11.08.13

(230) El Jesús de Pagola, 10ª edición –3

–Pocos lectores visitan los domingos las páginas web…

–El Día del Señor es un buen día para dar testimonio de la verdad de Cristo.

Sigo comentando el Jesús. Aproximación histórica (10ª ed.-PPC 2013) de José Antonio Pagola.

–Los milagros. El Nuevo Testamento, los Evangelios concretamente, nos dicen que Jesús hizo durante su ministerio público muchos milagros (Mc 6,5; Mt 14,35-36). En la primera predicación apostólica, San Pedro ya argumentaba por este hecho cierto para suscitar la fe en Cristo. «Varones israelitas, escuchad estas palabras. Jesús de Nazaret, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por Él en medio de vosotros, como vosotros mismos sabéis» (Hch 2,22). Hasta los propios enemigos del Señor lo reconocen: «¿qué hacemos con este hombre, que hace muchos milagros?» (Jn 11,47). Y como dice el apóstol San Juan, hizo Jesús muchos más milagros, por supuesto, que los que quedan referidos en los Evangelios (Jn 20,30). Pero esta realidad histórica indiscutible no se ajusta nada a la presentación que Pagola quiere hacer de la figura de Jesús. Por eso lo primero que hace es negar el número de los milagros, reducirlos a unos pocos:

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5.08.13

(229) El Jesús de Pagola, 10ª edición –2

–¿Y no se cansa usted de escribir sobre Pagola?

–Sí me canso. Y me aburro. Por gusto no lo hago. Pero al menos de vez en cuando debo hacerlo. Sobre todo porque no lo hacen otros.

–La encarnación del Verbo. Todos los domingos en la santa Misa el pueblo cristiano recita el Credo, y se atreve a afirmar en él verdades grandiosas, por decirlo así, increíbles: «Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos; por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, [y aquí todos se inclinan, en las palabras que siguen, hasta se hizo hombre] y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre».

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1.08.13

29.07.13

(272-2) Carta apócrifa de Santa Teresa sobre la Fundación GRATIS DATE

–¿Carta apócrifa?…

–Se considera apócrifo un texto cuando es atribuido falsamente a un cierto autor. Como en este caso.

La condición apócrifa de la carta que transcribo es patente. No solamente por el examen que expertos calígrafos han realizado sobre el documento hallado, sino también por la crítica interna del texto mismo, que en ocasiones emplea palabras o expresiones nunca usadas por Santa Teresa. Otra razón muy fuerte, definitiva, para demostrar que Santa Teresa no pudo ser la autora verdadera de esta carta la encontramos en el hecho de que la Santa murió en 1582; en tanto que la Fundación GRATIS DATE fue constituida en 1988, hace veinticinco años.

La carta de Santa Teresa, aunque no lleva fecha, está dirigida a alguno de sus Carmelos, y ha de ser muy reciente, pues les recomienda dos libros que la Fundación les ha enviado hace unos días: uno es del Beato Dom Columba Marmion, Jesucristo, ideal del sacerdote, y el otro de José María Iraburu, La Cruz gloriosa, en el que el autor presenta una antología de textos de santos y doctores de la Iglesia sobre la Cruz de Cristo, precediéndola de varios artículos suyos sobre la Cruz. La carta apócrifa de Santa Teresa, de la que reproduzco aquí en imagen su comienzo y su final, dice así:

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22.07.13

(227) Los sacramentales –y 7. Los exorcismos .y 3 –El P. Amorth

–Y dale con el demonio…

–Que deje Satanás de atacar a la humanidad, procurando su perdición temporal y eterna, y dejaremos de hablar contra él.

El combate del cristiano por el Reino –«venga a nosotros tu Reino», a mí, a todo el mundo–, como ya vimos en los dos artículos anteriores, no es tanto contra el mundo y la carne, sino contra los espíritus del mal, contra los demonios (Ef 2,1-7; 6,10-12). Se inicia ya en el bautismo, que incluye exorcismos, y se prolonga en toda la vida cristiana por la oración –en el mismo Padrenuestro, «líbranos del Maligno»–, los sacramentos, el ejercicio de las virtudes, la evitación del pecado, de la cautividad del mundo –pensamientos y costumbres–, las bendiciones, como el agua bendita, etc. Pero en casos extremos, cuando hay signos suficientes de que el demonio ha logrado un dominio especial sobre un hombre, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, practica los exorcismos. Por medio de ellos el hombre atormentado por el demonio se refugia en Jesús, el Salvador, y en él encuentra una acogida llena de misericordia y de paz.

Los exorcismos son, según enseña el Catecismo, con las bendiciones y consagraciones (1671-1672), los más importantes sacramentales de la Iglesia.

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