia, que la hacía estar en estado potencial, pierde la individualidad[20].

Según esta explicación: «para conocer la verdad de fe, que sólo es evidente a los que ven la substancia divina, la razón ha de valerse de ciertas semejanzas, que son insuficientes para hacer comprender de una manera casi demostrativa y evidente dicha razón. Es provechoso, sin embargo, que la mente humana se ejercite en estas razones tan débiles, con tal de que no presuma comprenderlas y demostrarlas, porque es agradabílisimo, como ya se dijo (c. 5), captar algo de las cosas altísimas, aunque sea por una pequeña y débil razón»[21].

Para conocer las verdades de fe, incluso los mismos términos en que están expresadas, la razón ha de valerse de semejanzas con las cosas sensibles, aunque sean insuficientes para hacerlas comprender de una manera casi demostrativa, ni mucho menos evidente, tal como se conocen en el cielo. Sin embargo, es muy útil ocuparse de este conocimiento, porque para todo hombre el más deleitable de los conocimientos es el de lo sobrenatural.

60. ––El doble orden de verdades, naturales y sobrenaturales, será objeto de la sabiduría humana. De los dos tipos de verdades sobre Dios, unas obtenidas por la razón y otras por la fe, se podrá ocupar la sabiduría en su primera actividad de conocer la verdad de Dios. También de la segunda de eliminar los errores respecto a ellas. Claramente afirma Santo Tomás, en el capítulo noveno de la Suma contra los gentiles, el último de lo que puede considerarse como el prólogo general a toda la obra.: «Es evidente, por lo dicho, que la intención del sabio debe versar sobre la doble verdad de lo divino y la destrucción de los errores contrarios. Una de estas verdades puede ser investigada por la razón, pero la otra está sobre toda su capacidad».

Advierte seguidamente «Y digo una doble verdad de lo divino, no mirando a Dios, que es verdad una y simple, sino atendiendo a nuestro entendimiento, que se encuentra en diversa situación respecto al conocimiento de las verdades divinas».Sin embargo, podría preguntarse ¿Deben tratarse por igual las verdades naturales y las sobrenaturales?

––No pueden exponerse dela misma manera esta doble clase de verdades, porque, aunque tengan el mismo objeto, Dios, yno se opongan, sino que se armonizan y complementan,en la presentación y explicación de las dos, por su distinto origen,deben utilizarse metodologías diferentes. Sobre la metodología específica, indica Santo Tomás, en este mismo lugar, que: «En la exposición de la primera clase de verdades se ha de proceder por razones demostrativas, que puedan convencer al adversario».

En cambio, para las verdades sobrenaturales, no es aplicable el método racional demostrativo. «Como es imposible hallar estas razones para la otra clase de verdades, no se debe intentar convencer al adversario con razones, sino resolver sus objeciones contra la verdad, ya que la razón natural, como queda probado (c. 7), no puede contradecir a la veracidad de fe».

Elrebatir racionalmente las objeciones contra las verdades sobrenaturales, sin embargo, noes indirectamente probar su verdad, sino sólo su racionalidad. La verdad sobrenatural no puede demostrarse racionalmente, pero si que es posible probar que no es irracional, que no contradice la verdad natural, desde sus principios hasta sus conclusiones. Puede admitirse la racionalidad de laverdad sobrenatural, pero no probarse que sea real o existente fuera de la mente. «La única manera de convencer al adversario que niega esta verdad es por la autoridad de la Escritura, confirmada por los milagros; porque lo que está sobre la razón humana no lo creemos si Dios no lo revela».

No obstante, la razón se puede aplicar a las verdades sobrenaturales, para presentarlas en su racionalidad, la que le es posible conocer al hombre.En esta función, que es la que realizala teología, se pueden introduciralgunas razones verosímiles, o de cuya veracidad no hay razón para dudar. De manera que: «para la exposición de esta verdad se han de traer algunas razones verosímiles, para ejercicio y recreación de los fieles, no para convencer a los contrarios, porque la misma insuficiencia de las razones los confirmaría más en su error, al pensar que nuestro consentimiento a las verdades de fe se apoya en razones tan débiles».

61.––Si no se puede demostrar al adversario de la verdad de los contenidos de la fe,

frente a él ¿no le queda ningún otro cometido a la razón que la de rebatir racionalmente sus errores?

––También, para ayudarle a la persuasión de las verdades de la fe, seprepara al que impugna la verda sobrenatural con la exposición racional y demostrativa de las verdades naturales, que son los preámbulos de la fe, que, aunque revelados –dada la situación de hecho de la mente humana–, son comprensibles por la razón humana. Declara, por ello, Santo Tomás, que en esta obra, que está introduciendo o prologando con los primeros nueve capítulos: «Queriendo proceder, pues, de la manera indicada, nos esforzaremos por evidenciar la verdad que profesa la fe y la razón investiga, invocando razones demostrativas y probables, algunas de las cuales recogeremos de los libros de los santos y filósofos, destinados a confirmar la verdad y convencer al adversario».

La Suma contra los gentiles tiene de este modo dos partes, aunque no están indicadas explícitamente en su división en cuatro libros y estos a su vez en capítulos., porque, también indica seguidamente el Aquinate: «Después, procediendo de lo más conocido a lo menos conocido, pasaremos a exponer la verdad que supera a la razón, resolviendo las objeciones de los contrarios y declarando ayudados por Dios, la verdad de fe con argumentos probables y de autoridad»[22]. Esta metodología no solo lleva al Aquinate a que una de las partes esté dedicada a la filosofía y otra a la teología, sino que también al final de la mayoría de los capítulos de la primera los termina con estos dos últimos tipos de argumentos.

Eudaldo Forment


[1]Francisco Canals Vidal, Tomás de Aquino. Un pensamiento siempre actual y renovador, Barcelona, Scire, 2004, p. 100.

[2]Santo Tomás, Suma contra los gentiles, I, c. 7.

[3] ÍDEM, Quaestiones disputatae. De anima, q. un , a. 5, in c.

[4] IDEM,Summa Theologiae, I, q. 58, a. 3, in c.

[5] Ibíd.,I, q. 83, a. 4, in c.

[6] Cf., Ibíd., II-II, q. 1, a. 7. Si el punto de partida en el orden natural son los primeros principios, conocidos por evidencia inmediata, sin ningún discurso en sentido propio, de la misma manera en el orden sobrenatural el punto de partida son los primeros principios de la fe, lo que compone el dato primitivo revelado, conocido por simple revelación, sin discurso alguno.

[7]Santo Tomás, Suma contra los gentiles, I, c. 7.

[8]Santo Tomás, Quaestiones disputatae. De Veritate, q. XI, De magistro, a. 1, in c.

[9]Ídem, Suma contra los gentiles, I, c. 7.

[10] SAN AGUSTÍN. Comentario literal al Génesis, II, c. 18.

[11] Rm 10, 8.

[12]Santo Tomás, Comentario a la Epístola a los romanos, c. 10, lec. 1.

[13]ÍDEM, Suma contra los gentiles, I, c. 7.

[14] ÍDEM, Cuestiones disputadas sobre el mal, q. 6, a. 1, in c.

[15]ÍDEM, Suma contra los gentiles, I, c. 8.

[16] IDEM, El ente y la esencia, c.4, n. 36.

[17] IDEM, Suma teológica, I, q. 84, a. 7, in c.

[18] Según la doctrina hilemórfica aristotélica, la materialidad imposibilita que sean inteligibles como las ideas o esencias universales, que son inmateriales.

[19]Santo Tomás, Suma teológica., I, 79, a. 3, in c.

[20] Según el hilemorfismo aristotélico la materia es principio de ininteligibilidad y de individuación.

[21]Santo Tomás, Suma contra los gentiles, I, c. 8.

[22] Ibíd., I, c. 9.

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